Aberl Hernández, Fernando Ónega y Jaime González se deshacen ante la figura de Cristina Cifuentes
Al poco de abrir la prensa de este 25 junio 2015 el café subsahariano se me ha derramado y el mechero se me ha caído de la mano: ¡Juan Luis Cebrián se nos aparece en una tribuna de El País para darnos citas cultas y consignas políticas! ¡Qué afortunados somos!
Cuando el Papa se convierte en un fabricante de titulares (el de hoy es poner la Semana Santa en una fecha fija todos los años), el académico que elaboró el sintagma «insidiosa Reconquista» nos ofrece guías fijas en la vida.
Antes de comentarle el análisis de Cebrián, amigo lector, le pongo la entradilla de una noticia sobre sus funciones como editor aparecida en Vozpopuli.com:
El Comité de Redacción de El País ha denunciado la censura de informaciones negativas sobre el emirato, en un momento en el que Prisa ultima la entrada en su accionariado del sultán Ghanim Alhodaifi Al-Kuwari, que está dispuesto a invertir 75 millones de euros en la empresa.
¡Qué cosa tan fea! Un editor que censura noticias perjudiciales a un banquero o un gobernante. ¡Adónde vamos a llegar!
Al grano del pensamiento del pensador Cebrián. Su tribuna se titula ‘La lista más votada’ y refuta la ‘ideica’ del PP de que se haga con la alcaldía, el escaño o la presidencia de lo que sea quien obtenga más votos, como en EEUU o Inglaterra. Cebrián dice que no, que en Europa esas cosas no se hacen y, con su delicadeza habitual, llama goebbelsianos a quienes proponen lo primero.
En medio de dicho gaitrinar mediático una de las falacias más difundidas por sesudos analistas y portavoces del poder es que resulta más democrático, en un régimen político como el nuestro, que gobierne la lista más votada, aun si no ha obtenido la mayoría suficiente para hacerlo. Reiteran tanto el eslogan, expresado siempre con la naturalidad de lo que sería obvio, que una vez más se comprueba la evidencia goebbelsiana: una mentira muchas veces repetida se convierte fácilmente en verdad indiscutible.
Los Ayuntamientos y Gobiernos autonómicos recientemente constituidos en todo el país responden fielmente a la voluntad popular mucho más, desde luego, que si se admitiera a secas la regla de dar el poder a la lista más votada
Y por último aprueba los pactos del PSOE con Podemos, porque son la manera de acabar, por un lado, con el PP y de domar las furias que quieren eliminar «el vituperado régimen del 78».
Es evidente que algunos de los nuevos ediles confunden el ejercicio del poder con la gestión de una ONG y que si persisten en tal comportamiento la población, a comenzar por quienes les votaron, será víctima de su impericia o su demagogia. Pero lo mismo, o algo peor, puede decirse de lo sucedido hasta ahora en Madrid, Valencia, Palma de Mallorca o Cataluña, escenarios de una descomunal rapiña orquestada durante años desde los despachos oficiales.
Pero tampoco la demagogia pertenece a nadie en exclusiva. Estamos viendo como a la indignación áspera que encumbró a los jóvenes airados antisistema se responde ahora con el pánico verbal y las falacias argumentales de quienes ven amenazada su permanencia en el machito.
Todavía estamos a tiempo de conjurar semejante maldición. Bastaría con demostrar que el vituperado régimen del 78 no fue un paréntesis en nuestro devenir sino un triunfo inequívoco que nos recuperó para la Historia, de la que los sabelotodo de dispar ralea amenazan con expulsarnos de nuevo.
ANSON SE UNE DESDE EL MUNDO A CEBRIÁN
No deja de llamarme la atención que la invocación de Cebrián a la reforma del régimen la comparte, y también, otro periodista-académico, el impagable Luis María Anson. Su billete en El Mundo es una repitición de su consigna reformista adornada con frases hechas.
