OPINIÓN / REPASANDO COLUMNAS

Luis Ventoso: «Rajoy ha preferido hacerse el sordo que un jaleo a dos meses de unas elecciones»

Cayetana Álvarez de Toledo se rebela porque se levantó la sesión de la Junta Directiva sin permitir preguntas

Losantos se pregunta por qué López Aguilar, denunciado por maltrato, no ha sido conducido al calabozo

Si a usted no le gusta el politiqueo, este 8 de abril de 2015, le anuncio que se va a aburrir con la mayoría de los columnistas. En la Junta Directiva del PP ha pasado lo que se anunciaba: nada. Unos columnistas se dedican a hacer cábalas y poner comillas a confidencias que les han hecho y otros se dedican a buscar metáforas para describir el rumbo del PP.

Para mí las interpretaciones más interesantes corren a cargo del planillo de ABC, donde Bieito Rubido da dos páginas a Ciudadanos, incluida una crónica de Isabel San Sebastián, por tres a la Junta del PP, y la tribuna escrita por Cayetana Álvarez de Toledo en El Mundo, en la que cuenta que, nada más acabar la arenga de Rajoy a los 600 (Leónidas sólo necesitó la mitad para frenar a los persas de Jerjes en las Termópilas, claro que eran bravos espartanos, no fofos senadores), la reunión se levantó sin permitir otras intervenciones.

Eso sí, el 90% de los columnistas está enfadado o cabreado con Rajoy. La unanimidad la rompen sólo un par de ellos. Empiezo con la inefable Pilar Ferrer en La Razón, que confunde el cotilleo con la noticia.

Si hay algo que le fastidie profundamente a Mariano Rajoy son las intrigas y, mucho más, si éstas se difunden o filtran a los medios. En el entorno del presidente aseguran que no le ha gustado nada, pero nada, el espectáculo de los últimos días con la supuesta batalla entre María Dolores de Cospedal y Javier Arenas. Esto es un partido serio y no un colegio de envidiosos, parece que comentó Rajoy visiblemente molesto a sus colaboradores más cercanos.

El otro es rajoyista es Federico Quevedo (El Confidencial.com), que anima a Mariano a poner los bemoles en la mesa. El pobre Quevedo confiesa que llegó a creer que el ‘Pontevedro’ iba a hace rcrisis de Gobierno porque se lo habían dicho sus fuentes… Menos fuentes, queridos colegas, y más sentido común.

La semana pasada dirigentes muy cualificados del Partido Popular me aseguraban que Mariano Rajoy había comprendido la urgencia de tomar decisiones después del desastre de las elecciones en Andalucía, y que como consecuencia de esta toma de conciencia en los próximos días anunciaría una crisis de Gobierno, porque «es evidente que el Gobierno actual lejos de sumar, resta», añadían. Pues bien, el propio Rajoy se ha encargado de dejar claro que este Gobierno va a seguir hasta el último día tocando la misma serenata que tocaba la orquesta del Titanic mientras el barco se hundía sin remedio.

No, yo no voy a entrar en el juego -interesado en exceso y cargado de rencorosos personalismos- de cuestionar su capacidad, porque creo que tiene la suficiente. Lo que también creo es que solo con capacidad no va a superar el desgaste, y necesita también poner encima de la mesa un par de bemoles.

RAJOY USÓ 28 VECES «MEJOR» Y «MEJORAR»

Pasemos a los enfadados.

Ignacio Camacho (ABC) enuncia la diferencia de lenguajes entre Rajoy y el pueblo llano.

Ayer, en medio de un clima de nervios y reproches, acudieron a Madrid a recibir una arenga que les levantase el espíritu, un chute de energía si no carismática al menos confortante, y se encontraron con la habitual dosis de perseverancia átona. Rajoy tiene un temple de hierro expresado en un lenguaje de madera: rígido, ortopédico, sin empatía, sin afectividad, sin pasión. Los suyos querían oír una soflama de combate emocional y se encontraron con la letanía de un contable henchido de orgullo porque el Tesoro vende letras a interés negativo. El líder les exhortaba a predicar la recuperación pero ellos tienen que pedir el voto en barrios y pueblos donde la gente no sabe para qué sirven los bonos de deuda. Les vino a decir que no corran que es peor, y que será más grave -en esto bien tiene razón- si el partido proyecta una imagen de división, ruido interno, enredos y gresca. Receta de marianismo químicamente puro: aguante, entereza, estabilidad y persistencia.

