Brilla por su ausencia el tema del día en los columnistas de la prensa de papel. La salida de Irene Lozano de UPyD para enrolarse en las filas del PSOE no parece haber despertado el interés en los articulistas este 17 de octubre de 2015. Los editoriales, en cambio, sí que le meten a base de bien a la flamante nueva cara que ha incorporado Pedro Sánchez y éste también se lleva unos cuantos mandobles al dar a entender con este fichaje que dentro de su partido no hay quien pueda dar una imagen de regeneración.
Arrancamos en el editorial de La Razón donde se tilda el fichaje de Lozano como el fiel reflejo de la peor cara del oportunismo en la política.
El fichaje de la hasta ahora diputada de UPyD Irene Lozano por parte del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha sido recibido con reservas, por emplear un término suave, entre un amplio sector de la militancia socialista que ve en la operación una clara muestra de transfuguismo oportunista, por encima de cualquier consideración ideológica o política. En este sentido, son entendibles las razones que han llevado a Irene Lozano a abandonar su acta y cambiar de filas, pero se comprenden mucho menos los motivos de Pedro Sánchez para llevar a cabo una maniobra que obliga a reabrir el proceso de composición de las listas electorales, que desprecia, una vez más, a una parte significativa del socialismo madrileño y que supone una flagrante contradicción con los principios de democracia interna de los que tanto presume el líder socialista.
Añade:
En efecto, pocas veces se ha visto una imposición -un «dedazo», en expresión popular- tan grosera como la que se está produciendo en la elaboración de las listas del PSOE por Madrid. Pedro Sánchez ha justificado la decisión en que es preciso incorporar personalidades independientes, con arraigo social, para abrir el partido a los ciudadanos. No nos cabe duda de que en otros casos -como el del portavoz socialista en la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo- pueda ser válida esta argumentación, pero no lo es en absoluto en la circunstancia que nos ocupa. Irene Lozano no se incorpora de nuevas a la política, sino que representa la peor cara de la profesionalización de la política. No hay una conversión ideológica en el cambio de partido, puesto que Lozano responde perfectamente a los criterios socialdemócratas que informan al PSOE, ni viene precedido del normal periodo de reflexión por parte de la protagonista, aunque sólo fuera para guardar las formas. No. Irene Lozano se ha ido sin despedirse de las filas de UPyD después de haber perdido las primarias de su partido para sustituir a la actual presidenta, Rosa Díez.
Recuerda que:
Es, pues, la misma diputada que, como recordaba ayer el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, asaeteaba a los socialistas con acusaciones genéricas de corrupción y críticas al bipartidismo dominante. Sin embargo, más allá de la peripecia personal de Lozano y de la arriesgada apuesta interna de Sánchez, lo sucedido nos debe llevar a una reflexión más amplia sobre la naturaleza volátil de muchas de las formaciones políticas que han surgido en España al calor de la profunda crisis económica y social sufrida por nuestro país -aunque éste no sea exactamente el caso de UPyD, cuya fundación respondió a una fractura interna en el PSOE, cuya indefinición sobre el modelo territorial de España sigue representando su mayor lastre- y que, en parte, se han nutrido de personas que han visto en las nuevas estructuras que se estaban formando la vía para colmar ambiciones políticas, por supuesto legítimas, que no habían conseguido en sus partidos de origen o que -como en el caso de los tránsfugas de IU hacia Podemos- veían muy pocas expectativas electorales.
Y concluye:
Son, pues, formaciones que corren el riesgo de convertirse en coyunturales, a medida que los grandes partidos, que sí disponen de infraestructuras sólidas, implantadas en el territorio nacional y con numerosos militantes, se recuperen de este periodo de confusión. Porque, en general, las nuevas formaciones no traen nuevas propuestas ideológicas, sino las mismas ideas envueltas en los reelaborados lenguajes del mundo de la imagen.
El ABC, aprovechando el fichaje de Lozano por el PSOE, recuerda a los socialistas que no siempre este tipo de incorporaciones garantizan resultados y pone el foco en aquella llegada de Baltasar Garzón a las filas del partido comandado entonces por Felipe González y que acabó como el rosario de la aurora:
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha querido preparar una candidatura de diseño por Madrid para las próximas elecciones generales. Es muy probable que su continuado ejercicio de fichajes para la lista de la capital de España no le cause especiales problemas en el Comité Federal, que hoy aprobará las candidaturas para el Congreso y el Senado. Tiene tregua hasta el 20-D por la noche, y será entonces, a la vista de los resultados que coseche con su estrategia, cuando sus compañeros le pasen o no las facturas de sus decisiones. Por lo pronto, y a pesar de los gobiernos locales recuperados a través de acuerdos con la extrema izquierda, muchos de sus compañeros de partido no olvidan que Pedro Sánchez consiguió en las pasadas municipales peores resultados que Alfredo Pérez Rubalcaba en 2011. Sánchez tiene que cuidar el PSOE, como Mariano Rajoy el PP, si quiere provocar la movilización del voto socialista.
