El atentado que acabó en Kabul con la vida de dos policías españoles ocupa una parte importante de las columnas de la prensa de papel de este 13 de diciembre de 2015. Por supuesto, a una semana de las elecciones generales (20 de diciembre de 2015) también se habla mucho de las expectativas políticas y de qué pueden aportar en realidad los partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos:
Arrancamos en La Razón y lo hacemos con Alfonso Rojo, que pone de vuelta y media a esos medios que intentaron sacar provecho del atentado de Kabul, donde murieron dos policías españoles, para atizar de lo lindo a Mariano Rajoy:
No sé si lo que me produce es grima, desazón o sólo vergüenza ajena. Cuando aún no se conocía la muerte de Jorge García Tudela, el segundo policía español caído en el atentado de los talibanes contra el complejo donde está nuestra embajada en Kabul, ya había en los medios de comunicación quien acusaba a Rajoy de ocultar la verdad y se refocilaba soñando con una reedición del vuelco electoral de 2004. En una clara llamada a los que se desgañitaron gritando «¡asesinos!» ante la sede del PP, tras los atentados del 11-M, el online de Pedrojota concluye su editorial con la lapidaria frase que lanzó entonces Rubalcaba: «España no merece un presidente así».
En ámbitos más arrabaleros, como el que dirige Nacho Escolar, se sentencia: «el intento de ocultar la gravedad de los hechos se produjo en el peor momento posible».
Añade que:
En la Cadena SER -faltaría más-, quizá por falta de valor que no de ganas, optan por la insinuación venenosa y sueltan en tono socarrón que «Rajoy habló demasiado». No nos puede ser ajeno un atentado contra un edificio donde se alojan ciudadanos europeos, máxime cuando ni se ha cumplido un mes de la masacre de París, pero que el presidente puntualizara que los fanáticos islámicos no iban contra nosotros y pidiera tranquilidad, tiene su lógica. La misma que hace que la noticia esté en la portada de todos los diarios nacionales, porque hay víctimas españolas, y apenas aparezca como un breve en los internacionales. En eso que los militares denominan «la bruma de la guerra» se cuelan pifias, trampas y errores.
Sentencia que:
Exigir exactitud en los detalles, cuando todavía silbaban las balas y no se había extinguido el estampido del coche bomba, es insensato o malintencionado. Conviene recordar a esa «alianza de camaleones» hipnotizada ante la perspectiva de que estos dos muertos -como ocurrió en 2004 con los atentados de Atocha- le permitan llevar agua a su molino electoral, que lo importante en horas como estas no es sacar votos de mala manera. Los policías fallecidos en Kabul no formaban parte de despliegue militar alguno. Son, como los cientos de agentes desplegados por todo el planeta, parte de la protección que reciben las embajadas. Ahí, los del «No a la Guerra» tienen poco que rascar. Estamos frente a un atentado islamista, ante un ataque a Occidente, no en un debate sobre impuestos, recetas o paneles solares. Y más allá de la mezquina conveniencia electoral, deben primar los intereses nacionales y la vida de los servidores de la Patria.
Antonio Burgos, en ABC, habla sobre Podemos y Ciudadanos, los llamados partidos emergentes que, para él, no dejan de ser casta, de nuevo cuño, pero casta al fin y al cabo:
«Los emergentes» no suenan a ese postlandismo que no acabará hasta que lleguen a los «8 Apellidos Almerienses». «Los emergentes» suenan a Landa puro de vecino del 5º. Es que estás viendo la peli: Landa, Tony Leblanc y Pajares. No hace falta decir qué partidos son «los emergentes»: Ciudadanos y Podemos. De momento lo que ha emergido, ¡abajo el periscopio!, ha sido el entreguismo en la ruptura de las reglas de juego. En las campañas electorales se les daba sitio en los medios a los partidos parlamentarios, ya con escaño. Los demás, extraparlamentarios, a la puta calle. Ahora, no: ahora se considera que los emergentes ya tienen escaño, y no es coña. No tienen trato de extraparlamentarios. Y ahí tienen en los debates discutiendo con un señor que representa a un partido con cien años de honradez (y ni uno más) a otros dos que aún están con el cascarón en el culo, cual los polluelos. Y a otros extraparlamentarios tan emergentes como estos dos, como Vox, ¡ea!, a negarles el pan y la sal y a intervenirles los sobres de propaganda electoral como si fueran tabaco de contrabando. ¿Pues no que han tenido la osadía de ponerle la bandera no de Este País, sino de España? ¡Qué desfachatez! ¡Muy bien secuestrados esos sobres! La bandera de España está para que la quemen los separatistas, joé, y No Passssa Nada. ¿A quién se le ocurre honrarla?
