La lucha contra el yihadismo sigue muy presente en las columnas de opinión de la prensa de papel de este 19 de noviembre de 2015. Son muchos los articulistas que ensalzan la valentía del gobierno francés y destacan que, pese a ser un Ejecutivo de izquierdas, en momentos de crisis como el que está atravesando tras los sangrientos atentados del 13 de noviembre de 2015 en París, con cerca de 130 muertos, ha sabido tener altura de Estado.
Una de las tribunas más brillantes es la que escribe en ABC Salvador Sostres quien incide en esa altura de miras del gabinete de Hollande y cree que esta misma situación en España se hubiese topado con la negativa de cierta parte de la izquierda:
La izquierda francesa no tiene menos prejuicios que la izquierda española, ni es menos intervencionista, ni menos perniciosa para la economía, ni está en general menos equivocada. Pero cuando los graves momentos llegan sabe estar a la altura del Estado al que pertenece. El presidente Hollande ha reaccionado rápido y brillantemente a los terribles atentados que su país ha sufrido, dando caza a los terroristas, atacando a Siria, convocando a la Unión Europea a su más decisivo esfuerzo por sobrevivir desde que nos enfrentamos a Hitler, y pactando con Putin una poderosa alianza global contra el yihadismo.
Apunta que:
Mientras, la extrema izquierda española, política y mediática, ha vuelto a dar muestras de su ignorancia, bajeza e incompetencia. Pablo Iglesias, en su pedantería infinita, ha irrumpido con sus absurdas lecciones de pacifismo y geopolítica. Le ha pedido a Hollande que «no ataque a Siria» y ha reclamado «un consejo de paz de todos», tal como Zapatero pretendió el abrazo de las civilizaciones, sin saber -el pobre- que Civilización sólo hay una, ni tener en cuenta que, además, a algunas tribus es peligroso abrazarlas, porque explotan.
El primer teniente de alcalde de Barcelona, Gerardo Pisarello, ha escrito que «el gobierno de Hollande responde a las muestras de solidaridad con más terrorismo desde el aire. Un acto indecente que no servirá de nada». Otro teniente de alcalde de Colau, Jaume Asens, ha comparado los bombardeos de Siria con los de Barcelona en la Guerra Civil.
Finaliza:
El mal existe y no podemos evitarlo. Pero sí podemos, cuando nos golpea, comportarnos como ciudadanos libres y responsables, para derrotarlo. Hollande ha podido trabajar desde la tristeza y el dolor, pero también desde la firmeza institucional, con una clase política francesa que ha estado sin vacilar a su lado. Si algún día los atentados los sufre España, el presidente Rajoy lo tendrá increíblemente más complicado, porque para ir a por los asesinos deberá abrirse paso entre una truculenta multitud de majaderos y fantasmas.
Gabriel Albiac se ceba de lo lindo con la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, por su empatía hacia el Estado Islámico. El propio columnista y escritor asegura que ha tenido que buscar en varios medios para convencerse de que la abuelita populista no estaba de broma ni que él había entendido mal:
Oído desde París, lo de Carmena suena demasiado a manicomio. Lo he tenido que buscar en media docena de medios de internet distintos, para poder convencerme de que no era una broma, ni una malevolencia extrema de perversos enemigos de la alcaldesa de Podemos.
Cito a la señora alcaldesa de Madrid. Habla de la matanza en París a cargo de Estado Islámico: «Para evitar este terrorismo y cualquiera es fundamental trabajar muchísimo en lo que siempre se debe trabajar, para la paz, y es en el diálogo y en buscar alternativas para hacer posible que haya una empatía, para intentar ver en el otro a un ser humano, y hacer lo imposible para lo que yo llamo la educación para la paz».
Añade que:
¿Que la aviación francesa bombardea a EI? La cosa le parece tan obscena a Carmena como antes le pareciera a su concejal antisemita. Cito: «Ante un atentado no tiene que haber venganza, debe haber análisis. Hay que plantear cuáles son las causas de los enfrentamientos, cuáles son las causas de la violencia, y si estamos viviendo en un momento que la guerra está en todas partes. No sé cuántas personas muerieron ayer en el bombardeo, no lo sé, pero si hay bombardeos y muerte, va a haber por parte de todos… una espiral constante de bombardeos y muerte».
