¿No quieres Cataluña? Pues toma dos tazas y media. A ocho días de las elecciones autonómicas, este 19 de septiembre de 2015 los columnistas insisten en la cuestión catalana como tema primordial y casi único.
Como temas más allá de la deriva secesionista de Artur Mas encontramos algún análisis sobre los 100 días de Manuela Carmena como alcaldesa de Madrid y alguna tribuna hablando de los refugiados sirios.
Comenzamos en La Razón y, en esta ocasión, con una firma invitada, la del politólogo e historiador de la UCM, Jorge Vilches, que realiza una nítida radiografía de la primera edil de la capital de España:
El alarde de «democracia participativa» de la web «Decide Madrid» es un chiste: la propuesta más votada reúne 1.756 apoyos, cuando en las elecciones pasadas participaron casi dos millones y medio de madrileños. Y la paralización de los desahucios no ha sido completa. El discurso demagógico de Ahora Madrid sobre el «límite ético» de los salarios y los gastos públicos tampoco se ha cumplido: la alcaldesa sólo fue dos días en metro, los sueldos siguen como estaban, y ahí continúan los coches oficiales. Y eso sin contar que Carmena se empeñó en unas cifras de niños madrileños hambrientos, para luego rebajarlas considerablemente, y reconocer que el plan de Ana Botella era mejor que el suyo. Aun así, hay varios elementos peores, que merecen un análisis sociológico.
Añade que:
Lo primero que resalta es la soledad de la alcaldesa, que desconocía los nombres, las profesiones y las trayectorias de los que la acompañaban en la lista electoral. Monedero se encargó de ficharla tras la negativa de Federico Mayor Zaragoza, para exponerla como la resurrección femenina de Enrique Tierno Galván: la bondad y la sabiduría de la tercera edad puesta al servicio de los madrileños. Y ni siquiera Carmena pudo estar acompañada en el Gobierno por Carmona, el entonces portavoz socialista en el Consistorio, vetado por Pedro Sánchez y finalmente defenestrado. Esa separación entre Carmena y sus concejales ha supuesto la paralización de la Junta de Gobierno durante semanas, que sólo ha aprobado los temas pendientes del equipo Botella. Las únicas medidas tomadas son las simbólicas. Y aquí está el segundo elemento analizable.
Y concluye que:
Ahora Madrid es la marca blanca de Podemos. Pablo Iglesias se había negado a concurrir a las municipales y autonómicas porque aún no tenía la estructura suficiente para romper el «régimen del 78». La solución la dieron Monedero y Errejón: construir un partido fundado en personalidades y movimientos sociales, que se presentara como marcas blancas en «nombre del pueblo»; es decir, de ellos. De esta manera podía estar en las elecciones, cobrar por representación, y compensar la disminución de la financiación venezolana.
El problema era que aún no podía ejecutarse esa política rupturista, por lo que se han dedicado a la política simbólica: el cambio de nombre de las calles, la negativa al desarrollo de los grandes planes urbanísticos «capitalistas», los eslóganes facilones colgados de un balcón municipal, o las declaraciones grandilocuentes sobre los refugiados. Es política simbólica dedicada al núcleo psicológico del izquierdismo: lo emocional. Pero nada más. La afirmación de la inutilidad práctica de estas medidas llevó a que el Ayuntamiento creara «MadridVO» para denunciar las «falsas noticias», y de paso hacer una lista de periodistas «contrarios al cambio». Sí, era un Orwell pero mal hecho. En este asunto quedó al descubierto quién realmente manda en el Consistorio.
Ignacio Camacho se centra en Cataluña y asegura que a Artur Mas y sus mariachis les importa una higa dejar la autonomía hecha unos zorros porque creen que al final acabarán perteneciendo a la UE como estado independiente:
En una cosa, tal vez sólo en una, lleva razón Artur Mas: para ser unas simples elecciones autonómicas el Estado se las ha tomado muy a pecho. Para unos comicios regionales de rutina no se moviliza a Obama, Merkel, Cameron, la UE, la Banca, el Círculo de Empresarios, las Cámaras de Comercio y el sursumcorda, ni se reforma el Tribunal Constitucional en previsión de lo que acontecer pueda. Ese argumento legalista y burocrático, muy propio del marianismo impasible, se desmoronó en el primer minuto de campaña. Además de su evidente falta de peso ante un soberanismo que sí ha tomado la convocatoria por plebiscitaria, existía un riesgo claro para los constitucionalistas: desmovilizar a sus propios votantes, que como demuestra el historial de participación nunca se han interesado mucho por las elecciones estrictamente catalanas.
