LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Luis Ventoso, contra la mordaza de los separatistas: «El sentimiento español te incorpora de inmediato a la lista de indeseables del régimen»

"Si ya ni siquiera puede mojarse como español Gasol, un cosmopolita que vive en Chicago"

Luis Ventoso, contra la mordaza de los separatistas: "El sentimiento español te incorpora de inmediato a la lista de indeseables del régimen"
Artur Mas, Raül Romeva y Oriol Junqueras, en el acto de Junts pel Sí. CT

Tres días quedan para que los catalanes acudan a las urnas a votar el 27 de septiembre de 2015 y, como no podía ser de otra manera, las columnas de este 24 de septiembre de 2015 se centran en Cataluña de forma masiva.

Se analiza el debate celebrado en el Canal 8 catalán entre el ministro Margallo y el independentista Junqueras, los titubeos de Rajoy sobre si los catalanes perderían su condición de españoles en el caso de una eventual independencia o como la libertad de expresión de gente ilustre como Pau Gasol empieza a verse coartada para reconocer abiertamente que se siente español.

Comenzamos en ABC con Luis Ventoso que hace un elogio de la figura del baloncestista Pau Gasol y, a la par, critica que ha llegado a un punto la presión en Cataluña que hasta a alguien como el deportista ya le cuesta decir libremente que se siente tan catalán como español:

Millonario, espectacularmente exitoso en la cancha y adorado por el público, podría haberse convertido en un perfecto imbécil, como tantos ídolos deportivos de gloria tempranera y Ferrari pedorreante. Pero es una persona admirable. Templado y afable, con la puerta y la sonrisa siempre abiertas para atender a los chavales, alérgico a las boberías. Un gran deportista y un tipo educado.

Además, al igual que su amigo Nadal, es una persona leal con su país, como prueba sacrificando sistemáticamente sus vacaciones de verano para jugar con España. Pero esta semana le han preguntado por las elecciones del domingo y ha optado por inhibirse: «Yo me centro en lo mío y mis opiniones personales ahí se quedan».

Asegura que:

Es evidente, porque lo ha demostrado y lo ha dicho alguna vez, que Pau se siente catalán y español, que era lo normal y saludable hasta hace solo tres años. Pero esta vez no se ha atrevido a expresar algo tan sencillo. ¿Por qué? Pues porque la libertad en Cataluña empieza a ser un bien escaso según de qué pie cojees. El sentimiento español te incorpora de inmediato a la lista de indeseables del régimen.

Y concluye que:

Si ya ni siquiera puede mojarse Gasol, un cosmopolita que vive en Chicago y goza de un inmenso afecto popular, ¿cuál será la situación de los millones de catalanes anónimos que no comparten el planazo oficial de odio al vecino y separación? Significarse lo más mínimo como proespañol en Cataluña se ha convertido en un motivo de estigma público. Esa gravísima merma de la libertad es lo más lacerante de esta repulsiva historia. Sí, González, lo escribió usted bien, aunque luego se retractase raudo y medroso, acogotado por el mismo totalitarismo que enmudece a Gasol. En efecto, esto ya se ha visto y ocurrió en la Europa de los años treinta.

Isabel San Sebastián pone fino al ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, por prestarse a la bufonada de debatir con Oriol Junqueras. No entiende, y con razón, la analista política que un ministro hay podido rebajarse a esos niveles, pero mucho más alguien como el de Exteriores. ¿Acaso Cataluña es una nación separada de España? Pues no Mas, Cataluña es España por mucha alergia que te dé:

Escribo antes de ver el encuentro televisado que van a protagonizar el ministro de Asuntos Exteriores del Reino de España y el líder de un partido separatista que ocupa el quinto puesto de una lista electoral cuyo único propósito es declarar unilateral e ilegalmente la secesión de Cataluña. Los horarios de cierre del periódico así lo imponen, pero es que además, en este caso, no es preciso conocer el desarrollo de ese debate para afirmar que constituye un dislate político. Un error garrafal por parte del responsable de nuestra diplomacia y un misil en la línea de flotación del bando constitucional. Un disparate más en una larga sucesión de desaciertos difícilmente reparables.

Precisa que:

José Manuel García-Margallo ha demostrado ser tan buen canciller como mal estratega en lo concerniente a Cataluña. Su empeño recurrente en implicarse en un desafío del que debería mantenerse absolutamente al margen, precisamente por su condición de titular de Exteriores (el término lo dice todo), lejos de evidenciar su preocupación por la unidad nacional, tal como aduce él, demuestra una torpeza o soberbia dignas de mejor causa. ¿Cómo cree que va a interpretarse ese cara a cara en el extranjero, por parte de un público ajeno a los entresijos de nuestros problemas domésticos? ¿Supone que la mayoría de los medios de comunicación foráneos se molestarán en explicar su personal prurito patriótico en esta compleja circunstancia o más bien reflejarán algo mucho más evidente a primera vista, como que un representante español se enfrenta a otro catalán? ¿Y qué cree que se venderá en las huestes independentistas?

