¿Hubiera ocurrido lo mismo de tratarse de bellacos rusos, noruegos o italianos?

¿Por qué los medios de comunicación camuflan que los agresores sexuales de Colonia son musulmanes?

Tanto en Alemania como en el resto de Europa, los periodistas no informaron realmente del asunto hasta transcurrida una semana

Milo Moire, en Colonia con un cartel donde dice: "Respetadnos! No somos carne de presa ni aunque estemos desnudas!".
Milo Moire, en Colonia con un cartel donde dice: "Respetadnos! No somos carne de presa ni aunque estemos desnudas!". EP

Es una de las penosas consecuencias que tiene tratar de hurtar la realidad a la opinión pública y no llamar a las cosas por su nombre: es complicado denunciar en comisaria que te ha violado un eufemismo

Si la horda de ‘salidos‘, que se dedicó a agredir sexualmente a toda mujer alemana que se le puso a tiro durante los festejos callejeros del último día de 2015 y el primero de 2016, hubiera estado integrada mayoritariamente por rusos, noruegos o italianos, los medios de comunicación de toda Europa hubieran titulado con grandes caracteres de forma unánime:

«Un millar de rusos/noruegos/italianos se lanza a manosear y violar alemanas durante la Nochevieja».

Pero en esta ocasión, la panda de facinerosos perfectamente organizados y convencidos de que atacaban con total impunidad, no eran europeos, sino norteafricanos y árabes.

Y en lugar de santiguarse, si rezan, lo hacen mirando a La Meca e invocando a Alá y eso son arenas movedizas para los periodistas occidentales. También para los políticos y por lo visto para los policías.

“Ambiente alegre. Las celebraciones discurrieron en su mayor parte pacíficas”.

Así describía la policía de Colonia, en su nota oficial del viernes 1 de enero, el aquelarre ocurrido frente a la estación de la ciudad.

Tuvieron que pasar cuatro días y que hubiera más de 150 denuncias por violación, abusos sexuales y robo en el despacho de su director, para que esos mismo agentes se atrevieran a hablar de «una oleada de ataques de dimensión desconocida”.

Y cinco días completos para el canal público ZDF decidiera por fin dar una somera información de los hechos. Más o menos el mismo tiempo que tardaron casi todos los periódicos y periodistas germanos para tocar de refilón el asunto, evitando en todo momento identificar a los agresores o utilizar palabras como ‘árabe‘ o ‘musulmán‘.

Lo mismo sucedió fuera de Alemania y un buen ejemplo son los diarios, emisoras de radio y cadenas de televisión españolas, donde hasta el miércoles 6 de enero de 2016, no se abordó el tema y cuando se ha hecho ha sido envuelto en una nube de eufemismos para eludir lo obvio: los que metieron mano o violaron en Colonia, Hamburgo y una decena de ciudades son musulmanes y entre ellos hay refugiados llegados recientemente a Europa solicitando ayuda.

Esta tardanza en informar y tantos melindres ha generado un debate sobre si la policía y los medios callaron por temor a dar pábulo a movimientos xenófobos.

Durante la primera semana de 2016 la frase más insistentemente repetida por la Policía y la Alcaldía de Colonia fue: «No hay ninguna prueba de que los agresores sean refugiados».

Y sin embargo, este viernes 8 enero, el Gobierno alemán confirmó finalmente que hay «algunos» solicitantes de asilo entre rufianes de Nochevieja.

Ese ‘algunos‘ es más de la mitad, porque de los 40 maleantes identificados por su nombre, 22 están en proceso de recibir asilo en Alemania, según el portavoz del Ministerio del Interior, Tobias Plate.

De los interrogados, al menos nueve son argelinos, ocho marroquíes, cinco iraníes y cuatro sirios. También se sabe que entre los que cometieron delitos esa noche hay dos  alemanes, un iraquí, un serbio y un estadounidense. Tienen entre 18 y 35 años.

El Sindicato de la Policía (GdP) alemana subraya que «seguro» que había refugiados entre los agresores y que la dirección mintió al indicar que se desconocía la identidad de los agresores.

La prensa germana asegura ahora que en la noche del 31 de diciembre la policía ‘controló‘ a un centenar de personas entre las que había muchos sirios con papeles de las oficinas de asilo.

El Spiegel online va más allá y recoge que uno de ellos gritó incluso en medio de la celebración:

«Soy sirio, tenéis que tratarme bien; la señora Merkel me ha invitado».».

¿Cómo es posible que la policía permitiera más de un centenar de agresiones y robos a pocos metros de la Catedral de Colonia, uno de los lugares más visitados del mundo, especialmente cuando los asaltos ya habían comenzado antes de la medianoche?

