A cuatro días para las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, los columnistas de la prensa de papel aún le saca partido al debate a dos del 14 de diciembre de 2015 entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy. Este 16 de diciembre de 2015 varias tribunas van en esa línea y también en comentar los últimos anecdotarios de una campaña que está próxima a tocar a su fin.
Arrancamos en ABC y lo hacemos con Antonio Burgos, quien deja a Pedro Sánchez como una «matón de discoteca» y que el debate se lo preparó Belén Esteban para aplicar la técnica Toño Sanchís y acabar de un plumazo con Rajoy:
Si en una esquina a oscuras y a altas horas de la noche le sale a usted un atracador con una navaja cachicuerna en la mano, no puede bajo ningún concepto decirle: -¡Hasta aquí hemos llegado! Tome, buen hombre, este florete. Según las caballerescas reglas del honor, con el arte de la esgrima vamos a discutir eso que usted me pide: si le doy la cartera y el teléfono móvil o no.
¿Se imaginan la escena, no? Pues estoy harto de verla. Es lo que siempre le hace el PSOE al PP: engañarlo, descolocarlo y darle la puñalá trapera. «Pásalo». No de ahora: desde tiempos de Aznar, cuando González venía con el cuchillo entre los dientes, al abordaje, y el otro esgrimía su florete según el código del honor. Y volvía a suceder con ZP. Rajoy acudía a La Moncloa para que lo engañaran reiteradamente como a un chino y no como a un gallego de Pontevedra. No me extraña, pues, nada de lo ocurrido en el debate ante el impasible ademán de Campo Vidal (beneficiario de mamelas audiovisuales del PSOE), quien no iba de moderador, sino de carapapa. No me extraña que Sánchez, del Cuerpo General de Insultadores del Reino, fuera de matón de discoteca, con la injuria y la calumnia por delante, sabedor de que Rajoy es un caballero y no le iba decir lo que a muchos espectadores nos pedía el cuerpo que le largara: -¡Pues yo me defeco en tus castas toas! O que, por lo menos, le dijera, ya que el otro venía pidiendo bronca de taberna:
-Eso de que no soy decente me lo vas a decir en la calle, si tienes co… nocimiento de mi paso por algún juzgado.
Aclara que:
Pero no. Arriola, el banderillero de confianza de Rajoy para estas encerronas con seis de Cuadri o de Miura, el que desde la boca del burladero le dice que le dé distancia, o que no se la quite del hocico, ha debido de leer mucho a Calderón de la Barca. O por lo menos del Hidropedal de una playa de la malagueña tierra de su señora esposa. Porque ante los insultos descalificadores, pero incalificables, de Sánchez, Rajoy rompió en calderoniano: «Usted es ruin, mezquino y deleznable».
Volviendo a la navaja cachicuerna que utilizar suele el PSOE contra el PP, el debate en este punto se puso completamente siglo XIX. De Zorrilla, López de Ayala o algo así. Faltó únicamente que Campo, que contemplaba el debate desde la playa, sin atajar los insultos, en ese momento, con una berlina al fondo y unos testigos con negra levita y sombrero de copa de la misma color, sacara un estuche de piel y ofreciera a los dos contendientes las pistolas para el duelo a primera sangre. Pero, claro, para batirse en duelo hay que tener honor, y creo que esa palabra no viene en el Diccionario de Campaña de Sánchez. Ni en los papeles plastificados que enseñó. ¿Por qué no hicieron como en «Sálvame», que no exhiben papeles para demostrar cosas, sino que ponen «un total» de Rosa de Benito o de Kiko Rivera? En la empapelada mesa donde hicieron el papelón ganaban los pulcros folios plastificados del Guapo sobre las hojas de cuaderno de gusanillo del presidente. Yo esperaba vídeos, porque los insultos en plan «Sálvame» ya estaban allí. Mejor que Campo Vidal debía haber moderado el debate Jorge Javier Vázquez, que tiene más tablas en ver cómo los colaboradores se insultan entre ellos para ganar audiencia. Votos en este caso.
