LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Isabel San Sebastián teme las intenciones de Sánchez: «Si ZP pactó con la ETA, ¿por qué no ha de pactar él con Podemos?

Raúl del Pozo: "Si Pablo Iglesias no se carga la Constitución del 78 -la derecha lo impedirá-, se cargará al Partido Socialista"

Isabel San Sebastián teme las intenciones de Sánchez: "Si ZP pactó con la ETA, ¿por qué no ha de pactar él con Podemos?
Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero. EP

Pedro Sánchez y su negativa a respaldar a Rajoy, siquiera a abstenerse, en la sesión de investidura que tendrá lugar ya bien entrado el mes de enero de 2016, conforma el tema principal de los columnistas de la prensa de papel que este 24 de diciembre de 2015 se dividen entre seguir con un ojo las novedades que puedan producirse políticamente y con la otra vigilar que no se quedan sin el tradicional turrón, un turrón que en el caso de muchos políticos tendría que ser duro a tenor de los resultados obtenidos en las urnas el 20 de diciembre de 2015.

Arrancamos en El Mundo y lo hacemos con Raúl del Pozo, que asegura que Pablo Iglesias quiere cargarse la Constitución y si no pudiera con tal objetivo, si al menos llevarse por delante al PSOE:

Pablo Iglesias, príncipe de las mareas atlánticas y de las esquerras mediterráneas, esperará sentado con el cuchillo en la boca para encabezar una marcha sobre Madrid. Si no se carga la Constitución del 78 -la derecha lo impedirá-, se cargará al Partido Socialista al que ya le dio un mordisco el día 20 de diciembre. No tiene miedo a nuevas elecciones, sabe que las mareas secesionistas lo llevarán en volandas. Piensa que lo de Ciudadanos ha sido una Operación Roca televisada, un gozne provisional, una bisagra momentánea. Aunque Albert Rivera propone un Gobierno de unidad en torno al PP, apoyado en el Parlamento por su partido y el PSOE, Pablo no le va a hacer caso alguno. Piensa que sólo habrá gobierno cuando el euro empiece a tiritar.

Apunta que:

Pablo Iglesias -que ya se está haciendo docto en pullas- está jugando con el rencor de las provincias irredentas. Declaró recientemente que el PSOE es, de entre los partidos, el que peor ha envejecido. Que no se fíe porque ese partido nació en una taberna de Madrid, que es como nacer en un baile, y tiene 136 años de edad. Estará para el tinte, pero sigue vivo. Pedro Sánchez ha ido a Moncloa y ha vuelto diciendo que no tiene nada que hablar con Mariano y que si el presidente del Gobierno no forma gobierno, el PSOE explorará todas las posibilidades para que haya un Ejecutivo progresista. Ha empezado un apasionante maratón hacia el caos. Susana Díaz no está dispuesta a que, entre su partido y el de Pablo Iglesias, rompan España. La Agustina de Trianaavisa a Pedro para que no caiga en el aventurerismo político y critica a Pablo Iglesias por proponer referéndums de autodeterminación. «Los socialistas -declara- no han jugado nunca ni van a permitir que se juegue con la unidad de España».

Añade que:

Le digo a Jesús Montero, dirigente e ideólogo de Podemos en Madrid, si es verdad lo que dice la presidenta de Andalucía y me contesta. «Susana es la Milosevic en esta comedia. España no se va a romper porque haya democracia; se romperá si no la hay. Ellos sí que han jugado con Pujol y con Esquerra cuando la corrupción y los gobiernos tripartitos. Nosotros estamos muy felices. Es un momento histórico de creatividad y reconstrucción democrática tras el desguace social y de libertades de seis años -dos de PSOE, cuatro de PP-. Ahora empezarán a azuzar el miedo con la gobernabilidad, la estabilidad y la fractura de España».

Finaliza:

Le va a resultar a Pedro difícil urdir un gobierno con Podemos. Pablo aspira a comerse los cangrejos con su guindilla roja y su salsa del derecho a decidir. Va a ser implacable con ellos, denunciando sus puertas giratorias con el nacionalismo y el Ibex. Desde que Fernando de los Ríos -maestro de Lorca, ministro de la República, al que que el poeta le dedicó el deslumbrante poema Romance sonámbulo- estuvo en Moscú y definió a Lenin como un tipo que se parecía a Pío Baroja y odiaba la libertad, comunistas y socialistas no se han podido ver.

