LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Santiago González retrata a Pablo Iglesias: «A nadie se le había ocurrido cortarle las alas financieras al terrorismo hasta que llegó este indocumentado»

"Para cortarles el grifo a los terroristas, Iglesias y Rodríguez son Pepe Gotera y Otilio, la voz de la experiencia"

Santiago González retrata a Pablo Iglesias: "A nadie se le había ocurrido cortarle las alas financieras al terrorismo hasta que llegó este indocumentado"
Pablo Iglesias y Julio Rodríguez. EP

20 de noviembre de 2015. Hace 40 años fallecía Franco y daba paso a una incipiente democracia en nuestro país. Muchas de las tribuna de opinión de la prensa de papel van en esa línea, en hablar sobre la muerte del dictador.

Por supuesto, también se sigue hablando de los atentados de París del 13 de noviembre de 2015 y hay otras columnas que se dedican a analizar la intervención del 19 de noviembre de 2015 de Pablo Iglesias, líder de Podemos, en el Hotel Rtiz.

Precisamente, sobre este último asunto dedica su columna en El Mundo Santiago González. No deja en muy buen lugar, precisamente, a Pablo Iglesias, al que llama directamente «indocumentado»:

El adanismo es lo que tiene, que el mundo no existió hasta su llegada, nadie tuvo ideas antes que las suyas. Pablo Iglesias dijo ayer que fue a su partido a quien se le ocurrió la idea de cortar la financiación al Daesh y que ahora todos los demás les están dando la razón. Si este chico fuera de Bilbao habría entonado una célebre tonada popular: «Al Athletic como era vasco, todos le tenían asco. Ahora que es campeón todos le piden perdón».

A nadie se le había ocurrido que al terrorismo hay que cortarle las alas financieras, cerrarle el grifo, hasta que llegó este indocumentado a la vida política española. Tal vez debería saber que en 1989 se creó un organismo, el Gafi (Grupo de Acción Financiera Internacional), para combatir el blanqueo del dinero procedente del narcotráfico y el terrorismo. Cuatro años más tarde se creó en España el Sepblac (Servicio Ejecutivo de Prevención de Blanqueo de Capitales). En 2008, la diputada Rosa Díez hizo una pregunta al Gobierno sobre la materia y el Ejecutivo respondió que entre 2004 y 2007 el Sepblac había desarrollado 296 investigaciones sobre la financiación de ETA. Esa banda a la que Pablo Iglesias atribuía en junio de 2013 el mérito de haberse dado cuenta antes que nadie de que la España constitucional era la continuación del franquismo.

Recuerda que:

El Sepblac hizo público un informe en 2014 en el que daba cuenta de que entre 2010 y 2012 fueron investigadas 73 personas por financiación del terrorismo. La Audiencia Nacional dictó 10 sentencias por financiación de ETA, de Al Qaeda, del terrorismo islamista argelino y del atentado contra la sinagoga de la isla tunecina de Djerba (abril de 2002).

Él está contra Arabia Saudí, que son suníes, mientras la República Islamista de Irán, que le patrocina su programa Fort Apache en Hispan TV, son chiíes. Es una guerra de religión en la que quien paga al gaitero pide la tonada. No le falta razón en ello. Arabia Saudí financia al Daesh. También lo hace Qatar, que al mismo tiempo patrocina al Barça. Tal vez no sepa que Irán, su patrocinador, también fue el pagano del atentado de Hezbolá contra la Amia (Asociación Mutua Israelita Argentina) en julio del 94, que dejó 85 muertos y 300 heridos. El fiscal Nisman, que lo investigó, fue asesinado en su casa hace unos meses.

Y finaliza:

Su número dos por Zaragoza tuvo un problema análogo cuando la ministra Chacón lo puso al frente de la Junta de Jefes de Estado Mayor. Él mandaba el operativo que dejó escapar a los piratas después de haber cobrado un rescate de cuatro millones de dólares. El general Rodríguez que, a la vejez viruelas, se ha convertido en la force de frappe de Pablo Iglesias, también era prejujem cuando en brillantes operaciones rescató al pesquero Playa de Bakio, también secuestrado por los piratas del Índico, y a los cooperantes españoles secuestrados por una célula de Al Qaeda en el Magreb, sin más esfuerzo bélico que pagar los rescates. Para cortarles el grifo, Iglesias y Rodríguez son Pepe Gotera y Otilio, la voz de la experiencia.

