OPINIÓN / REPASANDO COLUMNAS

Raúl del Pozo: «La catástrofe para el PP sería dejarse 20 puntos o más en las elecciones del 24 de mayo 2015 por la corrupción»

Zarzalejos le da permiso a Albert Rivera para apoyar a Luisa Fernanda Rudi en Aragón, pero no a Esperanza Aguirre en Madrid

En La Vanguardia, Álvaro acusa a Ada Colau de ser una marioneta de "los poderes de Madrid" para debilitar el separatismo

El 11 de mayo de 2015 comienza con una sorpresa que derrama el café subsahariano de mi taza: El País cambia de diseño, con más blancos, o aire, como le llamamos en el negocio, y menos letra. Por mi experiencia, cuando un editor reduce los problemas de venta de su periódico al diseño, es que el periódico está condenado.

Y muy llamativo lo siguiente. Modestamente, este servidor ha reprochado durante meses a Juan Luis Cebrián y Antonio Caño que hayan renunciado a la batalla de la opinión, al eliminar los columnistas, salvo los de la última. Pues parece que en PRISA me leen, porque tratan de reintroducirlos. El País rompe con una regla que aplicaba desde su aparición, que era comenzar con la sección de Internacional, y ahora lo hace con una página de Opinión, como si fuera El Mundo… o La Razón. Desde hoy, sólo La Vanguardia abre el periódico con la información del extranjero.

A los cuatro días de las elecciones parlamentarias británicas, por fin los columnistas empiezan a asimilar el resultado de éstas. Jorge Martínez Reverte (El País) muestra la frustración de la izquierda ante la victoria del amigo de Rajoy.

Ante este resultado, nuestros conservadores no han podido reprimir su satisfacción, y lanzan ya las campanas al vuelo celebrando la próxima victoria en noviembre. Si han hecho las mismas políticas de desarbolamiento de la sanidad, ¿por qué los españoles no van a manifestarse igual que los ingleses? ¿Por qué no van a mostrarse entusiasmados ante una pérdida de calidad como esa?

Están eufóricos. Y hay que preguntarse por qué. Es cierto que tienen algunas razones históricas, como, por ejemplo, que Esperanza Aguirre siga liderando las encuestas en Madrid. Los españoles tienen mucho de masoquistas. Pero yo creo que ahí se acaba la relación. No hay, si hablamos en serio, nada que indique que los españoles van a hacer lo mismo que los ingleses.

Ya, ya, pero no te lo acabas de creer, ¿eh, Jorge?

Raúl del Pozo (El Mundo) está menos enfadado que Reverte, pero es más pesimista, ya que afirma que los españoles llevamos en el ADN la corrupción.

En las elecciones que se celebraron en Andalucía y en las que se van a celebrar en toda España el 24 de mayo de 2015, los electores ni han castigado ni van a castigar a los políticos corruptos. Este dato tendría que llevar a los negros literarios a hacerse la siguiente pregunta: ¿hay tantos millones de idiotas morales como dicen los resultados electorales y los sondeos previos? Idiota moral, término psiquiátrico, el que carece de valores morales, el que no carece de facultades intelectuales, pero padece cretinismo moral.

No sé si hay en España tantos gilipollas morales como avanzan las encuestas, pero lo que está claro es que el llamado sabio pueblo español no castiga la corrupción en las urnas. No somos como debíamos ser, sino como somos; eso es sabido desde Maquiavelo: el ciudadano, como el político, puede ser corrupto. Por eso la democracia, además de votar, consiste en poner diques y controles para evitar la corrupción.

Parece que estos veteranos columnistas no recuerdan la tolerancia de otros pueblos occidentales ante la corrupción, como los italianos, los argentinos o los franceses, y tampoco que en los años 70 la española fue una de las Administraciones europeas menos corruptas del ámbito de la OCDE.

CARRASCAL, CONTRA KRUGMAN Y SU SUPERIORIDAD MORAL

José María Carrascal (ABC) se ríe de esta superioridad moral de la izquierda, usando la última soflama del economista Paul Krugman, colaborador de El País, que riñe a los británicos por haber cotado a los conservadores..