Señala que:
Los emergentes, que se presentan como nuevos, son más antiguos que el hilo negro. El viejo vino del bipartidismo español, remontado, en odres nuevos. «Flor nueva de romances viejos». Dicen que quieren acabar con el bipartidismo, pero imponen el suyo: en vez de PP y PSOE, Ciudadanos y Podemos. El bipartidismo nos va en la masa de la sangre. Las dos Españas están en el ADN de este Reino. Los 2 Emergentes, 2, son la puesta al día de carlistas o isabelinos, liberales o conservadores, Cánovas o Sagasta, Lagartijo o Frascuelo, Joselito o Belmonte, Barsa o Real Madrid, Frente Popular o CEDA, Falange o Requeté, Don Juan de Borbón o Don Javier de Borbón-Parma, Reforma o Ruptura, Suárez o González, UGT o Comisiones. La Historia de España avanza siempre en columna de a dos. Pero no a paso legionario, el que en su primer desfile de la Fiesta Nacional hizo que la Princesa de Asturias preguntase a la Reina por qué iban tan ligeros aquellos señores de verde, los Novios de la Muerte. No. Aquí, con las eternas dos Españas y con el bipartidismo en la masa de la sangre, vamos a paso de tortuga.
Dice que:
Vienen con la bandera de acabar con la Casta del Bipartidismo, pero es el banderín de enganche en la Nueva Casta de un Nuevo Bipartidismo, puerta de embarque de los arribistas de siempre. Algunos de los emergentes tienen ya hasta mienmanos y cuñados colocados, y alcaldes imputados, como es el caso de Ciudadanos en Espartinas, la tierra de mi admirado Juan Antonio Ruiz «Espartaco». No te privas de nada, torero: ni de pueblo con alcalde de la Nueva Casta en plan por-aquí-te-quiero-ver. No hay nada más viejo que esto que quieren presentarnos como nuevo.
Finaliza de esta manera:
Y vamos rematar con un pasatiempo filológico. «Emergentes» son los que emergen. Emerger es «brotar, salir a la superficie del agua u otro líquido». En este caso, los emergentes son los que flotan como el aceite sobre la mierda de la corrupción de los dos grandes partidos, de la Gurtel a los ERE. Pero la «acción y efecto de emerger» es también la emergencia: «situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata». Me quedo con esto último. Ante el desastre nacional, emergen los emergentes, en plan orquesta del Titanic. Pero son lo mismo. ¡Que viene el nuevo bipartidismo! ¡Socorro! Las mujeres y los niños primero: suban a los botes salvavidas la Carmena y el Errejón. Con emergentes o sin ellos, esto está para buscar la salida de emergencia y coger el primer avión a un país normalito. Donde no haya este canguelo colectivo ante el 20-D.
Luis del Val pone como ejemplo a la Venezuela de Maduro para que nadie caiga en España en el engaño de las promesas vacuas:
Los seguidores de Maduro que exhiben esas tapas de retrete no lo hacen con una intención metafórica, sino que se acuerdan de uno de esos logros de la revolución: la expropiación de la empresa Sanitarios Maracay. El Gobierno invirtió, en el año 2011, 32 millardos de bolívares, que es una cantidad respetable, a pesar de que un euro equivale a 7.000 bolívares. Una vez que despacharon de la empresa a los capitalistas explotadores, lograron que una fábrica que producía 12.000 cuartos de baño al año descendiera a producir menos de 5.000 cada tres años. Hasta los propios trabajadores protestaron de la ineficacia de los revolucionarios que habían puesto al mando de la factoría. Sin embargo, el sueño de la expropiación y el «todo para el pueblo» sigue vigente a pesar de la evidencia de un fracaso económico y social.
Recuerda que:
Quien lanza mentiras es responsable de mentir, pero quien se las cree es cómplice. Y seguir siendo cómplice de la impostura y de la falsedad, y empeñarse en llamar fascistas a quienes han ganado las elecciones, a pesar de todas las presiones y de todas las amenazas, es empecinarse en atrapar un sueño imposible, basado en la farsa.
El fabricante de promesas fraudulentas siembra ilusiones que sólo conducen a la frustración, pero si los frustrados son mayores de edad y niegan la evidencia, entonces se convierten en secuaces y encubridores de la gran estafa.