Y sentencia:
Por eso, más que Arriola, a Rajoy tenía que haberle ayudado a preparar el debate Belén Esteban. Se quedó en el nombre, no en el apellido. Mientras era insultado a babor y estribor estaba en Belén con los pastores de la recuperación económica y del rescate. Y me ha dicho un pajarito (el pajarito de Maduro) que quien le preparó el debate a Sánchez fue precisamente Belén Esteban. Por eso aplicó la Táctica Toño para acabar con Rajoy. A Sánchez sólo le faltó decir, tras la sarta de insultos y las calderonianas respuestas:
-¡Yo es que por llegar a La Moncloa ma-to!
Ignacio Camacho sacude a Pedro Sánchez por copiar la táctica Rubalcaba de agitar el debate, pero también le da un tirón de orejas a Mariano Rajoy por caer en la trampa:
Lo peor fue la sensación de desaliento por la oportunidad perdida. Planteado para reforzar la solvencia de los dos grandes partidos estructurales, el debate degeneró en reyerta barrial y cargó de razones el argumentario prefabricado por los candidatos-tertulianos para sostener su diatriba antipartidista. Sin apenas propuestas de futuro, enzarzados en un fangoso duelo de insultos y reproches, los dos líderes mayoritarios trituraron en un breve rato los restos de prestigio del sistema que podían haber apuntalado. Esos minutos de descontrol y golpes bajos, de desoladora pérdida mutua de papeles, convirtieron la discusión en un procaz show de telebasura política.
La culpa fue de Sánchez, sí. Su hiperventilada, provocadora sobreactuación, con el sello agitador de Rubalcaba, descarriló su propia ventaja. Hasta ese momento infeliz iba ganando; había logrado embrollar a Rajoy en el terreno que le era más propicio, el de la economía. El presidente estaba espeso y sin iniciativa. La ofensa -que lo era también a todos sus votantes- lo rebeló y le arrancó los momentos más auténticos, un visceral arrebato de rabia en defensa de su honorabilidad, pero ese intercambio de improperios llevó el encuentro a un lodazal, a una sentina tremendista. Todo quedó marcado por ese cruce feroz de estacazos cainitas. Fue un suicidio dual, una inmolación; exactamente lo que convenía a los rivales ausentes, a los portavoces del aventurerismo que aparecieron luego para entonar el gorigori del régimen, cómodos en su displicente retórica de salvadores adanistas.
Apunta que:
Lo que la nación esperaba esa noche era una demostración de confianza. El contraste constructivo de dos dirigentes responsables frente a la cháchara superficial de la política de plató. En vez de eso los españoles encontraron una insólita demostración de endogamia, un espectáculo de agresividad paroxística en el que afloraron todos los vicios que han colapsado el sistema, desde la falta de liderazgo a las censuras recíprocas. Un combate trabado, circular, hosco, amargo, sin margen para la esperanza. La clase de enfrentamiento estéril que ha provocado el desenganche de los jóvenes y dado alas a la demagogia populista. Una bronca desbocada, ruidosa, mezquina. De espaldas a cualquier atisbo de compromiso no ya patriótico, sino simplemente cívico.
Y dice que:
Fuera de sus casillas por el inopinado e innoble ataque del rival, Rajoy se desquició hasta achicarse a sí mismo. Se mostró confuso, agarrotado, borroso. Sánchez se agrandó en la faceta menos digna; apareció como un aspirante sensato para diluirse en latiguillos twitteros y acabar transformado en un vulgar camorrista contento de su bravucona fechoría. Ambos dejaron una impronta yerma, perdedora, y en su vorágine autodestructiva ninguno de ellos, ay, pareció interesado en responder a la primera pregunta. La que les requería su proyecto de país. Su idea de España.
David Gistau habla de lo redonda que le está saliendo la campaña a Pablo Iglesias frente a un PSOE que tiene en Pedro Sánchez a un juguete roto:
A Pablo Iglesias le está saliendo la campaña soñada. Hasta Rivera trata de que lo asocien a él y lo reconozcan como el otro personaje en el bipartidismo de «lo nuevo». Ambos pretenden ser los partidos a los que hay que subirse como a una nave espacial ocupada por los elegidos para repoblar otro planeta mientras que en la Tierra, que es «lo viejo», se extingue la especie humana. Y no es que quiera meterles a ustedes presión ante la urna.
