OPINIÓN / REPASANDO COLUMNAS

Alberto Garzón no acaba de asumir que es un membrillo para Pablo Iglesias

Losantos afirma que Cebrián y PRISA tienen hoy más poder gracias a Sáenz de Santamaría que cuando vivía Jesús Polanco

Almudena Grandes denuncia una estafa en el concierto de Sabina sin citar a Sabina, tan bueno

El paseo por el peristilo de la prensa de este 15 de diciembre de 2014 (lo reconozco: me he levantado pedante; será por estar a tono con Gabriel Albiac), me ha hecho consciente del porrón de años que tengo, más que la fecha y la cercanía a un nuevo año. Ignacio Camacho (ABC) habla de un amigo muerto, Gabriel Albiac (ABC) de una biblioteca desmantelada, Fernando Sánchez Dragó (El Mundo) de la extinción de los editores y del libro, Joaquín Luna (La Vanguardia) del maltrato a los ancianos, César Vidal (La Razón) de la película ‘Lo que el viento se llevó’, que tanto me gusta y que resulta ahora políticamente correcta…

Pero el motivo principal es que en España siguen mandando los de siempre, los que ya mandaban cuando yo llevaba pantalones cortos. Y no me refiero ni a la familia Godó ni a la familia Botín; me refiero a Juan Luis Cebrián, que ya ondeaba una banderita de Estados Unidos en 1959 al paso del presidente Eisenhower, y de Franco.

Con motivo de la publicación por Javier Ayuso, ex director de comunicación de la Casa del Rey, de una tribuna en la que pide a Mariano Rajoy que no se presente a la reelección, Pablo Sebastián y Federico Jiménez Losantos se ocupan del periodista que sigue decidendo qué se piensa en España desde antes de que se muriese Franco y por el camino se ha hecho multimillonario.

Sebastián (Republica.com) se pregunta si Ayuso, al que acusa de haberle plagiado el título, está pasando al cobro una factura librada por Juan Carlos.

Cuando parece terminado su periodo de ‘descomprensión’, para pasar de la jefatura de prensa de la Casa Real al periodismo de primera línea, Javier Ayuso, adjunto a la dirección del diario El País, ha publicado un artículo en el que ha pedido a Mariano Rajoy que no se presente como candidato del PP a la Presidencia del Gobierno en las elecciones generales de 2015. Lo que no deja de ser llamativo viniendo de quien hasta hace muy poco tenía su despacho en el Palacio de la Zarzuela, siguió muy de cerca el proceso de abdicación del rey Juan Carlos y podía ser el protagonista o autor de algún relato o guión bajo el título de una de estas dos películas inolvidables: ‘El hombre que sabía demasiado’, o ‘Testigo de cargo’.

Los argumentos que utiliza Ayuso para pedir la retirada de Rajoy son el generacional y el de la regeneración. Y el título de sus ‘R’ recuerda otro de estas páginas, cuando escribimos aquello de ‘Sobran las tres R’, en alusión al rey Juan Carlos, Rubalcaba y Rajoy. Lo que él vuelve a reiterar en su escrito que, dada su ex condición de portavoz de la Casa Real, podría ser interpretado como el cobro de alguna ‘cuenta pendiente’ con el presidente Rajoy, un encargo del mando superior del Grupo Prisa -en medio de las guerras por los derechos del futbol en televisión-, o ¿acaso un encargo del rey Juan Carlos I?

Losantos (El Mundo) pone a Ayuso de ejemplo de paseante por puertas giratorias, esa acusación contra la casta. De PRISA a Zarzuela y de Zarzuela a PRISA. Y eso que el columnista liberal se ha olvidado de que entre PRISA y Zarzuela, Ayuso pasó una temporada en el BBVA.

Javier Ayuso, vivo ejemplo de que las «puertas giratorias» que tanto se critican entre la clase política y el sector privado giran en algunos casos a velocidad de vértigo, sin dejar nunca de ser en lo que están y de estar en lo que son: el Poder. Ayuso pasa de PRISA a la Zarzuela y de la Zarzuela a PRISA sin solución de continuidad, como si nunca ese rey al que servía hubiera tenido que abdicar tan arrastradamente y como si nunca una empresa periodística a la que ha vuelto a servir, si alguna vez dejó de hacerlo, hubiera tenido que ser rescatada de forma tan escandalosa por el poder político.