Como último argumento para defender sus posiciones, Krugman utiliza el recurso supremo de la izquierda: ya que mis principios son verdades inalterables, si el pueblo se pronuncia contra ellos, el equivocado es el pueblo, no mis principios. «El pensar profundo ha sido virtualmente excluido del debate público británico», termina despectivamente su columna. Ya verán ustedes cómo Pablo Iglesias dice lo mismo si sufre un revolcón en las próximas elecciones. Estos salvadores de los pueblos con fórmulas mágicas arremeten contra el pueblo si decide no seguirlos.

Sólo hay alguien más cerril que un integrista de derechas: un integrista de izquierdas.

Fernando Rayón cuenta que Arriola se fue a Londres a seguir en directo la votación y el recuento. Y eso que Curri Valenzuela nos asegura que se retirará este año de la asesoría electoral del PP.

Aunque Pedro Arriola se fue a Londres para seguir y conocer in situ los resultados, parece que aun no ha conseguido convencer a su partido de lo que Cameron y sus gurús convirtieron en dogma de campaña: ni una palabra de la corrupción, y vender una y otra vez la recuperación y estabilidad económica.

No somos iguales. El Reino Unido de la Gran Bretaña no es España desde luego, pero hay algo que nos diferencia aun más: los ingleses se sienten orgullosos de serlo, y no solo cuando ganan sus equipos de fútbol. Los ingleses se sienten a gusto con sus costumbres, historia, aficiones, colonias, ejército… Y en España parece que, de vez en cuando, necesitamos suicidarnos colectivamente. Y no hablo de tiempos remotos ni de guerras civiles. Siempre me asombró que José Luis Rodríguez Zapatero volviese a ganar unas elecciones tras su primera legislatura. Y eso fue casi ayer.

Por último, David Gistau firma ‘Mariano, the premier’, una ironía sobre el gusto de los políticos españoles, tan catetos ellos, de apropiarse de victorias ajenas.

Pocas veces ha sido posible ver a la vicepresidenta del Gobierno disfrutar tanto como cuando compareció el pasado viernes para informar de los resultados electorales. Su euforia era compartida por el entorno mediático del PP, que también salió a los caminos a anunciar la buena nueva: Mariano Rajoy acababa de arrasar en las elecciones británicas, donde graciosamente delegará su puesto ejecutivo de Downing Street en un tal David Cameron, de sonrosadas mejillas.

Nos reímos cuando Podemos trató de apropiarse de la victoria de Tsipras. Nos reímos cuando tanto UPyD como Ciudadanos admitieron que los españoles somos tan burros que les iba a costar más de lo previsto transformarnos en daneses. Ignoramos todavía cuál es el país en el que quiere diluirnos Schz para confirmar él también el viejo axioma de que español es quien no puede ser otra cosa.

Qué poco merece el electorado español a Rajoy. Por levantisco. Por castizo. Por protestón. Por repugnarle la corrupción de todos esos personajes de Scorsese que el partido conservador inglés jamás creó. La victoria de Rajoy en el Reino Unido ha permitido a su entorno mediático imponer el paradigma social para este año de elecciones: o votas PP, como los sabios ingleses, luz victoriana iluminando el mundo, o eres un tarado autodestructivo.

En su billete, Màrius Carol, director de La Vanguardia, da la interpretación más curiosa de las elecciones británicas que he leído. Aunque Cameron ha obtenido mayoría absoluta, debe negociar con los nacionalistas escoceses, que perdieron el referéndum de independencia.

Los 56 escaños de SNP (de 59 posibles) los convierten en el tercer partido del país y ponen de manifiesto que, aunque no sean decisivos, porque los tienen mayoría absoluta, Cameron deberá dar una salida más que generosa a las demandas del pueblo de Escocia. Y Murray, hijo de tonelero, siempre podrá pensar que un barril resulta un buen traje en Westminster para no enseñar las vergüenzas.

SUSANA DÍAZ NO PUEDE NOMBRAR A ENCHUFADOS

Y del norte umbroso de Shakespeare al sur soleado de los hermanos Machado.

Ignacio Camacho (ABC) explica el chantaje de Susana Díaz a PP, Podemos y Ciudadanos de que no le impidan gobernar por el bienestar de los andaluces.

