OPINIÓN / REPASANDO COLUMNAS

Mas retoma su hoja de ruta separatista mientras Montoro paga las facturas de la Generalitat

Curri Valenzuela desvela que los inspectores de Hacienda escogen a las 'víctimas' de sus inspecciones en los reportajes del Hola

Raúl del Pozo resume las ventajas de Rivera: va encorbatado y no abruma con datos económicos

Poco antes de cerrar por descanso en los días fuertes de la Semana Santa, regresa la tabarra catalana con el nuevo plan de Artur Mas para lograr su soñada independencia de España, sobre todo de los jueces, los policías y el fisco españoles.

En este asunto, nuestros columnistas se sienten mucho más a gusto que escribiendo sobre el estado mental del piloto Andreas Lubitz o sobre las divisiones etno-lingüísticas de Ucrania. Y el sentimiento general es el de hartazgo.

Permítame, amigo lector, que empiece por el lado divertido. Primero, con Joaquín Luna, columnista en La Vanguardia.

El soberanismo ha dado una lección: ya que la lluvia no parece llamada a fastidiar la Semana Santa, dejemos a la gente tranquila y hagamos un plan exprés para la independencia sin cámaras, sin ruido y -alabado sea el Señor- sin hacer historia.

Barrunto que dentro de 18 meses Cataluña seguirá siendo una cierta España pero con este viaje a ninguna parte todos los catlaanes habremos perdido. Energías, tiempo, estima y respeto. Y cuando queramos negociar una financiación más justa u otro encaje constitucional seremos más débiles que cuando empezó todo esto.

David Gistau (ABC) dice que ya no picará en el cebo de Mas y Junqueras, que prometen «este año sí». Primero recuerda que esta frase nació cuando el Barça no ganaba ningún título.

Ahora cuesta creerlo pero, antes de la llegada de Cruyff y de la fundación del Dream Team, el Barcelona era un equipo fatalista, capaz de perder contra el Steaua su primera Copa de Europa y de entrar sin ninguna en la década de los noventa. En aquella época, la grada se sentía identificada con un lema de club habituado al gatillazo que ahora está erradicado: «Este año sí».

Ahora la ha copiado Mas.

Extirpado del FCB por el cambio de identidad obrado por Cruyff, el espíritu del «Este año sí» caracteriza ahora la eterna oscilación entre mesianismo y gatillazo que son el señor Mas y su cita con el destino. Este año sí. Para 2017. (…) El siguiente «Este año sí» podríamos ir ubicándolo en 2019, para completar la legislatura que arrancará después de las elecciones de septiembre

Y Gistau asegura que ya no le engañan.

Lo que comprendo menos es el automatismo por el que basta con que Mas diga «Este año sí» para que los periodistas en general mordamos también el anzuelo y nos resignemos, otra vez, a vivir cautivos de Mas y su monotema, a no hablar de otra cosa en las radios y en los artículos, a incorporar la palabra Cataluña a no menos del 85% de las frases pronunciadas cada día, incluidas las dirigidas al vecino con el que coincidimos en el ascensor. Conmigo que no cuenten. Este año no juego.

LA VANGUARDIA PROPONE LA VÍA DE ESCOCIA

Paso al lado serio. Victoria Prego (El Mundo) se pregunta por qué participan en la firma del documento dos señoras, Forcadell y Casals, a las que nadie ha votado en unas elecciones, y concluye que estamos ante una «plúmbea» historia.

¿Por qué necesitan Mas y Junqueras que las señoras Forcadell y Casals atestigüen con su firma que CDC y ERC van a llevar en su programa electoral un primer punto en favor de la independencia? Porque ellos son rehenes de esos movimientos, que se han constituido en la auténtica dirección de ambas formaciones políticas. Hay ahí una auténtica usurpación del papel y la función que tiene, de acuerdo con los usos en todo el mundo democrático, un partido político. Y eso es un fraude. Falta además la firma de otros partidos que estaban a favor de una «Cataluña libre», lo cual evidencia que el papel se ha hecho con prisas y ha acabado siendo una indisimulable chapuza oportunista.

Y por fin, para rematar el pastel de marrullería que han preparado, sale el portavoz Homs y dice que han sido las declaraciones del presidente Rajoy criticando ese documento las que han contribuido claramente a dar a las elecciones autonómicas su carácter plebiscitario. La sólita y plúmbea historia.

