LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

David Jiménez deja la gestión de Carmena y Colau a la altura del betún: «Hay aldeas de Pakistán con más experiencia»

"Los nuevos partidos que prometían acabar con la casta, no hacen sino sustituirla por la suya allí donde gobiernan"

David Jiménez deja la gestión de Carmena y Colau a la altura del betún: "Hay aldeas de Pakistán con más experiencia"
Ada Colau y Manuela Carmena. PD

Ya les dije hace unos días que a partir de ya y hasta el 20 de diciembre de 2015 no van a ver en las columnas de opinión de la prensa de papel muchos análisis que se salgan de la vía que ya está tendida, la de hablar de las elecciones generales, de los pactos, etcétera, etcétera.

Este 25 de octubre de 2015 las tribunas van por esa línea. Arrancamos en esta ocasión en El Mundo y lo hacemos con su director, David Jiménez, que habla de algo habitual en nuestra política, pero especialmente en los podemitas y sus marcas blancas, el dedazo:

Del currículum que un amigo me envió hace algún tiempo guardo el recuerdo de las faltas de ortografía y el apuro de tener que explicarle que el problema no era sólo que su hijo las perpetrara en serie, motivo suficiente para descartarle, sino que no se hubiera molestado en pasar el corrector. «¿Y?», debió de pensar. En el país del dedazo, donde a menudo el compadreo lleva más lejos que el mérito, el currículum se salva de la papelera cuando viene con recomendación.

Da lo mismo que te veas con gente de sectores tan dispares como la moda, la judicatura, la educación, el deporte o la política; en todos se escuchan quejas amargas del enchufismo que merma sus profesiones. Al frente están los partidos políticos, esas grandes agencias de colocación que han triturado la meritocracia nacional. Eligen a dedo a jueces, asesores, senadores, consejeros o directores de televisiones públicas, envían a los amigos a diputaciones y empresas públicas, garantizan jubilaciones de oro en Europa y convierten a políticos mediocres en banqueros, hasta arruinar las Cajas y dejarnos a los demás una factura que seguimos pagando.

Añade que:

Que la cosa tiene difícil remedio lo demuestra que los partidos nuevos, que prometían acabar con la casta, no hacen sino sustituirla por la suya allí donde gobiernan. Se puede encontrar más experiencia en gestión municipal en aldeas de Pakistán que en algunas de las concejalías de Manuela Carmena o Ada Colau, que al poco de llegar al Ayuntamiento de Barcelona nombró a su pareja, Adrià Alemany, representante de Relaciones Políticas e Institucionales de su partido. «Era la persona más preparada», te dicen cuando se lo reprochas, sin caer en que lo que les descarta para el puesto no es su falta de preparación, que también en muchos casos, sino el parentesco sin el cual no habrían llegado al cargo.

Y concluye:

Ahora que termina otra legislatura, vuelven a arder los teléfonos de conseguidores y aspirantes. Es tiempo de dedazos. ¿Repetirán los diputados que mejores iniciativas parlamentarias presentaron? ¿Los que menos se ausentaron o fueron más independientes en sus juicios? Sabido es que no, pero como no se puede enviar una cabeza de caballo cortada al secretario general, se espera al menos que el peloteo de estos años garantice un puesto seguro en esas listas cerradas que merman la meritocracia en los partidos. Y claro, todo esto nos ofende a los españoles: tanto como la corrupción, antes de preguntar si podemos pagar en negro; tanto como la incultura, antes de premiar con las mejores audiencias a los programas de televisión más zafios; y tanto cómo la cultura del nepotismo, antes de preguntar qué hay de lo nuestro.

En ABC, Juan Pablo Colmenarejo habla sobre los tiempos de Mariano Rajoy y advierte que en esta ocasión, la de cerrar las listas electorales en cada provincia, no va a diferir de oportunidades anteriores, que él las cerrará cuando tenga a bien hacerlo:

La campaña electoral que empieza mañana tras la disolución del Parlamento con la convocatoria de elecciones para el 20 de diciembre se va hacer larga para casi todo el mundo menos para el presidente Rajoy, que viene agotando los plazos hasta la pérdida del conocimiento de todos aquellos que viven con ansiedad saber si les toca o no acariciar la piel del poder. Desde hace meses el domingo 20-D está en el plan del presidente, al considerar la fecha muy pegada a la Navidad el comienzo de unos días en los que se puede saborear si la recuperación económica alcanza a más capas de la sociedad española o no.

Precisa que:

Ponerse a hacer interpretaciones de la manera de actuar de Rajoy es una pérdida de tiempo notable cuatro años después de llevar hasta el límite de la paciencia algunas de las decisiones que a cualquier otro le generarían un nerviosismo necesario de tratamiento médico. Esa manera de templar no es ni siquiera torera. O lo aceptas o te pones a escribir un desahogo público mandando a esparragar a quien entiende la política como el arte de dejar que buena parte de los problemas se resuelvan por agotamiento e inanición y no con alboroto o escándalo.

