OPINIÓN / REPASANDO COLUMNAS

Enric Juliana: «Aznar teme un espectacular butrón en el centro y por ello se dirige a los electores tentados por Ciudadanos»

Manuel Jabois afirma que en la generación de Rivera y de Iglesias se encuentran "los mejores fascistas de nuestro tiempo"

Antonio Lucas defiende su columna ante el nuevo director de El Mundo

Amigo lector, si usted, mientras me ofrece un cigarrillo, me preguntase cuál es el asunto más destacado de este 13 de mayo de 2015, en la prensa, le contestaría que la ruptura de la historia de amor entre los columnistas y Albert Rivera. ¡Cómo le están lloviendo palos a quien fue la gran esperanza blanca del centrismo después de sus propuestas de jubilar a los cuarentones y de permitir sólo dos personas por habitación!

Federico Jiménez Losantos (El Mundo), que titula su columna ‘C’s contra la ciudadanía’, acusa al partido naranja de pretender que los Ayuntamientos despojen del derecho de voto a los ciudadanos.

Resulta que para combatir lo que llaman «pisos patera», supongo que refiriéndose a los que albergan o hacinan a inmigrantes ilegales, van a decidir el número de personas que debe haber en una habitación y si hay más de dos, al multazo municipal se añadirá, por el propio Ayuntamiento, nada menos que la anulación del empadronamiento, que, como todos saben, nos priva automáticamente de la posibilidad de votar. O sea, que por una sanción municipal -rabiosamente anticonstitucional- lo que se plantea es nada más y nada menos que privar de los derechos de ciudadanía a los infractores.

Vamos, que si el CAC denuncia a los de Ciudadanos al ayuntamiento barcelonés y éste los quita del padrón, adiós al partido de Rivera. ¡Ciudadanos contra el derecho de ciudadanía! Yo creo, sinceramente, que para Rivera ha llegado el momento de pararse y meditar. Una dieta de tres días sin televisión le sentaría bien al Divino Impaciente.

ENFADO CON EL JUVENIL RIVERA

A José Oneto, que ya escribía en los periódicos cuando servidor empezó a leerlos, lo de la jubilación forzosa le sabe a cuerno quemado. Lógico, tiene 73 años. ‘La estupidez generacional de Rivera’ se titula su columna.

No sé si una de sus últimas declaraciones sobre el relevo generacional son exclusivamente obra suya, una estupidez con derechos de autor o, por el contrario la estupidez es de un asesor desconocido

Confiar sólo a las nuevas generaciones, a las generaciones nacidas con la democracia, el necesario y urgente proyecto de cambio de España, es dejar reducido el espacio de debate a una asamblea de Facultad y, en ese escenario, quienes siempre ganarán porque conocen muy bien el terreno que pisan, es Podemos, con los que Rivera está dispuesto a pactar simplemente porque hay una sintonía generacional. Para ese cuarto proyecto del que habla el líder de Ciudadanos, hace falta una probada y dilatada experiencia política, una mochila muy grande de sentido común y talento, puntos de referencia maduros (aquí también ganaría Podemos) y expertos de todo tipo y de todas las generaciones posibles.

A menos que en lo que esté pensando el señor Rivera no sea en una regeneración, sino en un simple arreglo.

Luis Ventoso (ABC) reivindica a los ancianos, como la reina Isabel II y el papa Benedicto XVI.

Azuzado por la necesidad de mantener su momento mediático, Rivera trenza un sofisma brillante tras otro para marcar diferencias con las grisuras oratorias y estéticas de Rajoy (sí, Albert es más guapo y más joven… ¿Y?). A veces lanza intuiciones correctas. Pero con tanta verbosidad suele acabar en el oxímoron, enunciando una cosa y su contraria, o en la simple bobería, como con la brillante propuesta de excluir de la política a los mayores de 36 años.

Gandhi independizó a la India con 77, Churchill y Roosevelt eran unos carcamales cuando pararon a Hitler y Miguel Ángel remató el Juicio Final de la Sixtina a los 66. Pero ellos hacían cosas concretas, claro. Ahora lo que se lleva es el neo déspota-ilustrado, carente de la más mínima experiencia práctica y que da bien en televisión. Pero moda y urna no son lo mismo. Ed Miliband, campeonísimo de todos los enterados de la inteligencia-mediática londinense y de la zurda BBC, ya está en Ibiza. Jubilado y mirando la puesta de sol en un ‘chillout’.