Arcadi Espada le da un bañito de realidad a Pedro Sánchez, un líder socialista que cree en su fuero interno que ha ganado las elecciones:

Debo hacer un anuncio importante: Pedro Sánchez ha perdido las elecciones. Me acuerdo de Paco Godia, aquel gigante. Tenía el testamento del caudillo Franco encima de la mesa. Y decía: «Yo estoy dispuesto a olvidar que hubo una guerra civil. Estoy dispuesto a olvidar, incluso, que la ganamos. Pero en modo alguno aceptaré que la perdimos.» De acuerdo. Puede aceptarse que el Partido Popular no ha ganado las elecciones. Incluso que todos las han perdido. Pero es imposible sostener que el Partido Socialista las ha ganado.

Sostiene que:

Si hay un partido que no puede aferrarse a nada para disimular su descalabro es el PSOE de Sánchez. Y de ahí que recurra con desesperación a la posibilidad de formar gobierno. Pero sólo tiene dos opciones, y dificilísimas. La primera pasaría por asegurarse los votos de C’s y la abstención del PP y/o del resto de los grupos parlamentarios. La abstención del PP es impensable. La del resto de la Cámara, muy difícil; pero aún es algo menos difícil que los votos favorables de C’s, cuyo futuro quedaría probablemente arruinado en una operación de esta naturaleza. La segunda posibilidad es que Sánchez se asegure los votos favorables del partido Podemos y, en razón de lo que hiciera C’s, el apoyo o la abstención de los partidos independentistas. Sobre esta posibilidad y su sentido la mejor crítica la hizo el propio Sánchez cuando Mas trataba de asegurarse el apoyo de la Cup a fuerza de concesiones cada vez más infamantes. Déjese de black friday, le dijo, acentuando mucho el black.

Y remata que:

Cualquiera de las posibilidades son políticamente más complicadas que la abstención del PSOE ante la candidatura de Rajoy e incluso que su apoyo activo a la idea de una gran coalición entre los tres partidos constitucionalistas, que es lo que apoyan los ciudadanos españoles con dos dedos de frente. Pero además de su superioridad política y moral, el apoyo activo o pasivo del PSOE a un Gobierno liderado por el PP es la menos mala de las soluciones para el futuro del propio socialismo y sus posibilidades de reconstruirse en una fuerza política razonable, moderna y… decente. Sánchez declaró ayer que los españoles han dicho no a la política del presidente Rajoy. Sería interesante que, una vez aliviado, el líder socialista meditara ahora sobre la cantidad de españoles que han apoyado la política de defensa de la soberanía nacional solemnemente acordada antes de las elecciones por los tres partidos constitucionalistas.

En ABC, Isabel San Sebastián cree que Pedro Sánchez tiene claro que se va a dejar guiar por sus principios sectarios y con tal de no darle ni agua al PP prefiere dejarse arrastrar por la corriente podemita:

Pedro Sánchez se enfrenta a una alternativa diabólica que, como en el chiste, le obliga a elegir entre susto y muerte. Si se abstiene en la investidura de Rajoy o apoya una gran coalición a dos o a tres pensando en el bien de España, Pablo Iglesias le señalará como el responsable de que vuelva a gobernar el PP y Podemos dejará al PSOE reducido a escombros en las próximas elecciones, a las que él concurrirá en forma de precadáver político. Si, por el contrario, decide negociar las condiciones de un acuerdo con la formación morada, puede asegurarse una estancia temporal en La Moncloa o, en caso de que fracasen las conversaciones, poner la pelota de la culpa en el tejado de Podemos. Sus declaraciones apuntan ya claramente en esa dirección.

Sánchez dispone de una única oportunidad, que es ésta. El socialismo, también. Por más que insistan los «barones» en el riesgo de entenderse con el conglomerado populista al que varios de ellos no hicieron ascos tras las municipales y autonómicas, saben que el escenario de un adelanto electoral resultaría letal para sus intereses al polarizar el voto entre los dos extremos de la horquilla. Ciudadanos pagaría con muchos de sus escaños el miedo de la derecha al frente popular, lo que devolvería al PP una mayoría más holgada, mientras todo el voto útil de la izquierda desembarcaría en Podemos, borrando del mapa a IU y condenando al PSOE a la tercera posición del podio.