Por su parte, Raúl del Pozo asegura en su tribuna que en los planes del Estado Islámico está volver a invadir lo que ellos llamaron Al-Andalus, es decir prácticamente toda la península ibérica:

«En mi jardín avanza un pájaro/ sobre una rueda con rayos/ de música persistente…./ como un molino vagabundo». En mi barrio, incendiado por el otoño, las luces se hacen de pronto rojizas, como de presagio. Leo a esa puritana que siempre me conmueve, Emily Dickinson, la que aconsejó que para fugarnos de la Tierra, un libro de poemas es el mejor bajel. Veo fascinado a los pájaros, las abejas y las mariposas ebrias de olores, entre naranjas y membrillos. «Que nunca vaya a volver es lo que hace la vida tan dulce», dice Emily.

Arriba, la televisión transmite un programa de entretenimiento, o de terror, o las primeras batallas de la Tercera Guerra Mundial, o del apocalipsis. Quién sabe. ¿Será cierto que todos los dioses han muerto excepto el de la guerra y que la fe absoluta es tan peligrosa como el poder absoluto?

Detalla que:

Todo, excepto los poemas, parece irreal, ficticio. Los drones ya no encuentran a quién matar porque el enemigo ya no está en Oriente, sino en la ciudadela. Después de muchos años en los que las potencias occidentales habían olvidado a Napoleón y su teoría de que las tierras se conquistan con las botas -habían prescindido de la infantería por miedo a la opinión pública-, llegaron a pensar que se podían ganar batallas con aviones no tripulados. De pronto, descubrieron que el enemigo estaba infiltrado en su propia población. Había, por decirlo en términos bélicos españoles, una Quinta Columna, como entonces. «Quieren pasar los moros,/ mamita mía no pasa nadie./ […] La Casa de Velázquez,/ mamita mía, se cae ardiendo/ con la Quinta Columna metida adentro».

Estos días parecen los del ocaso total, anunciado por el Corán: el sol saldrá por el poniente. Entre los mecenas del Estado Islámico están países del G-20, Arabia Saudí, los Emiratos, Kuwait y Qatar y al frente de las tropas, un califa que no es de Damasco, sino del IS, un califa que ordena crucificar o decapitar a los infieles. En realidad, no se sabe quién esta al mando. Se habla de Abu Bakr al-Baghdadi, un clérigo iraquí, que se hizo de la yihad en el campo de prisioneros de Bucca, controlado por los norteamericanos. Es suní. Parece que nació en Samarra, en el norte de Bagdad. Antes de hacerse clérigo de la mezquita de su pueblo jugaba al fútbol e iba en bici. Nunca usó pantalones, sino la túnica iraquí y el turbante negro.

Concluye que:

Hace unos días dijeron sus combatientes: «Queremos conquistar París antes de Roma y Al Andalus». Han jurado que lucharán hasta que restablezcan el califato en las tierras de sus antepasados. Pero estos no son aquellos que nos trajeron el álgebra, las palmeras, el ajedrez y el limón; ni los que erradicaron el analfabetismo de Córdoba, convirtiéndola en la capital del mundo. Dicen los creyentes: «Que Alá os conceda el favor de pisar pronto con vuestros pies puros sobre el usurpado Al Andalus».

En las escuelas del IS hay mapas con Al Andalus y también, como en otros países de Europa, aquí cuentan con «hermanos» infiltrados.

En ABC, Hermann Tertsch le mete un soberano palo a El País por su cacao ideológico:

«Muere el historiador franquista Ricardo de la Cierva», titulaba ayer en su edición digital un diario confundido que un día parece el órgano oficial de la vicepresidenta del Gobierno y al día siguiente un panfleto de facultad de Juan Carlos Monedero. Muchos andan muy confundidos en estos tiempos revueltos, aunque no todos pierdan tanto el estilo. Ha venido a morirse el «historiador franquista» cuando se cumplen 40 años de la muerte de Francisco Franco, ese hombre, aquel dictador que se murió en la cama sin mayores aspavientos después de gobernar sin sobresaltos, con eficacia, con plena seguridad propia, reconocimientos dentro y fuera y aclamaciones populares.

Que la mayoría comenzara pronto a ocultar sus pasados fervores no convierte en resistencia lo que osciló desde muy pronto después de la guerra entre resignación, reconocimiento y gratitud, por mucho que se empeñen los mayores activistas de la industria de la mentira antifranquista con su nivel abrumador de obscenidad en la falsificación histórica.

