Para Prada los telediarios son "sermones cretinizantes" con los que se adormece a las sociedades materialistas
Ha empezado la Semana Santa y los columnistas bajan de sus columnas y escapan a la sierra, la playa, Orihuela del Tremedal o Marrakech. Los claros en las secciones de opinión de la prensa de papel de pago empiezan a parecer arenales. Luego que no se quejen los editores de que pierden todavía más lectores. Si no se quedan los columnistas, ¿se van a quedar los lectores? Venga ya.
Por ejemplo, El País no pone ni un columnista en la sección de España, aunque dedica media página a unos españoles encarcelados en Senegal por tráfico de drogas que exigen (sí, sí, exigen) que el Estado, o sea, todos, incluso los que iban a consumir su veneno, les traigamos a España para que estén más a gustito.
Hay un veterano que no falla, mientras los liberales como Federico Jiménez Losantos y Luis Herrero se encuentran ya en sus feudos. Y eso hace que le dedique el primer cigarrillo del día. Se trata de Raúl del Pozo, que ha tenido una de sus conversaciones con Jesús Montero, el caudillo de Podemos en Madrid. En la columna aparece un divertido apodo para Jesús Cintora: el protomártir de Podemos.
«¿Se ha desinflado Podemos?». «No», contesta. Mi siempre atento interlocutor no cree que aquel bonapartismo de plató, con un mesías en pantalones vaqueros, retroceda después de unos meses de borboteo mediático. Le pongo el ejemplo de Cintora, el protomártir, al que han guillotinado porque ha cambiado el aire mediático y se aproximan los Dardanelos, una feroz batalla electoral en un estrecho margen. «Esa decapitación -piensa Montero- prueba la ínfima calidad de nuestra democracia».
Otros brujos de guardia tienen por cierto que los medios lanzaron a Podemos, y los medios los callaron. Después de la colisión entre arrogancias, durante unos meses hemos asistido a un insólito encontronazo entre la altivez de los jóvenes airados y los chicos de la prensa, y por encima de todo, sin que lo veamos, sigue vivo y poderoso el Leviatán que no perdona: el Estado, que existe y escucha. Jesús Montero no está de acuerdo en eso de que Podemos nació en la televisión. «Los platós -comenta- fueron el escenario, la obra llegaba escrita, y en realidad, la pértiga fue una tuerka».
Me río tanto que el humo me hace toser. Así que los de Podemos que quejan ahora de los dueños de las televisiones, los mismos dueños que les crearon.
Otro veterano que no abandona la columna, Alfonso Ussía (La Razón), escribe sobre un secreto de la ‘caudillesa’ de Podemos en Andalucía.
La dirigente de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez, ha conseguido que su novio, o compañero de hecho, o pareja sentimental, o militante en estado de adhesión pasional, José María González, coloquialmente conocido como «Kichi», ocupe el primer puesto de la lista por Cádiz para las próximas elecciones municipales. Un estupendo poeta satírico que vive en el barrio de LaViña de la capital del ingenio me ha socorrido con un tarjetón en el que ha escrito: «En Podemos manda el chichi de la joven lideresa. Y prueba de ello es que «Kichi» es el novio de Teresa».
Me suena peor la melodía de Teresa y «Kichi», «Kichi» con «k», porque «Quichi» con «q», que sería lo correcto, es de derechas. Que detrás del hombre vaya la mujer -siempre más inteligente que el macho-, es algo que no puede llamar la atención. Pero que en política sea la mujer la que tira del hombre, incluso en Islandia, despierta la suspicacia. Y está claro que «Kichi» encabeza la lista electoral de Cádiz porque Teresa, su amor, así lo ha decidido, sopesado y finalmente aprobado.
En fin, que el amor y la cama mandan. Y se comprenden las cosas. Lo que no se entiende es que Rajoy siga apoyando a Montoro, y Celia Villalobos manteniendo el puesto de trabajo de Arriola, su «Kichi» particular.
EL PESIMISMO Y LA DECEPCIÓN REINAN EN LAS COLUMNAS
A pesar de las bromas y las ironías, el pesimismo es el sentimiento imperante entre la mayoría de los columnistas.
Isabel San Sebastián en ABC anuncia la desbandada de los candidatos del PP de las elecciones de mayo..
Del «prietas las filas» hemos pasado al «sálvese quien pueda», ante la amenaza cierta de un castigo tan severo como inmerecido o propinado donde no toca. En la campaña que arrancará en cuanto pase la Semana Santa veremos por ello mucho candidato empeñado en parecer de marca blanca, vendiendo «su» producto y evitando a toda costa que aparezca por sorpresa Montoro en alguno de sus mítines.
Santiago González (El Mundo) le reprocha a Rajoy y Arriola que al insistir en el peligro que es Podemos quizás hayan reforzado al PSOE, al menos en Andalucía.
