La Vanguardia editorializa sobre los museos de Montjuic y la cumbre Asia-Pacífico
El periódico que aparentemente dirige Antonio Caño publica este 12 de noviembre de 2014 un editorial contradictorio. Por un lado, le exige a Mariano Rajoy que no ceda ante las presiones de su partido, pero le pone deberes en un editorial imperativo desde su título: ‘Rajoy nos debe un plan’. También dice que la lealtad de Artur Mas es «discutible», pero que sostiene que Rajoy debe reunirse con él.
El editorial sugiere a Rajoy una lista de tareas y le dice que si está cansado para ejecutarla que la delegue en su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. La propuesta exhortativa de El País consiste en negociar su anhelada reforma constitucional federal con el PSOE de Pedro Sánchez, el PNV y CiU. Y la reforma es aumentar «el autogobierno», no los privilegios. Una vez pactada con los partidos, Rajoy, o Sáenz de Santamaría, debería organizar un referéndum, éste legal, sólo en Cataluña para su aprobación.
No deja de asombrar que un periódico progresista, defensor de una fiscalidad progresiva, en la que los ciudadanos deben pagar más impuestos cuanto más dinero tengan, propugne lo contrario para las regiones ricas.
La Vanguardia dedica sus editoriales a dos asuntos suponemos que apasionantes para sus lectores: la cumbre Asia-Pacífico de veintiún naciones en Pekín y la explanada de mueseos en Montjuic.
Rajoy aparece atrapado entre la muy discutible lealtad del representante ordinario del Estado en Cataluña -el presidente de la Generalitat- y la fronda que desde posiciones radicales le ataca por presunta dejación de funciones y entreguismo, cuando no jalea actuaciones jurídicas contra el líder catalán, de incierto éxito judicial y de incendiarios efectos políticos. Por eso lleva en silencio demasiado tiempo.
El jefe del Gobierno se debe antes a todos los españoles que a los barones de su partido, a los grupos de presión o a catastrofistas de turno. Para ser creíble, lo más urgente es que sitúe la cuestión como de alta prioridad política -solo equiparable al desempleo-, no por privilegiar a ningún territorio, sino simplemente porque lo es la hipótesis de una severa erosión de la cohesión ciudadana y del Estado.
Por supuesto que Rajoy debe recibir a Mas, y él mismo o su vicepresidenta, realizar una ronda de encuentros de alto nivel -en Barcelona, en Sevilla, en Bilbao- con los otros líderes políticos y sociales capaces de prestarle ayuda para definir una hoja de ruta política útil para desatascar el problema, y aceptable por todos.
No debe ser un motivo de inhibición la posibilidad de que el resultado final de este replanteamiento sea llamar a los catalanes a un referéndum legal, convocado por el propio Gobierno, mejor de forma pactada con la Generalitat. Pero no para optar sobre la independencia, sino sobre los elementos de mejora del autogobierno autonómico (aseguramiento de competencias, financiación singular pero solidaria, promoción de la lengua catalana) susceptibles de incorporarse después a una necesaria reforma constitucional de tipo federal.