Este 6 de julio de 2015, escribe Alfonso Ussía en La Razón una columna titulada ‘La inexistencia’ en la que arranca diciendo:
Se dice, y con razón, que quien no sale en la televisión no existe. Es mi caso. Algunos políticos han entendido la fórmula de la constancia televisiva. Iglesias y Revilla, por ejemplo, están donde están gracias a sus constantes apariciones en la pequeña pantalla. No es importante ser coherente, ni educado, ni inteligente. Sobra con la mera exposición del rostro -en todos los sentidos-, para alcanzar una gran popularidad.
Añade que:
El secreto está en la televisión. Sin ella, la nada nos rodea y nos convertimos en aire. En mi caso, que nada me aburre más que acudir a un estudio de televisión, la nada ha sido consecuencia de mi suicidio mediático, como ahora se dice.
Y concluye que:
Considero que la televisión es un mediador formidable para llevar a las casas de todo el mundo los grandes acontecimientos deportivos, las noticias más importantes del día, los eventos culturales y las magnas y espectaculares reuniones de muchedumbres. Pero no trata igual a todos. A estas alturas de la semana que se inicia, seguimos sin saber -y escribo en plural porque mis vecinos también lo ignoran-, quién ha sido el ganador de la carrera con tacones correspondiente a la Semana del Orgullo Gay de Madrid. A ver si el año que viene somos más sensibles.