El País, contrario a toda presión sobre Marruecos, aprueba que Madrid llame a consultas al embajador en Caracas
El hundimiento del régimen socialista de Venezuela y sus coletazos contra España han provocado uuna curiosa coincidencia. El País, que se ha pasado años insultando y menospreciando a Aznar, este 23 de abril de 2015 le cita para aplaudir uno de sus gestos. La Razón, periódico de derechas pero mucho más comedido en sus formas que la cabecera progresista, hace otro tanto con Felipe González.
Estos dos diarios, junto con ABC, publican editoriales en que se pronuncian sobre la situación venezolana.
ABC reprocha al Gobierno de Caracas que no aclare las acusaciones de financiación ilegal de Podemos. El País aprueba la llamada a consultas del embajador español hecha por el Gobierno de Mariano Rajoy, lo que llama la atención cuando en otras circunstancias, como las agresiones o desafíos marroquíes, siempre ha optado por hacer borrón y cuenta nueva.
La Razón anima a Madrid a no ceder ante el «matonismo» de Maduro, aunque éste ataque a las empresas españoles presentes en Venezuela.
ABC
Es lógico que la comunidad internacional se haya puesto en guardia ante la evidencia de que una nación tan relevante está hundiéndose. Los 28 países de la UE suscribieron días atrás un documento para expresar su «extraordinaria preocupación», ya que allí residen 500.000 ciudadanos de origen europeo y la mitad de las inversiones extranjeras son de nuestro continente. Además, es digno de elogio que al fin numerosos exjefes de Gobierno se hayan implicado en la defensa de la democracia en un país donde la libertad es pisoteada.
Instalado en una provocación creciente, el Gobierno venezolano se niega a aclarar una sola de las acusaciones de financiación subrepticia de Podemos. Y lejos de colaborar con la Justicia en la entrega de sanguinarios etarras huidos, los acoge con los brazos abiertos. El Gobierno español tenía que hacer ese gesto de protesta contra Maduro, más empeñado en forzar reformas para perpetuar un régimen dictatorial bajo maneras fingidamente democráticas que en el progreso y el bienestar de su gente. Maduro no es consciente del sumidero por el que está arrojando una de las naciones con más recursos del planeta. Y más queridas por España.
EL PAÍS
El que el Gobierno español tome la muy excepcional decisión de llamar a consultas a su embajador en Caracas es una advertencia que no debe caer en saco roto. En el lenguaje diplomático, es el paso previo a la ruptura de relaciones, algo que parece que Maduro trata de provocar, pero que sería una pésima noticia, por mucho que la maquinaria propagandística chavista -que necesita un enemigo exterior- lo presentara como símbolo de orgullo patrio.
Maduro no solo ha perdido el tren de la historia, sino que lo hace a expensas de su pueblo. Mientras en todo el continente soplan vientos de cambio y de diálogo, el Gobierno de Caracas se empecina en una retórica vacua y en despreciar e insultar precisamente a quienes le tienden la mano para ayudar a Venezuela a salir del gravísimo problema institucional en que se encuentra. En este contexto se enmarca la declaración de persona non grata del expresidente del Gobierno Felipe González, que se ofreció para defender a dos de los principales presos políticos que Maduro mantiene en prisión militar bajo fantasmagóricas acusaciones conspiratorias. González es una voz muy valorada en Latinoamérica y siempre ha hablado en favor de Venezuela. Los insultos vertidos contra él, como contra el expresidente José María Aznar, son inaceptables.
LA RAZÓN
Aunque no es posible descartar, porque está en el código genético del régimen bolivariano, una serie de represalias contra las inversiones españolas en el país caribeño, no se puede ceder ante el matonismo de un presidente que no respeta las más elementales normas de cortesía en las relaciones internacionales y que ha demostrado escasos escrúpulos para injerir en los asuntos internos de otros países, hasta el punto, como ha señalado en La Razón el diputado venezolano Julio Montoya, de financiar con dinero público partidos y movimientos extranjeros ideológicamente afines, como Podemos, con el objetivo de extender ese fracaso que llaman «socialismo del siglo XXI».
Frente a una situación de virtual dictadura, frente a la persecución y encarcelamiento por delitos de opinión de líderes políticos y cargos electos venezolanos, el deber de los demócratas, independientemente de su posición ideológica, es de defensa a ultranza de la libertad y de los perseguidos por su causa. Es lo que han hecho las instituciones españolas, desde el Gobierno hasta el Parlamento, así como los ex presidentes Felipe González y José María Aznar, en una acción legítima y respetuosa con la soberanía de Venezuela.