Cuanto más le pidan a Rajoy que cierre las candidaturas al Congreso de los Diputados, más acercará la resolución del reparto del presumible recorte de escaños para el PP al borde la fecha legal prevista. Una legislatura de Rajoy se antoja corta para entender que mide el tiempo de cocción sin echar un vistazo al reloj, con plena confianza y seguridad en que el arroz no se le va a pasar. Y en ello está, para que no le ocurra esta vez tras los avisos de los últimos meses en las urnas. Hace cuatro años apenas había pollo para echarle a la paella. Ahora Rajoy puede incluso adornarse durante la preparación con algún que otro ingrediente que le dé un poco más de alegría de la que había cuando Zapatero dejó migas y un par de raspas. Rajoy se va a enfrentar solo al resto.

Finaliza asegurando que dentro del PP hay quien le puede ajustar las cuentas después de las Navidades:

Y entre los que tiene al otro lado del cuadrilátero se incluyen algunos de los suyos que solo piensan echarle una mano al cuello para ver si se asfixia de una vez. Los que dan por gastada la piel de rinoceronte que luce Rajoy van a tener que esperar por lo menos hasta finales de enero, cuando llegue la sesión de investidura. Entonces sabremos si el arroz está en su punto o se ha pasado como dicen las encuestas.

Ignacio Camacho hace un relato sobre lo que significan los premios Princesa de Asturias y resalta los mensajes claros e inequívocos del Rey Felipe VI en su discurso en el ovetense Teatro Campoamor:

Los premios Princesa de Asturias acaso sean la mejor operación de propaganda de la Corona. Una idea brillante y bien plasmada que vincula a la Monarquía española con las expresiones más excelentes de la cultura internacional y la proyecta al mundo como referencia de mecenazgo. Para una institución que funciona a base de intangibles se trata de una valiosa plataforma desde la que lanzar mensajes de liderazgo intelectual, científico, humanístico y político. Y al igual que sucedió con el actual Rey antes de serlo, la futura presencia de Doña Leonor en la ceremonia de entrega representará en su momento una perfecta expresión de la continuidad dinástica.

En ese contexto el discurso real en Oviedo es el más importante de cada año tras el de Nochebuena. Ante un auditorio planetario, el Monarca verbaliza junto a la habitual laudatio de los galardonados una visión personal del momento de España. Acostumbrado desde su etapa de Príncipe a formular ese alegato de valores, Felipe VI ancló su intervención del viernes en el principal problema de la nación para reafirmar los principios de legalidad constitucional y de cohesión unitaria que constituyen los pilares de la convivencia democrática.

Apunta que es la primera vez que se pone negro sobre blanco el peligro que supone el separatismo:

Quizá por primera vez desde la restauración monárquica, la Corona ha sido explícita sobre los peligros de la exclusión que propugna el separatismo. Con su denuncia de los muros emocionales que fracturan la concordia y dividen a la sociedad, el Rey señaló directamente una realidad a menudo ausente o elíptica en el lenguaje político al uso: la de que el nacionalismo no es una ideología sino un sentimiento rupturista. Una creencia que empobrece y aísla y que por tanto no puede ser tenida en cuenta en la organización de las relaciones que articula el Estado. No es frecuente que nuestra clase dirigente aborde la cuestión del soberanismo desde este prisma imprescindible; en la política convencional domina un tacticismo electoral que tiende a contemplar los desafíos nacionalistas desde una perspectiva relativista y apaciguadora.

Y termina:

Pronunciadas desde la simbólica escenografía asturiana, zona cero de la españolidad histórica, las palabras de Don Felipe saltaron sobre los obligatorios márgenes de ambigüedad que rigen sus alocuciones para trazar una invisible línea de defensa moral de la memoria común y de los intereses generales frente al desafío particularista que proclama la superioridad identitaria -«el rechazo del otro»- y trata de blindarla mediante diques excluyentes construidos con fantasías mitológicas.

En una fiesta de exaltación del talento con gran repercusión exterior, la carga política del discurso fue un mensaje de primordial importancia. En boca del máximo representante de la nación vino a indicar ante la comunidad internacional que el conflicto catalán no es sólo un problema para el Estado sino una amenaza para el concepto mismo de España.