Iglesias tiene tanta suerte que se encuentra con que el juguete roto de esta campaña, Schz, se afana en desmantelar minuciosamente el gran partido de poder que fue el PSOE hasta franquear la entrada de las praderas socialdemócratas a sus nuevos propietarios. Quienes, por cierto, son cursis como para denominarse «máquina de amor» (por el autor del «Orinoco de lágrimas»), como en la degeneración casta de la «Sex Machine» que fue James Brown. Desconcierta saber que España será el último reducto donde aún tendrá público eso que Espuny llama el «lirismo macondiano» de la Revolución, que incluso en Iberoamérica, donde por fin, de a poquito, parece que se anima a terminar el siglo XX, ha sido declarado obsoleto.
Explica que:
Queda admitido por tanto el advenimiento de Podemos, de un vigor proporcional al estruendo del catacrac socialista. Llegados a este punto, y ya que vamos a convivir en los cauces institucionales con Pablo Iglesias -y de hecho tenemos confianzas puestas en él para resucitar el género de la crónica parlamentaria-, uno ya sólo le pediría que module un poco el cinismo inherente a sus mutaciones personales en el gran ejercicio de camuflaje en el sistema que ha transformado al personaje revolucionario hasta reducirlo sólo a la imagen de marca de la coleta. Ya hemos aceptado el viaje desde el chavismo a la socialdemocracia escandinava. También lo del asaltador de cielo que luego resultó que iba a llamar al timbre. Hemos aceptado muchas cosas a cambio de que Podemos sacara la ira de la calle y la redirigiera del nihilismo a aquellas mismas urnas que para el 15-M no nos representaban.
Remata que:
Pero hay dos cosas que se me antojan más difíciles de aceptar. Primera, que ahora vaya de garante de la Constitución el mismo político que la definió como una coartada para la supervivencia de las élites franquistas por la cual había que borrar la Transición y abrir, cercenado el pasado, una época constituyente. Segunda, que se me haga el melindroso y el escandalizado por el tono crispado de un debate el mismo político que legitimó el escrache como herramienta política y que debe su existencia pública a la violencia verbal con la que proporcionaba una audiencia jugosa en los debates de televisión a los que era invitado para que ejerciera de temible agitador en la cuenta atrás de la revolución y sus guillotinas.
Por lo demás, el camuflaje funciona a la perfección: hay colas de viejos socialdemócratas esperando a que le purifiquen el alma por imposición de manos en el tenderete de un curandero ideológico, de un profeta sanador.
En El Mundo, Federico Jiménez Losantos arremete contra la Ley Electoral por prohibir la publicación de unas encuestas que, por ejemplo, son perfectamente publicables en Andorra:
Si lo que Rajoy quería al retrasar las elecciones hasta las vacaciones de Navidad era jorobarnos el turrón -sobre todo, por si lo perdía él- puede tener el justo castigo que merece su perversidad. El tabernario rifirrafe en que, por la inacción del tabernero, que ya aguaba el vino en tiempos de Tutankamon, se convirtió en el único debate que el presidente ha tenido a bien celebrar contra su rival más flojo, terminó justo a la misma hora, las 00.00 del martes, en que la infame Ley Electoral prohibe la publicación de encuestas. Así que las elecciones más reñidas de la historia democrática, no sólo por el primero sino por el segundo, el tercero y el cuarto puestos, van a tener que dilucidarse prácticamente a oscuras, sin esa orientación que facilitan los sondeos y que llevan a un grupo pequeño pero a veces decisivo de votantes a inclinarse por una u otra opción.
Detalla que:
Es verdad que las estadísticas no son muy fiables, pero menos fiable es no tenerlas, y gracias a esta Ley Electoral que ningún partido ha mostrado mucho interés en cambiar resulta que los únicos que van a tener estadísticas para orientarse en estos últimos días de campaña son los partidos políticos, que con el dinero de los contribuyentes van a poder saber lo que por ley nos prohiben: cómo evoluciona la intención de voto. En la Jornada de Reflexión -de triste recuerdo y que es otra mamarrachada derogable- no nos dejan materia para reflexionar, no sea que se nos ocurra algo.