Camacho insiste en que Mas va a pasarse la legalidad vigente por el forro de sus caprichos:
Se trata de un plebiscito, sí. Aunque no tenga validez jurídica porque no la puede tener, su potencial conflictivo consiste precisamente en que Mas ha anunciado su intención de pasarse la ley por el forro. De tal manera que si gana, y probablemente va a ganar, se producirá una tensión legal e institucional inédita en esta democracia que ni puede ni se plantea resolver la cuestión al modo de la República: apuntando a la Generalitat con baterías de cañones. El desafío secesionista conlleva repercusiones muy serias; su empeño en avanzar por una vía cegada amenaza con desencadenar problemas realmente desastrosos que comprometerán de forma inequívoca la vida de los ciudadanos catalanes. Ciudadanos a los que su gobierno autonómico ha hecho creer que la independencia está a un inocuo saltito de la orilla como el de Jack Sparrow en «Piratas del Caribe». Y como eso no es así, ni el Estado se va a dejar romper por las buenas, conviene que se sepa que estamos ante un conflicto de primera magnitud que va a poner a prueba la resistencia de los materiales de la estructura de España.
Y tiene claro que toda esta pandilla no va a pararse en barras para destrozar lo que se les ponga por delante:
A los independentistas les da igual; al fin y al cabo eso es lo que pretenden. Si no han parado barras en fracturar la concordia civil y hasta familiar de Cataluña, si no se creen la evidencia de que la separación les sacaría de la Unión Europea, si incluso siguen convencidos de que la Liga dejaría jugar al Barça, poco les va a preocupar que el prusés acabe en un monumental descalzaperros político, jurídico, económico, financiero y administrativo que altere al límite la regularidad cotidiana. Es lo que buscan: el caos en el que pescar a la brava. Pero al resto de los catalanes, a los que rechazan el enfrentamiento, a los que quieren convivir con normalidad, a los que preocupan los saltos al vacío, sí debería importarles que se rompan las pautas estables de funcionamiento del sistema. No porque lo digan los banqueros y Obama sino porque ese colapso, anunciado y previsto, puede convertir su existencia habitual en una cosa muy, muy complicada.
El ‘aristocrático’ Ramón Pérez-Maura le propina una somanta de palos a García-Margallo por prestarse a la charada de debatir en una televisión catalana con ‘Sherk’ Junqueras:
Mariano Rajoy gusta utilizar el adjetivo «disparate» para definir algunos de los sin sentidos que abundan en la política española. Lástima que no haya recurrido a ese término para definir la iniciativa de su ministro de Asuntos Exteriores de acudir a Barcelona a debatir con el número cinco de la lista de Juntos por el Sí. Es posible que se puedan hacer las cosas peor, pero no debe de ser nada fácil.
Ya sabemos que el independentismo catalán lleva años con la cantilena de que los del PP son «máquinas de fabricar independentistas», argumento que choca con el hecho de que en los medios que controla la Generalitat su presencia esté casi vetada. TV3, la televisión pública más sectaria de Occidente, debería tener presencia fija de políticos del PP y de periodistas con argumentario afín a sus tesis si de verdad ayudan al auge del independentismo. Sería lo más coherente con su línea editorial. Pero eso no ocurre, claro.
Apunta que:
En cambio, los independentistas del sector Esquerra, sí han creído que debatir con García-Margallo les da una oportunidad. Y como la televisión pública tiene fijadas por ley las condiciones de los debates, han acudido a TV8, la cadena del grupo Godó, a la que quiero felicitar porque periodísticamente éste probablemente sea el debate más interesante de la campaña. Entre otras cosas, porque nunca antes habíamos visto uno en el que la mera alineación de los contendientes representase, antes de empezar, una clara victoria para una de las partes.
El Gobierno y el PP han seguido una línea argumental en la campaña defendiendo que una elección autonómica nunca es un plebiscito, y frente a eso, García-Margallo se despachaba ayer en ABC diciendo que «Iré al debate con Junqueras porque lo que más me preocupa es la unidad de España». Es decir, que en contra de la tesis de campaña del PP, sí está en juego la unidad de España. No es que se haya pegado un tiro en el pie, es que se lo ha dado en el tobillo.
Añadamos a ello el que debatir con Junqueras o cualquier otro candidato independentista es muy conveniente por parte del PP. Pero de candidatos del PP -o del PSC, o de Ciutandan’s- que concurran a estas elecciones. No de ministros del Gobierno de Madrid. Y de haber un ministro que pudiera tener voz en este entierro, nunca puede ser el ministro de Exteriores, que es justo lo que el independentismo quiere exhibir. En todo caso el ministro del Interior, que es el directamente concernido por el embate del rupturismo. Y encima, se da la circunstancia de que el titular de esa cartera es catalán y diputado por Barcelona. Pero debe tener un poco más de sentido común que su colega en el gabinete.
Remacha que:
Habrá quien diga que la dirección de la campaña y el propio Rajoy deberían haber prohibido a García-Margallo acudir al debate. Pero ya era imposible. El ministro se había embarcado en este disparate por su cuenta y para riesgo de todos. Y cuando ya había aceptado ir, ordenarle no hacerlo hubiera dado la victoria al rival por incomparecencia. Y todos sabemos como se vende ese producto en los medios afines al independentismo. Es que no se calla ni debajo del agua…
En El Mundo, Rafael Moyano, analiza el cambio de táctica electoral de Mariano Rajoy ahora que se acerca el momento de las elecciones catalanas, el 27 de septiembre de 2015, y, especialmente, los comicios generales:
España ha jugado mal los terceros cuartos en este Eurobasket. En el penúltimo envite de los partidos ha estropeado todo lo hecho antes del descanso y luego ha tenido que emplear toda su técnica, táctica y fuerza en los últimos 10 minutos para enmendar los desatinos de los 10 anteriores. Le pasó el jueves con Francia y, antes, con Grecia, Polonia y Alemania. En todos, final feliz. Aunque suframos, para mañana nos abonamos a un tercer cuarto desastroso si el desenlace es el mismo que hasta ahora.