Y lanza una advertencia:
No tan lejos como Venezuela, por estos pagos, ya he escuchado a alguno prometer un sueldo por el mero hecho de nacer. ¡Qué agradable! Sería como que, en cada familia, el padre y la madre garantizaran una paga semanal a todos los hijos por el mero hecho de serlo. Si nadie se pregunta de dónde va a salir ese dinero, no estamos ante unos engañados, sino ante unos tontos contemporáneos colaboradores necesarios de la gran estafa.
Me consta que es muy difícil reconocer la propia responsabilidad en los embustes y la permanente tentación de culpar a los demás de los fracasos, pero, al final, es cierto que cada pueblo tiene el Gobierno que se merece, si no le ha sido impuesto por las armas y a la fuerza. Es duro despertarse del sueño y comprobar que se trataba de una pesadilla, pero persistir en el error es contribuir a que la pesadilla se prolongue durante más tiempo, sin dejar que se deslice por donde siempre se han diluido los detritus de la mente y el cuerpo.
David Jiménez, en El Mundo, cuenta cómo ha cambiado el panorama mediático, que ahora la prensa ya no surte temor entre la clase política y que eso hay que revertirlo:
Cuando Albert Rivera mostró el pasado lunes la portada de EL MUNDO con la exclusiva de los papeles de Bárcenas, ante los 10 millones de espectadores que seguían el debate electoral de Atresmedia, nuestra redacción reaccionó con un sonoro aplauso. No iba dirigido hacia el candidato de Ciudadanos, sino al reconocimiento, una vez más, de que la hemeroteca de este diario reúne las revelaciones periodísticas más importantes del último cuarto de siglo en España.
La respuesta ha sido la misma cada vez que hemos publicado una información comprometedora -«todo es una manipulación»-, ya fueran los fondos reservados de la etapa de Felipe González, la corrupción que tanto daño ha hecho al PP, el saqueo de los Pujol, el caso Urdangarin o los ERE de Andalucía. Por eso resultan tan previsibles las teorías conspirativas que han acompañado a nuestras investigaciones de esta última semana.
Fernando Lázaro ha contado las irregularidades que pesan sobre actuaciones de la juez estrella de Podemos, Victoria Rosell, que la incapacitarían para cualquier cargo público, más aún para el de ministra de Justicia. La respuesta de algunos de sus simpatizantes ha sido que estamos vendidos al Gobierno. También hemos revelado las comisiones millonarias cobradas en el extranjero por el embajador español en la India, Gustavo de Arístegui, y el diputado popular Pedro Gómez de la Serna, que habrían aprovechado sus cargos públicos para enriquecerse. «Estáis vendidos a Ciudadanos», fue la conclusión simplista que me trasladó un ministro.
Apunta que:
No entienden que todo es más sencillo. No sé cómo funciona el proceso de decisión en otros periódicos -empecé de becario en EL MUNDO y no he trabajado para ningún otro-, pero puedo contarles cómo y por qué publicamos las historias en este periódico. Cuando nuestros reporteros de investigación Pablo Herraiz y Quico Alsedo me contaron la información que tenían sobre el embajador y el diputado del PP, las preguntas que nos hicimos no fueron si su publicación beneficiaba a uno u otro partido. ¿Es su contenido relevante para nuestros lectores? ¿Está bien contrastado? ¿Hemos hablado con todos los afectados para que puedan dar sus versiones y defenderse? ¿Hay algún riesgo de que nos pise la exclusiva otro medio? Porque eso sí: tenemos nuestro ego competitivo.
Habría preferido conocer esas informaciones fuera de la campaña electoral, porque sabía que se les iba a dar una intencionalidad de la que carecían. Pero, una vez estaban en nuestro poder, ¿qué debíamos hacer? ¿Ocultárselas a los lectores a quienes hemos prometido contarles la verdad? ¿Acaso no tienen derecho a saber si una juez que aspira a ser la próxima ministra de Justicia está moralmente legitimada para el cargo? ¿O si un diputado que vuelve a ir en las listas al Congreso por Segovia utilizará su posición para engordar su cuenta bancaria?
Y remarca que:
Si el periodismo es «el primer borrador de la historia», como decía el editor del Washington Post Philip Graham, no somos los periódicos quienes lo ensuciamos, sino aquellos que llegan a la política para servirse a sí mismos en vez de a los ciudadanos. Nuestra labor es poner el foco sobre ellos, sean del partido que sean, y hacerlo no debería ser un acto de coraje. No en un país como España.
