El bailecito de Soraya Sáenz de Santamaría en ‘El Hormiguero 3.0′ (Antena 3) en la noche del 6 de octubre de 2015 ha despertado la imaginación de algún columnista para poner de relieve este 8 de octubre de 2015 que los políticos, a falta de mensajes, se han lanzado a esta desenfrenada carrera de gestos de cara a la galería para intentar que la política parezca algo menos viejuno y menos rancio.
Empezamos con ABC donde Ignacio Camacho destripa con mucha ironía y mucho donaire el tema de los bailecitos:
Desde que la televisión secuestró la política para convertirla en un debate de tertulianos, los dirigentes convencionales andan en busca de una reconversión como estrellas del espectáculo. Se suben a tirolinas, intervienen en «Sálvame», participan en los lates shows o abren a las cámaras la intimidad de sus cuartos de baño. Estamos en la fase paroxística de la banalidad que Neil Postman pronosticó en «Divertirse hasta morir» hace veinticinco años. La última moda del buenrollismo televisivo es la danza, que sustituye el vacío de ideas y hace rodar por las redes sociales vídeos con estudiada apariencia de espontáneos. El último mitin del PSC en Barcelona no anunciaba discursos sino cabriolas: «ven a bailar con Iceta» decían los reclamos. Lo peor es que el candidato tuvo éxito; sin soluciones que aportar se abrió paso con una popularidad discotequera de travolta periurbano.
Añade que:
El efecto mimético ha sido instantáneo. Después de la celebrada actuación de Soraya nos espera un concurso en primetime de impostada desenvoltura coreográfica. Los políticos bailan en casi todas partes, y en las campañas de Estados Unidos se trata de un clásico; Clinton ganó un disco de platino para Los del Río y Obama no pierde ocasión de soltar su elegante ritmo afroamericano. Pero en el mundo anglosajón lo hacen por fingir desenfado y en España por pura oquedad discursiva, para obtener un mínimo de visibilidad y reclamar atención cuando no tienen modo de abrirse paso. Esta tendencia ha debido de surgir del consejo de algún asesor desesperado: si no tienes nada que decir manda subir la música y muévete con desparpajo. Danzad, danzad, malditos. Quizá crean que aportan frescura a la política o que se humanizan a sí mismos transformando los escenarios electorales en discotecas de barrio.
El problema no está en el baile en sí mismo, claro, sino en su uso oportunista para camuflar la ausencia de un relato. Funciona porque responde a un modelo de opinión pública trivializada, líquida, en la que sólo importan los impactos. En el universo twitter, dominado por el eslogan superficial y la consigna escueta, nadie se detiene a escuchar conceptos de una mínima complejidad sintáctica; cinco frases seguidas constituyen un coñazo. La posmodernidad ha jibarizado los debates e impuesto un lenguaje de gestualidad jovial, desnudo de conceptos, de pura empatía física. En medio de la deconstrucción compulsiva del pasado viejuno bailar significa parecer joven, el nuevo mantra sagrado.
Y apunta lo más trascendental, ¿cuál será la pareja de baile que llegue a La Moncloa después del 20 de diciembre de 2015?
Con las elecciones en Navidad veremos a candidatos cantando villancicos para no tener que descifrar programas. En esa fiesta musical el hierático Rajoy tal vez sea el único que no esté invitado. Nadie va, sin embargo, a revelar antes de tiempo lo que de verdad interesa a los españoles: con qué pareja piensa subir cada cual a la pista de los pactos.
Gabriel Albiac se centra en las corrupciones habidas en los dos grandes partidos estatales y también en los emergentes, es decir Podemos y Ciudadanos. Sobre este último apunta un dato importante:
También la resignación es una apuesta política. Cuando no queda ya otra alternativa. Cuando ya no se elige entre malo y bueno; ni entre malo y menos malo; ni siquiera entre malo y pésimo. Sólo entre pésimos apenas distinguibles. Ahora. Ante unas elecciones generales entre horribles. ¿Abandonar el tapete verde, salir del juego…? Lo he hecho siempre. No sé si esta vez. Está en juego, el 20 de diciembre, no un gobierno. Sí, un Estado. Y esa dimensión del envite lo trastrueca todo.