Ernesto Ekaizer (El País) asegura que Rajoy perfeccionó ayer el plasma.

El equipo redactor de las ocho páginas del discurso de Rajoy ha usado 28 veces, en conjunto, el adjetivo/adverbio mejor y el verbo mejorar. Y aquí está todo. Lo que hay y lo que habrá, aunque ello va a depender de los resultados de las elecciones del 24-M.

Rajoy esta vez ha perfeccionado el plasma. Anticipó un resumen del mensaje por audio, en una entrevista en RNE el pasado lunes. Su mensaje central: no enredarse, no distraerse. Solo le faltó poner un puesto a la salida con anteojeras para que los dirigentes se las lleven y las usen con el fin de aumentar su capacidad de concentración.

Antoni Puigverd (La Vanguardia) le reprocha su mudez.

A Rajoy no le faltan cualidades: es memorioso, se aferra al timón, sabe ser león, zorro y erizo (los tres comportamientos convencionales del político que busca ganar y conservar el poder). Pero ha sido un presidente mudo. Se acerca a los exámenes finales sin haber explicado qué proyecto tenía para España. Nunca ha considerado conveniente usar la inteligencia en el sentido que daba Goethe a tal concepto: verbalizar una relación franca y natural (es decir, sincera, compleja y matizada) con la realidad.

Manuel Jabois (El País) explica por qué abundan tanto los descifradores de las palabras de Rajoy.

La junta directiva del PP es un órgano extraño, multitudinario, que se reúne entre ovaciones. Ahora mismo es el único lugar de Madrid en que se pueden juntar 600 personas a darse la razón sin que la policía los identifique. Después, en cuanto se dispersan, comienzan las interpretaciones simbólicas de cada palabra del líder, como si en el discurso de lo obvio se agazapasen teorías complejísimas del pensamiento político, tales como si hay que echar a Cospedal. Una de las cosas de Rajoy que más mueve a la nostalgia es ese discurso dirigido siempre a un mundo perdido y semioculto en el que las cosas se señalaban con el dedo. Cuanto más simple se vuelven las frases de Rajoy más interpretaciones encuentran los marianistas, convencidos de que el líder, como John Lennon, no puede decir una cosa porque le da la gana. Eso a él, que cultiva el enigma, termina por desquiciarle, de ahí su «esto es lo que es», «las cosas son así» o su histórico «sí, o no».

David Gistau (ABC) hace una frase demasiado larga para asegurar que Rajoy nos trata como a una clac. El consejo de Camba: sencillez.

Se dirige a nosotros como si fuéramos público gregario en un gigantesco acto de militancia en el que no fuera necesario convencer a nadie: sólo explicar cuál es el relato triunfal que ha de ser interiorizado aunque colisione con las maniobras más primarias de la inteligencia.

Enric Juliana (La Vanguardia) aventura un pacto de Gobierno entre el PP y Ciudadanos con Rajoy como víctima propiciatoria.

El desasosiego es intenso entre los cuadros medios, pero comienza a penetrar en las estructuras superiores. De la siguiente manera. La posible consolidación de Ciudadanos como aliado deseable en la próxima legislatura, puede incentivar una competición inédita entre los cuadros dirigentes para ver quien es más útil para el pacto con el nuevo centrismo fotogénico. Si todo sigue tan abierto, Ciudadanos podría llegar a apoyar la investidura de un presidente conservador, a condición que no fuera Rajoy.