¿Estamos todos locos? ¿Tanto como para haber tolerado que una inteligencia en ese estado pueda manejar la compleja maquinaria del ayuntamiento madrileño? No conozco un país de Europa en el que un partido socialista pudiera tener la ocurrencia de poner al frente de la capital de su nación a alguien que coloca en el mismo plano al ejército de la República Francesa y a los bárbaros matarifes de EI. Es lo que ha hecho -y sigue haciendo- en Madrid el PSOE.
Pues al PSOE habrá que pedirle cuentas. No a esta desbarrante señora. Cuentas de un par de cosas que son práctica habitual de ese EI con el cual la alcaldesa juzga tan humanitario dialogar y jugar a las empatías.
Detalla que:
Ejército Islámico ocupa una franja entre Irak y Siria, sobre la cual ha proclamado el Califato, regido por la ley coránica. Algunos de sus aspectos son francamente «empáticos» con el progresismo:
-EI ha legalizado -conforme a la norma coránica- la esclavitud en el territorio que controla. De modo muy especial, los mercados de mujeres, en los que son vendidas las cautivas no musulmanas requisadas en su avance. La mercancía en venta está constituida esencialmente por cristianas y yazidíes kurdas, que son, coránicamente hablando, nada más que botín de guerra. El informe de la delegada de la ONU, Zainab Bangura, acerca de la violación sistemática de esos grupos de mujeres , cifraba en más diez mil las ya vendidas por EI en sus mercados.
-EI ha procedido a la aniquilación de toda corriente musulmana ajena al salafismo suní en su territorio. Y a la matanza masiva de cristianos. Por el rápido método de la ejecución pública. Con técnicas de una crueldad refinada. Quemarlos vivos en una jaula, por ejemplo.
-EI juzga a Europa -y, en especial, a España- territorio prioritario de yihad: de sumisión coránica. Y cualquier rebeldía a eso es merecedora de muerte. Los 129 del Bataclan no eran para esa gente más que escoria. Todos nosotros lo somos.
Y apunta directamente al PSOE, partido que en último término colocó a la de las magdalenas en el cargo:
¿Sabe la «empática» señora Carmena lo que está diciendo? ¿Lo sabe el PSOE que le regaló el privilegio de hablar en nombre de los madrileños que no la eligieron? Ya está bien de broma. Es demasiado siniestra.
Isabel San Sebastián ataca directamente a ese patriotismo de hojalata que se ha instalado en España. Ahora, en cuanto se nos pide ayuda para combatir al enemigo exterior, todo es ponerse de perfil, no vaya a ser que toque pagar luego la factura en las urnas:
Siento envidia de Francia. Lo digo abiertamente. Me produce envidia, una envidia sana, ver a todo un pueblo unido en torno a unos valores irrenunciables, universalmente identificados con la Patria: libertad, igualdad, fraternidad. Oír a jóvenes y no tan jóvenes cantar la Marsellesa con una sola voz, asumiendo en ese gesto el compromiso de defender a su nación de quienes pretenden someterla por la fuerza del terror. Comprobar cómo sus líderes políticos son capaces de llevar sus diferencias allá donde han de tratarse, el Parlamento, sin acusarse unos a otros de haber provocado unas muertes únicamente imputables a los feroces yihadistas que nos han declarado esta guerra. «Nos», no «les». Porque la guerra que enfrenta barbarie a civilización no ha hecho más que empezar y compete a cualquier país merecedor de alinearse en el bando civilizado. No hay medias tintas que valgan. O bien se está con los bárbaros o bien se les planta cara.
