LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Antonio Burgos fulmina a los separatistas catalanes: «¿Hay algo que dé más miedo que la cara de Junqueras proclamando la independencia?»

"¿Qué más terror de Jálogüin quieren que la Forcadell metida a bruja piruja y gritando Viva la República Catalana?"

Antonio Burgos fulmina a los separatistas catalanes: "¿Hay algo que dé más miedo que la cara de Junqueras proclamando la independencia?"
Oriol Junqueras. RT

Los encuentros de Mariano Rajoy con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, y con el de Podemos, Pablo Iglesias, siguen teniendo cabida este 1 de noviembre de 2015 en las columnas de opinión de la prensa de papel. Por supuesto, el reto separatista catalán permanece vivito y coleando…y lo que te rondaré, morena.

Arrancamos en ABC con Antonio Burgos y su gracejo sevillano que aprovecha la celebración de Halloween para decir que nada hay más temible y que dé más pánico que la cara de Oriol Junqueras proclamando la independencia de Cataluña:

Así que los niños locos con las compras de última hora de Jálogüín, que si la calavera, que si la capa de Drácula, que si la pintura para hacerse provisional cadáver, que si la escoba de la bruja… Qué maravilla que los chiquillos tengan que recurrir a esta moda anglosajona de Todos los Santos y del Día de los Difuntos para sentir miedo. A los mayores el terror y el pánico nos lo dan hecho los separatas catalanes, y además gratis. Qué raro, con los que les gusta una pela y la cantidad de ellas que les ha dado Madrid por aquello de la «Sevillana del Adiós»: «No te vayas por favor,/no te vayas todavía,/si no te vas te daría/mil millones o un billón». Y se los han venido dando. En el Jálogüin catalán han resucitado el cadáver del Estat Catalá de Companys. Eso sí que da miedo. ¿Qué más terror de Jálogüin quieren que la Forcadell metida a bruja piruja y gritando Viva la República Catalana?

¿Habrá algo que dé más pánico que ver la cara (y sobre todo los ojos) de Oriol Junqueras con todos sus muertos, proclamando la independencia de una región de España, «Patria común e indivisible» con la que quieren desconectar, como quien desenchufa los cables y gomas de la UCI a un enfermo terminal que el pobrecito mío mejor que lo recoja Dios?

Explica que:

«¿Truco o trato?», dicen los niños de puerta en puerta, todo muy a la americana. Los hijos de los padres que, por cierto, dicen que los americanos son unos imperialistas y se declaran antiyankis, aunque después se vayan al McDonald´s a pesar de las recomendaciones de la OMS contra las salchichas y de mi elogio del jamón serrano ibérico de bellota… «¿Truco o trato?», parece que dicen los del Parlamento Autonómico Catalán. ¡Trato! Con el trato ya he sugerido la cantidad de años que llevan: de Tarradellas a esta parte, venga a sacarnos millones con la amenaza de que, si no hay Casera de la morterá presupuestaria, nos vamos de España. Ya consiguieron más que nadie en la hora de los Estatutos y por su culpa toda España quiso no ser menos que ellos, y nos salió este desastre despilfarrador al que llaman Estado de las Autonomías. Ellos siguen cantando el «Todos queremos más».

El problema no empezó ahora, sino cuando le concedieron la autonomía a La Rioja, y que me perdonen los riojanos como el gran Diego Urdiales. Si en España no hubiera habido más autonomía que la catalana, no tendríamos que vivir el horror de este Jálogüin separatista. El problema no es que no quieran ser de España: el problema es que no quieren ser como La Rioja o Murcia. Que el zapato de la autonomía les viene chico, que quieren dos números más, y encima comprarlo en otro establecimiento.

