Raúl del Pozo se asombra de que el Parlamento Europeo no haya tratado la crisis griega
Este 7 de julio 2015, a dos días del referéndum griego, regresamos a la política nacional. Las mejores columnas vuelven a girar en torno al gran personaje que puebla los sueños y las pesadillas de los españoles: Pablo Iglesias.
Y entre los columnistas, el sobresaliente es Félix de Azúa, que se burla del mito forjado por Felipe González (que publica tribuna en El País proponiendo un acuerdo con Grecia, pero sin prisas, ¿eh?), de que tenemos la generación mejor preparada de la historia de España. El éxito del Pablo Iglesias desmiente esa pretendida formación.
Azúa (El País) declara su próximo voto a Ciudadanos como conclusión de su observación de la entrevista a la que en La Sexta se sometió Albert Rivera: «hay que apoyar al partido que tenga como prioridad absoluta enmendar el espantoso desierto moral y educativo de este país».
En su columna, ‘Ruindades’, contrapone a Rivera con Pablo Iglesias y su demagogia.
Un periodista le dijo a Rivera que su reforma fiscal suponía bajar impuestos a la clase media, pero subirlos en ciertos artículos de primera necesidad, como el pan. Rivera adujo que, en efecto, la subida del pan suponía un porcentaje mínimo que estaba de sobra compensado por la rebaja general. Y entonces pasaron un comentario de Pablo Iglesias en el que decía que Rivera iba a subir el impuesto a las sillas de ruedas.
Es interesante advertir que un nuevo tipo de político ha hecho irrupción en el exiguo panorama de la democracia española. Un político que suele etiquetarse de populista, pero que en realidad es un demagogo insolentemente cínico. Cuando Iglesias dice que Rivera les quiere subir los impuestos a los parapléjicos sabe que habla para gente rabiosa, ese tipo de político que se ha formado en el botellón y la quema de cajeros.
Nunca, ni en los peores momentos de Alianza Popular, habíamos oído argumentos tan estúpidos dirigidos a gente tan estúpida. Nunca habíamos visto concejales y concejalas tan zafios como los que han emergido gracias a Podemos. Debemos agradecer a este movimiento que nos abra los ojos sobre el estado comatoso en que se encuentra ese segmento de la población que se supone más o menos universitaria y de clase media.
Para Alfonso Ussía (La Razón) que alguien que quiere imponernos la dictadura dle proletariado se abanique es muy poco serio… poco masculino, diríamos.
Me conmueve esa capacidad del Coletas para estar en todos los saraos. Es como la «Dama, dama» de Cecilia, el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro. El pasado sábado conllevó pancarta y cabecera de muchedumbre en la cabalgata del presumible «Orgullo Gay» celebrada en Madrid. De ahí se desplazó a su productora «La Tuerka», financiada con dinero iraní, cuyo régimen castiga a los homosexuales con la horca. La incoherencia de esta gente tiene mucho que ver con la paranoia, bellísima voz griega con un significado preocupante: «Perturbación mental fijada en una idea o en un orden de ideas».
Pero no es la paranoia la protagonista del presente texto. Lo es el abanico. En la manifestación homosexual -más política que festiva-, Pablo Iglesias llevaba un abanico, y lo manejaba con notable soltura. El abanico rompe la estética del varón. Un hombre abanicándose en público genera recelos de cercanía. El hombre que mejor ha manejado el abanico -siempre azul de mañana-, fue Jesús Aguirre, que lo llevaba a los toros, para airearse si sufría del calor o para taparse los ojos si algún acontecimiento imprevisto sobre el ruedo le producía susto.
Un tipo que pretende llevar de nuevo a España a la dictadura del proletariado no puede usar abanico, por mucho calor que tenga. Llega a una fábrica o a una mina con abanico, y va a tener que oír muchas cosas. Un líder populista con abanico es otra paranoia.
Para acabar con Iglesias, la columna de Carlos Cuesta (El Mundo) le reprocha sus manejos leninistas en Podemos para hacerse con todo el poder.
