Va a tener razón nuestro compañero El Fumador, ahora disfrutando de unas más que merecidas vacaciones en algún ignoto lugar, cuando dice sobre la prensa de papel que ciertos columnistas tienen ya perfilada su columna desde temprano y que difícilmente suelen modificarla independientemente de los acontecimientos.
Este 7 de agosto de 2015 se nota claramente esta tendencia porque muchas hablan sobre encuestas y perspectivas electorales, pero hay que recordar que el sondeo del CIS se publico el 5 de agosto de 2015 –CIS Julio 2015: El PP consolida su liderato recuperando casi tres puntos mientras Ciudadanos y Podemos se llevan un batacazo– y no a última hora de la tarde, precisamente, sino a mediodía, tiempo más que suficiente para haber tenido cintura articulista y cambiar la tribuna para acercarla a la más rabiosa actualidad.
Y dicho esto (Alfonso Rojo dixit) vayamos con las columnas de este 7 de agosto de 2015. Empecemos con ABC donde Ignacio Camacho le hace las cuentas a Mariano Rajoy para que pueda repetir como presidente. Todo lo que no sea estar por encima del 30% significa tener los dos pies fuera de La Moncloa:
Pocas campanas han sonado tras la última encuesta del CIS, y es por una razón: a ningún partido le acaba de gustar su retrato. A los pequeños, porque salen a la baja, y a los dos grandes, que son los que podrían tener más motivos de optimismo, porque el resultado queda aún por debajo de sus expectativas. Al PP lo deja, pese a su ascenso, fuera del poder frente a un pacto de izquierda, y al PSOE le empuja en brazos de Podemos, que es el socio que menos desea Pedro Sánchez. El acuerdo entre los socialistas y Ciudadanos, el que más gustaría a ambos, está muy lejos de la imprescindible masa crítica. Si el equilibrio de fuerzas continúa en estos parámetros, la próxima mayoría de gobierno va a ser como el matrimonio según Wilde: una carga tan pesada que habrá que soportarla al menos entre tres.
Apunta a que es preciso que Rajoy despierte a su nicho electoral:
Con un sondeo realizado tras los pactos locales de la izquierda, que han espoleado al elector conservador y decepcionado a los votantes de C´s procedentes del centro-derecha, el PP se queda por debajo del 30 por ciento. Será difícil que el marianismo tenga mejor coyuntura; a partir de septiembre lo van a freír con denuncias de corrupción salidas de las alfombras levantadas en las instituciones que ha perdido. Y el partido de Rivera mejorará su proyección en las elecciones de Cataluña, donde probablemente emergerá como primera fuerza constitucionalista. Si no despierta a su clientela durmiente, Rajoy está más fuera que dentro de La Moncloa. Por ahora el principal recurso de agitación, el miedo a las alianzas radicales, le ha dado tres puntos. Necesita como poco otro tanto… y mucha suerte en la atribución definitiva de diputados.
Y concluye:
Al otro lado de las generales espera, en cualquier caso, una tarea de ajuste fino. Los próximos comicios tienen segunda vuelta en los despachos y esta vez con la Corona por testigo, pues es al Rey a quien corresponde proponer candidato de investidura. En la mayoría de las combinaciones aparece el factor clave de Ciudadanos; quizá todavía no sepa Albert Rivera la clase de responsabilidad a la que se está enfrentando.
Luis Ventoso se ocupa de la penúltima ‘preokupación’ de Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, la de ceder espacios y edificios a los okupas.
Tal vez porque soy de la generación del Cojo Manteca, confieso que mi estima por el movimiento «okupa» tiende a cero (o menos). De chaval, haciendo reportajes, visité unos cuantos locales liberados. Corría el final de los alegres ochenta y al entrar en el edifico «okupado» nunca faltaba el familiar olorcillo a peta, que hacía las veces de los botafumeiros de incienso del Medievo, pues el aroma del costo ayudaba a mitigar unas efusiones pinrelianas bastante intimidatorias para la pituitaria.
Asegura que los okupas de hoy nada tienen que ver con los de antaño:
Los de Manuela Carmena vienen siendo unos «Okupas Pull & Bear». Camisetas pintonas y correctos cortes de pelo (y que no falte la barbita, aunque sea a lo Alberto Garzón, más tristona que hipster). Olor a gel, móvil fino y, en ciertos casos, hasta generosas arrobas en los costados, señal de que en la lucha tampoco falta el buen papeo. Por haber, hasta hay un diputado. En cambio los de mi mocedad eran unos vagabundos de estirpe quevediana, unidos por un hilo invisible con la España del buscón llamado Pablos. Eran los míos unos «okupas»-cerbatana, de costillar marcado y canillas de huesito y pellejo, envueltas en pantalones apijamados y multicolores. Con frecuencia coronaban sus testas con crestas punkis, verdes o anaranjadas, de un tinte ya desvaído. Dentro del antro se percibía el intento de construir un hogar, que se quedaba en acampada chabolista con tres pancartas. Nunca faltaba un can transparente, que a veces secundaba los luchadores sociales en su única actividad kultural conocida: tocar el flautín y pedir «un durillo» dándole la plasta al respetable.
