Arranca este 3 de agosto de 2015, mes vacacional por antonomasia, con grandes firmas que aún no se han unido a la gran marea que abarrota carreteras, estaciones de buses y trenes y aeropuertos. A falta de pocas semanas para las elecciones catalanas del 27 de septiembre de 2015 y, especialmente, de las generales, previstas para finales de noviembre de 2015, este agosto se promete intenso en materia de opinión.
En ABC, por ejemplo, Ignacio Camacho insiste en ‘Acabar como Grecia’ que España puede acabar como se encuentran ahora mismo los helenos. Asegura que:
No le falta razón a Varufakis: España aún corre peligro de acabar como Grecia. Con ese aire tan pagado de sí mismo, con ese ego cósmico de descubridor de mediterráneos, con su retórica truculenta que habla de tortura fiscal, de terrorismo monetario y de despotismo sádico de la ideología dominante, el célebre exministro de Finanzas, la minerva que hasta Tsipras tuvo que apartar para evitar el descarrilamiento definitivo, no hace sino indicar el camino que conduce al fracaso griego, a la caída en ese vértigo espiral en el que las presuntas soluciones acaban siendo peores que los problemas. Un mesianismo iluminado, una dogmática inspiración redentorista, un hálito de soberbia adánica disfrazada de nacionalismo rebelde: recetas de vendedores de crecepelo, de floridos charlatanes de barraca tras cuya fachada de cimarronería palabrera no hay más soporte que una vieja demagogia populista.
Añade que:
Para acabar como Grecia, los españoles no tenemos más que seguir la estela de esos vendedores de humo, de esos traficantes de esperanzas. Aceptar su soflama nihilista, su seductora teoría de la catástrofe. Comprarles la mercancía averiada de las respuestas sencillas -y a ser posible cortas, para que quepan en un tweet- a desafíos complejos. Creer en la banalidad como estructura intelectual y en el relativismo como principio histórico. Envolvernos en la retórica de la degradación y dejarnos envolver en la sugestión de la ruptura. Perder adrede la memoria de la convivencia, la cultura de la estabilidad y del esfuerzo, y despeñarnos por el barranco del facilismo soñando con la utopía subsidiada de la gratuidad eterna.
Consentir por comodidad o por miedo el triunfo de la política del resentimiento y de la semántica del odio. Confundir la modernidad con el retorno de los rancios brujos de la discordia civil, cuestionar la legitimidad de la más razonable democracia de nuestra historia. Arrastrar estatuas y destruir símbolos como prólogo de nuestra propia tracción hacia el desastre. Exculparnos de toda responsabilidad para determinar que los culpables son siempre otros. Decaer en el compromiso individual y entregar la manija de nuestro destino a los arbitristas y a los demiurgos.
Y remacha:
No es tan complicado: basta con votar a los parientes políticos de Varufakis, o permitir que otros los traigan de la mano. Incluso, con un poco de suerte y de perseverancia, podemos -claro que podemos- llegar a parecer venezolanos.
David Gistau se centra en el inminente cierre del Café Comercial. Rezar a Carmena se titula su artículo de este 3 de agosto de 2015 en ABC:
Me entero por Hughes de que, entre los «post-it» con forma de corazón pegados a la fachada del café Comercial, que son como los candaditos del amor en el puente Milvio, hay también plegarias a la alcaldesa Carmena para que impida el cierre de tan literario establecimiento, ya que de lo del león Cecil no fue advertida a tiempo. Ni tampoco a ella la avisó el sentido arácnido, lo tendría concentrado por completo en la infructuosa búsqueda de niños madrileños con el costillar marcado para su aldea Potemkin de la compasión ideológica.
Asegura que estas peticiones implican el peculiar concepto que tienen del Estado sus ciudadanos:
Que haya gente pidiendo a un edil que impida el cierre de un negocio privado decidido por sus propietarios explica muchas cosas. Desde la estatalización de la mentalidad española, que reza al Estado proveedor -del que se espera que intervenga en todo y lo solucione todo- como antaño a la Providencia para que las cosas le sean dadas. Hasta el ambiente social que está permitiendo el auge de unos seres providenciales, mágicos, que prometen milagros y sanaciones y son creídos. También prometen paseos milicianos alegóricos que han empezado a ejecutarse, pero esa es otra cuestión relacionada con el odio heredado y la venganza, pasión española.