Para él también es totalmente democrático anular los círculos, remitiendo a los militantes a una asamblea ciudadana que se celebrará cada tres años. Y descubrir que los hasta 15 miembros de la cúpula encargada de «adaptar la línea política del partido a las circunstancias del momento» -es decir, los que mandan- son propuestos exclusivamente por él, como fijó a finales de 2014.
Y, por supuesto, le parece un ejemplo de democracia imponer una circunscripción única en Podemos -saltándose las corrientes de cada región de las que debían salir los futuros diputados-, para imponer a la gente de su lista madrileña en toda España.
Así es la democracia de Iglesias: un sistema que siempre le da la razón. Porque, si no, que nadie lo dude, la descalificará por ilegítimo subterfugio de la casta
MAS Y COLAU CELEBRAN COMO PROPIA LA VICTORIA DEL ‘NO’
Mayte Alcaraz (ABC) cuenta la preocupación dentro del PP por la victoria del No en el referéndum griego.
No hace mucho Mariano Rajoy comentaba a unos periodistas en privado: «Lo peor de lo que está pasando con los griegos es que si rompen con Europa, se da un mensaje muy malo al resto de la UE: que el euro no es irreversible». Esa es la lectura europea. Pero la doméstica, la puramente política, no es mejor: el portazo del pueblo griego puede perjudicar las expectativas electorales de las opciones más moderadas. Es decir, del PP. El presidente no lo va a decir en público, pero cuentan en su entorno que, como ABC adelantó ayer, «el resultado del referéndum ha sido un jarro de agua fría a seis meses de las generales».
En el Gobierno se reconoce que dentro de la falta de relato político que ha pagado el PP en las urnas, se incluye también la deficiente explicación de las reformas obligadas por Europa a España, por mucho que su aplicación haya salvado a nuestro país del rescate. Esa es la conexión entre la opinión pública helena y la española «que pueden aprovechar las fuerzas radicales para subir en las urnas». Sin embargo, no faltan otras voces dentro del PP que depositan en la evolución de los acontecimientos y en el hartazgo de los votantes de Tsipras por la prolongada penuria económica, la posibilidad de un vuelco en la percepción social a favor de la estabilidad.
Enric Juliana tituló el 6 de julio 2015 su crónica en La Vanguardia ‘Sirtaki en la (sic) Moncloa’. Hoy repite la gracia, que no tiene ninguna, la verdad. Así empieza la página y media que le ha permitido publicado Màrius Carol. Juliana presume de cultura cinematográfica. Hace unos días encajaba el análisis de Grecia en la película Los cañones de Navarone y hoy recurre a Zorba el griego (que a mí me pareció un ladrillo, qué le voy a hacer).
El Gobierno español baila el sirtaki. Ora una pierna hacia la izquierda, ora la otra hacia la derecha. Un paso adelante, un paso atrás. Hacia un lado, hacia el otro. Dos hombres con camisa blanca, agarrados por el antebrazo. Anthony Quinn y Alan Bates, en la película Zorba el griego. Luis De Guindos y Pablo Casado, ayer en Madrid, con música de fondo de Mikis Theodorakis.
Impagable, ¿verdad?
Y ya que estamos con un catalán, vamos a otro, a Pablo Planas (Libertaddigital.es), que analiza la alegría de Ada Colau y Artur Mas con el resultado de la votación en Grecia.
Ada y Artur están en la onda de que la democracia es un truño, las leyes una zurraspa y la convivencia, un bien sobrevalorado. El engendro del derecho a decidir les ata, les une, les funde y les equipara, sea para abolir España o la propiedad privada. Menos sus casas, sus cuentas y sus comisiones obreras, claro está.
Mas y Colau han celebrado el no de los griegos como una victoria propia, tal que si el Olimpiacos le hubiera metido siete al Real Madrid. En el caso de ella, se entiende. Su partido es el equivalante a lo que equivalga la Syriza de Tsipras corazón. Pero lo de Mas es un triple salto mortal con tirabuzón en una piscina vacía. Celebran en Convergència no sólo el referéndum sino el resultado, lo que muestra sin velos que el proyecto separatista de Cataluña se basa en el modelo de la invasión turca de Chipre, así como que la Unión Europea no quiere saber nada del abstruso procés.