Subraya que:
Por eso debería saber que la incorporación de personas recién llegadas no siempre se acepta de buen grado entre militantes y cuadros. Y no siempre da buenos resultados, como bien puede atestiguar Felipe González con el exjuez Baltasar Garzón.
Sánchez ha fichado para Madrid a una diputada catalana, Meritxell Battet, en un ejercicio de legítimo oportunismo; a una exmilitar que denunció abusos por un superior, Zaida Cantera -también muy propio de quien, como Sánchez, cuestionó la existencia del Ministerio de Defensa-; y a una todavía diputada de Unión, Progreso y Democracia, Irene Lozano, quien entre críticas feroces al Partido Socialista ha pendulado desde disputar el liderazgo de su antiguo partido hace apenas unos meses a reconocerse a sí misma, con escasa humildad y mucha autoestima, como el síntoma de que el PSOE está cambiando.
Y apunta que Pedro Sánchez ha tenido que recurrir a estas incorporaciones porque lo de dentro no le vale:
En el PSOE dicen privadamente que el partido está que arde, cosa comprensible porque estos movimientos a dedo que ha realizado Pedro Sánchez transmiten la idea de que con lo que ahora tiene dentro no va a recuperar terreno en las próximas elecciones generales. El mensaje es poco edificante para su partido, especialmente en Madrid, donde la organización socialista no gana para decepciones, entre el maltrato de la dirección federal y el desapego de sus votantes. Las críticas a Sánchez no llegarán hasta la confrontación. Faltan solo dos meses para los comicios generales y el Partido Socialista no quiere dar imagen de un partido desconfiado en las posibilidades de su líder, más aún cuando tiene la oportunidad de que la opinión pública se fije solo en el Partido Popular y en sus problemas. A Pedro Sánchez, eso sí, le dan dos meses de prueba.
El Mundo se centra en criticar especialmente a Pedro Sánchez y ve muy difícil que explique razonablemente a la militancia la incorporación de Irene Lozano:
El fichaje de Irene Lozano, diputada de UPyD en esta legislatura, por el PSOE de Pedro Sánchez ha causado un revuelo político y social del que pueden salir malparados los dos protagonistas. Lozano ha sido una combativa parlamentaria contra la corrupción en estos cuatro años. Se ha distinguido en el Congreso por sus intervenciones en contra del bipartidismo y a favor de la regeneración, muy en consonancia con el discurso de la ex líder de su partido, Rosa Díez, hasta el punto de convertirse en una de las figuras más reconocibles de UPyD.
No hay que olvidar, por ejemplo, su ataque contra el eurodiputado Francisco Sosa Wagner cuando defendió en un artículo en EL MUNDO la conveniencia de una fusión entre UPyD y Ciudadanos. Esta operación contradecía las tesis de Rosa Díez y el aparato, inmutables tras el notable fracaso en las elecciones europeas de 2014.«Al final, suele suceder que mientras uno debate cómo mejor actuar para lograr esa sociedad, va mostrando su propia naturaleza, a veces con un simple acto o una sola frase. Me alegro de conocerte un poco mejor. Perdona que no me levante», concluía Lozano su carta a Sosa. Aunque se disculpó posteriormente, esas duras palabras quedaron escritas y ahora se vuelven en su contra.
Detalla que:
Irene Lozano justifica hoy en este periódico su inclusión en las listas del PSOE al que tanto ha criticado en esta legislatura en que ella misma es la prueba del afán regeneracionista de Pedro Sánchez. Pero tiene ahora muy complicado mantener su discurso de renovación del sistema democrático cuando tanto ha evidenciado la inacción socialista en este asunto. Dice que se incorpora al PSOE como independiente, pero es difícil justificar esa independencia porque hasta ayer mismo militaba en UPyD. La política tiene unos códigos éticos que es contraproducente incumplir. Conviene recordar que la mayoría de los compañeros de Lozano con cargos electos ha optado por abandonar esta actividad ante la debacle de UPyD.
Pero si Irene Lozano queda en entredicho con su decisión, Pedro Sánchez tampoco sale bien parado. Porque si para demostrar que el PSOE está empeñado en regenerar el sistema tiene que fichar a alguien ajeno al partido, está transmitiendo a la sociedad que dentro no encuentra a nadie capaz de llevarlo a cabo. Y también surge la interpretación de que se trata de una operación puramente cosmética, una mera cuestión de imagen que a la larga no hará nada bien al proyecto que lidera. De hecho, el malestar causado por la llegada de Lozano ya se nota en la formación. Guillermo Fernández Vara le exigió ayer que pidiera disculpas por todo lo que ha dicho del PSOE en estos años.
Sánchez ha decidido que Lozano vaya de número cuatro en la candidatura que PSOE va a presentar por Madrid en las próximas generales. Se asegurará así un escaño en el Parlamento y, por tanto, relegará a algún miembro preeminente del partido en un momento en el que pueden emerger luchas de poder porque con la aparición de Podemos y Ciudadanos nadie es capaz de predecir dónde estará el corte de los elegidos socialistas en la próxima convocatoria electoral.