LOS VOTANTES DEL PP ESCUCHARON A RIVERA

Aunque Antonio Casado (ElConfidencial.com) asegura a sus lectores que nadie pidió la palabra después de que Rajoy acabase de su arenga («silencio total cuando se abrió el turno de palabra. Nadie cayó en la tentación asambleísta de los guardianes de las esencias»), la ex tertuliana y columnista Cayetana Álvarez de Toledo asegura que la mesa no permitió otras intervenciones.

Acudí con interés a escuchar a nuestros máximos dirigentes y también con la voluntad de tomar la palabra. Por desgracia sólo pude escuchar. Cuando el presidente acabó de hablar se dio, abruptamente, el acto por concluido, sin que ninguno de los asistentes pudiera tomar la palabra.

Y nos cuenta lo que quiso decir y no pudo.

La economía es mucho, pero no lo es todo ni es suficiente. Las encuestas lo indican: los buenos datos económicos no se traducen en apoyos para nuestro partido. Y nuestra responsabilidad es preguntarnos por qué. (…) Yo creo que el partido no sufre un déficit de comunicación o de marketing. Yo creo que sufre un déficit, grave, de política. No basta con rescatar la economía. También la política ha de ser rescatada. Debemos evitar el tacticismo y la tecnocracia, y volver a hacer política. Política ambiciosa. Política de perfil alto. Política de calidad. No la política low cost del populismo. Política para hacer frente a los grandes desafíos que tiene España, que son también y principalmente políticos.

Y menciona a Ciudadanos:

Un último comentario, si se me permite. Hay quienes entienden que hacer política significa arrinconarse en un discurso anacrónico y extremista. Todo lo contrario. La prueba es el éxito en los sondeos y en las urnas que está teniendo Ciudadanos, un partido al que nosotros mismos calificamos de centrista. Y al que muchos españoles vinculan con un discurso nítido y combativo en defensa de nuestro sistema de convivencia.

Isabel San Sebastián (ABC) escribe la crónica de la presentación de la segunda parte del programa económico de Ciudadanos en Madrid, muy cerca de la sede el PP.

Recuerdo claramente, porque estaba allí, esa mañana del 26 de octubre de 2013 en la que Albert Rivera se subió al escenario del madrileño Teatro Goya, el mismo que volvió a llenarse ayer para escuchar sus propuestas económicas, y proclamó aquello de «cambiaremos las cosas por las buenas o por las urnas». Apenas ha transcurrido un año y medio y Ciudadanos no sólo se ha convertido en un partido con sólida implantación nacional, sino que cabalga hacia la conquista de esas urnas que parecen garantizarle un papel decisivo con carácter inmediato.

El público que ayer abarrotaba el Teatro Goya respondía al perfil típico del profesional urbano, de entre treinta y cincuenta años, con un ligera mayoría de hombres y mucha corbata, zapato salón o traje de chaqueta, propios de quien acaba de salir del despacho.

Durante meses, bajo el liderazgo de un joven cuya cercanía con el electorado es inversamente proporcional a la de Rajoy, el movimiento se ha expandido, proporcionando refugio a quienes deseaban emitir un voto de castigo sensato a una partitocracia endogámica, aquejada de un proceso degenerativo avanzado. Hasta que, de repente, ha despegado en los sondeos con honores de alternativa.

Ignacio Ruiz Quintano sigue empeñado en ilustrar a Rivera con el constitucionalismo de la primera democracia moderna.

Hombre, Rivera, que, cerradas o abiertas, lo antidemocrático (en una democracia formal) son las listas. Y las camas redondas. Y los pactos. Todo, naturalmente, por cuenta del Estado, que tampoco hay que confundir (aunque lo haga todo el mundo) con el gobierno.

Pero Rivera tiene una idea Disney de la Santa Transición, que es la misma idea Disney que su generación tiene de la Tauromaquia. Su ideal político es el suarismo, pero el suarismo fue reparto, y cuando se acabaron las cosas a repartir, se acabó el suarismo.

En el país de Disney hubo un Madison que dejó escrito que la libertad exige que los tres grandes departamentos del poder sean separados… y distintos.

¿Alguien escribe sobre Podemos? Sí, lo hace Jesús Laínz (Libertaddigital.com), que asegura que el partido del Coletas tendrá el voto de los separatistas vascos y catañanes para convertirlo en un vehículo para destruir España.