La colusión de intereses, la confusión de papeles y la desinformación sistemática de lo que pasa en las instituciones está asegurada cuando no se sabe si un zarzuelista se hace prisaico o si un prisaico se zarzueliza. O si cambian sólo de función, pero no de empresa.

Tampoco sabemos si Rajoy va seguir recibiendo culto prisaico tras la sorayización de su deuda o es esa deuda con la Vice la que hace ya prescindible al Presi. El cebrianismo, más poderoso que en tiempos de Don Jesús, recuerda a esos artistas circenses que mantienen seis, ocho, diez platillos girando a la vez: en el PP, están pero no se sabe con quién; en el PSOE, ponen y quitan a Madina, quitan y ponen a Sánchez, ni quitan ni dejan de poner a Díaz, que tampoco se sabe si quiere poner a otro o ponerse ella; en Izquierda Unida no saben qué hacer, porque tampoco saben qué hacer con Podemos: legitimarlos como Gabilondo o deslegitimarlos por corruptos y totalitarios. Jugar, juegan a todo.

RAÚL DEL POZO LLAMA A LA REINVENCIÓN DE LA IZQUIERDA

Santiago González (El Mundo) se ocupa del poder ascendente en España: Podemos. Su columna, ‘Los que no pueden’, es un choteo de Alberto Iglesias, que quiere ser becario de Errejón. A Izquierda Unida no le queda otro destino que el de ser absorbida por Podemos.

Recordarán ustedes la satisfacción con la que los dirigentes de IU acogieron los resultados de las europeas. Sólo ellos podían considerar un éxito los seis escaños que alcanzaron, sin darse cuenta de que la estrella de las elecciones había llegado para hacerse la dueña de la casa. Ahora, hasta Lara, Centella y Garzón están empezando a percatarse de lo que era un clamor: Podemos no está por un frente con IU; le basta con quedarse sus votos en lo electoral -para redondear los que le va a quitar al PSOE- y sus cuadros militantes en el campo orgánico. Alberto Garzón, el diputado más joven del Congreso, parece creer en que la coincidencia generacional es un programa político en sí misma.

La única confluencia que cabe esperar entre Podemos y Los Que No Pueden es la que ya existe en la práctica entre el secretario general de los primeros y la candidata a la Comunidad de Madrid por parte de la segunda, por más que el diputado Garzón no acabe de asumir que a los ojos de Pablo Iglesias es un membrillo.

Y por último, González, que sabe de lo que habla, porque pertenece a esa generación de columnistas que echó los dientes en las organizaciones de extrema izquierda y ahora vivaquea en los periódicos burgueses, asegura que Podemos ya es un partido leninista.

Mientras, el Partido ha evolucionado a tal velocidad que ni siquiera el secretario de Organización, Sergio Pascual, ha llegado a darse cuenta de que ya no es el suyo un invento asambleario, sino un partido organizado al modo leninista. Proclama el tal Pascual que las asambleas son soberanas para decidir el modo en que quieren concurrir a las elecciones, lo cual que no debió de estar atento a lo que pasó aquel fin de semana de noviembre en que los círculos se cuadraron, el portavoz quedó ungido como secretario general y, al grito de «todo el poder para los soviets» se constituyó el partido que aspira a representar en exclusiva a la izquierda española, aunque el PSOE e IU parecen creer que cuanto más copien a Iglesias más conjuran la amenaza. Pueden preguntarle al pobre Echenique, otro Pablo al que ya no le sacan en las fotos.

El catedrático Javier Moreno publica en El País una tribuna en la que comenta que la condena al Parlamento era habitual en España y pone varios ejemplos, aunque se olvida de añadir los ataques al parlamentarismo del PSOE por boca de Pablo Iglesias, Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero. Por último, asegura que Podemos ha revivido ese desprecio al parlamentarismo

Podemos ha sustituido a la oligarquía por la casta y al pueblo por la gente, pero comparte ese afán centenario por condenar al Parlamento. Iglesias afirmaba, en esa misma entrevista, «a veces tengo la sensación de que el debate parlamentario no sirve y de que los verdaderos Parlamentos son las tertulias de televisión».