¿Y el truco? El truco es lograr que la campaña de las elecciones generales gire en torno al futuro de Cataluña. El truco es que proclamando la República de Cataluña nos olvidamos de su verdadera nacionalidad, que es la Autonomía del Tres Por Ciento, la de Pujol y sus Siete Niños, que le han echado en Andorra la pata a los de Écija. El truco es repetir lo de «España ens roba», cuando es al revés: quien «ens roba» a nosotros es Pujol, y es Mas, y son los del Tres por Ciento. El truco es sacar la Gürtel, y los ERE, y ahora la amenaza separatista, para que no pensemos en los granujas que son y en la de tiempo que llevan robando.

Y remacha:

El Rey mirando los quevedescos muros de la Patria mía y estos tíos saltándose Rey y ley, y pasándose al Tribunal Constitucional por el forro de los… paños de Tarrasa. Y chuleando encima: que no le piensan hacer caso a nada ni a nadie. Y todo esto, ay Carmena, mi Carmena, sin cruzar el río Ebro. Que si lo cruzamos y nos ponemos mesetarios o subdespeñapérricos es ya para echarse a temblar, con sólo pensar los miles de millones que se llevaron a babor y estribor, de derecha e izquierda, y nunca más han de volver, como en el tango. O si consideramos que con tal de dar calabazas, calabazas de Jálogüin, a la lista municipal más votada tenemos alcaldes que dan miedo, como la mentada Carmena, Colau, Kichi… Y las tiendas, mientras hartándose de vender metemiedos de Jálogüin, ¿no te digo lo que hay?

Ignacio Camacho hace un elogio de Albert Rivera y asegura que el líder de Ciudadanos está en la ola buena, que ya se ha merendado a Podemos, está a punto de hacerlo con el PSOE de Pedro Sánchez y sigue muy de cerca al PP:

Se trata de aplomo. De todas las virtudes de Albert Rivera, la más sorprendente es la seguridad con que hace surf sobre el oleaje revuelto de la campaña. Domina el vértigo de su propio éxito y despliega una aureola de serena autoconfianza. Aún no ha cometido un error significativo; no ofrece blanco a los reproches. Y además ha cogido la ola buena, la última, la que lleva a la playa; todos los demás emergentes o terceristas, desde UPyD a Podemos, que trataban de crestear el desencanto han acabado volteados por subirse antes de tiempo a la tabla.

El líder de Ciudadanos está aprovechando con inteligencia la crisis catalana. Sabe que el desafío soberanista le otorga a Rajoy una oportunidad de encontrar el liderazgo nacional que había perdido y, lejos de marcar distancias con el presidente como intenta Pedro Sánchez, se le ha pegado a la espalda. Su propuesta de pacto de Estado contra los rupturistas le ha permitido diseñar su propio espacio, hallar el tono con que seguir la música del Gobierno sin perder identidad ni hacer de simple corifeo. Está donde lo quieren sus electores: en la solvencia, en el centrismo moderado. «España no se toca» es la frase simple y clara que ningún socialista ha sabido pronunciar en estos momentos delicados. El marianismo, al que el desafío de secesión ha devuelto la iniciativa política, no logra despegárselo.

Destaca que, a diferencia de Pablo Iglesias, no se da baños a mejor gloria de su ego:

Sintiéndose siente el hombre de moda, Rivera no se permite concesiones públicas a su ego. Ha adoptado un gesto maduro de responsabilidad que fortalece su expectativa de crecimiento. Por eso se niega en redondo a adelantar cualquier preferencia de pacto, ni siquiera sobre la lista más votada; no está dispuesto a admitir antes del 20-D un atisbo de inferioridad ni a presentarse como apéndice de nadie. Quiere consolidar el voto que le ha quitado al PP y pescar en el caladero del PSOE aprovechando su indecisión estratégica. Parece lo bastante sensato para no postularse como presidente desde la tercera fila pero no renuncia al segundo puesto que ya le adjudican algunos sondeos. Falto de estructura de partido ha decidido asumir todo el protagonismo para camuflar su principal carencia. La derecha sociológica le pone ojitos y se deja mecer en su melodía.