¿Cómo se organizó el encuentro que reunió a unos mil hombres jóvenes de apariencia «árabe o norteafricana», según la propia descripción de la policía?

¿Cómo se explica que ataques parecidos, aunque de menor escala, ocurrieran al mismo tiempo en otras ciudades del país?

Pasó en Colonia pero, ahora, también se sabe que ocurrió en al menos otras seis ciudades alemanas, y en Austria, Suiza y Finlandia.

La masiva agresión sexual a mujeres por parte de grupos organizados en Nochevieja, que los políticos y los periodistas trataron de tapar durante una vergonzosa semana, escandaliza, indigna y atemoriza a Europa, desarbolada ante un tipo de violencia  insólita, insultantemente machista.

Las denuncias en Colonia -la ciudad donde se conocieron más casos-  superan ya las 170, de las que el 75 % relatan agresiones sexuales y robos. Se ha dado cuenta de tres violaciones consumadas y habrá más.

En Hamburgo también se han registrado casi medio centenar de denuncias relacionadas con agresiones sexuales.

En Bielefeld, unos 150 hombres manosearon y besaron a varias mujeres en el cambio de año. Y los mismos ataques se repitieron en Berlín, Stuttgart o Fráncfort, en número y agresividad que nada tienen que ver con los de una noche de delincuencia ordinaria.

«Nos las arreglamos para ir a la catedral, una zona donde había mucha gente, pero queríamos llegar más allá del Museo Ludwig para unirnos a todo el mundo y ver los fuegos artificiales junto al río. Pero de pronto fuimos rodeadas por un grupo de entre 20 y 30 hombres», explica una joven llamada Michelle a la BBC.

Ella fue una de las víctimas del ataque masivo de Colonia:

«Nos agarraron de los brazos, trataron de quitarnos la ropa para llegar entre nuestras piernas (…) y llevarse todo lo que teníamos en los bolsillos».

Su relato coincide con el de otras víctimas y testigos: aproximadamente un millar de hombres se concentraron frente a la principal estación de tren de la ciudad y comenzaron a agredir a las mujeres que pasaban; hubo tanto ataques sexuales como meros robos.

Son numerosos los testigos que sostienen que gran parte de estos hombres tenían «apariencia árabe o norteafricana», aunque también hay les ha aplicado la vaga etiqueta «mediterráneos«.

Hay coincidencia en señalar que todos ellos iban fuertemente bebidos, que se parapetaron en zonas oscuras para cometer sus ataques, que usaron petardos para asustar a sus víctimas y llevarlas a zonas que les convenían y que entre ellos se apoyaban, es decir, iban en masa a atacar.

Las agresiones registradas en otras ciudades han sido de naturaleza similar, aunque participaron menos hombres y el número de víctimas es más bajo: grupos, organización, alcohol, concentración en zonas de marcha en Nochevieja, mujeres como principales víctimas, algunos gays, delitos sexuales acompañados de robos…

La Policía de Colonia reproduce lo narrado por las víctimas y ha asumido ya que los ataques fueron pactados, organizados. Lo ha reconocido tanto el Ministerio de Justicia como el de Interior.

«Todo el asunto parece haber sido acordado de antemano», ha dicho Heiko Maas, titular del primero de los departamentos.

«Algo así no surge de la nada. Tiene que haber alguien detrás».

Las redes sociales parecen haber sido el lugar donde todo se planeó, pero aún no se ha rastreado lo suficiente como para encontrar pruebas de ello.

Muchos de los agresores de la explanada de la estación «estaban borrachos y eran agresivos», ha remarcado la policía de Colonia.

El grupo se reunió primero frente a la estación principal de la ciudad. Después los individuos se separaron en grupos de entre 20 y 30 para llevar a cabo sus ataques.

Lo que hicieron fue rodear a mujeres, incluso a aquellas que se encontraban con sus parejas. Les arrojaron fuegos artificiales casi directamente al cuerpo, «para generar caos y distracción».

A algunas jóvenes les hicieron llaves de artes marciales para inmovilizarlas. Según ha descrito la Policía local, el atacante se colocaba delante de la mujer, la rodeaba con su pierna y la empujaba. Así, la víctima caía al suelo y el agresor aprovechaba ese momento para realizar tocamientos o robarle.

Y durante la ‘bacanal‘, la policía se limitó a tocar el violín. Las autoridades intentan desesperadamente parapetarse tras la tesis de que  aplicó una política de silencio para que potenciar los ataques xenófobos que Alemania, donde han llegado más de 1 millón de refugiados a lo largo de 2015, pero la excusa es muy pobre.