Señala que:
La alcaldesa de Madrid, una señora de 71 años y que es jueza, va a buscar edificios alternativos para recolocar a los «okupas» que ha desalojado la Policía de un edificio de la familia de Capriles, el opositor venezolano. Su teniente de alcalde ha explicado que «las ciudades necesitan espacios libres y autogestionados para desarrollarse». Frase absurda, que además supone un insulto a todos los madrileños libres que gestionan su propia vida trabajando para sacar adelante a sus familias.
Y considera que la primera edil madrileña puede estar vulnerando la ley:
¿Será legal esto de decidir arbitrariamente que puedes ceder un inmueble público a tus amiguetes? ¿No acabará tan noble gesto con la venerable abuela del movimiento «okupa» sentada en el banquillo por una prevaricación tamaño eucalipto? ¿Es bueno para Madrid que vulnerar el derecho de propiedad sea la divisa de su ayuntamiento? En la dispersión de agosto a veces pienso que hasta el Cojo Manteca habría compuesto un mejor alcalde.
Por su parte, David Gistau se centra en las causas del retroceso de Ciudadanos en el sondeo del CIS de julio de 2015 y publicado el 5 de agosto de 2015:
Los votantes del PP que creían que Ciudadanos representaba la oportunidad de votar los mismos principios pero no a Rajoy ni la corrupción. Los que creían, como llegó a decirme un exdiputado popular ahora integrado en la disidencia, que Rivera iba a hacer la regeneración de la derecha que Rajoy, en su lenta combustión, mantiene bloqueada desde que la abdicación y ciertas otras fatigas tocaron un zafarrancho general de «aggiornamento». Esos votantes del PP, según el CIS, probablemente asustados por la degollina de bustos encapsulada de momento en el enloquecido ámbito municipal, van regresando a la nave nodriza, al marianismo, al tedio de los días insustanciales pero seguros, como dando por terminada una aventura extraconyugal con Rivera, de quien han decidido que no les gusta tanto como proyecto fundacional de convivencia. ¿Qué ha pasado?
Considera que a Rivera le ha pasado factura su indefinición:
Lo que ha pasado tal vez sea que a Rivera le ha faltado audacia para asaltar un espacio político desde el cual era llamado a gritos. Asaltarlo como Podemos atacó la socialdemocracia mientras mantuvo resuello. Pero Rivera no se caracterizó, sino que, en su crecimiento a la dimensión nacional, prefirió la ambigüedad, la equidistancia, la condición de repuesto universal, válido para cualquier organismo. Quería ser Nick Clegg en un momento en que el ambiente no está para terceros personajes sutiles, que hilan fino, y que pretenden salir de todas las fiestas con la virginidad intacta y el pasado impoluto.
Y lanza una advertencia sobre los futuros pactos que pueda establecer Ciudadanos:
Rivera decía que aspiraba a parecerse a Clegg, y lo malo es que va a conseguirlo: más lágrimas se derraman por las plegarias atendidas. Ya no tiene sentido ese automatismo mental en las interpretaciones de las encuestas que analiza a PP y Ciudadanos como un bloque. ¿Quién ha dicho que Rivera no puede ayudar a gobernar a Pedro Sánchez? Rivera desde luego no lo ha dicho. Y esto debería ser tenido en cuenta por los que creían que iba a refundar la derecha, no sea que con su voto se refunde la socialdemocracia.
José María Carrascal se muestra bastante escéptico con las encuestas e incluso con los análisis que cierta prensa realiza:
Lo que de verdad importa es «la tendencia», el cambio paulatino que se aprecia en la atmósfera del país desde principios de año, que es bastante más clara. Me refiero a más clientes en las tiendas, más mesas ocupadas en los restaurantes, más negocios cerrados que se abren, más coches en las carreteras (los accidentes son un lamentable daño colateral). A lo que podrían añadirse los análisis de los especialistas. Siguen rezumando en su inmensa mayoría pesimismo. Pero entre los de izquierda se aprecia una sutil aunque creciente inquietud.
Detalla que:
A principios de año daban por acabados a Rajoy y a su partido, mientras pronosticaban el fin del bipartidismo y poco menos que la victoria de los partidos emergentes. En la primavera, conforme las cifras económicas mejoraban, hubo un cambio de actitud: el PP podía ganar las próximas elecciones, pero no gobernar, al no reunir en solitario ni en coalición la mayoría necesaria para ello. Una predicción que se vio respaldada por los resultados de las municipales y autonómicas. La aparición de gobiernos populistas y socialistas en ambas administraciones, sin embargo, no ha sido lo que se dice un éxito, sino todo lo contrario, mientras la recuperación económica tomaba velocidad de crucero, sembrando la duda en una opinión pública que, por lo que parece, sigue contestando lo mismo, pero más por inercia que otra cosa.