Por si no fuera suficiente con el monumental resbalón del presidente Rajoy en el jardín de las ciudadanías, demostrando no tener claro un concepto que a estas alturas del partido debería dominar, hoy habremos de lamentar más de una interpretación sonrojante de un debate-trampa gratuito, que en nada beneficia a España y ni siquiera servía los intereses del PP.

Y pregunta si nadie en Moncloa ha sido capaz de percatarse de algo tan de cajón:

Alega en su defensa Margallo que su conocimiento de Europa le permite poner de manifiesto ante los catalanes el peligro inherente a llevar hasta sus últimas consecuencias el proyecto sedicioso de Junqueras y Mas. Otro error imperdonable, porque esa hipótesis resulta simple y llanamente inaceptable. ¿Qué es eso de dejar en manos de la Unión Europea la encomienda de garantizar la indisoluble unidad de la Nación española? Esa responsabilidad recae sobre el Gobierno de España, cuyos miembros han jurado cumplir y hacer cumplir la Constitución. Dar por buena una premisa semejante, aunque solo sea a efectos dialécticos, equivale a asumir que tal situación pueda llegar a producirse, lo que proporciona una victoria política de primera magnitud a los sediciosos. ¿Es que nadie en La Moncloa o en los cuarteles de Génova se percata de algo tan obvio?

Ignacio Camacho plantea en su tribuna que el problema de las elecciones catalanas del 27 de septiembre de 2015 es que entre todos se ha ayudado a crear el elefante imaginario de la independencia:

España tiene un problema el domingo, que son las elecciones catalanas, y otro el lunes, que es el de gestionar el resultado previsiblemente favorable al bloque de la ruptura. Los constitucionalistas han entrado a fondo al trapo plebiscitario mostrado por Artur Mas, y lo han hecho porque no había otro modo de activar el voto contrario a la independencia que habitualmente se abstiene de participar en convocatorias autonómicas. Pero en ese afán de frenar la deriva radical del soberanismo han aceptado el frame del adversario y han debatido bajo un marco mental de secesión inmediata, como si Cataluña se fuese a independizar la próxima semana. Y en el fragor de esta campaña a cara de perro se han olvidado del argumento esencial, que es el de que la separación es imposible jurídica y políticamente sin el consentimiento de España. Esa es la síntesis a la que habrá que volver en cuanto se cierren las urnas, gane quien gane, y que ha quedado dañada en una estéril discusión sobre una tesis sesgada y una hipótesis falsa.

Apunta que ha sido el Estado y los partidos los que han admitido como viable esa fantasía de la independencia catalana:

Dicho de otro modo: para desmontar la fantasía de una Cataluña independiente, el Estado y los partidos sistémicos han acabado admitiéndola como viable. Se han centrado en describir las consecuencias ciertamente catastróficas de una conjetura imposible, invocando así al famoso elefante imaginario de Lakoff, cuya presencia basta negar para hacerla involuntariamente evidente. Pero además de mencionar al elefante prohibido, le han dibujado colmillos, orejas, pezuñas y toda clase de detalles. Que si los bancos, que si las empresas, que si la deuda, que si las pensiones, que si la defensa de las fronteras. Resultado: un universo contrafactual en el que todo el mundo imagina, aunque sea para escandalizarse o llenarse de pánico, cómo sería esa nueva nación que sólo los separatistas contemplaban antes de que comenzara el debate.

Y se centra en el lío dialéctico en el que se metió el mismo Mariano Rajoy en su entrevista con Carlos Alsina:

Ha sido tal la confusión sobre este delirio figurativo que hasta el presidente Rajoy se ha hecho un lío en torno a la presunta nacionalidad de los ciudadanos españoles en un nuevo estado catalán. Esa es la principal batalla ganada por el nacionalismo rupturista: lograr que los demás consideren verosímil su aspiración en vez de negarla de raíz como una superstición o una entelequia. Situar a España y a la propia Cataluña ante el espejismo de la independencia y sembrar el caos intelectual de un reflejo ficticio. Poner la música de un baile trucado.

Por eso hay que regresar cuanto antes a la cuestión esencial, que es la de la legitimidad de la soberanía nacional: no puede haber secesión si el Estado español y sus ciudadanos no la permiten. Si esta evidencia no queda lo bastante clara, el lunes tendremos a varios millones de catalanes excitados -o asustados- con la idea de cazar su quimérico elefante.