Y apunta que la cuestión catalana le puede reportar muchos más apoyos:

Las circunstancias le favorecen. La cuestión catalana que le dio impulso en septiembre se ha recrudecido y le permite mostrarse fuerte. Ducho en la comunicación y en la retórica, se ha merendado a Pablo Iglesias y va a por Sánchez. Al PP lo tiene sobrepasado de largo en Cataluña y le puede ganar en Valencia: eso son un montón de escaños que preocupan en La Moncloa, donde inquieta su habilidad para no perder el compás ni el equilibrio. En otra tesitura le podrían echar en cara su inexperiencia pero en esta España cansada de la crisis y de la corrupción también eso es una ventaja: significa carecer de la vulnerabilidad de un pasado.

José María Carrascal celebra que el presidente del Gobierno haya sido capaz de convocar a los principales partidos estatales a tratar un tema tan espinoso como el catalán, aunque le haya salido algún desertor del arado como Pablo Iglesias, al que le mola ese mantra del ‘derecho a decidir’. ¿A decidir qué, Iglesias? ¿La independencia?

Rajoy ya no es el apestado de la política española. Es su director de escena, el que marca entradas y salidas. En la puerta de la Moncloa podría poner una guirnalda con la leyenda «Bienvenido al club». Al club de la defensa de la unidad de España. Allí acuden todos, incluidos los que difieren en el método, pues todos se dan cuenta de que quien no esté por la unidad de España ya puede ir pensando a qué dedicarse, la quiromancia o la jardinería, porque en política no tiene nada que hacer. De ahí la cola ante la Moncloa.

El primero fue Pedro Sánchez, que pese a haber dicho que nunca pactaría con Rajoy aceptó unirse al pacto antisoberanista por «tratarse de una cuestión de Estado». Pero 24 horas más tarde estaba en Barcelona equiparando a Rajoy con Mas y la matraca federalista. Dan ganas de enviarle la historia de la Primera República, que de federal pasó a cantonal, y de cantonal, a rosario de la aurora. A ver si se aclara este chico, porque si se empeña en la equidistancia, se está cavando su propia fosa. Con la unidad de España no se juega, ni siquiera en elecciones. ¿No lo sabe?

Subraya que:

Siguieron los líderes de Ciudadanos y Podemos. El lenguaje del cuerpo dice más que mil palabras: Rivera, con corbata, echado hacia delante, las manos abiertas como explicando algo, ante un Rajoy que escucha atentamente. Iglesias, en uniforme de faena, recostado, los puños en alto y una pierna horizontal sobre la otra, ante un Rajoy que le advierte con el dedo. Rechaza los pactos antisecesionistas -que califica de bunker- y propone dar a Cataluña el derecho a autodeterminarse, como si fuera una colonia, a más de reconocerla como nación dentro del Estado español. Ya me dirán ustedes cómo se atan esas moscas por el rabo.

Mientras Rivera va incluso más allá que el presidente: pide presentar ya el recurso ante el Tribunal Constitucional contra el intento separatista, que Rajoy quiere retrasar hasta que el Parlament catalán lo apruebe, tal vez pensando que aún pueden retirarlo. Pero Rivera tiene prisa, como temiendo que se pase su hora, como a Iglesias, y olvidando que hace un año coqueteaba con el federalismo. Cosas de juventud.

Lo importante, sin embargo, es que estaban allí, a los que seguirán otros, y que Rajoy les ha escuchado. Creemos que hizo bien. No ya por ser su deber en una cuestión trascendental como ésta, sino especialmente porque les ha obligado a confesarse en voz alta sobre ella, y los españoles sabemos con quien nos jugamos no ya los cuartos, sino el país, algo que no admite equidistancias.