LOS GRIEGOS VOTAN A SUS ‘CHORIZOS’ DESDE 1974
Pero siguen los análisis de ámbito europeo y filosófico sobre la crisis causada por Grecia. Ignacio Ruiz Quintano (ABC), que recuerda los griegos «llevan votando a sus «chorizos» desde el 74», asocia a Tsipras con Luis XIV en su concepto de los impuestos.
El comunismo, que es la única ideología que se ha planteado en serio (¡y en serie!) «la solución» de la homosexualidad, enarbola en Madrid la bandera arcoíris al frente del Orgullo Gay.
Y el comunismo, cuya única razón de ser ideológica es la dictadura, levanta en Atenas la bandera de la democracia, que para los comunistas se reduce a no pagar.
La democracia, pues, es Tsipras como el Estado era Luis XIV.
-Aun siendo horrible verse obligado a quemar pueblos enteros para forzar a la gente a pagar las contribuciones, como no existe otro medio de hacerles pagar, ni con amenazas ni con buenas palabras, no nos queda otro remedio que continuar utilizando estos procedimientos extremos -explicaba el Rey Sol su política de incendios en 1691.
Arcadi Espada (El Mundo) califica a Grecia de «estado fallido», aunque admira el arte manipulador de el nacionalismo, sea griego o catalán.
Décadas de envilecedora convivencia con el nacionalismo no son capaces de rebajar ni por un instante mi profunda admiración técnica por él. Grecia es el último e infalible ejemplo. El orgullo griego, van diciendo, y creyéndolo. Ahí está esa foto, una entre mil, en Syntagma, de jovencitos partidarios del No, desgañitándose con el himno nacional.
Pienso también en eso del No. Es una cuestión igualmente técnica, pero interesante. No sé si hay precedentes de un referéndum que haya convocado un gobierno para pedir el no a sus súbditos. Y digo súbditos porque un referéndum siempre otorga esa binaria condición a los otrora ciudadanos. Pero es que la treta de Tsipras fue hacer creer que el referéndum lo había convocado la Unión. Solo así pudo llenarse la boca de orgullo. El orgullo griego. Uno de los mantras más lastimosos de nuestra época. El orgullo de un estado fallido.
Toda Europa ha atravesado la misma crisis. A ningún país se le ha ocurrido echar la culpa a Europa. Se la han echado a los políticos, a los banqueros y al capitalismo, tout court. En algunos lugares, como España, unos españoles se han echado violentamente contra otros. La sucia España del escrache. Pero solo los griegos han sabido encontrar el eficacísimo remed(i)o del enemigo exterior.
Raúl del Pozo (El Mundo), que ha hablado con Esteban González Pons, se escandaliza, con toda razón, de que el Parlamento Europeo no haya dicho ni mu.
¿Qué hacen los padres de Europa? A velocidad de tortuga se reúnen, trasnochan y aplazan los problemas hasta que éstos se convierten en otros leviatanes. ¿Y qué hacen los parlamentarios de Estrasburgo? Almuerzan, alternan y se van de marcha.
Hay una leyenda urbana según la cual Esteban Pons (eurodiputado del PP) y Pablo Iglesias (eurodiputado de Podemos) frecuentan juntos las noches locas de Estrasburgo y de Bruselas, como dos bizarros soldados de los Tercios de Flandes. Pero yo no me atrevo a preguntarle a Pons por Estrasburgo -me mata-, sino por el silencio del Parlamento de Europa. «¿Alguien se imagina -le digo- que se estuviera hundiendo el denario, que era la moneda única del imperio, y no se convocara al Senado de Roma?». Esteban, tan cortés, responde: «Nos vamos a reunir hoy mismo. Vamos a hablar de la crisis griega, entre otras cosas».