Hace ya varios años denuncié un hecho incontrovertible: que el régimen estaba agotado. Era imprescindible una reforma interna de fondo. Mariano Rajoy no ha querido enfrentarse al desafío que exigen las nuevas generaciones. Y parce claro que o la reforma constitucional se hace ordenadamente desde dentro del sistema o nos la harán revolucionariamente desde fuera. Lo que contemplamos ahora es el desmoronamiento del régimen de la Transición. Sobre el mar emborrascado flotan los restos de aquella magna operación política de concordia y conciliación que superó las dos Españas. Para reconducir las cosas tal vez no sea una mala idea convertir en adalid del centro derecha al responsable de Ciudadanos, con todas las obligadas cautelas. Es una apuesta arriesgada pero la fortuna solo acompaña a los audaces.
Por fortuna, Anson me hace caso y no vuelve a repetir su afirmación demoscópica de que el 100% de las nuevas generaciones está indignada con la corrupción de la partitocracia.
Josep Ramoneda (El País) muestra la cara partitocrática de lo que Cebrián ha presentado con indiferencia de filósofo: los pactos con Podemos acercan a Sánchez al poder.
Los acuerdos postelectorales de Sánchez disipan el temor a una coalición PP-PSOE y le aúpa a la condición de alternativa, que el PSOE no había conseguido en toda la legislatura.
Rajoy juega a una sola carta: el continuismo. El cambio hoy está todavía más asociado a la izquierda alternativa que al PSOE, pero ésta difícilmente tendrá fuerza para hacerlo efectivo. Sánchez sólo podrá capitalizarlo sino siembra dudas sobre su compromiso. El electorado de izquierdas quiere que en noviembre se eche al PP del poder. Y Sánchez ha de demostrar que está dispuesto a ello, aún si tuviera que aliarse con la izquierda alternativa. Debe asumir el escenario multipartidista del que Rajoy le intentará sacar reduciendo el juego a dos. El bipartidismo es continuidad, gana Rajoy.
En este blanqueo de los podemitas y de los pactos del PSOE con ellos participa también Rubén Amón (por favor, cámbiate la foto de tu columna en El Mundo), con los mismos argumentos que Cebrián.
Entiendo que la irrupción de la marea requiera extremar la vigilancia, pero no comparto que el jefe del Gobierno resuelva a brochazos la concepción de un escenario político que él mismo ha contribuido a crear y del que pretende sustraerse con el descaro de un revulsivo catártico. No sólo demonizando las hordas bárbaras. También indentificando entre ellas al condotiero Pedro Sánchez, de tal forma que Rajoy antepone la fractura de una sociedad como coartada de su gloria redentora el próximo mes de noviembre.
Mañana madrugará el barrendero. Y el lechero. Y el panadero. Lo saben los vecinos de Cádiz que fueron desahuciados el lunes. Kichi, el acalde podemista, trató de impedirlo como antaño lo hacía con los hábitos de escrachista indignado, pero la orden judicial y la intervención de la Policía Nacional le hicieron recordar la jerarquía de las leyes sobre las intenciones, con más razón cuando el bastón municipal está tan afilado como la espada de Damocles.
Para este tertuliano de La Sexta que un alcalde se eche a la calle para impedir un desahucio es algo normal, aceptable, porque ya están las autoridades para pararle. Ah, de la dueña del piso a la que los desahuciados no pagaban la renta, es decir, una víctima de ese populismo, no se acuerda nadie.
PARA ABEL HERNÁNDEZ CIFUENTES ES «LA COLETAS DE LA DERECHA»
Otros veteranos de la Transición descubren a un recambio a la clase política, y no es Albert Rivera; se trata de Cristina Cifuentes.
Abel Hernández (La Razón) la califica como «la coletas de la derecha». Ah, ¿pero hay derecha política en España?
Cristina Cifuentes es «la coletas» de la derecha. Una mujer rubia, tranquila, ambiciosa y de sonrisa luminosa. La nueva presidenta del Gobierno de Madrid puede considerarse una de las revelaciones de la temporada.
