LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Carlos Herrera ajusticia a Pablo Iglesias: «No llega al grado de imbecilidad de Justin Bieber, pero…»

"El líder de Podemos es otro que se considera la última Pepsicola del desierto"

Carlos Herrera ajusticia a Pablo Iglesias: "No llega al grado de imbecilidad de Justin Bieber, pero..."
Carlos Herrera y Pablo Iglesias. COPE

Cataluña, un día más, vuelve a estar en el centro de atención de los columnistas de la prensa de papel de este 30 de octubre de 2015. Prácticamente existe unanimidad a la hora de señalar que el reto separatista lanzado desde el Parlamento catalán supone, inequívocamente, reventar la normalidad de la campaña electoral que tendrá lugar con motivo de las generales del 20 de diciembre de 2015.

La columna más divertida es la de Carlos Herrera en ABC que aprovecha para arrearle a todo bicho viviente, especialmente al líder de Podemos por su ambigüedad respecto al futuro de los catalanes y, ya que pasaba por ahí, al mamarrachete de Justin Bieber:

La visita de Pablo Iglesias a La Moncloa es parecida a la de Justin Bieber a los estudios de una radio madrileña. Es evidente que el grado de imbecilidad al que ha llegado el «artista» del pop no lo alcanza ni de lejos el referente de la izquierda radical española, que es bastante más sólido, pero sí hay algo de correlativo entre el endiosamiento del pobre chaval con ínfulas de estrella finisecular y la sensación que dispone de sí mismo el líder de Podemos. Justin anduvo anteayer por el programa del gran Pablo Motos evidenciando cansancio escénico ante la perplejidad de profesionales de la televisión acostumbrados a recibir a auténticas estrellas sabedoras de su cometido ante sus seguidores. Al poco, el niñato adorado por legiones de niñatos equivalentes dejó colgados a sus entrevistadores radiofónicos con la excusa de necesitar ir al baño, servicio, váter o excusado. Desapareció Justin ante la incredulidad de locutores acostumbrados a entrevistas a fenómenos de todo tipo. La culpa, podrán pensar muchos, es nuestra: consagramos como estrellas a cualquier imbécil y le hacemos creer que es lo que no es. Y es cierto, pero ante casos como el descrito solo cabe decir que más duras suelen ser las caídas. Suelen acabar como muñecos rotos.

Añade que:

Pablo Iglesias, otro que se considera la última Pepsicola del desierto, ha lamentado en las últimas horas que el presidente del Gobierno no hiciera aprecio de su persona y no le convocara a reunión debida en La Moncloa a cuenta de la crisis catalana. Por lo que se sabe, Rajoy finalmente le ha llamado. Y, por lo que se sigue sabiendo, el encuentro se va a producir en breve. ¿Qué le puede aportar Pablo Iglesias a la imagen conjunta de unidad ante los desafíos golpistas de los independentistas catalanes?

Lo primero que hicieron la mitad de los parlamentarios electos de Cataluña Sí Que No Sé Qué, la marca catalana de Podemos, fue votar de forma entusiasta a la muy sectaria Carme Forcadell como presidenta del Parlamento catalán, lo cual es una forma muy certera de aseverar su indestructible postura en pos de la unidad de España. Lo siguiente ha sido insistir en su intención de conseguir para Cataluña y todas las demás comunidades una suerte de derecho a decidir no se sabe muy bien qué. Es inevitable el recuerdo a la Constitución de las Repúblicas Socialistas Soviéticas que rezaba retóricamente que, cuando así lo dispusieran, podrían desligarse de la Unión que dictaba Moscú de forma férrea y severa. Ninguna lo intentó hasta que el comunismo cayó por su propio peso, es evidente. Pero ese derecho de autodeterminación, teóricamente, lo tenían, lo cual invita a la risa histórica.

