Este 10 de julio de 2015, escribe David Trueba en El País una columna titulada ‘El orgullo’ en la que arranca diciendo:
La marcha del orgullo gay y el referéndum griego se erigieron el fin de semana pasado en expresiones distintas de un mismo impulso. Aún se sostiene una discrepancia entre las distintas valoraciones de la palabra orgullo. Los diccionarios advierten de que pueden confundirse la arrogancia, la vanidad y un exceso de estimación propia, con ese otro orgullo que nace de causas nobles y virtuosas.
Añade que:
Ningún avance es fácil, así que casi todos requieren de presión social y las causas nobles encuentran su mejor aliado en un punto de arrogancia y de indómita resistencia. En la votación griega, más que cualquier detalle concreto, se solicitaba al votante un gesto público de su repulsa a sentirse pisoteado, desdeñado e ignorado en la batalla financiera.
Y concluye que:
El orgullo de los griegos fue invitado a expresarse entre ambigüedades, pero vino a recordarle a quien corresponda que el concepto de Europa no es compatible con parte de sus ciudadanos en el desamparo, marginados de unos derechos mínimos, y que todas las cuentas son inaceptables si las personas se contabilizan como ceros a la izquierda.