En La Razón, Toni Bolaño habla sobre el susodicho debate Margallo-Junqueras:

Margallo y Junqueras llegaron a la antigua sede de la empresa Corberó, una joya de la otrora industria metalúrgica catalana, en Sant Joan Despí, hoy sede de la televisión del Grupo Godó, cuyo buque insignia es «LaVanguardia». Acompañados por su guardia pretoriana, Margallo con camisa blanca, chaqueta azul y una flamante corbata roja y Junqueras sin corbata, camisa blanca y chaqueta gris, fueron puntuales a la cita con la madre de todos los debates de la campaña catalana. Solos ante el peligro, afrontaron un «cara a cara» sabiendo que tendría consecuencias por la expectación y el momento, y sin condiciones previas. Todo ello patrocinado por CaixaBank.

Explica que:

El «cara a cara» se convirtió en «cuerpo a cuerpo» con revolcones por el fango. Los reproches acabaron en un diálogo de sordos plagado de citas a declaraciones y a sesudos artículos de la legislación española, europea, y si me apuran, mundial. A estas alturas, estaba acumulando volúmenes del Aranzadi para intentar no perder ripio de la tertulia. Tanto García -Margallo como Junqueras estuvieron bien porque contentaron a sus respetivos públicos. En mi casa así fue. Nadie cambió de bando. Josep Cuní, el moderador, sobresaliente. Se mantuvo al margen. Dejó hablar y sólo intervino para deshacer los bucles y encauzar el debate.

Y concluye que cada uno se sintió ganador o, cuando menos, contentaron a sus respectivas parroquias:

Margalló lució su conocimiento de la materia europea. Entró al trapo y se zafó de las cintas verbales del líder de ERC. Junqueras demostró que sabe interpretar en televisión. Se desenvolvió bien convirtiendo sus intervenciones en pequeños mítines.El debate acabó en tablas. Los dos ganaron. Los dos contentaron a los suyos. Margallo y Junqueras demostraron que un debate político sin corsés es posible. Estuvieron a la altura y fue interesante. No debería ser el último.

Victoria Prego, en El Mundo, apunta que el nuevo objetivo de la pandilla de los independentistas es camelar a los pensionistas:

Los pensionistas, los votantes más delicados y temerosos, con todo motivo, han entrado de lleno en el debate. La lista de los Juntos está repartiendo propaganda para asegurar a los jubilados catalanes que nada tienen que temer porque las finanzas de una Cataluña independiente serán tan boyantes que incluso se podrán subir las pensiones un 10% sobre el montante actual.

No explican por qué razón afirman tal cosa ni hacen cuenta alguna que justifique su afirmación. Simplemente lo dicen y con eso tienen bastante. E ignoran olímpicamente los datos objetivos que dicen que en Cataluña se recaudaron cotizaciones sociales por valor de 14.500 millones de euros y, sin embargo, se pagaron pensiones por valor de 20.000 millones. Hay que ser ciego, o cerrar los ojos para no ver, para no darse cuenta de que Cataluña es deficitaria en ese aspecto, además de arrastrar un déficit considerable y tener su deuda calificada como bono basura, lo cual significa que los mercados no le van a prestar dinero más que a un interés inasumible, lo cual la encaminaría al desastre.

Subraya que:

¿Todo eso importa algo? A ellos no porque lo que venden a los ciudadanos no está relacionado con la realidad sino con la ficción. Y por eso distribuyen unos folletos donde le dicen al pensionista que puede votar tranquilamente por la independencia porque nada malo le va a suceder. No estarán ante un panorama «devastador» como advierte el secretario de Estado para la Seguridad Social, no. Al contrario, todo será mejor y más brillante. Y no hay nada más que hablar.

Hay que aceptar el hecho de que es una batalla perdida la de convencer a los ya convencidos por esa propaganda, la de intentar que no se fíen de lo que les están prometiendo. Los convencidos no quieren escuchar ningún argumento, ninguna explicación racional, ninguna exposición de los datos económicos reales porque ya tienen asumido el relato de la fantasía, tanto la que se refiere al futuro como la que habla de un pasado negro de humillaciones, desprecios y expolios.

Y asegura que:

Ahora ya no queda más que dirigirse a los otros, a los catalanes razonables que no han comulgado con esas ruedas de molino y pedirles, suplicarles, que este domingo acudan a votar. Sabemos que son muchos más que los abducidos por la nueva doctrina salvadora. En sus manos está reconducir a Cataluña por la senda del sentido común y alejarla de la locura. Hay que dirigirse sólo a ellos porque los otros están, de aquí al domingo, dramáticamente perdidos para la razón.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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