El hostelero Carlos Zapata denuncia que el joven le pidió 200.000 euros por solventarle un problema de licencias

Un empresario relata los turbios chanchullos de Nicolás: «Parecía más su despacho que el de Legaz»

"Fran me llamó y me vino a recoger en un coche con dos policías"

Un empresario relata los turbios chanchullos de Nicolás: "Parecía más su despacho que el de Legaz"
Jaime García-Legaz y el pequeño Nicolás.

«Francisco Nicolás se movía como Pedro por su casa por las dependencias de Jaime García-Legaz».

Esta frase la pronuncia en El Mundo de este 25 de noviembre de 2014 un empresario madrileño, Carlos Zapata, quien, intentando resolver con el Ayuntamiento de Madrid un problema de licencias con su negocio acabó en el despacho del secretario de Estado de Comercio, con el pequeño farsante de Nicolás como maestro de ceremonias y viéndose en la tesitura de firmar un supuesto contrato por valor de 200.000 euros y la explotación de la terraza del local para solventar las dificultades burocráticas. No firmó y hoy su negocio ya es una mera quimera. Está cerrado.

Según el testimonio de este empresario al diario de Unidad Editorial:

Fran me dijo que fuera al Ministerio de Economía por la noche, que allí me recibiría Jaime. El edificio ya estaba cerrado, pero me estaban esperando dos secretarias que me acompañaron al despacho del secretario. El niño venía conmigo. Fran se movía como Pedro por su casa por las dependencias de García-Legaz. Vi que entre los dos había una confianza excesiva. Parecía más el despacho del niño que el de Jaime. Se sentó en la mesa del secretario de Estado, se puso a ver sus papeles y a jugar con su ordenador. Sólo le faltó poner los pies encima de la mesa.

Sobre la despedida, la historia ya es de lo más surrealista

García-Legaz se despidió de mí y me dijo que ya tendría noticias a través de Fran. Me dijo que todo lo hiciera a través de él. Ni siquiera me dio su teléfono. Al cabo de unos días, Fran me llama y me dice de vernos. Me recoge en un coche con dos policías. Éstos tenían una sirena que la activan y dan un giro de 180 grados en mitad de La Castellana. Me lleva a un hotel cerca de Cuzco y me explica que mi tema va bien y que ya lo sabe quien tiene que saberlo. De repente, se levanta, atiende al teléfono y me dice que le ha llamado Ana Botella y que está resuelto el tema. A cambio me pide 200.000 euros y la explotación de la terraza de mi local durante cinco años. Me pone un contrato encima de la mesa para que lo firme. Yo le dije que yo no entraba al juego de un chantaje y me amenazó con que ya vería las consecuencias. Al poco tiempo la Policía empezó a ponerme muchos problemas y me vi obligado a cerrar el negocio.

 

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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