Y asegura que la gente de Pablo Iglesias, con él a la cabeza, sólo han demostrado gestos de adolescente con el tema catalán. Vamos que igual hoy piensan una cosa y mañana la contraria:

Pablo Iglesias, representante de la España niñata que se aburre ante las adversidades que la realidad inevitablemente plantea, no se manifiesta claramente ante el desafío locoide de una parte de la clase política catalana. El acuerdo que Rajoy ha conseguido con Sánchez o que va a conseguir con Rivera no va a dejar de ser un contraste con el que pueda conseguir con un individuo que presume petulantemente de laboriosidad por su país, pero del que aún se espera una declaración seria y responsable por la imprescindible consistencia del mismo. El vértice supremo de una asociación política que ha colocado por España individuos de comportamiento bochornoso -merced a la complacencia del PSOE- no puede postularse como pieza imprescindible para el engranaje de un Estado unido. El movimiento se demuestra andando, y hasta ahora la gente de Podemos solo ha puesto en marcha palabrería hueca y gestualidad adolescente. No debería extrañarle a Rajoy que, en medio de la reunión en la que debieran establecer políticas de Estado acerca de la estabilidad política de todos los españoles, Iglesias le dijera que necesitaba ir al baño. Como Justin; para desaparecer extasiado consigo mismo.

David Gistau habla sobre cómo se ha reventado desde ya la campaña electoral de cara a las generales del 20-D, aunque celebra que al menos esta vez no sea producto de unas bombas (los atentados del 11-M de 2004), sino por culpa de los facinerosos separatistas catalanes:

Llevaba un tiempo pensando en escribir acerca de esa hipérbole llamada Segunda Transición. Sobre cómo no es posible comparar el desmantelamiento de una dictadura excluida de Europa, entre conspiraciones golpistas y terrorismo feroz, con lo de ahora, que es la salida de una crisis económica -con sus mesianismos oportunistas- y la revisión de una democracia que se ha diagnosticado un problema de corrupción. Sé que esa idea de la analogía histórica conviene a actores que juegan a la transversalidad suarista, como Rivera, o a la solemne instancia constituyente sobre los escombros de lo viejo, como Iglesias. Pero es pura retórica electoral. La Segunda Transición, si es que llegó a asomar, quedó resuelta con la estabilidad con que la que fue completado el relevo en la jefatura de Estado y con el aire ya rutinario del nuevo Rey, cuya posición es sólida y no huele a elefante muerto ni a infanta con collar de María Antonieta. Con eso amarrado, lo demás serían problemas compartidos con muchas otras de las democracias europeas en tiempo de crisis, sin singularidades castizas. Eso pensaba escribir. Pero, y pido un redoble de tambor porque llega el pero. Cataluña. ¡Ding! (Platillo).

Recuerda que:

Por segunda vez en este siglo, nos dirigimos hacia una campaña electoral reventada por una anomalía. Esta vez no se trata de bombas, y al menos por eso hay que felicitarse, sobre todo cuando en ciertos ámbitos, con la enorme frivolidad de quien mueve fichas y no humanos, empieza a decirse que la acepción contemporánea del problema catalán está cerca de aportar sus primeros muertos: sigo creyendo que la burguesía convergente se asustará mucho antes de lo que ha hecho y de la ralea de a quién ha «empoderado».

No se trata de bombas, pero sí de algo ante lo cual, como decíamos el miércoles, todo lo demás queda postergado. Ello es un desastre para partidos como Podemos, que han basado todo su discurso en el paradigma social y ahora descubren que en el Gran Tema Electoral, o no tienen postura tomada o, si la tienen, es eliminadora para quien pretende ser un estadista nacional: todos los redentores de los desahuciados acaban de quedarse, como dicen los argentinos, mal parados en la cancha. A diferencia de Ciudadanos, que se descubre en una perfecta demarcación de cinco o medio centro, un Xabi Alonso político y casi igual de guapo.

Y destaca una diferencia más:

Otra diferencia entre las bombas y este «halloween» en el que suena el timbre y es la CUP es que lo primero ocurrió apenas tres días antes de las urnas y por ello desató una rebatiña repugnante entre partidos que ahora mismo parece contenida. Es más, los dos «presidenciables», con permiso de Rivera, aún se hacen fotos en las que impostan una cohesión constitucionalista que, mucho se teme este cronista del pesimismo, se volverá endeble cuanto más se acerquen las urnas. Sería una sorpresa que, esta vez, el PSOE se resistiera a ganar las elecciones a base de declarar culpable al PP de algo anómalo que le ocurre a España mientras el PP gobierna.