Las agresiones comenzaron horas antes de Año Nuevo y que se dio aviso a los agentes, que fueron a las estaciones y se limitaron a ‘desalojar‘ educadamente a parte de los maleantes. Sin detener a nadie, no fuera que los mangantes se enfadaran.

Los bellacos regresaron poco después para seguir atacando. Algunas jóvenes llegaron a ser escoltadas al interior de la estación de tren por seguridad, pero no hubo más. Los diarios alemanes han difundido un documento interno de la Policía en el que literalmente se reconoce el «descontrol«:

 «Eran sencillamente demasiados al mismo tiempo y nuestros agentes llegaron rápidamente al límite de su capacidad».

Del millar de canallas de Colonia, sólo se ha identificado por el momento a cuatro decenas –«estaba oscuro, iban tapados, unos escondían a otros…«, son las pobres excusas de los incopentes agentes- pero en Hamburgo, por ejemplo, no hay ni un identificado.

Hay un sospechoso más en Stuttgart. No hay detenidos. Ahora se están revisando los circuitos cerrados de cámaras para dar con todos ellos, pero las autoridades reconocen que «las probabilidades de que incluso uno solo de los perpetradores sea condenado son pequeñas».

Ni técnica ni políticamente se quiere que el asunto trascendencia, pero las está teniendo ya, porque pone en entredicho la política migratoria de la canciller Angela Merkel.

El ministro de Interior, Thomas De Maizière, ha pedido no estigmatizar a los refugiados. Matiza que el origen de los refugiados no puede convertirse en un tabú en aras de la «corrección política» y es ahí donde está el meollo del asunto.

Los medios de comunicación y muchos políticos tratan de disparar por elevación y claman contra la utilización que pueden hacer grupos de ultraderecha como Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida, por sus siglas en alemán) o movimientos populistas como el partido Alternativa para Alemania (AfD).

Sería un espanto que lo ocurrido se tradujera en un rechazo frontal a los que huyen de la guerra y vienen a Europa buscando una vida mejor, pero sería un paso hacia el abismo asumir las tesis de la alcaldesa de Colonia o las del alcalde de Viena y concluir que algo de culpa tienen las chicas alemanas, por empeñarse en salir a la calle, tomar copas, bailar con desenfreno y festejar alegremente el Fin de Año en su propio país.

El único paso concreto dado hasta ahora por la coalición del Gobierno alemán ha sido la promesa de que endurecerá el castigo a los inmigrantes que cometan cualquier tipo delito.

El diario Bild revela que tanto los Cristianos Demócratas de Merkel como su socio socialdemócrata y vicecanciller Sigmar Gabriel se han mostrado a favor de prohibir la concesión de asilo a cualquier persona que haya sido sentenciada a pena de cárcel o se encuentre bajo libertad condicional.

La atribulada Merkel, personaje del año según Time, bajara propuestas como la de agilizar las devoluciones de quien delinca o de endurecer las penas a los foráneos que cometan delitos sexuales.

La sorpresa es casi tan grande como la indignación y la protesta llega desde todos los ángulos. Este viernes y como Dios la trajo al mundo, se ha paseado por el lugar del crimen la artista Milo Moire enarbolando un cartel que rezaba «Respetadnos! No somos carne de presa ni aunque estemos desnudas!».

Algún cínico ha comentado que dada la naturaleza y las aficiones de los canallas de Nochevieja, salir desnuda así es como «enseñarle un platano a un mandril».

Y mientras Merkel duda y Milo Morie clama, no se sabe si inspirados en el Ku Klux Klan o en Robin Hood, ya han aparecido un millar de ‘caballeros‘ en forma de patrulla civil dispuestos a prevenir ataques como los ocurridos la Nochevieja en Colonia, cuyo jefe de policía, Wolgang Albers, fue destituido merecidamente este viernes 8 enero.

La iniciativa ha surgido en Düsseldorf, vecina de Colonia, y en menos de 48 horas el llamamiento -lanzado vía Facebook- ha reunido a casi 5.000 entusiastas para espanto de la policía.

«Vamos a asegurarnos de que nuestra ciudad es segura para nuestras damas».

Según la página de Facebook abierta bajo el nombre genérico de Düsseldorf passt auf (Dusseldorf ten cuidado) la idea es patrullar las calles los fines de semana y durante los próximos carnavales para asegurar la protección que, a tenor de los hechos en Colonia, no aseguró la policía a las mujeres.

Es una de las penosas consecuencias que tiene tratar de hurtar la realidad a la opinión pública y no llamar a las cosas por su nombre: es complicado denunciar en comisaria que te ha violado un eufemismo.

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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