Sin necesidad de elaboradas investigaciones sociológicas, quizá no sea arriesgado augurar un gran éxito de Podemos en el País Vasco y Cataluña a costa de un buen porcentaje de votantes de las formaciones separatistas locales. El motivo es muy sencillo: una de las maneras más inteligentes y cómodas de ganar una guerra es procurando la desaparición del enemigo, sobre todo cuando se percibe la posibilidad de que éste se desintegre antes de presentar combate debido a la labor autodestructiva realizada desde dentro.

Si yo fuera separatista votaría a Podemos, el modelo de última generación del lupus izquierdoso español. Se trata, indudablemente, del voto útil, del mejor modo de procurar que los autoanticuerpos de España, tras cuarenta años de admirable preparación del terreno por parte del PP y el PSOE, rematen la tarea de liquidarla desde dentro.

¡QUE SE CAMBIE LA LEY DE VIOLENCIA DE GÉNERO SOCIALISTA!

El proceso contra el ex ministro socialista Juan Fernando López Aguilar por maltrato de género contra su esposa de momento sólo ha generado dos columnas. Federico Jiménez Losantos y Santiago González piden en El Mundo que se cambie la ley que aprobaron los spocialistas de Zapateor y mantiene Rajoy.

Losantos sostiene que la ley es injusta pero que también lo está siendo su aplicación, porque el jurista socialista no ha sido llevado al calabozo esposado.

A priori’, el único caso moralmente justo en la aplicación de esa ley injusta podría ser el que afecta a su creador, ayer demagogo sexista y hoy víctima de la demagogia que exhibe como su gran logro político. Lo único que cualquiera puede echar en falta, en particular los defensores de esa ley, es que, tras la denuncia (en rigor, dos denuncias, con toda la sórdida complejidad de estos casos), el ex ministro no fuera conducido esposado y a la vista del público, en aplicación de esa legislación de la que siguen blasonando los socialistas.

Cuando se votó esa burda norma, convertida hoy en envilecida herramienta de litigio sobre pensiones y custodia de los hijos en los casos de divorcio, que no cumple su supuesto fin de proteger a las mujeres maltratadas y que se ha convertido en excusa técnica de todos los maltratadores, dijo Don Juan Fernando: «Las denuncias falsas son un coste asumible de la Ley de Violencia de Género». La injusticia no puede ser nunca un «coste asumible», salvo quizás como escarmiento para el legislador. El ex ministro, diputadísimo y eurodiputadérrimo, tras asumir su ley a medias, debería escarmentar del todo. Y pedir que se cambie la ley.

En su columna, que se titula con ironía ‘Ley boomerang’, González recuerda la turba socialista que se abalanzó sobre Toni Cantó por mencionar las denuncias falsas.

Los dos posibles desenlaces de este caso dan pie para la reflexión. Si López Aguilar fuera encontrado culpable, sería un duro trance para la autoproclamada superioridad moral de la izquierda. Mientras el PSOE proclamaba esta ejemplaridad, no como otros, su filial vasca era el único partido de Europa que tenía como presidente a un condenado por malos tratos.

Pero supongamos que es inocente, tal como proclama, y que está siendo víctima de una denuncia falsa. Habría sido víctima de una ley, su propia ley, que lo permite. Recuerden que al ya ex diputado Toni Cantó le cayó hace un par de años la intemerata de manos socialistas (Carmen Montón, Elena Valenciano, Ángeles Álvarez, Eduardo Madina y Miguel Ángel Cortijo, un suponer) por haber dicho en Twitter que la mayor parte de las denuncias eran falsas, aunque cuatro horas después retirase la generalización.

Éste es un momento adecuado para que el Gobierno reexamine una ley inadecuada e ineficaz, y para que el principal partido de la oposición, que la impulsó, se dé a razones tras haberla sufrido en carne propia.

Pero dudo de que haya un debate en la política y la sociedad sobre esta ley y su balance…

Y AHORA LA FERIA DE ABRIL… ¿CUÁNDO TRABAJAN EN SEVILLA?