Sí cree que los partidos catalanes que están metidos en el ajo separatista no deben ser invitados hasta que no se aclaren el cacao que tienen en su mente:

¿Y en la otra parte, la catalana, qué ocurre? Hay quien dice que debería ser también invitada. No lo creo. Primero, tienen que aclararse y aquello está cada vez más confuso. Hay incluso síntomas de desintegración de un bloque que no lo era, sino alianza coyuntural y fraudulenta, al violar no sólo la Constitución española, sino también el Estatuto catalán, que exige los dos tercios del parlament para aprobar las cuestiones trascendentes como ésta. Cosa que no logran ni con la CUP. Así quieren crear el Estado catalán: violando sus propias leyes. Mal comienzo, peor fin.

En La Razón, Alfonso Rojo escribe sobre Pablo Iglesias y como el líder de Podemos ha llegado a ser un personaje realmente cansino. Es como esos gatos chinos que mueven el brazo articulado y que durante un rato entretiene, pero al final acabas hastiado. La diferencia es que al político no hay forma de quitarle las pilas.

Pablo Iglesias ha logrado en sólo dos años hacerse con la extrema izquierda que pastoreaban los veteranos de IU y algo todavía más difícil: convertirse en el personaje más plasta del panorama político español. Lo de la visita en mangas de camisa a La Moncloa, con la inevitable homilía posterior, ha sido de aurora boreal. El de Podemos anda más necesitado de publicidad que una muñeca en vísperas de Navidades y quizá por eso, en la precipitación del momento, en lugar de elegir «The Walking Dead», «Mad Men» o alguna serie televisiva para no repetir el chiste de «Juego de Tronos», optó por «Juan de Mairena». El libro, publicado en 1936 en vísperas de la Guerra Civil, es un joya literaria, pero es que el muy fatuo acompañó el regalo con una dedicatoria manuscrita en la que da lecciones a Rajoy y donde se presenta como un español que «oye cantar los gallos de la aurora». Antonio Machado, que lleva 77 años criando malvas en el cementerio de Colliure y dejó escrito aquello de que «el narcisismo es un vicio feo y viejo», se tiene que haber retorcido en la tumba.

Señala que muchos de los que votaron a las marcas blancas de Podemos ahora están cayendo en la cuenta del disparate hecho:

Y contorsionándose, no sé si de risa o de dolor, deben estar a estas horas buena parte de los que hace cinco meses votaron a las listas municipales y autonómicas que promocionaba «Coleta Morada» y comprueban que a los podemitas de Aragón les parece estupendo que Willy Toledo insulte a la Virgen del Pilar, Carmena exilie el belén del Ayuntamiento de Madrid, los del Kichi se caguen en los muertos de la Guardia Civil y Colau la emprenda con los turistas. Y patidifusos deben estar un montón de ciudadanos, a los que el profesor les parecía listo y han descubierto que para defender la unidad de España todo lo que se le ocurre, justo después de que sus compinches apoyen a la separatista Forcadell en el Parlamento catalán, es montarreferéndums independentistas desde Finisterre a Tarifa.

Y concluye que a Iglesias sólo se le escapan tonterías supinas

Entre los atónitos, habría que incluir a las mujeres, estudiantes y homosexuales iraníes, cuando se enteren de que el predicador español cobra de los ayatolás por sus labores televisivas. Y por supuesto a los venezolanos, a los que padecen prisión como Leopoldo López y a todo ese pueblo que sufre la dictadura y la incompetencia del chavista Maduro,amigo, protector y socio de Iglesias y su cuadrilla. En el frenesí de la política a cualquiera se le puede escapar una tontería. Lo tremendo, como ocurre con Pablo Iglesias, es soltarlas con tanto énfasis y hablando en tercera persona. La estulticia es degenerativa y de aquí al 20-D faltan siete semanas.