A tenor de la queja plañidera de Susana Díaz por el bloqueo provisional de su investidura cabría colegir que Andalucía está en severo riesgo de síncope institucional y que la supuesta intransigencia de la oposición mantiene a los andaluces como huerfanitos desamparados, ayunos de bienestar y desasistidos de gobernanza. Nada más falso. La normalidad es plena en la vida diaria.

Los hospitales están abiertos, los colegios dan clases, las casas tienen luz y agua corriente y los trenes circulan con la relativa puntualidad de costumbre. Cada mañana los funcionarios acuden a sus puestos de trabajo. La actividad de la por cierto muy extensa Administración continúa tan eficaz o tan inútil como antes. Hay un presupuesto público aprobado y en vigor hasta diciembre.

Y ni siquiera es cierto que falte Gobierno: existe uno en funciones presidido por la misma persona que clama por su pronta proclamación para un nuevo mandato. Lo único que ese Consejo no puede hacer es nombrar cargos ni tomar decisiones de nuevos gastos. Y ésa podría ser una buena razón para no darse prisa en relevarlo.

Enric Juliana avanza en La Vanguardia un argumento del PP: el desorden en Andalucía prueba la necesidad de gobiernos de mayorías amplias.

El actual marasmo andaluz ofrece al PP otro valioso argumento: Andalucía podría ser el aperitivo de una España con municipios y regiones ingobernables después de las elecciones del 24 de mayo, si los nuevos partidos, temerosos de ser encasillados como auxiliares del PSOE o del PP, se resisten a formar mayorías estables antes de las elecciones generales de invierno. Un precioso argumento para Rajoy: el riesgo de una España ingobernable mientras la economía comienza a recuperarse. El lema de oro del centroderecha en los próximos meses -«o nosotros o el caos»- se está labrando en la ceca andaluza.

José Antonio Zarzalejos alaba a Albert Rivera y acaba disparando a Esperanza Aguirre: le dice al primero que tiene su permiso para hacer pactos después de las elecciones, pero no de cualquier tipo, ¿eh?

Que tienen derecho, sin embargo, a no asumir por anticipado compromisos -mucho menos generales- de apoyo a unos o a otros hasta que el día 25 de mayo no se visualice el mapa del poder territorial en España. Porque la nueva política consistiría en ejercer el poder con coherencia pero según los distintos contextos y con «sensatez», que es como Ciudadanos define su cambio. ¿Sería lo mismo apoyar a Aguirre para la Alcaldía de Madrid que a Luisa Fernanda Rudi para la presidencia de Aragón? Evidentemente, no. Hay políticas basculantes que resultan razonables y nada sectarias.

BUSTOS Y EL PREMIO AL «SILENCIO DE LAS PISTOLAS»

En La Vanguardia prosigue el bombardeo contra las personas y las listas de izquierdas que restan votos a los partidos del separatismo como ERC y la CUP. Francesc-Marc Álvaro mantiene la conspiranoia y acusa ahora a Ada Colau, como antes a Pablo Iglesias, de estar movida por los poderes fácticos.

Los poderes del Estado saben que ni el PP ni Ciudadanos -a pesar de la subida de los de Rivera- están en disposición de tener la alcaldía barcelonesa y también saben que el PSC ya no es lo que era. El mal menor, visto desde Madrid, es una Barcelona gobernada por Colau con el concurso de las izquierdas varias, porque eso debilitaría a CiU, Mas y todo el soberanismo de cara al 27-S. También incrementaría las diferencias entre convergentes y republicanos.

El objetivo de Barcelona en Comú coincide con el objetivo de los poderes de Madrid: la destrucción del mayor espacio nacionalista. Nueva política con una meta antigua. El amigo Andreu Barnils se pregunta desde Vilaweb cuántos concejales independentistas lleva Colau, para hacer sumas. Es una pregunta sobrante, cuando la haces a los que no quieren pactar nada con las siglas que articulan una mayoría indispensable para saltar la pared.

Xavier Antich se centra en el Coletas, que para él es un facha objetivo, ya que niega el derecho de autodeterminación de Cataluña.