En la misma línea, Raúl del Pozo (El Mundo) llora por la extinción de la izquierda civilizada. A diferencia de otros viejos rockeros como a Joaquín Leguina, a don Raúl Albert Rivera, que se presentó ayer en loor de multitudes en Madrid, no le llega.

Dicen que el doncel (Pedro Sánchez) ha perdido el favor de la sultana (Susana Díaz); lo que ha perdido la socialdemocracia es el apoyo de los ciudadanos. A finales del siglo XX mandaba en 11 de 15 países de Europa y hoy son los maleteros de la señora Merkel. Las ideologías se han agotado, sólo emerge el etnicismo y el populismo. En La Granja, el Gobierno, con el partido que le apoya, desangrado, confía en recuperar la confianza ofreciendo sensatez contra los planteamientos de radicalidad y de ruptura. Eso no son ideas, son modales.

Los políticos, como los cómicos, durante sus giras aparecen en los teatros ofreciendo monólogos en vez de diálogos, enseñando el ombligo, con libretos flojos y repetidos, aunque ahora han renovado la edad de las supervedettes. Albert Rivera, en el Teatro Goya, apareció en una apoteosis de revista musical como una estrella de plumas, entre los cameos de Joaquín Leguina y Manuel Conthe. Se presentó como alternativa viable y sensata contra los que buscan la destrucción e invocó a Adolfo Suárez, a Felipe González y a Aznar.

La cartelera política está repleta de reestrenos en los que se perpetúan las ideas fijas. La izquierda padece arteriosclerosis. Lo dijo Valls, el primer ministro francés: «Si la izquierda no se reinventa, puede morir».

JOAQUÍN ESTEFANÍA, ¿ATACA AL ENRIQUECIDO CEBRIÁN?

Y ya que hemos empezado con Juan Luis Cebrián, encuentro en la columna de Joaquín Estefanía, que le sucedió en la dirección de El País, unas frases que se le pueden aplicar, al comentar la declaración de Rajoy de que la crisis había acabado ante unas docenas de empresarios.

Es fácil que compartieran sus palabras las decenas de empresarios que le escuchaban en la sede de Telefónica. Probablemente ninguno de ellos cobre menos de uno o dos millones de euros al año (por encontrar un mínimo común denominador muy conservador), y sus sociedades son algunas de las que más se han beneficiado de la reforma estrella del PP, la laboral. En este caso, el medio sí ha sido el mensaje. Como decía el novelista Upton Sinclair «es difícil que alguien entienda algo, cuando su salario depende de no entender».

¿Cuánto cobra Cebrián? Pues según las malas lenguas, perdón, según la memoria de PRISA reseñada por El País en marzo pasado, un poco más de esos dos millones de euros en los que Estefanía establece la frontera de la decencia.

Y de la gran corrupción a la pequeña. Así lo asegura Almudena Grandes en su columna de la última de El País. En un acto, que no menciona pero que deduzco que debió de ser el conceirto de su venerado Joaquín Sabina, los organizadores aprovecharon para hacer caja.

En Madrid llovía a cántaros y la organización había vendido más de 15.000 entradas. En éstas, que no eran baratas, no constaba advertencia de seguridad alguna, así que la mayoría de los asistentes acudieron con sus paraguas. Los porteros les advertían que no podían entrar con ellos y les sugerían que los dejaran en la consigna, una pequeña carpa instalada bajo la lluvia, sin distintivo ni identificación de ninguna clase. Allí, dos personas recogían los paraguas de 15.000 y, además, cobraban dos euros por cada uno. Entonces me acerqué y les pregunté quiénes eran. No quisieron decírmelo. Insistí en que, si prestaban un servicio público, no podían negarse a decirme quiénes eran, y me dijeron que iban a llamar al encargado. El encargado no vino y la gente siguió pagando. ¿A quién? No conseguí saberlo.

¿Y de quién es la culpa? No de Sabina, no de su manager ni de su equipo, no de la organización… ¡La culpa es del PP!