En El Mundo, David Jiménez, su director, hace un fiel retrato del clan Pujol y pone al patriarca, Jordi, a la altura de dictadores africanos, caribeños o asiáticos que, en nombre del pueblo, acabaron saqueando todo lo saqueable:

Omar Bongo redecoró su avión privado con 2,5 millones de euros procedentes de ayuda humanitaria. Gabón fue a la vez, bajo su presidencia, uno de los países más pobres y el que más champaña consumía del mundo. La comisión que investigó por corrupción al líder de Maldivas, Maumoon Abdul Gayoom, descubrió entre sus gastos el pago de un vuelo chárter para traer desde Londres pañales para su nieto. La mansión de Hun Sen, otro sátrapa, es tan grande que cuando llegas pueden pasar 10 minutos hasta que encuentras la entrada, si la recorres en coche. Varios tanques, medio millar de soldados y dos helicópteros protegen la vivienda del primer ministro camboyano, porque si algo enseña la historia es que hasta el más paciente de los pueblos termina hartándose de que le roben.

Las extravagancias de los líderes de grandes cleptocracias me venían a la cabeza al leer los detalles de los manejos de los Pujol, viajes a Andorra con bolsas de basura llenas de dinero incluidos. El clan ha logrado esta semana que todos sus miembros estén imputados por delitos que van desde el lavado de dinero a la evasión fiscal. No es poco, teniendo en cuenta que el patriarca ha disfrutado durante décadas del título de molt honorable (muy honorable) y que sigue siendo, a ojos de muchos catalanes, todo un patriota.

Recuerda que:

Jordi Pujol siempre estuvo más cerca de Omar Bongo que de Braveheart y ahora sabemos que su proyecto vital nunca fue la emancipación de Cataluña, sino establecer una monarquía del dinero que pagara sus caprichos en esta vida y los de su estirpe de aquí a la eternidad. Al igual que Bongo, Gayoom, Hun Sen y tantos otros, Pujol siempre tuvo problemas para distinguir el dinero público del privado, el interés nacional del propio y la chequera de la bandera con la que sus discípulos siguen ocultando hoy el saqueo económico y moral de Cataluña.

Las corruptelas de los Pujol no tienen nada de particular y son más bien vulgares, con los retoños gastando su fortuna en coches deportivos, relojes de lujo, joyas y todo lo que les permita enviar el mensaje de que han triunfado en la vida, aunque sea a golpe de apellido y favores. Lo realmente inquietante, por lo mucho que dice de la Cataluña y de la España de las últimas décadas, es esa red de complicidades, miradas a otro lado y protecciones inconfesables que concedieron impunidad a Pujol y los suyos. Unas veces a cambio de una supuesta estabilidad, otras porque interesaban sus votos, por puro compadreo o por razones de las que desconocemos los detalles, salvo que nada tenían que ver con el despiste.

Y exige a quien corresponda que nadie puede justificar desconocimiento ante los robos perennes del nacionalismo catalán:

La corrupción del nacionalismo catalán ha durado tanto, ha sido tan burda, que nadie puede alegar desconocimiento. Al leer cómo funcionaba todo, en la crónica que hoy publican Joaquín Manso y Fernando Lázaro, te preguntas: ¿Ocurría realmente todo esto en Cataluña o en Gabón? ¿Cómo es posible que queden ciudadanos catalanes que vean en los Pujol o sus herederos políticos mártires de la causa nacionalista? ¿Que alguien, por mucho sentimiento independentista que albergue, quiera poner la construcción de un nuevo país en manos de gente así?

Desde los años 80, empezando con la protección que Pujol recibió para escapar indemne del caso de Banca Catalana, hubo un empeño en que nuestro hombre de Estado -durante mucho tiempo se le describió así desde Madrid- pudiera robar al pueblo de la forma más honorable posible. Todo el mundo sabía y todo el mundo callaba mientras el clan gestionaba una «organización criminal» que permitió a la familia Pujol ingresar 47 millones de euros entre 1990 y 2012, según datos remitidos por las autoridades andorranas. Nos queda la duda de si se hubieran salido con la suya de conformarse con la mitad, pero ya decía Louis de Bonald que lo que pervierte a los hombres no es tanto la riqueza como «el afán de riqueza».

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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