Traducido: en el marco actual, nada de nada. Y, tras el supuesto proceso constituyente, los catalanes podrían expresar, pero sólo expresar, su opinión, y «una asamblea constituyente tendría que tener en cuenta lo que han dicho los catalanes votando». Tendría que tener en cuenta, sólo eso. Negativa explícita, pues, en el marco actual y en el nuevo marco propuesto, a que se reconozca la soberanía de Catalunya para decidir su futuro. Catalunya podrá opinar y su opinión deberá ser tenida en cuenta. No sé en otras cuestiones, o sí, pero en lo que respecta a Catalunya, Podemos no aporta nada nuevo. Fin de la ambigüedad. Para tener en cuenta también el 24-M.

Sin embargo, Federico Jiménez Losantos sostiene en El Mundo que Iglesias ha asumido el discurso del catalanismo.

Iglesias -que presumía de no ser «casta»- ha hecho este fin de semana en Barcelona algo más que subir el tono: renunciar a un discurso nacional. Podemos debía presentarse allí como un partido comunista bolivariano a la española, que ataca la falta de «patriotismo» de los ricos, o como un viejo partido ultraizquierdista más, que asume un discurso separatista, carca hasta la náusea, que exige privilegios fiscales y persigue el derecho a usar la lengua común, el español.

E Iglesias ha dicho que Cataluña debe tener un tratamiento fiscal distinto y que la única lengua que necesita protección es el catalán, «que se habla en Cataluña, Valencia y Baleares». Como Jon Nieve, Pablo no sabe nada; es el típico analfaprogre de Madrid que se gusta cantando ‘L’estaca’. Pero en esas tres comunidades hay una mayoría castellanohablante discriminada por CiU, la Esquerra o el PP, privada de unos derechos que agravan su desigualdad social. ¿Y le da igual? Iglesias ha inventado el igualitarismo asimétrico… de Maragall

¿Cómo explico yo, amigo lector, esta diferencia de interpretaciones de un mismo discurso? Para mí lo destacable es el miedo que tienen en Barcelona los burgueses de CiU a quedarse sin el chollo de la Alcaldía.

Jorge Bustos escribe en El Mundo un reportaje sobre San Sebastián, a donde ha acudido para describir el ambiente electoral. ‘Síndrome de Estocolmo en la Guipúzcoa de Bildu’ se titula.

Más allá de que Bildu logre o no retener Donostia finalmente, el hecho es que no recibe voto de castigo pese a los fracasos de su gestión. Y éste no es el único premio con que el síndrome de Estocolmo parece distinguir el silencio de las pistolas.

En la capital de Guipúzcoa ya no hay asesinatos, ni autobuses incendiados, ni manifas con carga, ni apenas pintadas -¿para qué, si quienes las pintan y quienes deben limpiarlas son hoy los mismos?-, ni tanta cartelería proetarra como hasta hace nada espesaba la atmósfera en los aledaños de esa calle 31 de Agosto que hoy premia el ‘New York Times’ y ayer albergó el crimen de Ordóñez. ETA ya no mata pero la calle sigue siendo suya. Mandaba porque mataba y ahora ni mata ni roba ni quema cajeros. ¿Qué más se puede pedir?

Muy deprimente, amigo lector. Sobre todo, después de la entrevista-lametón de Jordi Évole a un etarra asesino.

PRADA SE PREGUNTA SI EL NAZISMO HA SIDO DERROTADO

El aniversario de la derrota del III Reich por los Aliados también inspira a varios columnistas. El más cáustico es Juan Manuel de Prada (ABC), que duda de la derrota del nacionalsocialismo.

Ha sido, en efecto, el Nuevo Orden Mundial el que ha hecho realidad el sueño del nazismo; ha sido el Nuevo Orden Mundial el que ha impuesto el paganismo eufórico y endiosador del hombre, el desprecio de la ley natural y divina, la confianza ciega e idolátrica en el progreso, el deseo seudomesiánico de alcanzar una unidad universal de hormiguero, la exaltación del individualismo y a la vez la deificación alienante de la «voluntad general», el triunfo del igualitarismo que conduce a los pueblos a la servidumbre, la aversión a las sociedades naturales (unidas por lazos de sangre y espíritu) y su sustitución por sociedades de masas, la imposición de una moral estatal, el suministro de placeres plebeyos y derechos de bragueta que mantengan controladas a las masas, a la vez que las tornan más y más egoístas. Ha sido el Nuevo Orden Mundial el que ha consumado, en fin, el sueño hitleriano de una civilización degradada y desespiritualizada.

