La Vanguardia no critica a su líder político preferido, Artur Mas. Sólo le pide que piense en todos los catalanes
Este 26 de noviembre de 2014 dos periódicos se rebelan ante ‘sus’ políticos y les dan sendos disgustos en las páginas editoriales.
El Mundo de Casimiro García-Abadillo publica una encuesta sobre intención de voto y candidatos mejor situados para la alcaldía de Madrid y concluye que el único político del PP aceptado por los votantes de este partido y capaz de ganar las elecciones municipales en la capital de España es Esperanza Aguirre. Por eso, recomienda a Mariano Rajoy, presidente del PP, aparte de serlo del Gobierno, que la designe como candidata. La encuesta también asegura que Soraya Sáenz de Santamaría donde mejor está es en el Gobierno.
El País es un periódico de izquierdas y Juan Luis Cebrián ha apoyado siempre al PSOE, salvo en algún caso en que por intereses empresariales en alguna ocasión se ha enfrentado a Zapatero o ha preferido respaldar a Rajoy. En un editorial titulado ‘Gesto sin explicaciones’, critica al secretario general socialista, Pedro Sánchez, por modificar su posición sobre la reforma del artículo 135 de la Constitución, que introdujo la estabilidad presupuestaria. Le acusa de romper el pacto con el PP y de tomar la decisión por miedo a Podemos, y le exige al economista que se explique.
La Vanguardia, por el contrario, no se enfrenta a su político, que es Artur Mas. Después de que éste explicar ayer su plan separatista, el periódico del conde de Godó reconoce que «toma la iniciativa» y sólo le pide «que no pierda de vista al conjunto de la sociedad».
EL MUNDO
A medio año de las elecciones municipales, Mariano Rajoy aún debe elegir candidato para la Alcaldía de Madrid. Según la encuesta de Sigma Dos para El Mundo que publicamos hoy, si los votantes del PP madrileño pudiesen elegir a su aspirante a alcalde la preferida sería Esperanza Aguirre. Es llamativo que hace tan solo dos meses su nombre se cuestionara por la controversia que suscitó el incidente de tráfico. Pues bien, ni esta circunstancia, ni la detención de su ex número dos Francisco Granados en la operación Púnica ha empañado su figura. Aguirre es percibida como la líder más próxima al ciudadano. Se trata de una de las voces más duras contra la corrupción y una de las pocas que ha propuesto medidas de regeneración, como acabar con las listas cerradas. Si Rajoy quiere asegurar el fortín de Madrid, debe pensar bien cuál es su mejor baza.
EL PAÍS
De una tacada, Pedro Sánchez rompe con la herencia de José Luis Rodríguez Zapatero y con el pacto que unió al PSOE y al PP en la aprobación de la regla constitucional que ajusta el déficit público a los márgenes establecidos por la UE. Ambos gestos son de calado y merecen más explicación de la que se ha dado. Con uno de ellos busca emanciparse de su propio pasado y recuperar a los socialistas descontentos por la rectificación del artículo 135 de la Constitución, realizada en 2011. Con el otro, Sánchez trata de zafarse de la presión de Podemos y de IU, que han hecho de esa reforma una prueba de que el PP y el PSOE son dos caras de la misma moneda.
Cambiar de criterio en tan poco tiempo es sorprendente. Y puede ser también arriesgado, sobre todo si quien tiene que defender ese cambio es alguien -el propio Sánchez- que votó a favor de la reforma de la que ahora reniega. El peligro de que eso le reste fiabilidad y consistencia es evidente. El mismo partido que mantuvo el discurso de que bajar los impuestos era de izquierdas y que la estabilidad presupuestaria no podía desligarse de la sostenibilidad del Estado de bienestar lanza ahora mensajes contrarios a la reforma llevada a cabo y promete dar prioridad al gasto social por encima de otros compromisos. Es decir, cuestiona la garantía (a los inversores en deuda) fijada por la Constitución, que establece una «prioridad absoluta» para el pago de los intereses y del capital de la deuda.
Pedro Sánchez debe despejar dudas para que la ciudadanía pueda valorar si sus propuestas van en serio o se quedan en brindis políticos a la izquierda.