Y la España de Franco fue cambiando, con las dosis de miedo lógicas en una dictadura surgida de una guerra civil, dosis que fueron cayendo según pasaban los años, el poder no necesitaba la represión más brutal y aumentaba el bienestar y la esperanza en un futuro mejor. Con las legiones de furiosos antifranquistas que hoy pueblan España, Franco no habría gobernado no ya 40 años, ni cuatro semanas. Pues no sucedió.

Subraya que:

Ahora sí hace 40 años desde que no gobierna y sin embargo tenemos una subcultura política plenamente hegemónica que gira en torno a su persona. Como si hubiera muerto ayer. Se dan notas de capacitación social, intelectual y política con Franco como única referencia. Como si siguiera vivo porque lo necesitan ciertos españoles. El hecho de que estos parásitos de la figura del dictador sean sus más aguerridos enemigos ideológicos solo es parte de la perversión general en que ha convertido la izquierda española su impotencia política e ideológica. Seguro que don Ricardo, un hombre mesurado, habló en los últimos años menos de Franco que toda la chiquillería que surge en generaciones envenenadas de odio y resentimiento de institutos, facultades y sesiones tóxicas televisivas. La mentira antifranquista -la trato en mi libro «Días de ira»- ha marcado los últimos 40 años y explica gran parte de nuestras desviaciones y tragedias políticas y morales.

La pretensión de que los españoles fueron un pueblo antifranquista no nos ha convertido en eso que no fuimos, pero sí en una sociedad mentirosa que no puede sancionar la mentira en ningún campo, con todas las terribles consecuencias de la devaluación permanente de la verdad.

Finaliza que:

Así, 40 años después, «el mundo de ayer» que diría Stefan Zweig, se hunde con la globalización, millones de toda Asia y Africa se aprestan a coger la caravana de traficantes hacia Europa, las sociedades europeas aprenden lo que es el miedo, los periodistas españoles juegan a corresponsales de guerra por debajo de la Torre Eiffel y el presidente Rajoy está tentado de entonar el «no a la guerra» en tándem con Pablo Iglesias, tan disminuido ya este narcisista caudillo fallido, que hasta cae simpático en La Moncloa. Todo es cálculo, la convicción descalifica.

Quien cuestiona el consenso mentiroso en el que están la izquierda por lucro y la derecha por inanidad y cobardía, queda expulsado. Las grandes esperanzas de regeneración de este pueblo tan generoso como miedoso se agotan una vez más. Y 40 años después de muerto Franco, 80 después del estallido de la guerra, quien se atreva con la verdad va al sepulcro, don Ricardo, tachado de franquista y facha.

José María Carrascal deja con las vergüenzas al aire a la izquierda por querer aprovechar los atentados yihadistas del París del 13 de noviembre de 2015 para decir que hay que elegir entre libertad o seguridad:

Ante el terrorismo, con ese aire farisaico que ha convertido en sus señas de identidad, la izquierda intenta convencernos de que hay que elegir entre seguridad y libertad. ¡Por favor!, ¿no se dan cuenta de que son las caras de la misma moneda? ¿Para qué nos sirve la libertad si no hay seguridad? ¿Para quedarnos encerrados en casa temiendo que nos asalten o maten en la calle? ¿No será que Estado Islámico les ha roto los esquemas y no saben dónde encajarlo? Antiimperialista, anticapitalista, antiliberal, anticristiano como ustedes, les cuesta condenarlo y buscan una excusa para no unirse al pacto antiyahidista. Ahí tienen a Iglesias, rechazándolo abiertamente, y a Sánchez, poniéndole condiciones. O a Paul Krugman diciendo que los atentados «no son un intento de destruir la civilización occidental, sino un intento de sembrar el pánico». Con lo que el premio Nobel demuestra saber aún menos de política que de economía, donde se ha cansado de anunciar el desplome de la nuestra. Esta izquierda nuestra, que se inventó la Primavera Árabe, se rinde ante nuestros verdugos.

