LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

¡Esperen un momento, que al separatismo catalán lo están peinando!

Antonio Burgos se parte la caja con el presidente de Cataluña, Carles Puigdemont

¡Esperen un momento, que al separatismo catalán lo están peinando!
Carles Puigdemont. EP

Variaditas vienen las tribunas de opinión este 13 de enero de 2016. Desde la basura que campa y ya huele por las calles de Madrid gracias a la inacción de la populista Manuela Carmena al nuevo presidente de Cataluña, el candidato cogido por los pelos Carles Puigdemont y pasando por la decisión de Rajoy de permitir que el socialista Patxi López presida la mesa del Congreso de los Diputados.

Arrancamos en ABC y lo hacemos con Antonio Burgos. El escritor se parte literalmente la caja con el nuevo jefe del Ejecutivo catalán a cuenta de su peculiar peinado. Casi le pegaba más la estética de ‘quincemero’ que de todo un presidente de comunidad autónoma:

Puigdemont el del pelucón, que preside la autonomía catalana después que la CUP («of cofee», que decía Ana Botella) haya mandando a Arturo Mas a la mismísima Venta del Nabo, era hasta ahora alcalde de una ciudad que no sé dónde está. Sé el sitio donde está Gerona, la de los Sitios, pero no tengo ni puñetera idea de dónde lo que las radios en lengua española dicen acerca del lugar de procedencia de quien hasta antier era un desconocido: eso de «Yirona». Hay toda una geografía de España que desconozco. Oyendo hablar en español no sé dónde está Yirona, ni dónde Ondarribia, ni dónde Lleida, ni dónde Eivissa, ni dónde Iruña. Me pasa igual que a los catalanes en sus televisiones, diarios y radios, que como saben dónde está Terol, andan buscando a Teruel, y como desconocen la situación de Osca, no acaban de encontrar a Huesca.

Asegura que:

Tienen los separatas catalanes mucha suerte con Puigdemont, presidente de su autonomía gracias a las flequis de la CUP. Ea, ya tienen en el Palacio de San Jorge lo que no soñaban ni con el deshonrado Pujol ni con Mas: un descendiente directo del mismísimo «Guifré el Pilós». Este Guifré el Pilós debe de ser, en plan «Yirona», el Wifredo el Velloso de toda la vida. A quien conozco no porque sea experto en historia del Noreste del Reino de Aragón, sino porque en la Feria de Sevilla había una caseta que se llamaba así, en plan de cachondeo. O sea, lo mismo que nos hemos tomado muchos al tal Casademont o Puigdemont o como sea. Si ellos no respetan las leyes y se las saltan a la torera (aunque hayan prohibido la Fiesta, por Nacional y por española), ¿cómo quieren estos gachés que los respetemos a ellos? Si se pasan las sentencias del Constitucional por el forro de los paños de Tarrasa, ¿cómo hemos de tenerles la menor consideración? No sólo no cumplen las leyes: ni la voluntad de las urnas. Mas, antes de coger el camino a la Venta del Nabo, dijo una de las frases más antidemocráticas que he oído: «Hemos corregido en la negociación lo que no nos dieron las urnas». Eso está no a cinco minutos, sino a tres segundos (y con «foto-finish») del fascista y totalitario: «El mejor destino de las urnas es romperlas».

Apunta que:

Ellos, de hecho, las han roto. Y No Passssa Nada. Y el Gobierno de Madrid, tragando, y publicando comunicados cada vez más duros sobre el cumplimiento de las leyes, pero cada vez menos resolutorios: acobardamiento en fase creciente y valentía en fase menguante. Me paran por la calle y me preguntan:

-Oiga, Burgos: ¿usted sabe si por un casual el artículo 155 sigue estando en la Constitución o los separatistas catalanes lo han mandado quitar para aceptar la última morterá de dinero que les ha dado Madrid?
Lo del «Barsa es más que un club» es cierto. De esa fábrica azulgrana de separatistas y de anticatalanistas han debido de aprender que hay veces en que los partidos que se pierden en los campos se ganan en los despachos. Así ha llegado a presidente Puigdemont el Pilós, con los amaños que se han traído de espaldas al resto de los españoles, limpiándose en las cortinas de la soberanía nacional, quitando la Bandera de la Patria y los retratos de su Rey ante una Justicia encantada de haberse conocido con este Gobierno acogotado y con estos sediciosos rompedores de la Unidad nacional.