Esta mujer, llamada a liderar la renovación de la derecha razonable en Madrid, se ofrece a gobernar desde el diálogo, sin rechazar a nadie de entrada. Habrá que seguir a partir de ahora de cerca la trayectoria de «la coletas» rubia. Puede que sea sorprendente a juzgar por los antecedentes. Cristina Cifuentes, CC, está acostumbrada a pisar la calle y a viajar en metro sin fotógrafos.
Fernando Ónega (La Vanguardia) también agota los elogios a Cifuentes:
Es una mujer de sinceridades inquietantes, disciplina rebelde, trabajadora incansable, levemente castiza en sus expresiones y con la ambición necesaria para construir una interesante biografía que a ella misma le sorprendió cuando se vio lanzada a la contienda política.
Ella es, según parece, la renovación del PP, y no los rostros sacados hace días de un casting televisivo de menores. Ella es el programa de la regeneración, la kennediana del nuevo horizonte, aunque sea limitada al ámbito regional.
¿Cuál es el milagro o la magia de la nueva dama de la escena conservadora? Uno muy sencillo que quizá la sirva al señor Rajoy como guía para reconquistar el terreno perdido: prometer algo que no tiene nada que ver con lo hecho hasta ahora con las administraciones del PP. Para satisfacer a las «mareas», dijo que no habría más privatizaciones de la gestión sanitaria y del Canal de Isabel II.
Para ganar el aplauso populista, prometió una rebaja de impuestos. Y, sobre todo, el discurso social que la gente quiere escuchar. Todo ello, envuelto en el alegato ritual y efectista de tolerancia cero contra la corrupción. Parece que no es lo mismo que lo diga Rajoy que una recién llegada, todavía virgen de esas contaminaciones.
Y por último Jaime González (ABC), que también se une al coro de Nabuco para ensalzar a Cifuentes como la campeona de los moderados contra los populistas.
Si a Cristina Cifuentes le hubieran dicho hace cuatro años que iba a ser la presidenta de la Comunidad de Madrid se le habrían borrado de la risa los tatuajes que adornan su piel -el motivo tribal que tiene (dicen) en la parte baja de la espalda; las letras chinas que luce en su muñeca derecha, y el sol y la estrella que iluminan sus tobillos-. Cuentan que quiere celebrar su ascenso a la presidencia madrileña con un nuevo tatuaje, pero me va a permitir la osadía de recomendarle que se abstenga.
Los mensajes que ayer le dedicó a Podemos (los llevaba -obsérvese la imagen- subrayados) no son una declaración de guerra, sino la evidencia de que el populismo es una amenaza real y no una nota al margen. Lo bueno de Cifuentes es que su fotografía -tomada desde cualquier ángulo- no se corresponde en absoluto con el patrón de la casta. Es una mujer tan normal que durante un tiempo fuimos consuegros interinos y nunca le dimos demasiada importancia. Si llego a saber que iba ser presidenta de la Comunidad de Madrid…
GARCÍA-ABADILLO: SE ROMPE CIU, Y NO ES NOTICIA DE PORTADA
Y pasamos al PSOE y a otros partidos.
Ignacio Camacho (ABC) insta a Sánchez a retirar de las sedes del PSOE las banderas tricolores.
La izquierda española aún vive instalada ese divisionismo trincherizo que no termina de encajar el desacomplejado sentimiento nacional en una integración democrática.
La duda que plantea, sin embargo, el banderazo de Sánchez es que no sea tanto un mensaje ideológico como una iniciativa de marketing. En contraste con ese Rajoy peleado con todo lo que huela a comunicación política, el líder socialista ha entregado su estrategia de imagen a un gabinete de publicistas, y eso significa sustituir el debate de ideas por la superficialidad propagandística.