Subraya que:

Es cierto que las líneas rojas trazadas por Iglesias en la noche electoral hacen muy difícil un entendimiento. No lo es menos que se trata de una posición de partida, no de final. Las distintas «mareas» rupturistas son conscientes de las ventajas inherentes a tener en Madrid un gobierno débil, rehén de apoyos externos, y aflojarán llegado el momento. Es improbable que se arriesguen a unos comicios anticipados de los que su enemigo principal saldría muy fortalecido. El jefe de las huestes «plurinacionales» y anticonstitucionales puede pedir hoy la luna, pero habrá de aceptar que la Carta Magna exige para su reforma unos porcentajes inalcanzables sin el concurso del PP y que con el texto actual no hay derecho a la autodeterminación que valga. Sánchez tiene por tanto en su mano un argumento de peso para negarse a secundar las demandas más suicidas, invocando la imposibilidad de llevarlas a cabo sin abandonar el marco legal vigente. Por otra parte, nuestra pertenencia a la UE le brinda una sólida red a la que aferrarse en el empeño de evitar el total desvarío económico, como demuestra el ejemplo de Grecia. En última instancia, pensará él, si Zapatero pactó con ETA y revalidó su mandato ¿por qué no he de pactar yo con Podemos?

E infiere que:

Todo lo cual lleva a pensar que a lo largo de las próximas semanas Iglesias acercará posturas en aras de sellar un contrato que permita gobernar a Sánchez teniéndole sujeto por el cuello, con el fin de ir desgastándole hasta dejarle en los huesos. Tal como han advertido varios veteranos socialistas, ese abrazo del oso acabará seguramente matando al presidente del puño y la rosa (y con él, a sus siglas), aunque hasta entonces le concederá todos los resortes del poder para defenderse. Nada tiene que perder y sí mucho que ganar. ¿Cómo va a impedirlo Susana Díez? ¿Ordenará a sus veintidós diputados andaluces que voten contra su propio candidato? ¿Dejará al PSOE sin voz reconocible en el Congreso?

Solo Rajoy puede evitar ese frente, prestándose a entronizar a su rival derrotado. Es decir, cediendo la Presidencia a quien le llamó «indecente», a cambio de moderación, pese al coste que esa decisión tendría para su persona y sus colores. ¿Usted lo haría? Ojalá equivoque el pronóstico y se imponga la cordura que propone Albert Rivera. Ojalá, aunque lo dudo.

Luis Ventoso predice que el PSOE acabará como el histórico Partido Socialista griego, el PASOK. Un ‘marcaPasok’ le acabará haciendo falta a Pedro Sánchez a este paso:

El viejo Fraga, que tendía a confundir la actividad cerebral con el movimiento constante, tenía sin embargo intuiciones de enorme lucidez. Una de ellas, su legado, fue unir bajo un único paraguas a todo el conservadurismo. Ciudadanos, invento que ya se está revelando estéril y del que falta por saber quién lo ha financiado, pues un partido estatal no se monta con tres duros, ha mellado aquel valioso jarrón fraguista. El voto de centroderecha se ha fragmentado. El segundo problema del PP es que se ha quedado antiguo (¡Arenas!, ay, todavía en el balcón de Génova) y anémico ideológicamente, porque leer el «Marca» resulta más ameno que leer a Popper, pero luego pasa lo que pasa… Su tercer hándicap es que el público vota en gran medida a tenor de lo que ve en la televisión, donde mayormente hoy se abrasa al PP, por cortesía de un modelo ideado por el propio PP.

Dice que:

Tras lo del domingo, Rajoy entra en fase crepuscular. Feijóo o Soraya, el que gane en lo que deberían ser ya unas primarias democráticas, lo tendrán muy difícil para alcanzar La Moncloa con comodidad (por lo dicho: el voto del centro-derecha se ha dividido y la televisión rema en contra). Pero aun así, lo suyo será un pícnic comparado con el panorama de Sánchez y el PSOE, que o giran de inmediato hacia la centralidad o van a repetir la historia del Pasok, el partido hegemónico griego que acabó en el chasis y en la irrelevancia.

