Prepárense este 5 de agosto de 2015 porque viene matraca catalana para aburrir. Pasado el ‘efecto Carmona’, que vino a coincidir el mismo día, 3 de agosto de 2015, que el presidente Artur Mas firmaba el decreto por el que se convocaban las elecciones en Cataluña, los columnistas se centran prioritariamente en lo que puede suceder el 27 de septiembre de 2015 en función del Gobierno que salga elegido en las urnas para llevar las riendas de la Generalitat.
Comenzando con ABC, David Gistau se parte la caja con la escenografía a la que ha acostumbrado el presidente catalán a todo bicho viviente cada vez que tiene que firmar un decreto, ya sea unas elecciones o salvar una masa aislada en Lleida:
Me gusta la incorporación del escritorio a este nuevo momento Inoxcrom de Mas. Sugiere sentido histórico. Es una mesa hermosa, finamente tallada, perfecta para aceptar rendiciones o pactar matrimonios dinásticos en un mundo austro-húngaro de ujieres y campanillas, de taconazos viriles, de ínfulas milenarias, pero inadecuada para el póquer porque faltaría intimidad y habría que arrojar las fichas desde muy lejos. El tamaño es el inconveniente. La mesa se ve vacía y Mas luce pequeño, te imaginas que los pies no le tocan el suelo, como le pasó a Javier Clemente una vez que se sentó en el banquillo visitante de Chamartín.
Añade que:
Otro problema de la mesa es que da una impresión menos dinámica que el atril. El nuevo hombre en movimiento, alegórico de un pueblo naciente, está más apoltronado, más en la autoparodia del caudillito que se cree la consecuencia de una profunda galería de retratos de los antepasados. Una cosa chaplinesca que hace que se añore la épica y la inclinación al vals del uniforme de un figurante de Sisí. Anda, Sí-sí. Esos viejos reinos centroeuropeos cuya pompa no podemos comprender los castellanos esteparios.
En los sucesivos momentos Inoxcrom, tal vez llegaremos a un punto en que Mas saldrá a firmar algún ahora o nunca catalán transportado en una cama de hospital con ruedines. Mediado el siglo, procederemos directamente a la «oui-ja»: «Si ya por fin Cataluña va a ser independiente lleva el vaso al sí-sí».
Y ya en la conclusión adopta una pose más seria para advertir a los catalanes que el futuro depende de ellos y no de los habitantes del resto de España:
Antes que las salvaciones exógenas fácilmente asociables a Madrit, Cataluña tiene la oportunidad de decirle a Mas que hay vidas corrientes no afectadas por la fiebre y que no detectan opresión en la convivencia constitucional. Lo que no hagan por sí mismos esos catalanes no lo harán los de Miranda de Ebro.
Ignacio Camacho vuelve a estar magistral y define perfectamente a Artur Mas:
Hay algo extraño, algún mecanismo moral viciado, en una sociedad que en plena crisis de desconfianza sobre la política confía en un gobernante que hace trampas. Eso sucede en Cataluña, donde una parte significativa de los ciudadanos apoya a un presidente que no sólo es tramposo sino que blasona de serlo. Artur Mas lleva tiempo presumiendo de engañar al Estado, pese a que el Estado es también él, como si eso constituyese un gesto de astucia en vez de un ejercicio de deslealtad. Mas, envuelto en una grandilocuente mística mesiánica, tiende a sentirse un mito reencarnado: ora Moisés en el Sinaí, ora Ulises ante Polifemo. La realidad resulta mucho más prosaica: Arturo el Astuto no es otra cosa que Arturo el Fullero.
Apunta que:
La última de sus fullerías consiste en convocar unas vulgares elecciones de diputados autonómicos para convertirlas en un plebiscito subterfugial de secesión. El presidente de la autonomía catalana se ufana así de burlar su propia ley, creyéndose una suerte de príncipe de Maquiavelo. Pero lo hace porque sabe que puede hacerlo, que sus conciudadanos se lo permiten y hasta se lo jalean. Si hubiese cierta energía moral en lo que queda de constitucionalismo civil en Cataluña, su explícita declaración de intenciones dolosas merecería que alguien lo denunciase en un juzgado por estafa. O por golpismo: es la primera vez en España que se anuncia con toda formalidad oficial un golpe contra la Constitución.
Y le da un tirón de orejas al Estado por consentir las trapacerías del presidente catalán:
Podría hacerlo el Gobierno de la nación, claro, que de hecho ya lo hizo, por desobediencia, tras el referéndum de cartón piedra de noviembre. Con escasa eficacia, por cierto. Pero es que también hay una falla grave en la estructura política española cuando el poder central se deja engañar adrede. Cuando permite a una administración autonómica constituir un consejo para diseñar a plena luz un proceso secesionista. Cuando sanciona una monumental ofensa al Rey y a los símbolos nacionales con poco más que una multa de tráfico. O, sobre todo, cuando allega fondos privilegiados a esa autonomía a sabiendas de que sus gobernantes los emplean para construir estructuras de Estado.