Aclara que:
Llamamos Estado a la continuidad que subyace a las combinatorias políticas: a la constante que asienta el vértigo de las variables. La Constitución fija una red de postulados y axiomas básicos que regulan sus juegos. Tras el fin de la dictadura, la Constitución del 78 asentó un bipartidismo que ahora caduca. De eso alzarán acta las elecciones del 20 de diciembre. No es ni bueno ni malo. Es. Negar la realidad sólo lleva al disparate. Contemplemos los restos del naufragio político que se consumará en diciembre. A ser posible, sin melancolía. Los relojes no pueden girar en sentido inverso sin romper todos sus engranajes.
El próximo Parlamente español se verá obligado a reconfigurar reglas básicas de juego. Y, esta vez, el reajuste estará enrarecido por el difícil encaje de tres grandes partidos mayoritarios y con porcentaje de voto equiparable (PP, C’s y PSOE), además de un neopopulismo peronista que nadie vio llegar hasta hace un año. Ninguno puede juzgar ese horizonte sin alarma.
Sobre PP y PSOE apunta lo siguiente:
El PP, que pudo hacerlo todo tras el pánico que el desbarre Zapatero impuso a los ciudadanos, ha completado con corrección sus tareas económicas. Y se ha estrellado contra la política. Sus electores se sienten burlados. Ha evitado que acabáramos en Grecia. Pero ha despertado en un caos perfecto de populismos e independentismos.
El PSOE es un barco sin timón. Que ha intentado su última maniobra desesperada. De la cual, si no tuviera éxito, saldrá deshecho. Ante la amenaza de perder la primacía de la izquierda a manos de Podemos, Sánchez apostó por regalar a sus oponentes ayuntamientos-escaparate: Madrid, ante todo. La jugada no carece de astucia: «Mirad lo que pueden hacer esos que dicen ser nuestros sucesores, si se les da ocasión. O nosotros o el caos». Y es verdad que, ante espectáculos como los de Carmena, Colau o Kichi, es difícil que ningún elector de izquierda adulta pueda hacer otra cosa que replegarse sobre el PSOE aun con la nariz tapada.
En cuanto a la formación de Pablo Iglesias:
Podemos cometió un error de principiante: precipitarse. De no haber concurrido a municipales ni autonómicas, podría exhibir ahora un capital precioso: la pureza, que los distinguía del resto. Tres meses después de su acceso a los ayuntamientos, su urgencia en colocar a novios, padres y sobrinos en cargos bien pagados ha roto el espejismo. Y el PSOE podrá desalojarlos de las prestadas alcaldías a partir de enero.
Y sobre Ciudadanos asegura que es un partido casi virgen en materia de corrupción, aunque con un pero importante para el futuro de Albert Rivera:
Ciudadanos persevera virgen. Casi. Con un cáncer local amenazante: Andalucía, donde un político cómplice en las corrupciones socialistas amenaza de naufragio a los de Rivera. Si C’s tiene el reflejo de decencia de destituir a Juan Marín, algunos pertinaces abstencionistas nos lo pensaremos. Si no es así, que los zurzan.
España será, después de las generales de diciembre, ingobernable. A la manera en que se gobernó durante casi cuarenta años. Podría serlo de otro modo. A la manera en que se gobierna cualquier país moderno. Mediante coaliciones no ideológicamente taradas. Y, entonces sí, el Estado podría ser recompuesto. Funcionalmente.
