Juegan a ver quién la tiene más grande y, al final, acabarán hundidos no sólo en las encuestas, sino en las elecciones por su ego personal.
Lo cuenta a la perfección y diseccionando los detalles el editorial de ABC de este 11 de octubre de 2015 hablando de la guerra de egos que se ha instalado tanto en el seno de Izquierda Unida como en el de Podemos:
La irrupción de Podemos en el mapa político español ha hecho añicos la coalición que hasta ahora se englobaba bajo las siglas de IU, con la consiguiente fragmentación de la extrema izquierda. Esta fractura se debe, en parte, a la guerra de egos que protagonizan unos y otros candidatos por liderar un frente común para las elecciones generales, lo cual denota una profunda ambición de poder entre sus élites dirigentes, pero también el pésimo resultado que obtuvieron en los comicios catalanes bajo la plataforma Catalunya Sí que es Pot. El batacazo catalán, fiel reflejo del declive del populismo en las encuestas, ha disparado los nervios en las formaciones que lideran Pablo Iglesias y Alberto Garzón, dinamitando de paso una posible alianza entre ambos para concurrir de forma conjunta a la cita electoral de diciembre.
Subraya que:
La estrategia seguida por Garzón, con el apoyo del coordinador federal de IU, Cayo Lara, para hacer frente a la aparición de Podemos no ha podido ser peor. Por un lado, la vieja guardia del partido rechaza acercarse a Iglesias por miedo a que IU desaparezca engullida por Podemos, y prueba de ello es que Gaspar Llamazares ya ha anunciado que abandona los órganos de dirección. Y por otro, Iglesias exige el bastón de mando para alcanzar cualquier alianza, imponiendo sus condiciones y candidatos a la histórica federación de izquierdas, hasta el punto de que Garzón podría quedar relegado a un segundo plano en una hipotética lista conjunta a las generales. Todavía es pronto para descartar algún tipo de acuerdo pero, hasta el momento, la maniobra de Garzón ha sido desastrosa, ya que lo único que ha logrado es romper IU y jugarse su disolución con Iglesias, sin tan siquiera garantizarse un puesto de cabeza en caso de pacto.