La columna ridícula del día la escribe Manuel Jabois en El País sobre la renovación riveresca. ¡Qué cosas pasan en el periódico guía de los progresistas! El presidente del diario, Juan Luis Cebrián, que ya no cumplirá los 70 años de edad, se apunta al cambio generacional y lo pide para todo el mundo, salvo para el periodismo. Y el columnista Jabois, nacido en 1978, desconfía de los jóvenes, porque traen el fascismo. El escritor gallego empieza con una frase de Perogrullo:

Alejandro conquistó el mundo a los 28 años y Rivera con 36 no pudo conquistar Cataluña, que sólo es un poco más grande.

Hombre, si Rivera hubiese tenido las falanges (¿lo pilla, amigo lector?) del gran Alejandro, quizás lo habría hecho. Y luego nos advierte de que el huevo de la serpiente se está incubando.

De la misma manera que los líderes de Podemos tienen cuidado de no ganar dinero de más, no viajar en primera o ir al Ritz a regañadientes, los de Ciudadanos van a tener que acreditar ser los primeros bebés de la democracia para ser garantía de cambio, como si el futuro de España se hubiese decidido en los paritorios. Olvidando que entre los born to run se encuentran los mejores fascistas de nuestro tiempo, porque no han conocido lo ultra salvo como utopía, por eso hay compañeros de generación de Rivera o Iglesias que reservan su afán de regeneración y su juventud a levantar el brazo como posesos, a veces incluso en la intimidad.

El joven Jabois, como el viejo Haro Tecglen, con el grito de guerra para bloquear todo debate y toda idea que le moleste: ¡que vienen los fachas! Nombres, Manolito, danos nombres. Qué pena que los tópicos establecidos ahoguen a Jabois, porque en su columna hay imágenes divertidas, como ésta:

Que La Moncloa era una discoteca de sesión de tarde lo sospechábamos, pero ahora en la puerta van a pedir carné.

Sobre el franquismo y la edad, escribe también David Gistau (ABC), pero con mucha más inteligencia. Primero le aconseja silencio.

Albert Rivera debería considerar que el secreto de su éxito no sólo no depende de las cosas que dice, sino que éstas lo ponen en peligro. En eso recuerda a Marilyn. Empieza a oírse un redoble de tambor de allá va el trapecista cada vez que le ubican un micrófono delante

La abdicación del Rey impuso un desplazamiento generacional del cual sólo se han preservado la presidencia del PP y la portería del Real Madrid. Pero es que Rivera, buscando una partición generacional que sustituya la ideológica, acaba de declarar que cualquier persona mayor de 38 años es inválida para la vida pública. Que la refundación nacional y la búsqueda del porvenir son empresas que quedan acotadas para los nacidos en el 78 o después. A partir de los 39, búsquese usted un «hobbie» y no moleste.

El listón es ya tan bajo que no se trata de jubilar a la generación del Rey, sino a cualquiera, a juzgar por la frontera temporal trazada por Rivera, que haya cometido el delito de estar vivo durante los estertores del franquismo. Aunque fuera en edad de manchar pañales. Haber existido bajo Franco entraña un riesgo de contaminación por contacto que excluye al posible portador de franquismo vírico de la vida en democracia. Para detectar el ébola al menos hay un «test».

Y Julián Cabrera (La Razón) se centra en la política de alianzas que puede realizar Rivera después de las elecciones.

Rivera es un político joven con cierta tendencia freudiana a «matar al padre» y probablemente tenga demasiado presentes algunos errores de aquel «CDS», que entró en coaliciones de gobierno para ser fagocitado después por el socio de mayor envergadura.

El error de Ciudadanos puede ser el otro extremo, la premeditada equidistancia para evitar el desgaste antes de las elecciones generales, tal vez ignorando a unas bases que, aun procediendo del desencanto hacia PP y PSOE, quieren que su voto valga para algo y demandan gestos en favor de la gobernabilidad y la estabilidad institucional.

PREGO AÑORA UN TÁNDEM RAJOY-AZNAR

Las últimas ideicas de Ciudadanos han conseguido que apenas se hable sobre el regreso de Rocky-Aznar al ring. El expresidente del Gobierno y presidente de honor del PP intervino ayer en un mitin en Zaragoza.