Jaime González, jefe de opinión del rotativo de Vocento, asegura en su artículo que le encantaría soltarle algo más de cuatro frescas al juez Pedraz por no apreciar delito en los tuits antisemitas y de burla hacia las víctimas del terrorismo del concejal madrileño Guillermo Zapata. Sin embargo, aclara que no lo hace porque el magistrado aplica magistralmente la ley del embudo. El mismo insulto proferido hacia una víctima de ETA no es igual que dirigido hacia el personaje togado:
Como la voluntad de Guillermo Zapata no estaba dirigida «a humillar a las víctimas», el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz archivó ayer las actuaciones abiertas por el tuit del concejal del Ayuntamiento de Madrid en el que se mofaba de Irene Villa. El magistrado entiende que la conducta de Zapata encaja «en el derecho de expresión».
En 2006, Pedraz se negó a admitir la querella presentada por la AVT contra Carlos López Aguilar -hermano del por entonces ministro socialista de Justicia, Juan Fernando López Aguilar- por los dibujos y los comentarios vertidos en un foro de internet en el que, bajo el nombre de «Sorrocloco», llamó «infame tarado» a Francisco José Alcaraz, a la sazón presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, del que dijo que «le tocó la lotería el día que mataron a su hermano y a sus dos sobrinas».
Recuerda que:
La Sala de lo Penal -como en el caso de Zapata- ordenó al magistrado que citara a declarar como imputado a «Sorrocloco», pero -al igual que ahora- Pedraz archivó el caso tras tomarle declaración. Su conducta, según el magistrado, encajaba también en el derecho de expresión.
El 19 de julio de 2011, el periodista Carlos Dávila valoró de este modo el auto de Pedraz en el que ponía en libertad al etarra Iñaki de Rentería: «A mí este tipo me avergüenza que esté en la Audiencia Nacional por mucho flequillo que lleve el cabrón». Pedraz le llevó a los tribunales -le reclamó una indemnización de 100.000 euros por «daños morales»- y el periodista fue condenado finalmente a compensar al juez con 5.000 euros, más el pago de una multa de 9.900 por un delito de injurias graves, al estimar el juzgado que «cabrón» excedía los límites de la libertad de expresión.
Y remata:
Vistos los antecedentes, me va a permitir su señoría que le exprese cortésmente mi asombro por la particular manera que tiene de utilizar el embudo: «Lo ancho para otros, lo estrecho para unos». Dicho sin acritud, por si las moscas. Sospecho cuánto vale para usted mi libertad y cuánto la suya, la de Zapata o la de «Sorrocloco»: la mía -como mucho- cuarto y mitad. Por eso, escribo con pies de plomo.
En La Razón, el economista Daniel Lacalle pone negro sobre blanco las consecuencias del último disparate del equipo podemita de Manuela Carmena al frente de la alcaldía de Madrid, prescindir de las agencia de calificación:
La decisión de Manuela Carmena de romper con las agencias de calificación no sólo es irresponsable. Es peligrosa porque pone en riesgo la financiación de una de las capitales más importantes del mundo. Y muestra un desconocimiento financiero alarmante.
La alcaldesa ha tomado una medida que puede costar mucho a todos los madrileños. Por «ahorrarse» 120.000euros,la decisión puede costarle a Madrid 70 millones de euros más en coste de deuda, y ahogar su acceso a los mercados. El 90% de los grandes inversores del mundo, la gran mayoría de ellos fondos soberanos, rechazan invertir en deuda no calificada. Al romper con Standard and Poor’s y Fitch no sólo se pierde dicha calificación, sino que puede aumentar enormemente el coste de refinanciación por no acceder a la mayoría del dinero inversor.
Subraya que:
Un emisor no calificado puede pagar entre un 3%-5% más por refinanciar sus bonos ante la baja demanda.Silosconsigue refinanciar. En 2015 vencen 487 millones de euros de deuda madrileña, y en 2016 unos 630 millones, que tienen que refinanciarse. Un total de 1.716 millones en la legislatura, que se hubieran beneficiado de una baja prima de riesgo y el apetito inversor ante el crecimiento. Hasta que llegó Carmena y sus aprendices de brujo.