Precisa que al final ningún partido podrá adoptar decisiones liberales:
Carmena está inaugurando un nuevo concepto de cercanía municipal que recuerda el de los Don sicilianos -pronto recibirá en Cibeles acariciando un gato- que atienden las peticiones de sus vecinos, problemas con la acequia, falta de liquidez en la panadería, «vendetta» pendiente en el callejero… Por eso debe mantener abierto el café Comercial por imposición de manos, que es como Pablo Iglesias va a borrar de España los parados y las injusticias. Y una cantidad nada despreciable de españoles que creen en la magia está dispuesta a transferirles sus responsabilidades y sus problemas personales, incluso los ínfimos, tales como no quedarse sin el bar donde tenían la costumbre de desayunar churros o jugar al ajedrez. Por esto ningún partido político español podrá jamás asumir una actitud liberal: porque sólo conseguirá que la sociedad española se sienta estafada según el contrato de dependencia y milagros varios que tiene suscrito con el Estado y que todavía hace de nosotros los súbditos perfectos de cualquier totalitarismo con coartadas compasivas como el peronismo.
También sobre la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, escribe Ignacio Ruiz Quintano. Mucha sorna sobre su penúltima ocurrencia, abandonar el palco municipal en el Teatro Real:
Desde Denver (Colorado), nos llega la buena nueva de una ópera sobre Cecilia Giménez, la abuela del Eccehomo de Borja ( Zaragoza), justo cuando en Madrid la abuela Carmena, tras leer los escritos de Adorno sobre el público de la ópera, se ha deshecho del palco municipal en el Real, destinado a partir de ahora por Bertrán de Lis a una representación de pobres (de solemnidad, dado el incomparable marco). ¡Carmena Burana! Napoleón solía caer en accesos de fastidio en la ópera, como le pasa a todo el mundo, pero él pretextaba estar pensando en cómo combinar tres Cuerpos de Ejército en Fráncfort con dos Cuerpos de Ejército en Colonia.
Y precisa:
Para evitar que la abuela Carmena caiga en accesos de fastidio en los plenos por tener que pensar en cómo combinar en el ex palco municipal tres pobres de la Prospe con dos pobres de Lavapiés, la designación de los pobres para la temporada (Muti ad portas!) será por sorteo, a imitación de lo que hace Ramírez (nombre que Cebrián tacha con tipex en las columnas de Jabois) con los accionistas de su periódico, entre los cuales se rifan las entradas disponibles para acompañar al director al «Don Carlo» de Boadella en El Escorial.
En El Mundo, Gina Montaner dedica su columna a la situación límite que se vive en Venezuela: El imparable descalabro de la patria de Chávez. Arranca así:
El pasado lunes, el opositor y actual gobernador del estado de Miranda, Henrique Capriles,describía la situación en Venezuela como «explosiva». Tan pesimista valoración la compartía en Washington con el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) Luis Almagro, a quien Capriles planteó la necesidad de que este organismo envíe observadores a las elecciones parlamentarias que se van a celebrar en el país sudamericano el próximo 6 de diciembre.
Al líder de Primero Justicia no sólo le preocupa la transparencia de unos comicios que el Gobierno del presidente Nicolás Maduro pretende controlar con su aplastante propaganda. A Capriles, al igual que a muchos otros venezolanos, le alarma una situación económica que cada día hunde más en la miseria a la población.
Explica que:
Pocos días antes de que pidiera ayuda a la OEA con el consiguiente exabrupto de Maduro, que no perdió tiempo en tildar dicha entidad de «trasto que no sirve» manejado por «una burocracia imperial», en las redes sociales se hacía viral el vídeo de una anciana de 80 años a las puertas de uno de los establecimientos estatales, rompiendo a llorar cuando le preguntan «¿Qué aspira a comprar hoy?». En una interminable cola bajo el sol, la mujer alcanza a decir: «Lo que haya, tengo hambre». Y de ese modo su testimonio se propagó en la red social Twitter con la etiqueta #Crónicasdeunacola.