En la mayoría de las Casas del Pueblo sigue presidiendo el salón, como una reliquia utópica, la nostálgica franja violeta de la tradición republicana. Pasar del marketing a la pedagogía le va a costar a Sánchez, como en su día a Carrillo, un serio esfuerzo de liderazgo prescriptivo. Cuestión de perseverancia.
Casimiro García-Abadillo (El Mundo) hace vida de ilustre jubilado de la prensa: se va al Congreso como otros menos ilustres se van a pasear por el Retiro. Allí se encuentra con los diputados de CiU.
CiU desaparece del Congreso y nadie derrama una lágrima. Hace unos años esto hubiera sido una noticia bomba.
Convergència ya ni siquiera quiere ser Convergència. Los líos de la familia Pujol (ayer Pedraz llamó a declarar a Oleguer por delitos de corrupción) y un pasado catalanista que ahora se antoja vergonzante llevan a Mas y a sus fieles a embarcarse en la aventura de un nuevo partido. Un grupo independentista que va a jugar al liberalismo y a la socialdemocracia; «bisexual», me puntualiza un diputado. Creen que ERC se escorará hacia la izquierda para frenar el avance de la CUP y de Ciudadanos y que eso abrirá la vía para un independentismo moderado, que tiene, me comenta la fuente, «cada vez más apoyos entre las clases medias y altas de Cataluña».
A Rajoy le gustaría más una Unió fuerte que un Ciudadanos como segunda fuerza política en Cataluña. Así que parece lógico pensar que el presidente moverá los hilos para que los bancos no desahucien a Unió (no es momento de hacer lanzamientos, ni siquiera en política).
Pero una cosa es el dinero y otra, los votos. Unió no tiene mucho tiempo para convencer a los catalanes moderados de la bondad de su existencia. Más aún cuando muchos de sus cuadros llaman desesperados a las puertas de Convergència buscando acomodo. Para Unió, el 27-S es su última oportunidad y algunos ya no están para saltos en el vacío.
Mayte Alcaraz (ABC) contiene la risa ante la patética súplica de Alberto Garzón a Pablo iglesias para que le permita entrar en su pandi.
Ayer, indesmayable, Alberto Garzón volvió a hincarse de hinojos ante Iglesias. Otra escena del sofá, con un resultado conocido: no.
Va a intentar intervenir para apartar a sus actuales dirigentes, con los que está enfrentado abiertamente porque se negaron a entregarse en manos de la fuerza antisistema, y si no, provocará un cisma. Pero el candidato tiene un problema que se suma al desdén de su amigo Iglesias: aunque Cayo Lara está ya de retirada, sigue apoyando a la federación madrileña y se ha convertido en una piedra en su camino hacia ninguna parte. Mientras tanto, Garzón sigue sumando victorias hasta la derrota final. La penúltima, Tania Sánchez delante del juez.
SAGRADAS EN ESPAÑA SON LAS NÓMINAS Y LA CULTURA
Con el fichaje de Salvador Sostres, ABC amplía la lista de columnistas que lamentan la decadencia de los tiempos modernos, el siglo, que se decía antes, junto a Juan Manuel de Prada. Sostres me da la razón al reconocer que en España no hay derecha.
Hemos renunciado a la derecha como un remordimiento o una vergüenza. La derecha que es la vertebración de las sociedades libres, la derecha en la que la Civilización se basa. Ningún partido dice ser de derechas, como si tuviéramos resaca o mala conciencia. Y por eso la política española es tan fácilmente desfigurable. Hemos dejado que los parias arrastren el centro hacia su extremismo de derrota y miseria. Hemos renunciado a la derecha, al rigor fundamental, a la jerarquía que todo lo ordena, y hemos aceptado que nos llamen feos los que no comprenden que nuestra belleza es clásica.
España no será un país seguro hasta que no tenga una derecha orgullosa de serlo, una derecha que entienda que la libertad es un deber y que es retórica del servicio la apología igualitaria.
