LA CLAVE DEL DÍA

Carlos Herrera sobre Teresa Rodríguez: «Es llamativo que quienes amenazan sean luego unas princesas delicadas»

Para David Gistau, "la casta corrupta nunca fue una anomalía", sino que es "una prolongación" de la misma sociedad española

La cultura política española se reduce a "la coba al superior y el palo al inferior", según Ruiz Quintano

Vaya, pues me equivoqué. Los columnistas se estaban reservando, no para la segunda votación en el Parlamento andaluz ni para las elecciones británicas, sino para el primer barómetro del año hecho por el CIS. ¡Con qué fruición desmenuzan este 8 de mayo de 2015 los datos!

Seamos sinceros, amigo lector, que a estas horas nos escucha, lee o ve poca gente. ¿De verdad usted se cree los datos del CIS cuando según la encuesta el político más valorado por los españoles es la diputada navarra nacionalista vasca Uxue Barkos?

Menos mal que leí a la columna de Antonio Casado (ElConfidencial.com) antes de mojar la magdalena en mi café subsaharaiano, porque de lo contrario me habría atragantado de la risa. El veterano columnista progresista asegura que la encuesta demuestra que Pedro Sánchez está recuperando al PSOE.

La fragmentación política, el desplome electoral del PP, la caída de Podemos en el mercado virtual de votos y la consolidación de Pedro Sánchez meten de nuevo al PSOE en el partido. No es una opinión. Me apoyo, por un lado, en el argot de los cronistas del fútbol, cuando un gol del equipo que ya se daba por derrotado le permite volver a soñar con la victoria. Y por otro, en los números del barómetro del CIS

La matemática del sondeo confirma que, por encima de los climas de opinión más o menos artificiales, el PSOE vuelve a ser la real y verdadera alternativa al PP en el poder. Algo impensable hace apenas seis meses, cuando este partido parecía una bien agitada jaula de grillos, sin remontar en los sondeos, tres años después del batacazo de las últimas elecciones generales (más de cuatro millones de votos perdidos).

El País parece que va a dar la batalla por la opinión en esta campaña electoral, ya que anuncia una sección titulada Diario de campaña. La primera entrega la firma Javier Ayuso, y no está tan seguro del futuro de Sánchez.

En el caso del PSOE, el que se la juega realmente es Pedro Sánchez, que ha apostado muy fuerte y que sabe que si no obtiene buenos resultados que permitan a su partido recuperar Gobiernos locales y autonómicos puede tener competidores/as en las primarias de julio.

Federico Jiménez Losantos (El Mundo) ya está pensando en las elecciones generales de noviembre, diciembre o enero, y anuncia su deseo de ver a Albert Rivera de presidente del Gobierno.

No hacía falta ser un genio, aunque sí no depender de Soraya y Carmen Porfavor, para ver lo que todos los estudios demoscópicos indican desde hace meses en el ámbito del centro-derecha: que el PP está muerto y que Rivera puede ser el próximo presidente del Gobierno si no gana la izquierda en noviembre. Lo escribí aquí, en El Mundo, y se rieron mucho algunos tertulios peperos. Pues je.

Aunque, hoy por hoy, yo votaría a Rivera en las generales, sigo creyendo que el PP es, con diferencia, el partido con los mejores equipos de gestión municipal y autonómica en toda España. Sin embargo, hasta al mejor, el de la Comunidad de Madrid, lo han liquidado Rajoy y sus Niñas Asesinas, que, según el CIS y las crueles costumbres rajoyanas, perecerán en las urnas o a manos del propio Mariano. ¡Contempla, oh, Soraya, a Gallardón!

¿Y el 24? ¿Dimitirá Rajoy y convocará un congreso del PP para elegir otra dirección y un candidato a Moncloa que no huela a cadaverina? Antes veremos volar a los burros y rebuznar a los pájaros.

LA GRAN COALICIÓN QUE VIENE

Frente al cataclismo pronosticado por Losantos, Raúl del Pozo (El Mundo) da por sentado que el PP ayudará a Susana Díaz como prólogo de un pacto más amplio.

Algunos dirigentes del PP andaluz consideran que sería un error apoyar a Susana Díaz y sacarle del lío en el que se ha metido. Son partidarios de que se repitan las elecciones. Ése no es el pensamiento de Mariano Rajoy, que siempre huye de las excentricidades. Durante los últimos meses, cuando parecía que Podemos iba a acampar en el Palacio de la Moncloa, los poderes fácticos han meditado sobre el bipartidismo y los tratos para evitar la agonía. El canje traducido al andaluz sería: apoyo a la investidura a cambio de que el PSOE no sabotee las listas más votadas, de momento, en las ciudades andaluzas. Luego, se estudiaría qué hacer en las elecciones generales.