Lo explica bien Arturo Pérez-Reverte al contar que, empezando en el oficio cuando era un adolescente, admitió ante el director de La Verdad, Pepe Monerri, que sentía miedo ante el encargo de entrevistar al alcalde de Cartagena. «¿Miedo?… Mira, chaval», le respondió Monerri. «Cuando lleves un bloc y un bolígrafo en la mano, quien debe tenerte miedo es el alcalde a ti». Dice con razón Pérez-Reverte que una de las cosas que han cambiado en España en estos años es que los políticos ya no respetan al periodista, ni por supuesto lo temen. Es fundamental que, de esta nueva etapa que comienza tras las elecciones, surja un país donde vuelvan a hacerlo.
Finalmente, en El País, Manuel Vicent constata que en este país estamos faltos de cultura:
¿Y lo entiende así la sociedad? Lledó dijo en los Premios Princesa de Asturias que el humanismo debe disponer de un lugar predominante entre las prioridades de los ciudadanos. Es curioso que sea España el país donde se producen más donaciones de órganos; nos preocupa la salud física y en cambio dejamos sin cuidar la salud intelectual y cultural de la sociedad.
¿Y el museo mismo no está contaminado por el éxito de público que se le exige? que no se pierda la experiencia de la relación de un individuo y una obra de arte. Cada uno debe vivir una experiencia emocionante y memorable.
¿Cómo se hace eso? La escultora Cristina Iglesias nos dio una metáfora con las puertas de la ampliación: esa puerta semiabierta que puedes traspasar pero no sin cierta dificultad. La contemplación del arte no es una cosa pasiva. Hay que abrir las puertas, pero no como si fuera el vomitorio de un campo de fútbol.
Añade que:
¿Cómo mirar un cuadro? Cada uno con sus propios ojos, sin selfies; estamos contra el uso de esos artilugios, contra la moda de autorretratarse, a favor del uso de la parte del cerebro que está a la vista: los ojos. John Berger reclama una mirada singular para ver cuadros. Mirar arte es un acto personal, de una solemne individualidad.
Dice que es como un medicamento venir a un museo. ¿Las autoridades se dan cuenta del valor que tiene para la salud el Museo del Prado? Creo que no como la cultura se merece. No creo que sea un problema de los políticos sino de la sociedad, que ha de reclamar esa posición más prominente de la cultura entre las prioridades de los presupuestos.A estas alturas, ¿puede identificarse esta sociedad con el trazo grueso que hace Goya de nuestra convivencia? Ya no. Vivimos un momento de cierta decepción; de repente se ha oscurecido y se ha hecho de noche, y dudamos incluso de que la política sea una herramienta útil para la convivencia. Pero creo que en esta noche volverán a salir faros que vayan iluminando el derrotero del país. No sería tan pesimista, aunque es verdad que ahora parece que haya habido un fundido a negro.
Y se pregunta:
¿Por qué ha pasado? ¿Ante qué cuadro del Prado deberíamos recuperar el ánimo? Ante el Jardín de las delicias, de El Bosco, que dice tantas cosas magníficas sobre la condición humana. Las armas no obedecen a los mandos militares. Solo combaten entre ellas con voluntad propia en bandos contrarios, aunque hayan sido engendradas como hermanas en la misma fábrica. A inicios de 1990, después de un enfrentamiento con centenares de muertos entre el Ejército peruano y los rebeldes de Sendero Luminoso se pudo constatar que las fuerzas reaccionarias de Fujimori usaban armamento todavía soviético y los revolucionarios iban armados con material norteamericano. Las armas solo se buscan entre ellas en cualquier lugar del planeta donde haya un conflicto y entran en combate hasta aniquilarse mutuamente. El representante de la fábrica de armamento explica a un consejo de generales las ventajas catastróficas de un nuevo misil inteligente, las prestaciones mortíferas de la bomba de racimo o la perversa imaginación de la mina antipersonas diseñada no para matar sino para colapsar los hospitales del enemigo con niños sin piernas ni brazos. Cuanto más diabólicos sean estos engendros más admiración reciben de los altos mandos militares.
Concluye:
A continuación los ministros del ramo realizan grandes pedidos, que serán usados, revendidos legalmente o de contrabando a quien quiera comprarlos. Los pilotos se levantan, desayunan leche con avena, se duchan, arropan con ternura a su niño que duerme abrazado a un peluche y se despiden de su mujer con un beso: ¡adiós, querida!, ¡adiós, amor mío, que tengas un buen día! Los pilotos suben a los bombarderos y despegan en estado de erección. Gloria a Dios en las alturas. Las armas no tienen ideología, pero necesitan carne humana para alimentarse. Las bombas caen sobre una madre que está guisando para la familia, sobre una pareja de enamorados en la cama, sobre unos niños que juegan en la calle. Los pilotos creen cumplir una alta misión, pero solo obedecen como esclavos el designio de las armas.