El sucesor de Pedrojota cambia la línea editorial en el sentido favorable a Moncloa
En menos de una semana, Casimiro García-Abadillo le ha dado la vuelta a El Mundo como un calcetín. Primero se negó a publicar la carta de Pedrojota contra Mariano Rajoy y en el editorial de este 11 de noviembre de 2014, arremete contra UPYD (partido para el que Pedrojota pidió el voto), Vox y la FAES de José María Aznar, y la reclama a Mariano Rajoy «una propuesta consecuente y constructiva» para presentar al nacionalismo catalán.
El Mundo sigue la estela marcada en los últimos meses por El País y La Vanguardia (ayer el periódico catalán también denostaba a UPYD en su editorial) de encontrar una salida «política» al conflicto creado por el nacionalismo catalán. Además, censura a quienes demandaban que el Estado impidiese la votación (a los que García-Abadillo en un tuit que difundió ayer calificó de «extrema derecha»: «La extrema derecha pide aplicar mano dura en Cataluña. EM cree que, además de aplicar la ley, hay que buscar una solución política») y carga toda la responsabilidad de las acciones judiciales contra la Generalitat en el Tribunal Constitucional.
El editorial se contradice en varias ocasiones. La primera de ellas al dar absoluta validez a los datos del recuento hecho por la Generalitat (35% de participación) y luego al asegurar que la seudoconsulta fue un fracaso del nacionalismo pero que el Gobierno de la nación debe negociar con Artur Mas.
¿Aguantarán los columnistas como Arcadi Espada (miembro de Libres e Iguales) y Federico Jiménez Losantos este cambio de la línea editorial, que les afecta directamente?
¿Se quedará El Mundo de Casimiro García-Abadillo con Luis María Anson como columnista estrella?
El sucedáneo de referéndum independentista celebrado en Cataluña es tan estéril en lo que respecta a sus efectos jurídicos como trascendente en lo político.
El Gobierno debe tomar la iniciativa y definir de una vez con claridad qué quiere y hasta dónde está dispuesto a llegar en la cuestión catalana. La negociación política es necesaria y el PP no puede permitirse el lujo de eludir su responsabilidad como partido de Gobierno.
Mariano Rajoy debe fijar posición tanto en el frente judicial, a través de la Fiscalía, como en el político, con una propuesta consecuente y constructiva. No definirse supone perder un debate crucial por incomparecencia, lo que provoca frustración y desamparo en sus filas. Además, da pie a que otros partidos, como UPyD o Vox, e incluso organizaciones civiles en la órbita de FAES, como Libres e Iguales, anuncien posibles querellas contra el Gobierno por, a su juicio, haber permitido que la Generalitat delinquiera durante el proceso participativo. La indecisión de Rajoy en este asunto supone una insensatez que acabará debilitando al PP.
Quienes insinúan -sin llegar a decirlo- que la pantomima de consulta perpetrada por Artur Mas y sus socios debió impedirse manu militari y suspendiendo la autonomía catalana demuestran un distorsionado sentido de la proporción, además de una confianza escasa en la potencialidad de la política para responder, con firmeza pero sin estridencias, a quienes se aprovechan del sistema democrático para intentar imponer sus ideas sin respetar las reglas del juego.
Sólo un 35% de los catalanes convocados fue a votar, lo que da una idea del falso entusiasmo de los dirigentes soberanistas. Y entre quienes lo hicieron un 80% se mostró a favor de la ruptura, lo que supone 1,8 millones de sufragios sobre un 6,2 millones de convocados a las urnas; es decir, un magro 29%. Este es el peso real del independentismo en Cataluña, pese a los esfuerzos de la Generalitat y de los partidos soberanistas en agravar la desafección.