Este 7 de julio de 2015, escribe Ignacio Camacho en ABCE una columna titulada ‘38,69’ en la que arranca diciendo:
EL 38,69 por ciento de los griegos que votó «sí» el domingo no está a favor de que le recorten las pensiones, le cierren los bancos o le suban los impuestos. Muchos de esos ciudadanos se han arruinado o empobrecido con los recortes y viven con extrema inquietud la zozobra de su patria. La quita de la deuda y el relajamiento de la austeridad y de la presión financiera les aliviarían tanto como a los triunfantes partidarios del «no».
Añade que:
Sin embargo, fueron a las urnas a sabiendas de que el suyo era un voto antipático, adusto, a contracorriente de la alborotada demagogia nacionalista del Gobierno. Un voto fácil de estigmatizar como sumiso a la troika, dócil a la esclavitud de los mercados, refractario a la soberanía popular. Y encima perdieron y hoy llevarán a cuestas, junto a la angustia por el futuro de su país, la amargura del fracaso de su sentido de la responsabilidad.
Y concluye que:
En la euforia amotinada de esta mitología de la resistencia, los votantes del «sí» corren el riesgo de ser contemplados por sus compatriotas como trasuntos modernos de Efialtes, el traidor de las Termópilas. Se han enfrentado desde la íntima desazón de un drama colectivo y personal al fullero ventajismo populista. Y han perdido pero merecen el reconocimiento honorable de haber defendido su razón contra su propia conciencia escindida.