Y formula la pregunta final:
¿Y saben ustedes por dónde nos salen esos analistas? Pues con que el PP podrá seguir gobernando, pero no Rajoy, porque Rivera exigirá su retirada a cambio de su apoyo. Veremos lo que se inventan en otoño. El día en que les veamos pedir un gobierno de coalición PP-PSOE, Rajoy podrá dar por segura su victoria.
En La Razón, José María Marco se centra en Ciudadanos:
La bajada de Ciudadanos en el último CIS no parece una mala noticia para el PP, aunque debe ser tomada con cuidado. Ciudadanos se inclina moderadamente por el centro izquierda, pero también agrupa a personas que en algún momento estuvieron en la órbita del Partido Popular. Ciudadanos, al menos en parte, es la renovación que el Partido Popular perdió la oportunidad de acometer en sus propias filas hace tiempo. Hubo quien supo aprovecharla para crear una organización que ha ido cobrando solidez con la crisis y que está siendo decisiva para que alguno de los dos grandes partidos, en particular el PP, pueda gobernar.
Agrega que:
El partido de Rivera aglutina a una élite convencida de que no ocupa el lugar que le corresponde en la dirección de la sociedad española. Así como Podemos encarna -con mucha imaginación y más voluntarismo todavía- el pueblo contra lo que hasta hace poco tiempo se llamaba «casta», Ciudadanos articula un alzamiento parecido, pero por parte de las minorías. En términos que ya empiezan a quedar desfasados, Ciudadanos ha representado la rebelión no de las masas, sino de las élites: las élites contra la casta. Los excelentes, los talentosos, los superbién educados, por no hablar de cuestiones de edad o de estilo, no se sienten aprovechados ni representados por el sistema.Y han pasado a la acción para reivindicarse.
Y asegura que el partido de Rivera empieza a tener claro que tiene que trabajar por ser un partido imprescindible para la gobernabilidad de España o, lo que es lo mismo, una formación bisagra:
El argumento es plausible, pero tiene el inconveniente de encerrar al grupo en el narcisismo. Así es como se llega a considerar legítimo que las propias propuestas tengan que ser aceptadas sin haber sido respaldadas. En Ciudadanos, parecen haber prescindido del clásico problema regeneracionista de cómo movilizar a quienes no están dispuestos a movilizarse (antes, las clases neutras, hoy las clases medias). Prefieren saltar a la fase siguiente, que consiste en articular su propia posición minoritaria como la prueba de que son imprescindibles. Así es como se configura una organización con toda la ambición de un partido bisagra, pero también con todas las limitaciones que el último CIS empieza a dejar entrever.
En El Mundo, Jorge Bustos habla sobre las sensaciones que ha causado el último CIS:
Yo no sé si este país está preparado para ver a don Mariano renovando mandato. Desde luego no lo están nuestros platós, donde se oficia el entierro del bipartidismo ya no con alegría, sino casi con el fastidio burocrático con que despachamos el spam cada mañana. ¿Cómo reaccionarían los televidentes que contemplaran al mismísimo PP en las instituciones? ¿Han pensado los programadores en habilitar un teléfono de aludidos y defraudados, como cualquier espacio decente del corazón? ¿Es posible que la democracia, pensarán los regeneradores, resulte en la práctica tan decepcionante?
Habla sobre el papel de Ciudadanos y las exigencias que le haría al PP:
El CIS marca una tendencia al alza del partido en el Gobierno que los analistas no han dudado en calificar de remontada. Si la remontada alcanzará cotas de altitud suficientes para mantener al PP en el poder, es pronto para decirlo. No es pronto, sin embargo, para concluir que necesitará el apoyo de Ciudadanos, de quienes las malas lenguas aseguran que ya han puesto precio a tan lúbrico servicio: la cabeza de Rajoy y la investidura de Soraya. Es solo un rumor, pero yo no le prestaría mucho crédito: los meigos gallegos son difíciles de sumergir, y en cualquier caso poseen un número indeterminado de cabezas. Otro rumor apunta a que el PSOE de don Sánchez anhela el abrazo de Rivera antes que el de Iglesias, pero me temo que la experiencia suele vencer sobre la esperanza y que don Sánchez empastará el bajo continuo de su celebrada voz en la polifonía que más sume, como hizo en mayo, con tal de salir de opositor. Cómo suene luego el orfeón, una vez ocupado el coro, es lo de menos.
Y apunta una confidencia que le hizo Pablo Echenique, de Podemos:
El otro día, precisamente en la tele, Pablo Echenique dijo a mi izquierda que Podemos se desinfla porque no se puede tener a la gente permanentemente movilizada. Tenía razón. Regenerar todo el tiempo, con o sin condón, es cansado. Sobre todo si la realidad no acompaña. Atizar fantasmas acaba desmovilizando: primero se les pierde el miedo y después se les coge cariño, pues no en vano llevan entre nosotros desde 1978.