Apunta que:

Pues todos ellos critican que se hable de «guerra», como el enfermo que cree que con no hablar de su enfermedad esta desaparece. Pero guerra la hay. Una guerra sin fronteras ni cuartel a Occidente, que no hemos declarado, sino que nos han declarado. Pregúntenselo a los familiares de sus víctimas en Nueva York, Londres, Madrid o París. Lo que no hay es inteligencia para entender el mundo tal cual es, sino a través de las lentes distorsionadas de una ideología que se quedó anacrónica tras la caída del Muro de Berlín y hoy nos invita al suicidio. Incluso puede haber detrás un deseo inconfesado y compartido con los asaltantes: el del desplome de Occidente. Ya que este no se ha hundido con la crisis económica, como predecían, y que el cambio climático tardará siglos en hundirlo, que lo hundan los yihadistas, que tienen medios más expeditivos.

«No hay almuerzo gratis», dice el refrán norteamericano. Ni almuerzo ni nada. Hay que pagar por todo, y estoy seguro de que las inmensa mayoría de los franceses, norteamericanos, alemanes, italianos, etc., etc., e incluso españoles, aceptan colas más largas en los aeropuertos, controles más estrictos en las comunicaciones y otros dispositivos de seguridad destinados a hacer más difícil que los terroristas atenten contra nuestras vidas y las de las personas normales, que queremos ir a los conciertos, sentarnos en las terrazas o simplemente pasear por la calle a cualquier hoy del día o de la noche. Y estamos dispuestos a pagar por ello.

Y recuerda quién le dio alas en España a estos terroristas del Estado Islámico:

Aunque algunos parece que no. Ahí tienen a Moratinos diciendo que a Estado Islámico lo creamos nosotros. Algunos, puede ser, porque la Alianza de las Civilizaciones que ideó su jefe, Zapatero, y usted se encargó de poner en marcha, dio alas a todo tipo de proyectos, entre ellos la reconversión de Andalucía en el Al Ándalus musulmán. Lástima que no se le ocurriera también que los ingleses nos devolvieran Gibraltar, donde sueñan, como en EI, que vuelva a ser ministro, y su jefe, presidente. Pudiera ser, con otro nombre.

En La Razón, es Abel Hernández quien reflexiona sobre cuánta parte de libertad estamos dispuestos a sacrificar en pro de la seguridad:

La cuestión es cuánta porción de libertad estamos dispuestos a sacrificar para estar más seguros. Los atentados de París están provocando en Europa, empezando por Francia, la convicción en los poderes públicos de que es preferible restringir el libre movimiento de la gente e incrementar los controles y las incomodidades, con leyes de excepción, para hacer frente a la amenaza del terrorismo yihadista, que anida como serpiente enroscada en los barrios populares de las ciudades, donde es casi indescifrable.

Con el enemigo en casa, que está dispuesto a morir matando, se movilizan las armas de guerra que bombardean en lejanos campos de batalla al invisible nido de víboras. Europa está oficialmente en guerra y las fábricas de armas hacen su otoño en la bolsa estos días. Se cierran fronteras, se suspenden partidos de fútbol y aumenta la vigilancia. Cualquiera es sospechoso y más si lleva una mochila al hombro. Crece peligrosamente la islamofobia mientras los pacifistas a la violeta preparan sus pancartas.

Asegura que:

La Alianza de Civilizaciones ha volado por los aires, lo mismo que la primavera árabe. La muchedumbre de miserables que huyen de los focos del conflicto en Siria e Irak se convierten en sospechosos, y la vieja Europa se resiste ahora a ofrecerles hospitalidad. Con el invierno encima, ellos quedan entre dos fuegos y entre alambradas. En cierto sentido, el fanatismo ha hecho su trabajo y se ha salido momentáneamente con la suya. Los asesinos iluminados de los kalashnikov y los cinturones de explosivos han conseguido desfigurar el rostro y el corazón de Europa. La vieja Europa, llena de cicatrices, ha reaccionado cantando la Marsellesa.

Remata que:

El miedo colectivo ha llevado a la solidaridad. No todo está perdido. No parece, sin embargo, fuera de lugar, en las presentes circunstancias, recordar la advertencia de Karl Popper: «Debemos procurar la libertad y no sólo la seguridad, aunque no sea sino porque sólo la libertad puede hacer segura a la seguridad». Algunos necios, de baja catadura moral, lo fían todo a la venganza ciega, esa especie de justicia salvaje, de que habla Francis Bacon.

Pero tampoco es hora de quedarse con los brazos cruzados, medio anonadados, sino de hacer frente a la barbarie entre todos. La libertad de los europeos depende hoy de su seguridad. Es una prueba dura, un difícil equilibrio, uno de esos momentos históricos que abren para bien o para mal un horizonte nuevo.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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