«Susana Díaz -me dicen los de IU- ha sido una traidora con nosotros. Ahora va a tener que entregarse absolutamente a la derecha, que le va a hacer rabiar y sufrir. Va a ser el primer ensayo de la gran coalición. Despreció a IU y ahora va a tener que revolcarse con el PP».

Victoria Prego (El Mundo) también anuncia la gran coalición, pero sin recurrir a conspiraciones, por la simple fuerza de los hechos.

Está claro que el bipartidismo no va a desaparecer en España, lo que sí va a desaparecer en los próximos años (…) son la mayorías absolutas

La posibilidad de que esa inclinación vaya a dar como fruto un gran pacto PP-PSOE hay que descartarla en principio porque España no es todavía tan moderna ni tan europea. Pero puede que esté llegando el tiempo en que esa fórmula deje de considerarse descabellada para tiempos de crisis.

Ya, ya. Pero, ¿es de fiar el PSOE?

Pedro Narváez (La Razón) asegura que Pedro Sánchez va a tener que olvidarse de su ‘cordón sanitario’ en torno al PP.

Pacto o muerte es el título de este primer asalto del otro combate del siglo. Que vaya guardando Pedro Sánchez el cordón sanitario, más aún cuando la ciencia va a permitir crear órganos humanos en cerdos no vaya a ser que acabe en la pocilga de la condición humana. El secretario general mira desde Madrid cómo arde el sur con la lira de Nerón entre las manos. Que no se engañe, al final siempre le quedará el PP, y Susana, que ahora aparece como estampa bíblica con la cabeza de sus evangelistas en una bandeja, acabará como la otra Salomé de Eurovisión que gritaba «Vivo cantando».

Ignacio Camacho resume en una frase su opinión sobre el CIS:

La catarsis contra el bipartidismo está en marcha. Quizá lo único peor que aguantarlo sea que desaparezca.

LOSADA: EL GIRO SOCIALDEMÓCRATA DE PODEMOS, OTRO FRACASO

Abro ABC y me llega un gran alivio de satisfacción de muchos de sus columnistas por la bajada de Podemos. Comienzo con Carlos Herrera.

Se queja la parlamentaria andaluza de Podemos Teresa Rodríguez de maltrato por parte de su oposición al comparecer ante la Cámara correspondiente para exponer sus propuestas de gobierno. Al parecer le decían «Bonita, no tienes ni puñetera idea». Cosa que seguramente es cierta, aunque maleducada. Es evidente que toda esta patulea de indocumentados aupada al poder representativo no goza de experiencia elemental, pero cierto es que ha sido elegida mediante la voluntad popular y eso debería garantizar también un elemental respeto institucional… que ellos no han querido nunca poner en valor, que se dice.

Los grandes profesionales del escrache, del boicot a la libertad de expresión en las universidades, del derecho a la libre exposición de las ideas, se quejan ahora como niñatos blandengues porque les digan en sede parlamentaria que son perfectos vocingleros sin sustancia. Seguramente no tiene más recorrido, pero es llamativo que los que se permiten acosar, boicotear, amenazar, sean luego unas princesitas delicadas.

Las evidencias del CIS, si es que hay que tenerlas en cuenta, pronostican una caída en intención de voto de los profesionales del populismo. Formaciones como Podemos, la máxima expresión de la futilidad política, experimentan una caída llamativa en la no menos llamativa expectativa de voto que atesoraban un par de estudios demoscópicos atrás, en los que poco menos parecían el látigo definitivo contra la vieja política española. Asistíamos un tanto incrédulos al crecimiento desmedido de un partido del que no sabíamos casi nada, y lo poco que conocíamos no era precisamente halagüeño.

Poco tiempo después de su ascenso, y en virtud de esa cosa tan española de los caprichos instantáneos, Podemos pierde muchos puntos en beneficio de lo que parece otro capricho del votante: Ciudadanos.

Y sigo con José María Carrascal:

Se hartó de meter en la «casta» a todos los demás políticos, y ahora a quien meten es a él. Total, por haber ajustado su programa a las circunstancias, que es lo que hacen todos los políticos, sin importar el partido, desde que existe esa profesión. Claro que no se presentaba como político de izquierdas o derechas, al estar por encima de esas antiguallas. Él venía a barrerlos a todos, a dejar la escena política tan limpia como esas cocinas que salen en los anuncios de detergentes y a solucionar cuantos problemas tiene este país con un par de manguerazos. Pero resulta que esto no es un debate televisivo con el moderador pasándote balones. Ni «Juego de tronos». Ni nada que se le parezca. Que la gente es muy desconfiada. Que, además, cada uno pide una cosa distinta, y que se necesita hacer apaños, porque las encuestas se desploman.