Jesús Cacho (Vozpopuli.com) suspira apenado por los nuevos remiendos que va a coser la Unión Europea en el roto griego.
Pedir un tercer rescate, es decir, reclamar más dinero a los socios de la eurozona, además de contradictorio con el mensaje de orgullo e independencia del domingo, podría ser letal, como antes se apuntó, para el futuro de la Unión. Pocas esperanzas de que se alcance una solución rápida y puesta en razón: ayudas a cambio de reformas. Lo coges o lo dejas. Los riesgos para la UE, como ayer demostraron los mercados, son asumibles. Sólo hace falta un poco de valor. Pero no se engañen. Los socios de la eurozona, con el señor Hollande a la cabeza, seguirán manseando en tablas de manera escandalosa.
Nadie se extrañe si en unos días ofrecen a Tsipras una reestructuración de la deuda con quita incluida, sí, con quita, y además un programa especial de inversiones en el país heleno, en cuyo caso veremos al camarada Alexis celebrando merecidamente su triunfo y tumbándose de nuevo a la bartola, sin cumplir, una vez más, sus compromisos. Y veremos, más pronto que tarde, a la eurozona saltando por los aires.
Ignacio Camacho (ABC) elogia al 38,69% de los griegos que votaron en el referéndum contra la postura del Gobierno nacional-socialista.
En la euforia amotinada de esta mitología de la resistencia, los votantes del «sí» corren el riesgo de ser contemplados por sus compatriotas como trasuntos modernos de Efialtes, el traidor de las Termópilas. Se han enfrentado desde la íntima desazón de un drama colectivo y personal al fullero ventajismo populista. Y han perdido pero merecen el reconocimiento honorable de haber defendido su razón contra su propia conciencia escindida.
Edurne Uriarte (ABC) rasca en el dorado intelectual que aportan los intelectuales progresistas a las posturas de Syriza y Podemos.
Si los podemitas griegos han ganado el referéndum y ahora chantajean al resto de Europa aún con más arrogancia es porque su posición tiene apoyos que van mucho más allá de la extrema izquierda. Y no me refiero a la extrema derecha europea, que gana muchos votos en algunos países pero tiene poca capacidad de influencia en las élites europeas. Me refiero a los líderes intelectuales del progresismo cuyas posiciones coinciden plenamente con la extrema izquierda y cuyo representante máximo es Paul Krugman.
Cuando los artículos económicos de referencia de The New York Times y, por lo tanto, del progresismo europeo son los de Krugman, resulta que la posición de los extremistas griegos o españoles va mucho más allá de la propia extrema izquierda. (…) ¿Conocen el discurso de Pablo Iglesias en esta materia y en la económica y política en general? Pues el de Krugman es exactamente igual.
Lo que Uriarte no desvela yo lo enuncio por si alguno de los columnistas que me leen tiene a bien explicárnoslo: ¿hay un interés en las élites de EEUU, progresistas o no, por reventar el euro para eliminar un rival del dólar como moneda universal?
PREGO: OFENSIVA ‘ABERTZALE’ PARA ANEXIONARSE NAVARRA
Victoria Prego (El Mundo) analiza con pesimismo no sólo el izado de la ikurriña en el balcón del Ayuntamiento de Pamplona, sino el programa del Gobierno foral de Uxue Barkos, peón del PNV, ascendida a presidenta del Gobierno autonómico con el voto de los socialistas, de promover la expansión del euskera en Navarra.
Estamos ante una ofensiva en toda regla que parte de una constatación evidente: mientras no se imprima en el ánimo de la población la idea de que más vale decirse euskaldún que sólo navarro, y no digamos sentirse español, por las consecuencias incómodas que eso pudiera acarrear a cada ciudadano, no será posible abordar el gran objetivo de los radicales y los nacionalistas asociados: aproximar Navarra al costado del País Vasco hasta que los límites entre ambas comunidades se diluyan de manera progresiva e incesante y la ósmosis resultante las conviertan al final en una sola. En ese proceso están dando los primeros pasos.