Victoria Prego ha quedado encantada y propone un tándem entre Aznar y Rajoy. Me parece que la periodista de El Mundo sigue con los ckichés de la Transición: Suárez y Abril Martorell, Felipe González y Alfonso Guerra.

Este es el tipo de mensaje que se echa de menos en el presidente Rajoy. El de Aznar fue un discurso sobre todo político en el que no tuvo que echar mano de ninguna cifra para recordar con contundencia que el PP había sacado por dos veces a España del desastre y por eso había conseguido garantizar el Estado del Bienestar que los socialistas habían puesto, también por dos veces, en serio riesgo.

Si no fuera porque su relación no es precisamente íntima, compondrían un buen ticket electoral: el presidente del Gobierno vendiendo su gestión económica; Aznar lanzando el discurso político que muchos han reclamado durante meses pero sin éxito a Mariano Rajoy y que su antecesor maneja con indiscutible convicción y con tanta energía como eficiencia.

Al Partido Popular le convendría en estos momentos de dificultad tirar con más frecuencia del ex presidente porque está claro que él es más capaz que cualquier otro líder del partido de conseguir que los electores infieles acaben regresando, como el hijo pródigo, a la casa del padre. Porque, a estas alturas del campeonato, no pueden desperdiciar sus activos si quieren salir relativamente bien parados de la contienda.

Enric Juliana (La Vanguardia) une a Aznar y a Felipe González en la preocupación por el destino de los partidos que fundaron. El corresponsal de La Vanguardia en el extranjero, perdón, en Madrid, deja claro que para él Felipe es más simpático que Aznar.

Aznar habla menos que González y siempre parece profundamente enfadado. La relación de José María Aznar con el concepto felicidad es un misterio. González también está enfadado con el mundo, pero de otra manera. El veterano almirante socialista habla, habla, habla, como un escritor latinoamericano en los funerales de la mamá grande. Habla para calmar una angustia profunda, que no logran atemperar los baños con hojas de orégano y salvia que tomaba el general Bolívar en su laberinto. Mientras habla va dejando caer ideas fundamentales. Hay que saber recogerlas.

Y después de dejar claro en qué bando está, Juliana por fin se mete a explicarnos el discurso de Aznar.

Aznar teme un espectacular butrón en el centro y en Zaragoza se dirigió a los electores tentados por Ciudadanos, el partido hoy mejor tratado por la televisión privada española. El ex presidente fue directo al grano: «Yo respeto los motivos de todos, pero a los que se han ido lejos les pido que se acerquen. A los que sienten desafección les pido confianza. Si votando a otros creen que votan al PP, simplemente que lo piensen. ¿Qué garantías tienen que ese voto no irá a parar a otras manos?. ¿Quién puede ocupar hoy la centralidad en España sino es el Partido Popular?»

Aznar y González se pasean de madrugada por la cubierta de sus respectivos barcos, otean el horizonte y ven lo mismo. Y temen lo mismo. La zozobra y el naufragio de los partidos que refundaron

Jaime González (ABC) interpela a Mariano Rajoy, ya que de él es la responsabilidad de salvar el PP. Comienza con un reproche a Pedro Arriola, que ha sido consejero áulico de Rajoy y antes de Aznar.

Convertir el «centrismo arriolista» -nada que ver con la centralidad- en el eje de su estrategia ha tenido efectos demoledores en un partido cuyas señas de identidad se han ido difuminando progresivamente ante los ojos de muchos de sus votantes, convertidos en convidados de piedra de un movimiento táctico que no ha producido ningún rédito. Más bien todo lo contrario, porque tratar de situarse a mitad de camino entre la derecha y la izquierda renunciando al combate ideológico ha provocado el recelo y el desánimo de una buena parte de su electorado, por mucho que los resultados en materia económica sean bastante más que meritorios.

Y prosigue con el reproche a Rajoy:

El regreso del expresidente, ayer en Zaragoza, al ruedo electoral puede servir de chute de autoestima o de bálsamo reparador del espíritu, aunque no nos engañemos: Aznar puede ser un efecto placebo para el desistimiento forzoso de no pocos votantes, pero el único antídoto eficaz pasa por que el PP se reencuentre a sí mismo y salga de esa atonía que está devorando el alma de un partido que corre el riesgo de quedarse sin pulso.