El Palacio de los Deportes es propiedad de la Comunidad de Madrid, y su Gobierno el responsable último de no proporcionar una alternativa gratuita a los ciudadanos perjudicados por una medida de seguridad no anunciada. Pagar en estas condiciones es propio de una república bananera, pero es lo que tiene la corrupción, porque si roban los de arriba, ¿por qué no van a robar los de abajo?

Al final, la gente tiraba sus paraguas a los contenedores con tal de no pagar. Su rabia me pareció digna de mejores causas. Ojalá lo sea pronto.

Parece que Almudena está afilando la contera del paraguas para clavársela a alguien…

MÀRIUS CAROL APELA A ARRIOLA, EN VEZ DE A RAJOY

La consulta que no se iba a celebrar y que al final se celebró en Cataluña ha permitido a los separatistas hacerse con un censo de buenos catalanes y de otro de malos catalanes. La columna de Francesc-Marc Álvaro (La Vanguardia) es una enumeración de esos malos catalanes.

Ahora, repentinamente, muchos tienen prisa para reformar España. Democristianos duranistas al lado de socialistas regimentales con ecosocialistas unitaristas e independientes con el Estado en el corazón. Todos ellos parten de una premisa: los catalanes no pueden votar nada sin pactarlo con Madrid y no se pactará nada con Madrid sin que antes lo voten todos los españoles. El bucle que conduce al candado que lleva a la residualización de Cataluña. Una manera elegante de decir que los catalanes no tienen derecho a decidir nada más que lo que les permitan el resto de españoles.

¿Veremos a Álvaro gritando como en los años 30 el nuevo «Mori Cambó!»?

Antes de que llegue ese momento, Màrius Carol, pide ayuda para solucionar el carajal catalán ¡a Pedro Arriola! ¿No sería más sencillo cesar a Álvaro y a Rahola, los Batman y Robin del separatismo?

Cuentan quienes conocen los asuntos de la política española que Pedro Arriola, el sociólogo de cabecera de Mariano Rajoy, tiene más capacidad de influir en sus decisiones que los propios barones de su partido. Arriola es un personaje que se deja ver poco y que habla todavía menos. Está en la cocina de la política del país y en los fogones de las encuestas. Él es quien aconsejó abandonar la reforma de la ley del aborto con los estudios en la mano, pero también quien desestimó el fenómeno Podemos con otras encuestas bajo el brazo.

Arriola fía en la seriedad de Rajoy y en la economía la remontada del PP, pero debería buscar una respuesta para Cataluña, de modo que los que no son soberanistas no piensen que el Gobierno les ha abandonado. Digan lo que digan las encuestas.

Isabel San Sebastián (ABC) critica con todo acierto la última operación publicitaria del Gobierno: el dichoso Portal de la Transparencia.

¿En qué contribuye esta información a impedir el expolio del erario público perpetrado por hordas de políticos corruptos? En nada. Si de lo que se trata es de abrir puertas y ventanas en aras de evitar chanchullos, son los contratos de las administraciones públicas lo que nos interesa conocer, sus condiciones, a quiénes se adjudican y por qué; los créditos; las subvenciones; los trabajos realizados. Habría que revisar una a una las fundaciones y organismos más o menos opacos que reciben fondos procedentes de nuestros bolsillos, averiguar cuántos amiguetes están enchufados en ellos, discernir a qué dedican sus anhelos. No estaría de más tampoco hacer extensiva la criba a los cónyuges y familiares de los sospechosos

Lo que a ella le interesa de verdad no es el sueldo de Montoro, sino el dinero que transfiere a la Generalitat.

Puestos a airear las cuentas del Reino en público, yo querría saber si es verdad que Montoro planea «reajustar» la deuda de ciertas comunidades autónomas de manera que, de nuevo, se proceda a enjuagarlo todo y paguemos justos por pecadores. Si quienes han gastado lo que no tenían en consultas ilegales o eres fraudulentos van a ser tratados con mayor benevolencia por su Ministerio que los cumplidores obligados a ejecutar impopulares recortes. Me intersa mucho más conocer sus planes para Cataluña que el importe de su nómina.

LA MONARQUÍA DEFIENDE LA UNIDAD DE ESPAÑA. ¡QUÉ RISA!

Entre las columnas que recomiendo para leer destaco la de Juan Manuel de Prada (ABC), que empieza criticando la debilidad de los cimientos espirituales en que se asienta la sociedad y termina execrando de la reforma de la Constitución.