Pero junto a los cantos de los ruiseñores, el cuervo, sin ánimo de ofender. También en ABC, Hermann Tertsch recurre a la historia del partido nazi para ponernos en guardia ante el ocaso de Podemos. En noviembre de 1932, el partido de Hitler perdió votos respecto a las elecciones anteriores y muchos creyeron que había comenzado su extinción, pero en enero de 1933 dio un salto y superó el 40%.

Nadie crea que una encuesta o una convocatoria fallida van a acabar con el peligro totalitario que ha surgido en España para quedarse. Eso con una izquierda socialista tan errática, de vocación revanchista y fobia a la derecha, con liderazgos tan livianos como el de Pedro Sánchez. Nadie sabe qué tipo de partidos tendrá la izquierda en un futuro en el que son probables mayorías parlamentarias efímeras y elecciones mucho más frecuentes de lo deseado. Pero también la derecha habrá de retirar a quienes todavía la dirigen. E ir a una refundación que restablezca un proyecto con credibilidad y probidad suficiente para hacer frente a esa amenaza totalitaria que ya siempre va a tener la democracia española.

Por último, Cristina Losada (Libertaddigital.com) califica a Podemos de partido supernova y fecha su declive en las pasadas elecciones andaluzas.

Su retroceso, intuyo, tiene un punto de inflexión: las autonómicas andaluzas. Contra lo que esperaban, su resultado no logró hacer sombra al PSOE ni al PP. De aquellas urnas salió que Podemos no era, como pretendía, la alternativa al PSOE. No podía con él, por más que Andalucía fuera Andalucía y no quisieran extrapolar. Asunto éste que a la vista del sondeo del CIS plantea una cuestión interesante: ¿de qué le ha servido a Podemos su supuesto giro socialdemócrata? Que es un giro, si acaso, a la socialdemocracia que fue. A la de 1980 aproximadamente.

Columna curiosa la de José María Marco en La Razón, que parece un argumentario del PP: qué bien marcha todo.

Tampoco se habrían creado estos puestos de trabajo si las instituciones no hubieran cumplido su papel con seriedad e independencia y, antes que nada, si la inmensa mayoría de los españoles no hubiera comprendido lo que estaba en juego y se hubiera opuesto al programa de reformas, como se han opuesto hasta muchos otros países europeos. Esta es la clave fundamental: un gobierno reformista actuando con una sociedad abierta a las reformas. Habrá quien diga que todo esto no es hacer política. En realidad, lo único deseable para nuestro país, en particular para los jóvenes que buscan trabajo y para los pensionistas, son otros cuatro, por no decir ocho años -mínimo- de no política como ésta.

LA VANGUARDIA, CONTRA EL COLETAS Y ADA COLAU

Me da la impresión de que en La Vanguardia los columnistas de guardia han recibido la orden del señor conde de Godó, por medio de su capataz, Màrius Carol, de zumbar a quienes están poniendo palos en las ruedas del proyecto separatista. Hoy, le toca a Pablo Iglesias.

Así, Enric Juliana:

Ayer, entrevistado por Jordi Basté en El món a RAC1, Pablo Iglesias reconoció que no sabe nada del corredor mediterráneo, lo cual no deja de ser sorprendente en un eurodiputado que lidera un partido teóricamente deseoso de ser el primero en Valencia. También dijo desconocer si existe unidad lingüística en los territorios de habla catalana. En el primer caso fue sincero. En el segundo, recurrió a un viejo truco de la ambigua política profesional. Los partisanos están descubriendo que en el valle, con menos parapetos, el combate es mucho más difícil.

Y sigue Pilar Rahola, que se inventó su título de doctora en filología catalana:

Y vuelta a Cataluña, derecho a decidir sí, pero de cartón, nada de ejercerlo; la unidad del catalán y el valenciano, no se sabe, cosas de la filología; el corredor mediterráneo, un tema difícil, no sabría responderle, y el pueblo catalán, muy simpático, ahorrador y que se quede en casa.

Dolores García se mete un poquito con Ada Colau, que puede hacerse con la alcaldía de Barcelona y a saber si mantiene las suscripciones a La Vanguardia.

Aunque Colau pregona nueva savia y el fin de la vieja política, la candidata cuenta en su equipo con personas que no son precisamente recién llegadas a la política, como el urbanista Jordi Borja o el politólogo Joan Subirats. Sabe que, si suena la flauta, le habrá caído encima un enorme peso: gobernar sin mayoría y demostrar que su fórmula no defraudará a los que vieron en ella a la heroína.