El pecado original de este PSOE se llama zapaterismo. A veces personas de mentes mediocres resultan las más nocivas, porque se aferran con la tenacidad del fanático a una única idea. La de Zapatero era sencilla: a sus ojos, cegados por el rencor de la represalia a su abuelo republicano, el PP era el heredero directo del franquismo, ergo se trataba de un partido ilegítimo, al que tocaba aislar y destruir. El PP ya no era un adversario. Era el enemigo. Sánchez es hijo de esa idea y ha mantenido al PSOE muy escorado a la izquierda, pensando -erradamente- que así frenaría a Podemos. Pero la historia enseña que los bolcheviques siempre derrotan a los mencheviques, porque cuando la moda va de radicalidad, la gente se queda siempre con lo más nuevo y genuinamente radical. Mintiendo y haciendo el ridículo, Sánchez habló el domingo de «un resultado histórico» del PSOE. La verdad es que ha obtenido 35 escaños menos de los que llevaron a Almunia a dimitir al instante. Ha empeorado la catástrofe de Rubalcaba. Se ha quedado a 1,7 millones de votos de un PP vapuleado por la corrupción y los sacrificios que exigió la crisis, cuando su objetivo era superarlo.

Y señala que:

Su encrucijada no tiene alternativa buena. Rehén de su radicalismo, no puede cumplir su deber con España y facilitar la estabilidad permitiendo que gobierne quien ganó. Por otra parte, su primer objetivo en la vida no es el bien de su país, sino su ego. Lo que anhela es un acuerdo a la valenciana y ser presidente con Podemos, nacionalistas… lo que toque. Pero ahí lo frena (por ahora) el bastión andaluz, que aún conserva sentido de Estado. Si Sánchez apoya a Rajoy, malo. Si no lo apoya, peor. Todo huele a elecciones anticipadas, donde con este muchacho el centenario PSOE continuará tenaz rumbo a su meta: el Pasok.

En La Razón, Martín Prieto asegura que Pedro Sánchez tiene como programa único mandar a Rajoy a su registro de la propiedad de Santa Pola:

Cerradas las urnas recordaba la frase de Alfonso Guerra cuando el PSOE perdió por última vez unas elecciones ante la UCD: «Los españoles se han equivocado». Aquello sonaba vagamente a exabrupto antidemocrático, a despotismo ilustrado, pero tenía razón. Era obligado que la transición culminara con un Gobierno socialista y con otro resultado electoral nos hubiéramos ahorrado la agonía del suarismo, un golpe de Estado, las elecciones anticipadas de Calvo Sotelo, y habríamos ganado tiempo institucional y económico.

Pero como sentenciaba Churchill nadie ha inventado todavía un sistema representativo mejor que esté plagado de imperfecciones. El Rey tendrá sus consultas y Mariano Rajoy va a tener un interinato más prolongado de lo deseable y se hartará de unas negociaciones que parecen imposibles. Como decía aquel gañán al coro de parientes ante el lecho del agónico: «Jo, ni se muere padre ni cenamos». España está convaleciente y con heridas por cerrar como el desempleo y la territorial, y el denostado bipartidismo imperfecto se ha desdoblado en dos con un centro-derecha a un lado y una socialdemocracia declinante al otro con la izquierda extrema, asamblearia, utópica, a veces nihilista, detrás. El bipartidismo pluscuamperfecto y las dos Españas machadianas.

Indica que:

El Presidente en funciones, con su mayoría minoritaria, tiene la obligación de intentar formar un Gobierno estable para toda la legislatura y vacunado de mociones de censura oportunistas pero, sin la altura de miras del PSOE, Mariano Rajoy poco podrá hacer. Negociar no es decir que sí al antagonista sino encontrar un territorio de mutuas cesiones y consensos. Pero Pedro Sánchez y su Ejecutiva parecen tener como programa que Rajoy regrese de inmediato al Registro de la Propiedad y que el PP se disuelva. Eso no es un proyecto, es una carga de caballería.

Y sentencia:

Aunque subliminalmente Sánchez lleva meses negando legitimidad democrática al partido de la mitad de los españoles (pese a que muchos se abstengan) y a su Presidente. Esas son las líneas rojas de nuestro socialismo, tan disparatadas como las que dibuja Pablo Iglesias. Sánchez no está en condiciones de levantar la barbilla, porque le ha salvado Susana Díaz en Andalucía, y en Madrid su incesto con Podemos le ha dejado en residual. Pero cabe la esperanza de que caigan en la grandeza de encontrar acuerdos por el bien de todos los que aún no hemos salido de la crisis. Esta vez, sí, se puede.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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