Por su parte, César Vidal, en La Razón, asegura no estar sorprendido del pase de Irene Lozano al PSOE. Al contrario, considera que siempre fue su lugar y que ya en UPyD muchos militantes no vieron con buenos ojos que Rosa Díez le diese tanta relevancia dentro del partido:

Conocí a Irene Lozano en la etapa de ZP. Ambos coincidimos en un programa que dirigía Luis Herrero por las tardes y en el que fueron emergiendo temas tan del gusto de ciertas aficiones como el cambio climático. Salí de aquella eventualidad convencido de que el lugar de Irene Lozano era un PSOE como el que propugnaba ZP y de que Luis Herrero puede resultar incomparable cuando se trata de la apertura a sinistra. De ahí que me quedara de una pieza cuando Irene Lozano entró en las listas de UPyD. Me consta que no pocos simpatizantes de UPyD e incluso de sus afiliados no vieron aquel paso con agrado e incluso temieron que de él partiera un zigzagueo que no sería beneficioso para el partido. Me consta porque fui testigo de ello, pero, en cualquiera de los casos, UPyD lleva meses en una deriva que carece de relevancia salvo para los que gustan de hablar de lo que pudo ser y no fue.

Recuerda que:

En UPyD, Irene Lozano intentó una cosa y la contraria y, en un momento determinado, tras no conseguir controlar el partido, optó por marcharse. Puede o no causar admiración su conducta, pero no se puede negar cierta coherencia a eso de irse de un lugar si ves que tus expectativas no se cumplen. Incluso la salida tuvo un cierto punto honroso al señalar que dejaba la política y que iba a ponerse a trabajar. La expresión quizá no era muy atinada porque parecía dar a entender que estar en política no es precisamente trabajar, pero Irene Lozano dejaba de manifiesto su visión de las cosas y se marchaba hasta con una buena imagen. Ahora, Irene Lozano ha decidido entrar en el PSOE lo que ha provocado un verdadero vendaval de críticas en los pasillos por parte de los que serán sus nuevos compañeros de lista. Dado que Irene Lozano realizó comentarios acentuadamente agrios sobre el PSOE en su etapa de diputada de UPyD y dado que se cebó especialmente con algunos sectores del partido como el andaluz, la reacción resulta más que comprensible.

Y remacha que:

Sin embargo, Irene Lozano ha salido al paso de cualquier crítica con la afirmación de que coincide con los planteamientos del PSOE. Sinceramente, no creo que mienta. Irene Lozano ha estado ubicada desde hace años en esa visión gaseosa -aunque muy sólida cuando se refiere a cuestiones de liquidez- de la izquierda que llegó a su punto máximo en la época de ZP. Créanla. Dice la verdad.

Alfonso Rojo hace un retrato clarividente de lo que es la sociedad española y su forma de analizar las cosas. Como bien dice, a veces pareces abducidos por los marcianos:

No se me pierdan, que esto no va de la película de Ridley Scott. Lo que quiero subrayar es que se refuerza más en mí la perturbadora idea de que buena parte de la población española ha sido abducida por los marcianos.

O quizá algo peor, a tenor de lo que opina un amplio sector del personal. Es como si la gente no supiera de dónde sale el dinero con el que se pagan carreteras, hospitales, pensiones o becas e ignorar a que no se puede gastar eternamente más de lo que se produce.

El« mantra» es que todo está fatal y cierto es que suceden desgracias para echarse las manos a la cabeza, pero coincidirán conmigo en que las cosas son mucho mejores ahora de lo que lo han sido nunca en el planeta. Para darse cuenta, basta recordar cómo eran los meaderos de las gasolineras o las visitas al dentista, cuando todavía no sabíamos que era imposible sobrevivir sin teléfono móvil en el bolsillo.

Recuerda que:

El actual es el mejor momento de la historia y nosotros, como occidentales, estamos en el lugar ideal para disfrutarlo, pero puedes pasar el día pendiente de los informativos de radio o televisión sin escucharlo una vez. Abres los periódicos y lo que resalta no es la noticia de que Amancio Ortega financiará el tratamiento del cáncer en los hospitales gallegos o que el paro baja de los 5 millones en España, sino que se lo están llevando crudo los del 3% en Cataluña, que Carmena ha dado un palacete a los «okupas» pero alega impedimentos legales para pagar la factura a los vecinos a los que se les derrumbó el edificio en Madrid, o que miles de jóvenes claman al cielo exigiendo que el Gobierno Rajoy les dé empleo y piso.

Todo trufado con pronósticos electorales sombríos. Ni siquiera esa eventualidad me quita el sueño. A estas alturas, uno ha empezado de nuevo tantas veces, que está más que dispuesto a afrontar una más.

Y finaliza con una reflexión que invita a pensar:

Lo que me estremece, revisando las cifras de la EPA, es enterarme de que de los 4,8 millones de desempleados, hay 2,9 que llevan más de un año en el paro y en su mayoría son personas de más de 40 años y con familia.
Los de la «generación ni-ni», esos chavales que ni estudian, ni trabajan, temen vivir peor que sus padres, están deprimidos y protestan mucho, me traen al fresco.

Uno echa la vista atrás, se acuerda del tiempo perdido haciendo el mamarracho en la Universidad, tratando de ligar con alguna despistada y llega a la conclusión de que «expectativas» tienen éstos las mismas que teníamos nosotros.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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