En su análisis, erraron al sembrar el miedo a Podemos, ya que eso llevó a los andaluces al voto útil socialista. Este argumento lleva implícito un razonamiento curioso: resulta que Rajoy, no ha tenido el poder de convicción suficiente para inculcar a los españoles la idea de que la economía estaba mejorando, aún contando con la evidencia de los datos y sin embargo, sí han conseguido convencerles de que Podemos es un peligro.
La cuestión es que el PP considera que Podemos es un peligro, pero cree que Ciudadanos es una amenaza más grave, porque le ha dado un buen mordisco electoral en Andalucía el pasado 22 y amenaza con hacer lo propio en mayo.
El PP, como todos los partidos, renuncia a la idea de seducir a sus votantes y prefiere las estrategias agresivas contra sus competidores. Es lo que hay.
Ignacio Camacho (ABC) recupera una cita de Cánovas: «españoles son los que no pueden ser otra cosa».
La soberbia de R10 prefiere descargar la responsabilidad de su descalabro en las cortas luces de una masa inmadura que aún no está preparada para disfrutar de tan excelso liderazgo.
Este hábito de espejarse en patrones ajenos para definir una oferta de modelo social no es más que la incapacidad de darle sentido al propio proyecto. Hay casos pintorescos, o sangrantes: aquel Puerto Rico libre y asociado que señalaba Ibarretxe, esa Escocia de Salmond en que se quiere referenciar el nacionalismo catalán después de haberse asimilado a Quebec, la Finlandia que sugiere Pablo Iglesias para alejarse de su mucho más veraz padrinazgo venezolano. Paradigmas forzados con tosca retórica propagandista que disfraza la baja autoestima de una nación cuyas garbanceras élites políticas parecen avergonzarse de un modelo democrático – el de la Transición y su fruto constitucional- que representa un verdadero ejemplo internacional de madurez colectiva. Al final, en esta necia costumbre de querer parecerse a lo que no somos, todos acaban dándole la razón al viejo Cánovas: son españoles aquellos que no pueden ser otra cosa.
Francesc-Marc Álvaro (La Vanguardia) no quiere ser español, sólo catalán y nada más que catalán, y sigue dando instrucciones a Artur Mas y Oriol Junqueras sobre cómo conseguir la independencia.
Los que mandan en Madrid resumen así la situación sobre el proceso soberanista: «sin lista única y con la aparición de Podemos, eso se ha acabado». Me lo explican fuentes de total credibilidad.
Desde Madrid nos observan y se sienten vencedores. Tienen la consigna de reprimir los cantos de victoria, por si acaso. Aquí, mientras, nos extraviamos en debates secundarios, miserias partidistas y minucias personalistas. ¿Alguien hará algo para evitar el fracaso?
DRAGÓ DA UN CONSEJO A ÁNGELES CASO Y GARCÍA MONTERO
Gabriel Albiac (ABC) se conmueve ante el regreso de los populismo, que atribuye a que ahora sólo hay televidentes, no hay ciudadanos, como en suq uerida Francia revolucionaria.
Las sociedades del siglo XXI no tienen ciudadanos. Tienen telespectadores. No se puede aspirar a vivir de un sueldo político sin alzar acta de eso. Ni planificar una carrera hacia el poder por ruta que no pase a través de los televisores, esas potentes máquinas de artesanar afectos. Y de fumigar neuronas.
El retorno de los populismos, que los europeos creíamos perdido en la evocación sombría de los años 20-30, sólo puede entenderse desde esta clave. El populismo interpela al votante -y es por él, en respuesta, interpelado- desde la alta temperatura anímica que se exige para una verdadera fusión afectiva. Basta con ver las filmaciones de los grandes mítines de Hitler o de Mussolini para palparlo.
Joaquín Estefanía (El País) se lamenta de la falta de crítica del mundillo de los economistas ante sus fracasos en la Gran Crisis.
El mundo de la economía debería debatir hoy aspectos que son difíciles de encontrar en las revistas teóricas, tales como: (…) ninguno de los economistas que fallaron en su pronóstico y en sus recomendaciones de política económica -esto es, fracasaron- ha sido despedido por incompetente, ni ningún departamento de Economía ha sido clausurado por sus errores ni como medida de reducción del gasto público o privado, como ha sucedido en tantos otros sectores productivos o intelectuales.
¿Tienen algo que decir de todo esto las organizaciones profesionales de economistas? El Colegio de Economistas de Madrid, por ejemplo, instalado en la mediocridad y la molicie, nada de nada.
José Luis Martín Prieto (La Razón) se queja de que el PSOE, CiU, UPYD y PNV, a los que moteja de cerriles, no hayan apoyado la Ley de Seguridad Ciudadana.