Ignacio Camacho también habla de campaña reventada y señala que el desvarío catalán ha desatado el pánico en los responsables de resolver los últimos flecos de la inminente carrera hacia la Moncloa del 20 de diciembre de 2015:

Hay una mezcla de estupor y pánico en los gabinetes electorales: el desvarío catalán ha reventado la campaña. En una política de altísima volatilidad, en la que sólo parece valer la última semana, ya no sirve ninguna estrategia previa, ningún esquema, ningún programa. Toca empezar de nuevo: las piezas del tablero han sido derribadas. La economía, la regeneración institucional, la igualdad, incluso la corrupción; todos los temas previstos en el debate de los dos próximos meses han quedado desplazados, empequeñecidos ante la agenda perentoria de la secesión y su ruidosa presencia mediática. Los estados mayores recomponen el discurso buscando argumentos de emergencia y los candidatos se han calzado botas de plomo, sabedores de que un error puede destruir todas sus opciones. En medio del alboroto no hay modo de colocar mensajes ni promesas. La potencia del conflicto independentista es acaparadora porque desbarata cualquier agenda de reconstrucción social para situar a la opinión pública ante el problema central de la estructura misma de España.

Apunta que:

En teoría esta nueva dinámica devuelve al Gobierno la iniciativa que había perdido, o al menos le da ventaja para establecer las pautas de referencia que la nación espera en momentos de zozobra. Lo devuelve a la Política con mayúscula tras una legislatura de perfil bajo y empeño economicista. Pero carece del control de los tiempos, que está en manos de los soberanistas y su deriva desquiciada. Éste es un factor de enorme capacidad de desestabilización: el ritmo de la vida pública española lo va a marcar una tribu de iluminados poseídos por un delirio mitológico, una clase de gente que ha perdido toda noción de sensatez y se retroalimenta en su propia ofuscación aventurerista. Las reglas de la confrontación se basan en imaginar las pautas del rival, y en esta ocasión el Estado se enfrenta a un adversario imprevisible en su trastorno. Hay que contemplar cualquier hipótesis, por disparatada que parezca, con precedentes poco alentadores: hasta ahora todas las suposiciones racionales han fracasado.

Y sentencia que lo que ya se han acabado son las ambigüedades. Vamos, que toca mojarse:

El riesgo de equivocarse es alto, pero algunos no están acostumbrados. Se trata de una prueba de contraste para todos, en la que los nuevos partidos van a recibir su abrupto bautismo de realidad. El Gobierno tiene el aparato estatal, con sus ministerios, sus abogados, sus jueces… y sus guardias. El PSOE tiene una empanada notable pero también una larga experiencia de poder cuyas claves debe rescatar de la memoria de su Antiguo Testamento. Los emergentes sólo tienen buenas encuestas y un impulso de renovación que de repente ha perdido protagonismo frente a la necesidad de certezas. Ante un desafío de este calibre la teorética de tertulia se revela insuficiente. Se tienen que retratar, como hizo ayer Rivera, con apuestas de verdad, con soluciones que desgastan. El tiempo de las ambigüedades se ha acabado antes de lo que pensaban.

En El Mundo, Federico Jiménez Losantos pone como un verdadero trapo a Pedro Sánchez por firmar y afirmar en Madrid lo que luego no tiene bemoles ni de hacer ni decir en Cataluña frente a la caterva independentista:

No sé cómo tiene bemoles Pedro Sánchez, hospedero de Podemos en el Ayuntamiento de Madrid, de presentar con Mariano Rajoy un dizque acuerdo para defender la unidad de España cuando Iceta se niega públicamente a pactar con Ciudadanos o el Partido Popular un acuerdo contra los separatistas de los Pujol, las CUP y el Requeteconde de Godó «para evitar la confrontación».

En la línea de coherencia bailona que le caracteriza, el Freddy Mercury del Llobregat, cuyos saltitos tanto alegraron los mítines del Apocopado Snchz -antes de certificar la defunción electoral del PSC-, ha dicho que es mejor recurrir al Tribunal Constitucional si a la Forcadell le da por proclamar la república soviética de Selfiluña, o sea, Cataluña en España y Pujolonia en Andorra.

Explica que:

Por lo visto, el sobrino de Mimí Pompón cree que hemos olvidado que fue él, Gran Chambelán del Terror Propagandístico del Tripartito de Montilla (por ejemplo, contra la COPE cuando era la COPE), el que organizó la manifestación contra el Tribunal Constitucional por limar un poquitín algunas de las aristas más cortantes del Estatuto de Cataluña. Sí, fue él, con el ágrafo Montilla y el untuoso Duran i Lleida -el que dice ahora que lo de su ex socio Mas es «una barbaridad»- los que desfilaron, a bombo y platillo, contra la legalidad española. Duran iba disfrazado de Pantera Rosa, con chaqueta marengo, zapatillas fucsia y muleta para la escayola, y aun así le silbaron. Pero fue Iceta, el travieso go-gó del aparato del PSC, el que escribió el guión político que ahora recitan Junts pel Sí y la CUP: no acataremos otra legalidad que la que emane del Parlamento de Cataluña. Y ahora, para no juntarse con Inés, que le da mucho asquito político, quiere recurrir a los que insultaba. Como Chacón, otra que tal baila.