El lamento de esta señora se suma al de la multitud que se agolpa en las cadenas de distribución oficial y que no encuentra productos básicos como la leche o la harina para confeccionar las tradicionales arepas.
Y detalla como Maduro afronta el desastre:
¿Y de qué forma Maduro afronta el descalabro que su Gobierno ha desatado? De la única manera en que los populismos abordan sus propios errores: demoniza a la oposición y busca factores externos a los que responsabiliza de todos los males que hoy azotan el país. A pesar de que, según estudios recientes de Datanálisis, a los venezolanos hoy les preocupa más la hambruna y el desabastecimiento que el alto índice de criminalidad, el discípulo de Chávez acaba de anunciar otra ley habilitante a modo de cortina de humo.
En esta ocasión ha dicho que va a montar «cárceles especiales» para quienes estén implicados, entre otros delitos, en lo que se conoce popularmente como bachaquerismo, que no es otra cosa que la adquisición de productos en el mercado convencional para su posterior reventa. Al presidente Nicolás Maduro sólo le queda el recurso de los insultos y los descalificativos para defender su insostenible populismo, pero las #Crónicasdeunacola son la verdad que cada día le estalla en la cara.
En La Razón, Alfonso Merlos se ríe a mandíbula batiente de Artur Mas, presidente catalán, quien no se cansa de hacer el ridículo con la convocatoria de elecciones hasta que salga el resultado que él quiere, la independencia, y que el pueblo ya le ha demostrado en las urnas que no quieren ni oír hablar del peluquín y, en último término, tendría también enfrente a la Justicia:
De derrota en derrota hasta la victoria final. Ése parece ser el axioma que mueve en su delirante y ya larguísimo camino de espinas a Artur Mas y sus enloquecidos compañeros de aventura. Pero el destino de la hoja de ruta, en su última estación, está escrito: es el fracaso y la imposibilidad de iure y de facto de sacar adelante un involutivo plan de ruptura condenado a los ojos de cualquier compatriota sensato desde el minuto cero.
A horas de que el penúltimo mohicano del separatismo especifique el modo en el que va a convocar a sus sufridos conciudadanos a las urnas, los hechos son los que son. Incontestables. Esclarecedores. Cada tentativa de atropello a los españoles en general y a los catalanes en particular ha sido frenada por un pronunciamiento de los tribunales.
Concluye que:
Las tribus soberanistas no acatan la idea de que en este país hay un órgano al que corresponde la última interpretación de los preceptos constitucionales; y, por ende, señalar la extensión y los límites de los valores superiores que guían y sirven de marco a nuestra convivencia: la libertad, la igualdad, el pluralismo político, la unión. Todo aquello que nos ha hecho grandes como nación. No. No tienen cabida en nuestro
Por su parte, Alfonso Ussía le zurra un soplamocos a la alcaldesa de Jerez, Mamen Sánchez, por la retirada del busto de José María Pemán:
El Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, presidido por ese botijo con los meñiques bizcos, ha retirado el busto de su hijo adoptivo, don José María Pemán. Fabuloso escritor, fabuloso poeta, fabuloso español, fabuloso andaluz.
Añade que:
Estoy seguro de que la alcaldesa de Jerez no ha leído a Pemán, como pongo la mano en el fuego que tampoco a Alberti, como si leer a uno impidiera la lectura de las cosas del otro. Hoy, los huesos de don José María descansan en la catedral de Cádiz, y su busto ha pasado a ocupar un rincón de los sótanos del ayuntamiento.
Remacha así:
Como esta jauría indolente de analfabetos y resentidos se sostenga en el poder, siempre apoyado por el PSOE, el mejor lugar para encontrar la paz y rendir homenaje a los grandes y a los justos que nos han precedido, será el de los sótanos. Los sótanos callados, los sótanos repletos de bustos orgullosos y recuerdos de españoles que pasaron por la vida con señorío y talento.