Más que nunca, España necesita un proyecto de futuro que la izquierda, perdida en su laberinto, no está en condiciones de garantizar. Hay que combatir sin complejos ni tactismos hueros el desafío de quienes nos colocaron al borde del abismo y amenazan con volver. José María Aznar puede ser un recurso de urgencia, pero lo verdaderamente urgente es que el PP de Mariano Rajoy se pregunte ¿qué somos?, ¿qué queremos ser? y, sobre todo, si el PP es hoy lo que esperaban que fuera esos millones de españoles que también se preguntan ¿dónde está el PP?

También sobre el PP escribe José Antonio Zarzalejos, que reprocha a los dirigentes madrileños que no vendan el paráiso fiscal que es la capital del Reino, ahora que incluso los vascos están descubriendo que las Diputaciones forales les han subido los impuestos.

La campaña electoral se está yendo por los cerros de Úbeda. Si creemos eso de que «¡es la economía, estúpido!» convendría que los candidatos hablasen mucho más de impuestos, de tasas, de contribuciones… de ese sinfín de aportaciones de los ciudadanos que desde que salen de casa hasta que regresan están con el monedero o la cartera abiertos. Pagando por todo: por aparcar; por un certificado municipal; por la plusvalía también municipal de una vivienda que se ha vendido a pérdida; por un IBI de la casa habitual y de la plaza de garaje; por multas exorbitantes por infracciones mínimas -¡qué desproporción por aparcar, por ejemplo, en un lugar reservado a carga y descarga!- y, casi, por respirar.

LA EXTREMA IZQUIERDA, ¿VOLVERÁ A LAS BARRICADAS?

Y, cómo no, Pablo Iglesias también cobra. Ignacio Camacho (ABC) vincula la desaparición de las algaradas callejeras de los primeros años de Gobierno de Rajoy con la creencia de la extrema izquierda de que iban a llegar al poder pacíficamente.

La aparición de Podemos tuvo el efecto de pacificar la calle, de contener el descontento de sus bases de apoyo a la espera de volcarlo en un voto catalizado como una pedrada contra el escaparate del sistema. De hecho las manifestaciones han disminuido de forma significativa en el último año. Pero el palpable retroceso en las encuestas puede activar en sus segmentos más extremistas la tentación de regresar, incluso contra el criterio de candidatos juiciosos como Manuela Carmena, a las fotogénicas barricadas que garantizan la apertura de los telediarios. Hasta ahora han aceptado el juego electoral porque veían posibilidades de ganarlo; si éstas se esfuman es probable que no renuncien a la presión desestabilizadora de los gamonales.

El Gobierno, que cuenta con amarga experiencia de lo que significa una jornada electoral entre algaradas, tiene una papeleta sensible entre manos y debe manejarla como lo que es: un problema político. En la fiesta de la democracia no caben improvisaciones.

Raúl del Pozo asegura que lo único que ha cambiado en esta legislatura es Jordi Pujol: del pedestal al juzgado. Podemos es un tigre de papel.

Los de Podemos no han cambiado el nombre ni siquiera a la Puerta del Sol. ¿Qué fue de aquella ira en los medios, aquellos insultos en los mítines, aquellas comparaciones con Bárcenas o con Pol Pot? Mientras, la derecha, como los ovejeros que clamaban contra las vacas, llegaba en el tren blindado con un vaquero llamado Albert Rivera, un cowboy resplandeciente, que les va a diezmar el ganado.

La única estatua que se ha tumbado en esta legislatura ha sido la de Jordi Pujol, y no han sido ellos, sino los socialistas arrepentidos de haberse entregado a los nacionalistas. Monedero comparó la caída de la efigie de Pujol con la de Sadam Husein. Y no hubo más, hasta aquí llegó la riada: siguen las estatuas de los Austrias y de los Borbones, de los generales y de los marqueses.

Pablo Molina (Libertaddigital.com) la emprende con Manuela Carmena, hecha toda una burguesota.

Acusados por extrabajadores de él de haber eludido el pago de los salarios e indemnizaciones correspondientes tras el cierre de su empresa de arquitectura, la buena de Manuela Carmena se ha enredado en una madeja argumental que cada vez pinta peor para la parejita. Cuanto más habla la candidata de Pablemos, más claro queda que ambos se han comportado como los burgueses insolidarios a los que su partido ha jurado escarmentar si Carmena llega al poder.