Y remata:

Forcadell se ha hartado de decir en sus mítines que el Estado Español es «el enemigo», y que los catalanes que votan a Ciudadanos y al PP lo son igualmente, porque representan a España. Cuenta Borrell que Pujol le dijo un día: «Habrás nacido en Cataluña pero no eres catalán». Lo mismo de Forcadell. Pero ante el apartheid contra media Cataluña, Iceta huye de los apestados para «evitar la confrontación». Iceta, un listo que va de tontín, es coherente con lo que ha hecho hasta ahora el PSC, pero clamorosamente incoherente con lo que dice Snchz, ese PSO sin E.

Raúl del Pozo escribe sobre una Cataluña que va de cabeza a la anarquía:

Los de la CUP se han visto en secreto con Artur Mas y con algunos dirigentes de Esquerra. Los hijos de los chatarreros y los hijos de los evasores se están repartiendo la nonata República de Cataluña. Esto sí que es teatro pánico: los que piensan que la anarquía es el orden y la propiedad privada un robo están pactando con los nacionalistas de las sedes embargadas. Todo por la patria.

Anuncian que entre los días 6 y 7 de noviembre habrá una declaración solemne de independencia, antes de la investidura del nuevo president, que no será -al parecer- Artur Mas. Los de la CUP -postodo, objetores, okupas, antisistema, insumisos- están dispuestos a aprobar la salida del maratón con la meta más allá del horizonte, donde la utopía. Son pocos, pero tienen mucho sentido del humor. Empezaron como castellanohablantes y acabaron como pancatalanistas. Se han tirado de cabeza en el sistema para devorarlo.

«Yo, como Macià, Companys y Pujol -confiesa Antonio Baños, dirigente antilíder- tardé bastante tiempo en hacerme indepe». Antonio Baños fue esqueleteador y puchelón en Los Carradine, un grupo punk-pop que cantaba: «Cuando llega mayo las chicas cambian de color, como dijo Charles Denner en la peli de Truffaut».

Señala que:

Este periodista, que degeneró en político, es divertido y vacilón. «No está aquí por los selfies-dice un colega que le hizo una entrevista-. Cuando el liderazgo de lo nuestro parece estar en manos de las marujas de Facebook, de los comisarios políticos de blog y los ciudadanistas post-15M, Baños está aún en el pupitre rayado de la vieja escuela, con las rodillas peladas y afilando el tirachinas».

Tienen el culo tostado de la silla eléctrica y se disponen a hacer posible el nacimiento de una nación con sus enemigos de clase, con los hijos de los patronos de las fábricas donde trabajaban sus padres. La madre de Baños se llamaba Llibertat. No sé como se clasificará él mismo; a mí me parece un libertario de libro, no de los de la bomba y el puñal, sino de los post-anarcos. Siguen negando el Estado, con una visión utópica e irrealizable de la política. No llevan monos de milicianos, ni creen que las iglesias que más iluminan son las que más arden, pero sí sueñan con una Cataluña lejos de la puta España. Los anarquistas buscan la felicidad de la tierra y son capaces de sacrificar su vida para lograr la perfección.

Y acaba poniendo en su sitio a las CUP, a los que considera como una pandilla sectaria de psicópatas antieuropeos:

La de la CUP libertaria sería la lectura más positiva. La otra sería la de una pandilla de psicópatas antieuropeos, una secta más de las que surgen en la UE, como bandas de payasos, liguistas, xenófobos, termitas del único edificio que hay en el mundo donde se defienden los derechos humanos y el Estado del Bienestar. En España, el anarquismo -la idea- ha tenido raíces profundas, especialmente en Cataluña. En este momento de incertidumbre, cuando los partidos están desacreditados, bañándose en ideologías bamboleantes, triunfan las fábulas de la felicidad de los vegetarianos. Lo malo de la anarquía en Barcelona es que suele terminar en semanas trágicas.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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