Hemos renunciado a la derecha, a estirar los dedos para intentar tocar la cara de Dios, a levantarnos contra el Mal y hasta a reconocer su existencia. Hemos renunciado a muscular el alma. La Civilización no está cayendo porque tenga enemigos sino porque nosotros hemos dejado de cuidarla.
Llevado de ese pesimismo, Ignacio Ruiz Quintano (ABC) asegura que en España las únicas cosas sagradas que quedan son la nómina y «La Cultura».
En Madrid, la alcaldesa, que antes fue jueza, dice que la profanación es libertad de expresión.
-No se puede ser criminal sino respecto a algo sagrado -escribe Max Stirner, espíritu algo más izquierdista que Manuela Carmena-. Hay ya crimen en no odiar al que ofende a una cosa sagrada.
Pero aquí las únicas cosas sagradas son las nóminas (prueben a tocárselas) y «La Cultura».
Pablemos mandó a Zapata a pedir perdón por su «humor negro» al padre de Marta del Castillo y con eso puede viajar en coche oficial, pero no dirigir… «La Cultura», que para la socialdemocracia es… lo sagrado.
Dios… por los Veranos de la Villa.
En esta línea de secularización y descreimiento encuentro también la columna de Pablo Planas en Libertaddigital.com, donde constata que la Iglesia se consume ella sola.
La Iglesia en España no cuenta ni en los colegios a los que ya sólo da nombre y licencia. Lo único que puede conseguir la izquierda al arremeter contra los curas es revitalizar un cuerpo inerte por la vía del electrochoque.
Las sores Caram y Forcades muestran que el fenómeno se ha introducido incluso en los conventos de clausura. Las monjas son exhibidas por los platós siempre que hagan y digan lo que no deberían decir ni hacer dos religiosas. Se las soporta porque en el fondo y en las formas contribuyen a la causa que encarna Rita, la de vapulear a la Iglesia, sea por su selección de personal o para ilustrar los supuestos estragos de la vida conventual.
De momento, las iglesias no arden; se consumen solas.
UNA FEMINISTA DEFIENDE LA CUOTA QUE LE HA DADO SU COLUMNA
Luz Sánchez-Mellado (El País) reconoce lo que es la discriminación positiva para las feministas: venganza.
Discriminación positiva, de acuerdo. Después de milenios de patriarcado, merecemos esa mínima revancha.
No imaginaba yo que Sánchez-Mellado tuviese tantos años de edad. Por cierto, no me parece que ella haya sufrido mucho el patriarcado, porque me malicio que Antonio Caño le dio la columna por ser mujer.
Una mujer luchadora de verdad sin tanto lloro ni tanta ideología ni tanto victimismo fue Ana María Vidal Abarca, a cuyo marido asesinó ETA en 1980 y que fundó la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Irene Villa (La Razón) la homenajea.
Fundó, junto a Sonsoles Álvarez de Toledo e Isabel O’Shea, la AVT en los años más difíciles e injustos para víctimas de un odio y una sinrazón que ni conocían. Pero nadie les hacía caso, sin embargo su empuje y solidaridad sirvió de gran ayuda para cada una de las personas que fuimos alcanzadas por la barbarie terrorista. Un cáncer se la llevó y en su misa de despedida no cabía un alfiler. Hasta desde la calle despidieron personas de toda España a un gran referente de dignidad. Siempre en el sitio de las convicciones verdaderas.
Manuel Jabois, impasible el alemán, sigue ganando el premio a la columna ridícula del día.
Seguí la sesión (en el Congreso) en coche, metido en un atasco, con el móvil que me hace de tomtom colocado en el parabrisas. Así que en lugar de seguir las rutas de carreteras (total, para qué en una caravana: al final siempre está la playa) seguí las rutas políticas de España. Mi conclusión es que de no haber tenido coches delante hubiera terminado en Argentina.
¡Qué manía tienen los ‘jóvenes’ columnistas del periodismo español de creer que nos interesan sus problemas, sus agobios y sus bostezos.