¡Un director de periódico que reconoce que se ha equivocado, y sin que se lo mande un juez! Semejante prodigio lo realiza Bieitio Rubido en su billete de ABC al escribir sobre el silencio de los medios de comunicación españoles ante la matanza de cristianos en Kenia.

Hemos demostrado tener fallecidos de primera, y de segunda. Nos horrorizan las vidas humanas robadas en el trágico suceso del avión de Germanwings en los Alpes, pero miramos para otro lado ante la masacre y el martirio de tantos cristianos en África o en Asia. Con el Estado Islámico envalentonado, la denuncia y el combate del asesinato de personas por su condición religiosa tendría que ser prioridad de todos, especialmente de este acomodado y epidérmico Occidente, donde un resfriado se convierte en el mayor contratiempo. Si lo sufrimos nosotros, claro. Ya lo he escrito más veces: somos una sociedad débil y egoísta; no tenemos el coraje de enfrentarnos a quienes pretenden abatir todos nuestros valores, incluido el respeto a la vida.

Lo que los sevillanos llaman alegría de vivir y lo que otros españoles llamanos vagancia es tema de dos columnas. Antonio Burgos (ABC) escribe una de esas columnas suyas costumbristas que sólo interesan en su ciudad: que hay muchos mexicanos en Sevilla.

Estoy completamente desolado. Mis relaciones internacionales deben de ser de chungas como las de Andorra, pero sin cuentas bancarias de los Siete Niños de Pujol. ¿Se pueden ustedes creer que viviendo en Sevilla no tengo aquí a unos mexicanos? Debo de ser el único que no tiene aquí a unos mexicanos. Tener aquí a unos mexicanos es tendencia. La gente los ha tenido en Semana Santa o los tiene ahora, para los toros y para la Feria. Si no tienes aquí a unos mexicanos es que no eres absolutamente nadie.

En La Vanguardia, Joaquín Luna escrbe la columna que firmamos muchos españoles: Semana Santa, la Feria de Abril, el verano y no se trabaja hasta septiembre.

¿Ustedes se imaginan a este país administrado por unos luteranos intachables del norte de Europa?

Sevilla celebra la Semana Santa como se merece, y necesita después su Feria de Abril para dar la bienvenida a la primavera, estación que precede al verano y la canícula.

Los protestantes desplegados en España y vestidos de negro no habrían entendido nada y su labor se habría estrellado ante tanta singularidad.

-¡En Sevilla no se pierde una hora de trabajo por la feria, don Otto!

Esto le habrían argumentado las autoridades locales de Sevilla al jefe de los hombres de traje de negro, enloquecido por identidades y sustos.

Alfonso Ussía se une a la campaña de ABC en favor de mantener la construcción de líneas de AVE (¿alguna ha amortizado su coste?) con el recurso al patriotismo.

Detener los proyectos de las líneas de alta velocidad se me antoja un error gravísimo. Hay que dejar de gastarse el dinero de todos en chorradas. El AVE representa a la España que se mueve y se visita.

El creador del marqués de Sotoancho se gana el premio a la columna ridícula del día por el siguiente párrafo en que riñe a los portugueses por negarse a construir el AVE y aprovecha para contarnos cómo sufría por culpa del franquismo en sus visitas al conde de Barcelona en Estoril.

No entiendo la resistencia de Portugal para culminar el proyecto del AVE. Ningún español desea colonizar a una nación tan soberbia, orgullosa e inteligente como la portuguesa. Pero tener a Lisboa a dos horas y media de Madrid es un milagro. Recuerdo los viajes monárquicos en autobús en los años sesenta y setenta. Quince horas de ida y dieciséis de vuelta, porque una visita a Don Juan se sancionaba con meticulosidad fronteriza.

Ay, Alfonso, cómo se nota que eres uno de los pocos aristócratas con dinero suficiente para pagarse los billetes del AVE: los portugueses no quieren el tren de alta velocidad porque les cuesta un ojo de la cara.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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