Rajoy, al que tanto le gustan los deportes que se pelea por el Marca con su hijo a la hora del desayuno, también confía en el último cuarto, en el que entramos ahora en las elecciones catalanas. El Gobierno español ya ha cambiado de táctica y ha pasado a defender en zona, en la zona euro. El debate sobre la independencia de Cataluña se está jugando en esta recta final en cancha europea, con la aportación desde la NBA de un invitado estelar, Barack Obama. La acción diplomática orquestada por Moncloa en los últimos meses, según contaba Marisa Cruz en estas páginas, ha dado sus frutos, y del «es un asunto interno» se ha pasado al apoyo sin ambages. El portavoz de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, ha sido claro sobre el futuro, el no futuro, de una Cataluña independiente reiterando el mensaje de su presidente, Jean-Claude Juncker: «Quedaría automáticamente fuera de la UE». También han dado el paso Merkel, Cameron y Hollande y no es descartable que alguno más se moje una vez que lo ha hecho el presidente norteamericano. El conflicto se ha externalizado, ha migrado a la Europa sin fronteras, la misma que ahora duda dónde ponerlas. Hasta el debate estrella de la campaña va a ser el de un ministro de Asuntos Exteriores con el número cinco de la lista independentista, Oriol Junqueras, enfrente. Un puntito más de surrealismo a la situación.
Subraya que la lástima para Rajoy es no contar en su equipo con un Gasol que le resuelva los problemas:
Se dice que el cambio de táctica gubernamental trata de contrarrestar la ofensiva de la Generalitat para vender el soberanismo en Europa. Parece que, en el tercer cuarto, los independentistas se lanzaron al ataque y ganaron terreno. Lo peor de todo es que lo hicieron con dinero público, en plena campaña, para defender la lista en la que concurren.Esta misma semana han remitido a embajadas, organismos europeos o parlamentos nacionales un Memorándum, el número 20, en el que bajo el título Cataluña lista para decidir explican por qué Juntos por el Sí es la solución a todos los males provocados por una realidad histórica: «Cataluña fue absorbida por España contra su voluntad». Sí, es el 20, lo que significa que -los dos últimos años- les han enviado otros 19: «Señor embajador, otro folleto de los de la Gene: ¡qué pesaos!».
De aquí a una semana el partido estará resuelto, con los dos equipos metidos ya en bonus. En los próximos días encestarán tiros de tres, de media distancia y habrá hasta quien intente machacar la canasta para asegurarse lo votos. Se comenta incluso que lo que quiere ahora Mas es forzar la prórroga. Lástima no tener un Pau Gasol, catalán y español, que nos resuelva el problema.
Pedro Simón se mofa a mandíbula batiente de la concejal de Ciudadanos en Castilleja de la Cuadra (Sevilla), Carmen López, por pretender que todos los ciudadanos le paguen sus viajecitos desde Chicago para acudir a los plenos:
Carmen López, única edil de Ciudadanos en Castilleja de la Cuesta (Sevilla), nos ha pedido a todos los españoles que le paguemos el avión para que ella venga con la mantita azul de Air Europa a las reuniones de la cosa pública del pueblo.
El llamamiento a lo Justin Bieber tiene su aquel: desde el mismo Chicago -a donde ella se ha ido por motivos de trabajo- hasta la calle Convento -donde está la alcaldía- hay 6.737 kilómetros. Kilómetro arriba kilómetro abajo. La gente del bar Triana se lo ha tomado a coña. Eso sí, sin medir las consecuencias irreparables de la chufla. A ver qué hace ahora Castilleja de la Cuesta sin Carmen López.
Y añade que:
Nos pusimos catárticos con lo de la casta, ocupamos a cascoporro la Puerta del Sol, salimos a por los políticos tradicionales como en la película de Kubrick, desempolvamos al yerno guapo y lo pusimos de candidato de Ciutadans, cerramos las puertas giratorias con clavos y tablones como si vinieran los vampiros y hasta echamos a Rubalcaba, pero España sigue siendo lo mismo (esto ya lo he escrito): una pantalla del Resident Evil que nadie se pasa. Cuando a una concejal de pueblo se le ocurre que un avión oficial ha de venir a recogerla a Chicago -13 horas vuelo- es que no hemos entendido nada.
Uno no quiere ni imaginárselo: a Carmena pidiendo un Falcon, como cuando Guerra pidió un Mystère para eludir el tráfico por carretera; a Colau huyendo en su coche de la Guardia Urbana para eludir una multa; a Rivera robándole a los huérfanos de la Guardia Civil; a Casado mandando un SMS: «Telesforo, sé fuerte»… Conviene no olvidarlo: en política ocurre lo mismo que con el famoso cubo de Rubik, que si no está todo perfecto está mal.