Y precisa que:
Y sin embargo, nunca como en estas elecciones ha sido tan necesario reflexionar. No sólo elegimos al primer candidato para formar gobierno, sino al segundo; y al tercero y al cuarto como socios del primero o el segundo. Salvo que Snchz haya encorajinado de tal modo a los viejos votantes del PP que le den a Rajoy más de 140 escaños, doblando al segundo partido (si no es Podemos, que daría el gobierno al PP), lo normal es que al constituirse las Cortes el 13 de enero nuestros representantes no sólo elijan jefe del Gobierno y de la oposición, si pueden, sino nuevos presidente del PP y secretario general del PSOE. Rivera e Iglesias son los únicos que no se juegan la cabeza este domingo.
Pero el colmo del desprecio a la nación es que, para burlar la Ley Electoral, se publiquen encuestas en Andorra. Puestos a conspirar, a Gibraltar.
Victoria Prego va en la línea de darle hostias como panes a Pedro Sánchez por sus continuas interrupciones y ataques extemporáneos contra Mariano Rajoy:
El debate del pasado lunes, digan lo que digan los dirigentes socialistas, desesperados por arrancar unos cuantos votos que les saquen del desastre que anuncian los sondeos, ha asestado un golpe mortal a esta campaña electoral que ya termina. Fue una exhibición de mal estilo, de un modo extremadamente violento de traducir la discrepancia, y una demostración de mala educación deliberadamente elevada a la máxima potencia por Pedro Sánchez, el protagonista de este espectáculo deprimente que no puede haber llenado de votos las arcas socialistas más que si se trata de los votos de gentes sin desasnar.
Triste cosecha, entonces, para un señor que pretende auparse a la Presidencia del Gobierno de España. Con ese bagaje no debería aspirar más que a entrar en un centro de desintoxicación política y de reorientación ciudadana. Pero el daño no sólo se lo ha hecho a él y al prestigio de su partido, al que ha convertido ante la opinión pública en algo próximo a una banda de matones que celebra con risotadas y grandes palmadas en la espalda la hazaña de uno de los suyos que vuelve a la guarida después de haberle partido el espinazo a un señor que pasaba por allí.
Subraya que:
Esto no es lo que se espera de un líder político en un país civilizado. El moderador del debate había dicho ante las cámaras antes del encuentro que se trataba de algo parecido a un contrato de trabajo en el que el empresario era el pueblo español y los aspirantes eran los dos hombres que iban a medir sus fuerzas y sus capacidades para conseguir ese trabajo. ¿Contrataría usted a un señor que insulta continuamente a su interlocutor, que no le deja hablar, que impide que la audiencia escuche lo que tiene el otro que decir, que se comporta con esa violencia verbal extrema?
Es muy dudoso que una actitud tan impresentable, y tan impropia de lo que conocíamos de él, le reporte algún beneficio electoral al líder socialista. Mala tarjeta de presentación fue esa para las aspiraciones del candidato y es seguro que la performance quedará en la memoria de los españoles como el episodio más desagradable de cuantos se han producido en tiempos electorales en la historia de nuestra democracia. Desde luego, la campaña se ha acabado después de lo presenciado el lunes. Todo lo que venga después arrastrará el ácido eco de esa desafortunada noche y ya no será posible que nada más levante el vuelo.
Y finaliza diciendo que:
Flaco favor han hecho Pedro Sánchez y sus asesores a la vida política española, rebajada así a una deplorable disputa de taberna. Y para colmo, es muy probable que el objetivo buscado por el secretario general del PSOE no sólo no se cumpla, sino que se le vuelva en contra porque no hay que descartar en absoluto que votantes del PP que esta vez no le iban a dar su voto hayan reaccionado con indignación ante semejante espectáculo y hayan decidido respaldar a un Rajoy que quiso defenderse pero fue incapaz de imponerse a su contrincante.