ICV intenta que la campaña de Colau no atemorice a la clase media. Para ganar, no basta con arrasar en Nou Barris o Sant Andreu. La candidata ha procurado reorientar salidas de tono como la del Mobile y adoptar un discurso menos combativo. Por eso Colau ya no avanza con escraches puño en alto y ahora prefiere el run-run de la rumba…

LOS EUROPEOS QUEREMOS IGUALDAD, NO LIBERTAD

La columna de Ignacio Ruiz Quintano en la última de ABC me limpia el espíritu de los panfletos que publica hoy La Vanguardia.

Desde el imperio para acá, la única cultura política del español ha sido la de la coba al superior y el palo al inferior.

Con el nuevo alboroto partidocrático (sólo otra recolocación en el palo del gallinero), la carencia se nota más que nunca: ni en los partidos ni en las universidades ni en los medios se sabe una palabra de democracia, que, como el cine, es una cosa americana.

El cine, según John Ford, es ver caminar a Henry Fonda, y la democracia, según Hamilton, es el reglamento de la libertad, cuestión que siempre ha tenido consideración de «mariconada» (por emplear una expresión «leninista» de Pablemos, que la aplica al teatro) en Europa (salvo en Inglaterra, claro), donde lo que impera es el falso sopicaldo de la igualdad, que a todos permite pegar sorbetones y, con eso, hacerse la ilusión de estar comiendo.

David Gistau coincide con Ruiz Quintano en que en España se detesta la libertad.

Al final, resulta que la sociedad española tiene unas tragaderas tremendas para la corrupción y que ésta nunca será un factor tan importante como para voltear el sistema. Lo demostraron los resultados andaluces. Lo demostrarán las victorias del PP en aquellas comunidades en las que deja un legado de podredumbre y de personajes que rozan lo gangsteril. Esto supone una advertencia frustrante para los partidos de vocación sanadora que iban a curarnos la casta corrupta por imposición de manos. La casta corrupta nunca fue una anomalía inmerecida por una sociedad de conducta perfecta. Siempre fue una prolongación de esa misma sociedad, cuyos principios le permiten, cuando discute consigo misma ante la urna, subordinar lo moral a lo ideológico.

Jorge Bustos escribe en El Mundo sobre las elecciones británicas y concluye que las malas costumbres españolas están infectando a la Isla.

Hoy Albión finalmente está capitulando, y ya se nos parece de tal modo que presenta a candidatos sin carisma, premia con alcaldías a bufones, amenaza con las disyuntivas crecimiento-retroceso y unidad-ruptura, reduce el debate político al sogatira recaudatorio y corteja el pacto postelectoral con funambulismos en la cuerda del gasto sobre el vacío del déficit. Pronto será inevitable que cuando los futbolistas ingleses finjan agresiones su propia afición los disculpe en vez de abuchearlos como hasta ahora. Quizá las elecciones británicas dirimen algo más que un gobierno: la subsistencia del carácter que informó la civilización.

QUE PODEMOS APRENDA DEL FRACASO DE SYRIZA

Francesc de Carreras publica en El País una tribuna sobre el fracaso de Syriza en Grecia ideal para acompañar el declive de sus aliados españoles (o del estado español) de Podemos.

La izquierda en un solo país -como le pasó al socialismo soviético- está condenada hoy al fracaso. En cambio, en Europa y en el mundo, con las crecientes desigualdades que están a la vista de todos, a la izquierda le queda un amplio campo para recorrer y es tan necesaria para el progreso humano como siempre lo ha sido. Pero también como siempre, la única posibilidad de que David venza a Goliat radica en la inteligencia, en la habilidad táctica y estratégica, en el conocimiento del terreno que se pisa, en el apoyo popular, en la búsqueda de aliados para alcanzar los objetivos que se pretenden.

Es decir, en definitiva, en todo lo que no han hecho ni hacen Tsipras, el Gobierno griego y Syriza. Por todo ello, sus promesas electorales no eran éticamente aceptables y merecen el castigo de sus electores.

María José Navarro se gana la columna ridícula del día por su pieza de La Razón, llena de tics progres, sobre todo de uno de los más idiotas de los últimos años, que es lo buenos que son los inmigrantes y lo malos que somos los españoles, que no nos los merecemos.

Queridos niños: la otra mañana acompañé a un amigo a que prometiera fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución para conseguir la nacionalidad española y allí mismo me dieron ganas de pedir que me retiraran la mía. Sucedió en los Juzgados de la calle Pradillo (…). Allí llegó una para acompañar a un amigo a ser compatriota después de muchos años de zozobra y de aguantar un trato laboral injusto e indecente y se encontró en una sala con otras cincuenta personas que también se han currado ser de los nuestros. Y es merecimiento de ellos y no generosidad propia, no vayamos a equivocarnos.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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