La Ley de Seguridad Ciudadana es de esos códigos que deberían ser interpartidarios y con aliento duradero, pero la oposición de izquierda y derecha la ha rechazado cerrilmente sin intentar mejorar su articulado como si las libertades públicas no necesitaran ser garantizadas. Porque esta ley protege a la mayoría de los manifestantes del vandalismo de nihilistas dados a destruir el mobiliario urbano y las vidrieras de los pequeños comerciantes.
La política tiene mucho de teatro y simulación, y de teatrillo y guiñol. La mercadotecnia y los publicistas reducen la política a eslóganes pastueños como el de «ley mordaza». ¿Pero alguien cree que los españoles vamos a dejar de reunirnos, manifestarnos o expresarnos por esta «mordaza» de mantequilla?
Fernando Sánchez Dragó suspira de desaliento ante sus compañeros escritores que se empeñan en meterse en política.
Me entero, atónito, de que Ángeles Caso se presenta a no sé qué, en Asturias, con el banderín de un partido populista al que la sensatez augura muy corta trayectoria, y de que García Montero lo hace, en Madrid, al frente de una formación decimonónica que pasó a la historia sin haber entrado en ella. Buenos escritores todos. ¿No sería mejor que cada cual atendiese a su juego?
GRANDES ACHACA EL ACCIDENTE AL DESPRECIO DE OCCIDENTE A ÁFRICA
Siguen publicándose columnas sobre el suicidio-asesinato del piloto de Germanwings.
Como buena roja, Almudena Grandes (El País) encuentra culpables en el injusto sistema internacional, que encima de capitalista es racista o clasista, qué sé yo.
Los comandantes suicidas o, mejor dicho, los comandantes suicidas asesinos, han golpeado durante los últimos años en aviones pertenecientes a compañías de países subdesarrollados, como Malasia, Mozambique, Egipto, Indonesia o Marruecos, sin que la comunidad internacional se planteara cambiar las regulaciones de seguridad en ninguno de esos casos. Tal vez, de lo contrario, ahora no tendríamos nada que lamentar, y el recuerdo de una buena película no nos dejaría un sabor amargo en el paladar.
David Trueba, también en El País, titula la suya ‘El porqué’.
Uno tras otro, cada indicio nos ha empujado a una conclusión distinta y desorbitada. Por el camino hemos ido renunciando a líneas de crítica que pueden ser válidas, pero que ahora ya carecen de relevancia. Al modo de marionetas, más allá de la enorme empatía con los familiares de las víctimas, hemos fabricado razones distintas a cada paso. Queda ahora la exigencia casi histérica de un porqué, pese a que dentro de la mente humana, de haber una caja negra, es posible que esté llena de sinsentidos.
La lectura de los columnistas de El País, me preparan para aceptar, como café humeante por la mañana, la columna de Juan Manuel de Prada (ABC), titulada ‘Desvaríos materialistas’.
En una sociedad religiosa, una tragedia aérea como la que acabamos de padecer serviría para escuchar sermones cojonudos sobre el poder igualitario de la muerte, sobre la obligación de mantener nuestra lámpara encendida (porque no sabemos ni el día ni la hora) y sobre la necesidad de amontonar tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los corroa, ni ladrones que los roben; y con esto y con rezar por el alma de los muertos, la gente hallaría consuelo y alegría. En una sociedad materialista, en cambio, andamos como zascandiles buscando cajas negras, identificando genéticamente higadillos, hurgando en el cesto de la ropa sucia del piloto Lubitz, convocando minutines de silencio («la cáscara vacía de la oración», los llamó Foxá) y disparando responsabilidades civiles y penales por doquier; pero ninguna de estas mamarrachadas nos va a devolver a los muertos, ni mucho menos va a procurar la salvación a sus almas.
Y telediarios, muchos telediarios, que son los sermones cretinizantes y aturdidores con que se adormece a las sociedades materialistas.
También Antoni Puigverd escribe en La Vanguardia sobre la muerte y la maldad.
El optimismo contemporáneo no puede soportar la idea de que la condición humana lleva incorporado el mal y que, por muchos que sean los obstáculos, finalmente el mal encuentra siempre un camino para expresarse (como también lo encuentra siempre el bien, por negativas que sean las circunstancias).
Y me despido por hoy con la carcajada que me produce la entradilla al billete de Luis María Anson en ElImparcial.es, que es una columna de El Mundo publicada el martes 24 y a la que ya di el premio a la columna ridícula del día. Así la presenta Anson a sus lectores (o su lector, que creo que no hay más que uno y soy yo).
Este artículo de Luis María Anson, publicado en el diario El Mundo, ha sido profusamente comentado en canales de televisión, cadenas de radio y redes sociales.
¡Que me parto! Pero, ¿a quién interesa ya lo que diga Luis María? Quizás a Ana Botella, a alguna marquesa viuda, a un coronel jubilado y pocos más.