Concluye así:
Mas el Tramposo ha llevado a su gente al borde de un abismo autodestructivo: a partir de ahora son los catalanes quienes deciden con plena conciencia si dan o no un paso adelante.
José María Carrascal también le da hasta en el DNI a Mas:
Es una estafa anunciada. Un timo descarado. Una burla a propios y extraños. Es lo que Artur Mas firmó, en una escena con aire de velatorio, a última hora del lunes. Formalmente, son una elecciones normales. Pero en el fondo, nos dice, son otra cosa, al ocurrir en una situación excepcional, que obliga a tomar decisiones excepcionales. La palabra «plebiscitarias» la usó sólo una vez, pero refiriéndose a Rajoy. Aunque sin ocultar que esas son sus verdaderas intenciones.
Añade que:
La pregunta del millón es: ¿constituye esta sarta de encubrimientos, camuflajes, tapujos un fraude de ley? Tiene toda la pinta, pero me libraría muy bien de asegurarlo. Esa pregunta no puede contestarla un periodista. Ni siquiera un político, al ser una pregunta legal, no política, que sólo pueden contestar los encargados de interpretar la ley: los tribunales. Ya sé que la Justicia es lenta, pero si acusamos a Mas de violar la ley no podemos hacer uso expedito de ella. La gran mentira de Mas es su alegación de que el Gobierno de Rajoy le impide declarar la independencia de Cataluña. No. Se lo impide la ley, la Constitución. Pero eso tendrá que decidirlo el Tribunal Constitucional, a la vista de esas elecciones, de las declaraciones y de los hechos consiguientes.
Y destaca que Mas se ha convertido en especialista en romper todo lo que toca:
Lo que sí está ya meridianamente claro es que este hombre destroza cuanto toca. Ha separado Convergencia y Unión tras una larga y exitosa etapa juntas. Está rompiendo su partido, al instar a los burgueses catalanes a votar una lista encabezada por un comunista. Ha roto Cataluña al abrir una fosa entre catalanistas y españolistas que hasta ahora habían colaborado con enorme provecho para ambos. Intenta romper España tras siglos de convivencia, en los que ha habido de todo, como en todas las historias, e intenta romper Europa, para devolverla a sus regiones, justo cuando Europa intenta unirse. Eso, por no hablar de su gestión gubernamental, en la que Cataluña no ha hecho más que retroceder.
Pasando a El Mundo, Santiago González recuerda todos los disparates perpetrados por el presidente de la Generalitat catalana desde que tomó el poder el 28 de noviembre de 2010:
A lo largo de sus legislaturas interruptas, Mas ha conseguido romper una coalición que había gobernado Cataluña durante 28 años, ha fracturado a la sociedad, ha violentado la Constitución, ha desobedecido sentencias y ha dado pruebas de su incapacidad al perder apoyo electoral en cada nueva convocatoria y de su total ausencia de sentido del ridículo, camuflándose en el cuarto puesto de la lista, después de ¡Romeva, Forcadell y Casals! La tragedia de un hombre ridículo, tituló Bertolucci una película suya, casi olvidada injustamente. Desde hace años, al mirar a Mas se me aparece la cara se su protagonista, el gran Ugo Tognazzi. Si será inane que después de pactar con Zapatero la jubilación de Maragall y su sustitución por Montilla, también se dejó madrugar por éste la Generalitat.
Y remacha:
Dicen Mas y los suyos que el 27-S comienza la desconexión. Otro error. La desconexión había empezado unos años antes en un proceso que también es doble. El exterior es su desconexión con la realidad. En su interior, la de sus neuronas entre sí. De ahora en adelante, y teniendo en cuenta la experiencia catalana, las convocatorias de elecciones autonómicas para elegir parlamentarios y en segunda derivada, gobernantes, deberían incorporar aquellas advertencias disuasorias que solían incluir los anuncios de ofertas de empleo en la prensa de antes: «Abstenerse medianías».
Y en La Razón, Abel Hernández, sobre la cuestión catalana de Artur Mas, cuenta que:
El día que Artur Mas convocaba, con nocturnidad y alevosía, para el 27 de septiembre las terceras elecciones autonómicas en cinco años con carácter plebiscitario sin decirlo ha hecho pensar a más de uno, siguiendo el delirante juego a que está sometida de un tiempo a esta parte la opinión pública de Cataluña, que en realidad el tal Mas es un infiltrado del poder central encargado de cargarse definitivamente el nacionalismo, una especie de caballo de Troya. Ya ha conseguido romper CiU y ahora lleva camino de acabar con Convergencia, el partido de la burguesía creado por Jordi Pujol, que fue su mentor.