Asegura que:
Ante un ataque terrorista de similares características, Francia se ha puesto en pie, ha cerrado filas con su Gobierno y ha devuelto el golpe en menos de 24 horas. España se dividió, confundió a las víctimas con los agresores y salió corriendo de Irak, abandonando a sus aliados. Los franceses han demostrado más coraje que nosotros. Más firmeza en sus principios. Más musculatura democrática. Lo digo desde el dolor, con profunda vergüenza y porque amo a mi patria, sabiendo que a muchos de ustedes, queridos lectores, la reacción de nuestros dirigentes a ese terrible 11 de marzo de 2004 les infligió la misma humillación que a mí. Pongo el dedo en esta llaga con la esperanza de que algo así no vuelva a suceder nunca y sepamos aprender de un pueblo capaz de crecerse en el combate contra un enemigo despiadado que, como reza el himno francés, viene a degollar a nuestros hijos y compañeros aquí, en nuestra casa, ante nuestros ojos.
Vaya por delante mi admiración hacia las tropas españolas que se han enfrentado valerosamente al terror islamista en el Líbano, Afganistán o el norte de África. Hace pocos meses tuve ocasión de visitar varios destacamentos de nuestras Fuerzas Armadas allí y hablar con los hombres y mujeres que los integraban. Ni una queja salió de sus labios. Antes al contrario, encontré en ellos la mejor disposición para cumplir con su misión de protección avanzada estirando hasta el infinito los medios de los que disponen, necesariamente limitados considerando que España es uno de los países de la OTAN que menos dinero destinan a la Defensa: el 0,9 por ciento del PIB, frente al 1,2 de Alemania, 2 del Reino Unido, 2,2 de Francia o 3,5 de Estados Unidos. «Que nos defiendan otros» parece ser nuestro lema. Gastar en Defensa no se considera «progresista» ni tampoco da votos, por muchas vidas que salve. Aquí siempre se prioriza el voto.
Remacha que:
Si la ciudadanía española se pareciera más a la francesa; si ciertos valores democráticos como la libertad, la igualdad, la solidaridad o la dignidad pesaran más en los ánimos que la mera preservación de una falsa apariencia de seguridad, alguno de los partidos en liza el próximo 20-D se habría atrevido a levantar la bandera del compromiso en esta lucha contra el Mal absoluto. Alguno habría abogado por ofrecer al menos a los coaligados la contribución simbólica de un par de aviones, a fin de mostrar nuestra implicación activa en su causa. Dados los precedentes, los tres grandes se han puesto de perfil ante las justas demandas de Hollande, mientras Podemos se instalaba directamente en una equidistancia miserable, no sabemos si por miedo a un atentado o por temor a las urnas. Palabras, palabras y más palabras huecas. Un vano empeño de trocar paz por dignidad, como si la indignidad pudiese evitar esta guerra.
En El Mundo, Arcadi España señala que Mariano Rajoy vive bajo el famoso síndrome del 13-M de 2004, en aquella cruenta jornada de reflexión de marzo de 2004 cuando las calles se llenaron de personas gritando «Aznar, asesino»:
Los efectos del terrorismo son múltiples aunque poco tengan que ver con los que buscan los terroristas. Los que atentaron el 11 de marzo en Madrid no querían acabar con el Gobierno del partido que tenía entonces la mayoría. Tal vez ni sabían que había elecciones. Pero lo cierto es que entre los días 11 y 14 de marzo España vivió los momentos más bajos de su moral civil en muchos años, y que el Gobierno cambió. Desde aquel día, cualquier víspera electoral española se desarrolla en una calma más tensa de lo normal.
Subraya que:
Hoy, a un mes de las elecciones generales y tras la matanza de París, el presidente Rajoy lleva el sobresalto en la cara. Los tratados de la Unión Europea le exigen solidaridad militar con el aliado herido, pero, al mismo tiempo, teme que le organicen el nuevo complot del no a la guerra. Y teme un atentado. Humanamente, pero también políticamente. El presidente parece vivir, como tantos españoles, bajo el síndrome de La Marsellesa. Es decir, acomplejado por esa imagen de las dos cámaras reunidas cantando el himno, sin desafinar.
El contraste con el «¡Aznar asesino!» de la manifestación del 13 de marzo es, sin duda, vivísimo. Pero el canto unánime de las cámaras y su mítica belleza no debe ocultar una realidad menos ejemplar. Y es que hay franceses que silban a La Marsellesa (Sarkozy tuvo que amenazar con suspender los partidos de fútbol si la ceremonia de rechazo se repetía); y mucho peor: hay franceses que matan indiscriminadamente a otros franceses. Puede que Hollande y Bernard-Henri Lévy tengan razón cuando dicen que Francia está en guerra. Pero les horrorizaría decir que, en ese caso, también es una guerra civil. Actualizar los términos de la unidad nacional francesa significa añadirles una inesperada fragilidad. La Marsellesa es un himno bello y eficaz, pero su capacidad de aunar voluntades se ha resentido.