En cambio, en La Vanguardia el señor conde de Godó ha decidido echar una manita a los rojos. Por si acaso. Albert Gimeno elogia a Carmena.

Aguirre, aspirante a emperatriz del Madrid transversal, no desea que Carmena, referente moral de quienes sudan más para llegar a final de mes, le chafe la guitarra el 24 de mayo. Su voz es tranquila pero golpea. Como cuando ayer se desnudó en público para explicar los problemas legales de la empresa de su marido. Ante la acusación optó por lo más inteligente: cruzarse en el terreno del toro de la duda y olvidarse del refugio del burladero. El toro que cría la lucha política embiste más que los que salen en la feria de San Isidro y Carmena, a su edad, lo acaba de descubrir. Carmena es diferente. También a Colau ya que ella, a diferencia de la candidata de BComú, suspira por que Madrid tenga ferias como el Mobile. La izquierda sensata.

Y Antoni Puigverd alaba a la CUP por su ascetismo.

La CUP no es un partido más: es una alternativa de vida que, por su desprecio de la cultura del dinero y por la nostalgia de la comunidad perdida (de ahí su independentismo), recuerda muchísimo a los movimientos medievales de radicalidad franciscana: aquellos fratricelli que, por su desprecio de la riqueza y el lujo, fueron combatidos como herejes. Los fratricelli de hoy despiertan cierta retórica simpatía. Me temo que, si lograran el arraigo de los del siglo XIII italiano, no caerían tan bien.

LOS PUJOL, PARA USSÍA, UNOS HORTERAS

Alfonso Ussía (La Razón) acusa a los Pujol del mayor crimen que puede cometer una persona para el hijo del conde de Los Gaitanes.

Pocos más horteras que el hijo mayor de los Pujol. Su flota de coches es impresentable. No por constituir una flota en sí misma, sino por el mal gusto de sus vehículos. Esos «Ferrari», ese «Porsche» pintado de amarillo pollo con el capó recorrido por la Señera, y hasta el más humilde, el «Seiscientos», con modificaciones «Abarth» y un radiador frontal para incentivar la refrigeración que hubieran rechazado en el decenio de los sesenta todos los pijos con «seiscientos» preparados que quemaban goma en la Cuesta de las Perdices y llegaban al «Roma», «Balmoral» , «Mozo» o «El Corrillo» con las manos cansadas de tanto volante.

Es complicado escribirlo, pero un «Ferrari», aunque sea adquirido con dinero limpio, es hortera. La gente con gusto se compra un «Morgan», que sirve para lo mismo que el «Ferrari», es decir, para nada. Pero rebosa clase.

Carmen Rigalt asegura que Francisco Umbral le enseñó a escribir y que sigue de luto por él.

Sin darse cuenta, Umbral me enseñó a escribir. Él hizo más por la lengua que todos los sabios de la RAE juntos. Era un corrector implacable. No soportaba los gerundios ni ciertos adverbios, odiaba los adjetivos previsibles, la prosa obvia, los lugares comunes y los puntos suspensivos. Siempre alabó que leyera a Pla, en cambio, no veía con agrado mi pasión por García Márquez, al que llegué a venerar como si fuera un ídolo del rock. Un día, estando con Cela y con él a la entrada de un acto, el Nobel hizo un comentario sobre el colombiano y Umbral medió: «cuidado, porque ella sólo tiene ojos para García Márquez». Salí del apuro como pude y Cela, para no desairarme, dijo: «yo también escribiría maravillas si fuera de un lugar donde las casas volaran».

Umbral sufrió el ninguneo de la literatura oficial. Ahora, cuando van a cumplirse ocho años de su marcha, el duelo sigue aferrado a la tierra como una niebla espesa. Hay que quitarse el duelo de encima y dejar que suene la música. La música de las palabras.

Antonio Lucas me causa la carcajada del día al defender su puesto de trabajo ante el nuevo director de El Mundo.

El periodismo está acosado por mil frentes: el negocio sigue sin dar pasta, el Gobierno y otros poderes fácticos acosan sin disimulo para hacer de esto un jaulón, algunos aceptan ser más dóciles… Lo de siempre. Pero cada vez se escribe con más potencia y eso nos mantiene en alto. Al periodismo le salva la opinión bien armada, en cualquier género. Es decir: la literatura, esa máquina fenomenal de emitir y compartir ideas.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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