Y considera que al ‘guapo’ Sánchez le queda por delante una ardua tarea para poder encajar las nuevas piezas en el puzzle sin que nadie se pueda sentir, como mínimo, contrariado:
El PSOE ya ha desvelado que en la lista por la capital irá Meritxell Batet, destacada dirigente de ese PSC dubitativo en Cataluña, a la que se une también Zaida Cantera, la ex comandante que tuvo que dejar el Ejército tras denunciar acoso sexual y laboral por parte de sus superiores -caso en el que se comprometió personalmente Irene Lozano- y que no tiene ninguna experiencia política. Ahora se anuncia este nuevo fichaje, procedente de UPyD, un partido que ha defendido a ultranza la unidad de España. El PSOE, que propugna una reforma de la Constitución que lleve hacia un modelo federal, incorpora a sus filas a alguien que procede de una organización que ha hecho bandera, por ejemplo, de la retirada a las comunidades autónomas de las competencias en Educación y Sanidad.
Pedro Sánchez, pues, tiene muy difícil explicar a sus compañeros estas medidas que, como decimos, parecen más bien bandazos cosméticos que decisiones meditadas para conformar unas candidaturas coherentes con el discurso que los socialistas quieren presentar en las trascendentales elecciones del 20-D. Y, de puertas afuera, el líder socialista debe argumentar a sus votantes por qué avala esta heterogénea lista, que sugiere que el PSOE se presenta sin una idea clara de lo que quiere para el futuro de España.
VOTAR A ALBERT RIVERA ES VOTAR A PEDRO SÁNCHEZ
Luis Ventoso, en ABC, pero ya fuera del tema del fichaje de Irene Lozano, advierte a quienes aún no se hayan enterado que votar a Albert Rivera (Ciudadano) es apoyar a Pedro Sánchez:
En la era de internet y su información instantánea las noticias se suceden a un compás de taquicardia. Lo que hoy parece el fin del mundo, mañana será solo una nota a pie de página ante la llegada del siguiente hito de un carrusel de sensaciones. En un mundo tan nervioso y tan ágil, los políticos capaces de responder en tiempo real a cualquier tipo de cuestión parten con una enorme ventaja. Albert Rivera posee ese don y lo cultiva, y también Feijóo. Rivera es un orador extraordinario. Si mañana acudiese a un congreso de física teórica y un reportero intrépido le preguntase qué opina de la Teoría de Cuerdas y la reformulación de la naturaleza del electrón, tengan por seguro que Albert no se quedaría callado, improvisaría presto una respuesta de apariencia cabal.
Precisa que:
Albert tiene prestancia física y dos ideas elementales y muy positivas (la unidad de España y la regeneración de la vida pública). Pero sobre todo es un gran dialéctico; resulta insólito verlo titubear. Sin embargo, le ocurrió ayer en la Cope cuando Edurne Uriarte y Carlos Herrera le demandaron claridad sobre sus pactos poselectorales. Al apretarle, Rivera, al que se notaba molesto por tener que retratarse, reconoció que está dispuesto a facilitar la llave de La Moncloa al partido que quede segundo en las elecciones.
Con esa decisión, Ciudadanos quiebra un principio no escrito de nuestra democracia que hasta ahora siempre se había respetado: debe formar Gobierno el partido que haya obtenido más votos. Cuando se le preguntó por qué rompe esa norma, una práctica que respeta mucho mejor la voluntad de la ciudadanía que un palanganeo para echar al ganador, Rivera se escaqueó con un chusco «hay que quitarse las gafas de la vieja política». Lo cual no es una explicación, sino una de esas frases sonoras y absolutamente huecas a las que nos han acostumbrado los políticos de la cantera tertulianesca.
Por maltrecho que ande el PP, parece que va a ser el partido más votado en diciembre. Pero Rivera, al que se le nota que Rajoy le produce un cierto repelús, ya ha dicho a las claras que él está dispuesto a hacer de bisagra para que gobierne el segundo clasificado. Y ese segundo, pese a que está hecho un cromo, será el PSOE.
Y remata:
El corolario queda claro: votar Rivera es votar Sánchez (como bien viene advirtiendo el periódico prosocialista de Madrid, prestándole así un buen servicio involuntario al PP, que tiene su mejor baza electoral en el miedo a esa alianza). Muchos votantes de centro y de derechas, abochornados por la corrupción y molestos por la falta de pulso ideológico de su partido, planean darse un desahogo votando esta vez a Rivera. Pero tal y como están las cosas, el resultado práctico de esa decisión puede ser el regreso del PSOE y del lesivo zapaterismo económico (y ya lo ha dicho esta semana la gran Susana Díaz: comparado con Sánchez, Zapatero era Roosevelt).
Situados ante las urnas, los votantes conservadores solo tendrán dos opciones: o votan al PP tapándose la nariz, o se van a dormir con Rivera para levantarse con Sánchez en la cama. Mientras Rivera no haga un desmentido expreso en sentido contrario, eso es lo único que hay.