La calificación crediticia no es un yogur con fecha de caducidad. Al romper unilateralmente el contrato de servicio, se pierde. Criticara las agencias de calificación por sus errores con Lehman y las hipotecas basura no sólo muestra un peligroso desconocimiento de la diferencia entre análisis corporativo y soberano, sino que ignora que es decisión de los fondos y los inversores no invertir en deuda no calificada,no un capricho o una exigencia de las agencias.
Y recuerda el reciente encuentro con la presidenta argentina. ¿Le daría ella la idea?
Madrid fue una de las pocas ciudades que pudo emitir deuda cuando los mercados estaban cerrados para el riesgo España gracias a la confianza y transparencia de los gestores del Ayuntamiento. Hoy se lanzan al vacío y piensan financiarse en unicornios. ¿Por qué lo hace? Carmena estuvo recientemente en Argentina saludando efusivamente a Cristina Fernández de Kirchner. Su marido, Nestor Kirchner, canceló deuda con el FMI a un coste del 3% y se entregó a financiarse con Chávez al 15%. El objetivo no era el coste, sino evitar que los organismos internacionales tuvieran acceso a las cuentas públicas, para manipularlas. El coste, lo paga el ciudadano.
En El Mundo, Arcadi Espada se centra en los ataques de José María Aznar al Partido Popular y su conveniencia o no a poco más de dos meses para las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015:
Hay un asunto irredimible en la relación de José María Aznar con el presidente Rajoy: de algún modo Aznar piensa que no acabó el trabajo. Maniatado por la drástica condición de limitación de mandatos que él mismo se puso, golpeado brutalmente en sus últimos días por el atentado del 11 de marzo y por la infame reacción de la izquierda institucional y de calle, brumosamente consciente de que no condujo con la suficiente grandeza política los días más dramáticos de su gobierno, Aznar considera que tiene una cuenta pendiente con la sociedad española. Con mucha frecuencia esa cuenta pendiente adopta la apariencia de una cuenta pendiente con su partido.
Le exige al expresidente del Gobierno más concreción en sus críticas:
Pero con independencia de las motivaciones más o menos confesadas que tenga, es legítimo que el ex presidente critique la conducta de su partido. A mí me irrita que su crítica adopte a menudo la retórica oracular y el pellizco de monja. Sería preferible que detallara sus propuestas y sería convincente que algunas de ellas, como las que se refieren al encaramiento del reto nacionalista, llegaran acompañadas de una generosa autocrítica. Pero esto son gustos. Su derecho está fuera de duda, e incluso el simple hecho de expresar sus opiniones, por desagradables que sean, beneficia a un partido que no se caracteriza por su ventilación.
Y le llama la atención que los ataques se produzcan en plena precampaña electoral:
No sólo eso. Es igual de legítimo que Aznar trate de influir decisivamente en la situación que vivirá el Partido Popular, en caso de que pierda el gobierno tras el 20 de diciembre. Lo que en un hombre de su experiencia militante llama la atención, sin embargo, es que su presunta intención de reconstruir de un modo u otro el PP conviva con críticas acervas en plena precampaña electoral. Paréntesis: unas críticas, en la parte que se refiere a C’s, algo absurdas. Claro que Rajoy tiene en cuenta y teme a C’s. ¡Es por eso que decide ignorarlos!
Al proceder de este modo disruptivo y no guardar silencio hasta la consumación electoral Aznar no se gana solo la desafección de la cúpula del partido y del Gobierno. Un partido político es, sobre todo, una compleja trama de afectos e intereses personales y el problema para Aznar no es que Rajoy lo considere desleal: es que pueda considerarlo así un concejal de Soria. El problema, en fin, es que el conjunto de su partido (como todos: un animalito dado al repliegue herido cuando la manada peligra) crea que un ataque de estas características solo puede provenir del exterior.