Finaliza que:
La unidad más o menos sentimental de las naciones está amenazada en muchos lugares de Europa. El cambio, puramente físico, que registran las metrópolis es apariencia de una mutación más vasta. La globalización y la inmigración masiva van a provocar una larga transición hacia modelos de comunidades que acabarán siendo estables, pero distintas respecto de esa unidad sentimental. Por lo tanto, y frente a la zozobra de la mutación, lo infalible es y será acogerse a los principios. O sea, al Estado de Derecho y al lubricado de sus tres gigantes: la escuela, la información y la Policía. Quiero decir que Rajoy persevere en su célebre y fértil obediencia europea.
En La Vanguardia, Pilar Rahola explica que estos yihadistas sienten desprecio absoluto por el ser humano. ¡Bien, Pilar, premio a la obviedad del día!:
Hace algún tiempo, en este espacio, escribí una serie de artículos para intentar explicar qué, quién y cómo nos atacaba el fenómeno totalitario que nos amenaza y que llamo (emulando a los intelectuales franceses) islamofascismo. Ahora he publicado mi libro ¡Basta!, en el que el retrato es más completo y complejo y está sustentado por decenas de datos. Lo acompaña un prólogo de Eduardo Martín de Pozuelo, cuyo libro sobre el califato (que también acaba de salir), es otra guía espléndida para conocer la naturaleza de esta ideología de muerte. Ahí están, pues, los nuestros y los de algunos otros, gritando los riesgos que nos acechan.
Señala que:
Pero más allá de los libros de quienes llevamos años dedicados a este fenómeno, me parece necesario aprovechar este espacio para dar algunas pinceladas que ayuden a conocer mejor a la bestia, empezando por sus entrañas. ¿Cómo son esas entrañas?, ¿cómo es su ideología? Hablando tan claro como exige el momento, se trata de una ideología totalitaria, émula del nazismo y del estalinismo, igualmente preparada, igualmente imperialista e igualmente mortífera. Es decir, no es una religión, sino una ideología, aunque pueda usar la religión como escudo; no es un choque de civilizaciones, sino un brutal choque entre la civilización y la barbarie; no tiene trincheras definidas porque la trinchera es un autobús, un concierto, un campo de fútbol, un avión…; la trinchera es el mundo.
Por supuesto, como toda ideología totalitaria, nos ha declarado la guerra y su objetivo es la destrucción de los valores de la civilización que hemos ido cuajando a lo largo de los siglos. Esto es -como acostumbro a explicar- un Hitler de corte islamista, pero va más allá, porque es Hitler con petróleo, amigos sentados en la Asamblea General de la ONU y la eficaz herramienta de internet. No equivoquemos, pues, la mirada: no parte de ningún concepto libertador porque su paradigma totalitario se basa justamente en la idea del dominio y la esclavitud. Una esclavitud que intenta usar el siglo XXI para enviarnos directamente al siglo VIII.
Y concluye:
Perfectamente trabada en ideas intelectualmente bien elaboradas por sus ideólogos, dota a sus seguidores de una triple condición, muy seductora en estos tiempos: prestigio social -a quienes a menudo viven en situaciones desestructuradas-, trascendencia espiritual -Dios les ama- y épica de conquista, en estos tiempos tan vacíos de épica. Su captación sigue las pautas de las sectas y su eficacia para el proselitismo es altísima. Pero si desnudamos de retórica su relato, las entrañas se muestran en toda su oscuridad: una épica de conquista, un desprecio descarnado por el ser humano, un iluminismo religioso vengador y una ideología de muerte. El islamofascismo ha declarado la guerra al planeta y tiene capacidad para matar mucho más allá de lo que imaginamos. Esto sólo puede ir a peor, antes de mejorar.