Francesc de Carreras (El País) asegura que ya estamos en la comedia y, como Luna, añade que los perjudicados son los ciudadanos que se creen a los orates.

Como de la tragedia a la comedia solo hay un paso, el acuerdo del pasado lunes significa que estamos ya en la fase de la pura comedia, protagonizada de nuevo por Mas y Junqueras.

Nunca la Unión Europea, ni los Estados que forman parte de la ONU, ni por supuesto España, aceptarán la secesión del territorio de un Estado que deliberadamente, sin ni siquiera disimularlo, ya que lo proclama en un acuerdo público, incumple la legalidad vigente de este mismo Estado. Engañar al ciudadano, alentar expectativas de imposible cumplimiento, es algo que a la larga debe pagarse caro. Sin embargo, lo peor es que los efectos perniciosos de esta política-ficción no van a cargo solo de los protagonistas, autores y actores, de esta comedia sino también de los sufridos ciudadanos, incluidos los seducidos por cantos de sirena que no llevan a ninguna parte.

Julián Cabrera (La Razón) sostiene que los políticos nacionalistas buscan mantener su ‘negoci’.

Este capítulo del separatismo catalán viene a evidenciar la necesidad de sus responsables de no perder el «negoci» en el que basan el tenderete de su supervivencia política, pero además muestra una inquietante paradoja, porque puede abocar a todo el país a una espiral de inestabilidad política e institucional que es lo último que desean ver los ojos de la confianza exterior y llega curiosamente en un momento en el que el independentismo venía perdiendo algo más que fuelle, ya por debajo de una mayoría absoluta en los comicios de septiembre. Tal vez por ello haya llegado el momento de las mayorías silenciosas.

Santiago González (El Mundo) la emprende con Rajoy y Montoro, que siguen soltando pasta a Mas.

Tiene cojones Romanones, con la tropa. Y Montoro les pagará las indemnizaciones con cargo al FLA. Y Rajoy haciendo escala en el Prat para ofrecer a Mas la posibilidad de disputarle a codazos la foto junto a Merkel. ¿Cómo les van a tomar en serio?

Dolores García, subdirectora de La Vanguardia, advierte de que el modelo adecuado para el señor conde de Godó es Escocia.

Es difícil creer que, para que un país acceda a la independencia, dentro del marco europeo y por una vía pacífica, baste plasmar una ‘hoja de ruta’ de folio y medio. Sólo un referéndum reconocido por las dos partes parece una vía aceptable, por muy difícil que sea conseguirlo. No pueden servir de atajos ni unas elecciones para elegir un gobierno ni una consulta para ratificar una Constitución catalana redactada por la mitad del Parlament. A Escocia le costó años llegar, pero no se planteó otro camino.

CAMACHO DESVELA QUE CIUDADANOS ES «IZQUIERDA CIVILIZADA»

Sigue el botafumeiro en torno a Albert Rivera.

Ignacio Camacho empieza su columna en ABC sobre la diferente legimitidad de la izquierda y la derecha:

En su arrogante actitud de superioridad moral que le permite apropiarse de un relato del mundo, la izquierda ha logrado el éxito principalísimo de connotar peyorativamente a la derecha hasta el punto de crearle un complejo culpable. Esta supremacía narrativa se percibe aún más cuando aparece la etiqueta extremista, que aplicada a la derecha provoca espantosas asociaciones con la barbarie nazifascista y sin embargo resulta tolerable en una izquierda que ni siquiera se ha tomado la molestia retórica de condenar los genocidios maoístas, camboyanos o soviéticos.

Y añade que Ciudadanos no es la «derecha civilizada», como le apellida Pedro Sánchez, sino la «izquierda civilizada», junto con UPYD.

Por su posición centrista, o al menos basculante e incluso ambigua, Ciudadanos puede encarnar tanto a una derecha moderada como a esa izquierda pragmática que el PSOE dejó de ser durante el zapaterismo. Más o menos como la ahora zurrada UPyD de Rosa Díez, formación de talante socialdemócrata que nació y creció a expensas del proyecto nacional abandonado por los socialistas. También Albert Rivera cimentó su auge en la encarnación de los valores de unidad democrática traicionados por la franquicia catalana del PSC.

Ambos partidos podrían representar esa «izquierda civilizada» y moderantista que dejó vacante la renuncia del PSOE al concepto de nación de ciudadanos libres e iguales, una idea que si Pedro Sánchez desea retomar tiene trabajo por delante. El primero, el de desmarcarse con tajante claridad de Podemos, diáfana organización de extrema izquierda rupturista a la que no parece ofrecer remilgos para aliarse.