Aunque se haya hecho creer a los ilusos que las constituciones tienen vocación de permanencia, lo cierto es son la expresión legal máxima del movilismo, que es tal vez el más característico rasgo de la civilización moderna, algo así como el «todo fluye» de Heráclito convertido en lema vital.

En esta fase terminal de la civilización moderna, el movilismo ha recibido el nombre santificador de progresismo, cuyo fin último (con sus negociados de izquierda y derecha) es que el alma no se detenga en ninguna convicción definitiva, para extraviarse más fácilmente.

Pero, como nos enseñaba San Agustín en sus Confesiones, al alma no halla descanso en las cosas que no son firmes. Por eso la gente empieza a estar harta de los lidereses sobones que están hablando todo el santo día de tocar la Constitución; porque, aunque sus cerebros hayan sido moldeados en el movilismo, sus almas siguen anhelando, aunque no lo sepan, aquella ley eterna que no cambia letra ni tilde alguna.

Antoni Puigverd (La Vanguardia) arremete contra otro dogma de la política actual, la memoria histórica, y extiende la necesidad de la reparación y el perdón a los crímenes perpetrados por la izquierda y los nacionalistas de ERC en la guerra. Además, recuerda el abandono de las víctimas de Hipercor por CiU y PSC.

Al dolor y a la tragedia que las víctimas de Hipercor sufrieron, hay que sumar la extrañeza que les ha acompañado desde entonces. Les costó Dios y ayuda cobrar las indemnizaciones que les correspondían y lograr el amparo público. (…) Abandonados por las dos corrientes políticas que durante aquellos años dominaban Cataluña. En el relato del cosmopolitismo barcelonés aquellas víctimas no cuadraban; tampoco cuadraban en el relato del nacionalismo pujoliano.

Si los etarras no piden perdón es porque, con anterioridad, tampoco lo pidieron las decenas de miles de españoles (catalanes incluidos) que participaron del aparato represivo en tiempos de Franco (políticos, jueces, funcionarios, policías, militares). Girar página para evitar repetir el mal mayor de la guerra no tenía por qué haber evitado un proceso de reconocimiento de culpa y de revisión moral del pasado.

Revisar los 40 culposos años del franquismo, los tres años de barbarie bélica y las barbaridades del 36 en la zona republicana es esencial para reconstruir una comunidad política. Sobre el perdón puede construirse una comunidad; pero sobre la amnesia y la desvergüenza, no. El peso muerto de nuestra democracia son las víctimas del terror anterior y posterior, cualquiera que sea su signo, pues no fueron reparadas. Más que reformas jurídicas, se necesita una reparación general. Una reparación de la que, por supuesto, los mártires de Hipercor deberían formar parte en lugar destacadísimo. Son víctimas sin relato. Nunca formaron parte de un cuadro de honor comunitario.

Alfonso Ussía (La Razón) firma la columna ridícula del día con un canto a la Corona, garantía de la unidad de España.

Se sigue cayendo en la estúpida encuesta «Monarquía-República». Que no hay monárquicos. Es cierto. Con el Rey en la Jefatura del Estado, los monárquicos sobran. La Corona es la garantía de la unidad territorial de España y la superación de las lógicas discrepancias políticas. No hay «monarquismo» emocional en esta reflexión, sino puro y llano pragmatismo. Con una derecha acomplejada y temerosa y una izquierda que desea ganar la guerra que perdió hace setenta y cinco años, la figura del Rey se me antoja imprescindible.

Me recuerda al socialista José Blanco, caundo dijo que cuando se aprobase el nuevo estatuto catalán España estaría más unida… Pero en algo estoy de acuerdo con Ussía: la derecha acomplejada. Una muestra es el billete de Javier González Ferrari en el mismo periódico, en el que acepta las premisas de la ideología de género de la izquierda y sólo al final desliza una subordinada con una crítica ambigua para que no le pongan en la lista.

La violencia machista es un problema social. Un síntoma más de una sociedad que ha contraído el virus de la indignación, muchas veces justificada, pero también interesadamente engordada por quienes tienen el agitprop como bandera generando violencia de todo género.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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