Ésta ha sido la mayor derrota sufrida tras las elecciones del 24-M por los constitucionalistas. No hay fracaso más dramático que el padecido en Navarra, ninguna pérdida de poder autonómico o municipal tiene la gravedad del que se ha registrado en Navarra. Porque es ahora cuando empieza el mismo plan de inmersión que los nacionalistas catalanes han llevado a cabo durante décadas sin que en todo ese tiempo los gobiernos de España hayan dado muestras de enterarse del calibre del desafío.
Xavier Vidal-Foch (El País) descansa por un día de sus odas a la Grecia clásica y se enfrasca en la selva burocrática española.
¿Quiénes son los dueños del Estado español?
Una pista escalofriante nos pone sobre ellos. Busquen una crónica de Rafael Méndez, anteayer en estas páginas, relean. Explica que en un mínimo de 12 sobre los 20 casos en que España está acusada en arbitrajes internacionales por sus chapuzas sobre las energías renovables, abogados del Estado (español) en excedencia pleitean contra el Estado que los amamantó, y que los recogerá, magnánimo, al finalizar su recreo.
Cuando Ramón Tamames era Tamames, dedicó su indignado La oligarquía financiera en España (Planeta, 1977) a las criaturas cruzadas del poder económico y financiero. Al fin, árboles de hoja caduca, muchos de ellos. Los altos burócratas segundones de hoja perenne esperan su taxidermista, patriotas de puerta giratoria que España alimenta para su mejor desastre.
No puedo más que decir que estoy totalmente de acuerdo. ¿Por qué ningún Gobierno, ni en los 20 años de socialismo, pone coto a esta casta?
José María Marco (La Razón) canta al trabajo a tiempo parcial.
A los españoles nos gusta el empleo indefinido y de jornada completa. A diferencia de lo que ocurre en el resto de la eurozona, donde el empleo a tiempo parcial se aprecia más, por las posibilidades que abre, y donde en 2013 llegaba al 22,1% del total, en nuestro país sólo alcanza el 15,08%. No es tarea del Ministerio de Empleo cambiar las costumbres de los españoles, pero este conservadurismo señala hasta qué punto resulta difícil introducir elementos de flexibilidad en algo tan básico como es el trabajo.
Se insiste en que el empleo que se está creando es precario, de mala calidad. Es una falacia. Más del 90% del trabajo lo crea el sector privado: es la confianza la que está en la base de esa creación. Está creciendo el empleo indefinido, que hoy alcanza el 76,4% de los trabajadores, frente al 74,11% al inicio de la legislatura. No aumentan los contratos de duración inferior a seis meses y en 2014 eran escasos los trabajadores con empleos de muy corta duración (7% de menos de seis meses y menos del 1% para contratos de menos de un mes). Esos son los hechos, como también lo es que cualquier mejora será imposible si se detiene la creación de trabajo.
La columna ridícula del día la firma David Trueba, que riñe a los europeos por no acoger refugiados sirios recurriendo a la guerra civil española
Recordar cómo a bordo del Stanbrook se hacinaban más de 2.600 refugiados españoles, que llegaron a Orán gracias a la pericia del capitán bajo el acoso franquista, sirve para manejar con un poco más de comprensión los desbordados datos actuales de exilio en la guerra del Oriente más próximo.
No han pasado todavía ni ochenta años de aquellos días tristes, y para los españoles, el exilio masivo de otros países es una sombra lejana.
Europa va a hacerse cargo del asilo del 1%, parte de los cuatro millones de huidos de la guerra en Siria, y para dejar de mirarlos como extraños y ajenos no es mala idea rememorar el Campo de los Almendros en las afueras de Alicante, donde en el barro y la intemperie los refugiados atrapados fueron robados, vejados y alimentados tan solo dos veces en seis días.
David, tu familia, ¿se quedó en España después de la guerra?, ¿no sería franquista y falangista? ¡Qué pesadez, señor, qué pesadez! Que estos progres quieran purgar su mala conciencia en nuestros estómagos.