Alfonso Ussía (La Razón) le advierte al PP de que Ciudadanos puede rescatar de la abstención los votantes que han abandonado al primero.

No se pueda entender la obsesión del PP contra Ciudadanos. De no ser por el partido de Albert Rivera, esos votos que ahora le disputan no existirían. Porque en España hay un nuevo voto que predomina en el PP y el PSOE. El voto avergonzado, el voto herido, el voto del miedo. Miles de votos avergonzados, heridos y temerosos seguirán cayendo en las alforjas del PP y el PSOE, no por convicción, sino por susto. El PP tiene otros enemigos más lejanos y adversos que Ciudadanos, ese hijo que le ha crecido tan aprisa a su putísima madre.

Me figuro que una nueva chorrada de Arriola.

Raúl del Pozo (El Mundo) expone en su columna las guías de la nueva política, que sólo Rivera sabe manejar: ‘Albert, el flechazo’.

La juventud y la belleza, el aura del sexo, la testosterona y los buenos escorzos cautivan más que los programas que nadie lee; incluso la corrupción les importa un bledo. Me dicen los expertos que el error del PP ha sido olvidar que las cifras son virus, cada uno lanza sus tantos por ciento y nadie le oye; la gente quiere pasión, no incomprensibles números de la prima de riesgo. Pero sobre todo, los nuevos votantes y los desencantados quieren abrazar a Albert.

Va encorbatado, no ofende con un discurso economicista, habla sin expresiones enérgicas, sin dogmatismo. En España guapo también significa bravo, aunque Albert es pacífico y sosegado. Su irrupción en el certamen electoral ha venido precedida de un flechazo, esa especie de fascinación súbita que recuerda a las flechas que lanzaba Cupido.

RUBIDO DEFIENDE EL AVE, AUNQUE SEA UNA RUINA

Curri Valenzuela (ABC) nos da una noticia: el Hola como vía de información en Hacienda.

El topillo ha descubierto que los inspectores de Hacienda leen el «Hola» en sus horas de trabajo. Como tantos miles y miles de sus fieles seguidores se interesan por los casoplones de lujo, las joyas y los modelos de alta costura que muestran sus fotografías, pero no para fomentar el morbo, la envidia o copiar estampados de tapicerías o vestidos como hacemos los ciudadanas de a pie, sino para determinar la posible existencia de fortunas ocultas al fisco. El topillo lo supo de una fuente importante de la Agencia Tributaria y por eso avisa: ojito con dejarse fotografiar ante la piscina climatizada o como madrina/padrino de una boda de mucho postín.

A ver si las señoras de toda la vida van a olvidarse de sus deseos de aparecer en el Hola…

Ignacio Ruiz Quintano (ABC) se queja de que los españoles estemos pendientes de Rosa Díez cuando el eje del mundo se está  moviendo ante nuestras narices.

El mundo cambiando de camisa («¡la geopolítica, imbéciles!»), y nosotros hablando de Rosa Díez, la Mrs. Danvers de la partidocracia española, que se niega a entregar las llaves de Manderley a Joan Fontaine, que es Albert Rivera.

Para nosotros no hay más persas que los del manifiesto de Fernando VII y, si acaso, los dos sultanes que van detrás de Pedro Domecq en el entierro del Camborio. ¿Qué ha de importarnos el futuro volando en la alfombra persa de Obama, teniendo aquí a Rosa Díez dispuesta a morir en su chiringuito como doña Manolita en su mostrador?

Y no salgo de ABC para conceder la mención a la columna insulsa del día, que la recibe el director del centenario periódico monárquico. Bieito Rubido dedica su billete abecedario a defender el AVE

Resulta chocante que, en estos momentos en que se prefiere un póster electoral antes que una idea, se cuestione la viabilidad del ferrocarril del siglo XXI, su necesidad, su futuro y su rentabilidad. La propuesta de detener las inversiones en el AVE denota una cortedad de miras notable (…) El rédito económico es difícil de medir, y aun así será positivo. El beneficio social está fuera de toda duda.

Pues no, querido Bietio, se puede calcular el rédito económico del AVE y cabe preguntarse qué hemos ganado los españoles teniendo la segunda mayor red del mundo de alta velocidad. Por cierto, ¿cuánto cuestan los billetes en AVE?, ¿los pueden pagar los mileuristas y los seiscientoseuristas?

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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