A lo mejor es este triunfo del nazismo bajo disfraz democrático lo que el Nuevo Orden Mundial celebra con tanto alborozo, mientras permite que las masas cretinizadas retocen en la montaña de mentiras que ha creado para su diversión y esparcimiento.

Alfonso Ussía (La Razón) se fija en asuntos más superficiales, como la vestimenta de los antiguos rojos, que habrían cortado la coleta al Coletas.

El comunismo fue muy estricto con las apariencias. Los civiles con corbata, y los militares perfectamente uniformados. Ante la antiestética casposa de un perroflauta advenedizo con camisa sudada y coletas, un comunista ruso muestra siempre recelos de comparación y cercanía. (…) Para el que firma, el Ejército ruso es música, arte y emoción.

A ver qué le parece a Hermann Tertsch esta opinión…

¡Cosas veredes, amigo Sancho! Cuando César Vidal estaba en Es.Radio y Libertaddigital.com, no paró hasta conseguir que se echase a Pío Moa por diferencias sobre la interpretación histórica del franquismo y la influencia católica en España. En su columna de hoy en La Razón, Vidal coincide con Moa en atribuir a la URSS de Stalin el principal papel en la derrota del Eje

Guste o no guste reconocerlo, si Hitler fue derrotado se debió fundamentalmente al sacrificio de Rusia. No me refiero sólo a sus más de veinte millones de muertos en la lucha contra el III Reich, sino a sus triunfos militares. Es cierto que los británicos vencieron en El-Alamein, pero la gran batalla, la mayor de todos los tiempos, la libraban en paralelo los rusos en Stalingrado. También los anglo-americanos desembarcaron en Italia, pero fueron los rusos en esos días los que quebraron la columna vertebral de la Wehrmacht en Kursk. Nadie duda que, en junio de 1944, los aliados occidentales llegaron a Normandía, pero la operación hubiera sido un desastre de no haber lanzado Rusia una ofensiva que paralizó en el Este a un número de divisiones mayor que el estacionado en Francia. El mismo Churchill reconocería que cuando tuvo lugar la apertura de aquel segundo frente, los rusos ya habían despanzurrado -cito literalmente- al ejército alemán.

Ni una mención a la alianza de Stalin con Hitler, que permitió a éste atacar a Polonia y a Francia entre septiembre de 1939 y junio de 1940; ni a la pésima estrategia de Stalin ante Barbarroja, que causó millones de muertos; ni a los suministros de EEUU, desde camiones hasta alimentos, que permitieron al Ejército Rojo seguir funcionando.

Almudena Grandes escribe en la última de El País una serie de consejos para regenerar la política española.

La necesidad de construir un modelo más abierto, que propicie la participación de los ciudadanos en los mecanismos del Estado -esa democracia participativa que todos los partidos ensalzan en público para congraciarse con los diversos indignados que hoy constituyen la mayoría más absoluta del pueblo español-, empieza por ahí. Quizás el incremento de exigencia de los electores acabe siendo la aportación decisiva de los partidos emergentes al sistema democrático español, aunque eso no implique necesariamente que sean ellos los más beneficiados a corto plazo. A la larga, sin embargo, todos saldremos ganando.

Algo cínica me parece Grandes. Su soflama es igualita que las declaraciones de Javier Arenas sobre renovar la política. ¿Es que Almudena Grandes no ha sido musa de Izquierda Unida, es que su compañero/pareja de hecho o como se llame no es candidato de IU a la presidencia de la Comunidad de Madrid, es que IU no ha apoyado al PSOE en Andalucía durante décadas, así como en otras Administraciones?

Y Pedro G. Cuartango nos sigue contando su niñez en El Mundo.

Comienzos de los años 60 había en Miranda una docena de televisores. La gente escuchaba por la radio los seriales y los partidos del Real Madrid. Mi padre, que era abogado, compró un Marconi con los honorarios de un pleito. Entonces, la televisión comenzaba a las siete de la tarde con la carta de ajuste.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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