Resalta que:

Y como el que no le da importancia a la cosa, El Pilós ha proclamado por su cuenta la «preindependencia». Muchos se sorprenden y se preguntan si habrá luego «postindependencia». A mí no me extraña nada. Esto de la «preindependencia» me recuerda a la «preautonomía» que les dimos cuando empezamos a tragar, a traspasarles la Educación como un arma para enseñar a odiar a España. Llegó Tarradellas y dijo: «Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!». El separatista del pelucón ha dicho, en su lengua de «Yirona»: «Ciudadanos de España, la preindependencia ya está aquí; esperen un momento, que a la independencia la están peinando».

Jaime González tiene que ponerse las pinzas en la nariz, nunca mejor dicho, para relatar en su columna como Madrid se ha convertido en el vertedero de Valdemingómez, pero a gran escala:

Madrid, una ciudad con 3.100.000 habitantes, no está para experimentos ideológicos. Convertir la capital de España en un descomunal tubo de ensayo donde probar fórmulas de pensamiento hiperdogmático es un ejercicio peligroso, porque las urbes más desarrolladas del mundo son aquellas en las que la gestión no está contaminada por el ideario partidista.

La izquierda radical, con el apoyo del PSOE en algunos casos, se hizo con el poder municipal en varias de las mayores capitales de España. Su objetivo era impulsar un pretencioso «proceso de transformación social», expresión tras la que se ocultaba el intento de convertir Madrid, Barcelona, Valencia, La Coruña o Cádiz -entre otras capitales- en el campo de pruebas de un proyecto de «cambio progresista» de dimensión nacional. Era -en definitiva- la primera etapa de un vasto programa político de remoción de las estructuras del sistema en el que las ciudades conquistadas actuarían como palancas para hacerse con el control posterior del Estado. La izquierda radical no ha logrado completar sus objetivos y se ha quedado a mitad de camino, a la espera de una segunda oportunidad.

Indica que:

Madrid es hoy rehén de los experimentos ideológicos de su Ayuntamiento, una capital cobaya víctima de los ensayos de laboratorio del equipo de Manuela Carmena. La basura que se acumula en las calles de Madrid es el resultado de la incapacidad de los responsables municipales de gestionar toda esa realidad que no está para políticas disgregadoras y demanda soluciones inmediatas. La mayoría de los madrileños no entienden que sus gobernantes se enreden en aventuras estériles con el nombre de las calles o la Cabalgata de Reyes. No quieren experimentos, sino que funcionen los servicios básicos: la basura, el alumbrado, el transporte…, los tres o cuatro elementos que hacen que una ciudad funcione cada día.

Y sentencia:

La suciedad de Madrid es un problema estructural que no se arregla con insoportables disquisiciones hermenéuticas. Lo que se necesita es jabón, palas, escobones y cepillos; un arsenal de limpieza en lugar de arsenales de palabras, que es lo único que parece gastar este Ayuntamiento propenso al circunloquio. Estamos ante un asunto que amenaza con convertirse en un problema de salud pública, que es algo más grave que un desolador paisaje urbano, por mucho que la estampa actual rezume desidia y abandono. Madrid es uno de esos ayuntamientos de «progreso» que nos regalaron los pactos surgidos de las urnas. Observe el lector cómo el progreso ha prendido en las aceras, cómo su rostro inunda las papeleras, los contenedores, las calles, las esquinas…

En El Mundo, Santiago González recuerda que Patxi López, nuevo presidente del Congreso de los Diputados, no es precisamente alguien agradecido con quien le hace un favor. ¡Y si no que se lo digan al PP que tuvo que aguantar desplantes varios habiendo apoyado al socialista para presidente vasco!

La democracia es un sistema para la promoción de oportunidades. Pedro Sánchez aspira a la Presidencia del Gobierno, apoyado por dos partidos que no están por la tarea. Como prueba preliminar va a colocar en la tercera magistratura del Estado, la Presidencia del Congreso, a Patxi López. Hay precedentes. Ya tuvimos a Javier Rojo como presidente del Senado dos legislaturas.

El PSOE considera que el Congreso debe presidirlo un partido distinto al ganador, criterio que no sostuvo en ninguna de las seis legislaturas que siguieron a los comicios que ganó. Tampoco le parecería inconveniente que ambas responsabilidades recaigan ahora en el segundo partido; Sánchez y López en plan ticket. Ciudadanos opina que Patxi es un buen candidato, quizá por su sólida formación jurídica. Al PP tampoco le parece mal, en parte porque así obtiene tres puestos en la mesa, (que con los dos de C’s hacen mayoría), en parte porque les va la marcha. En Mondragón aún se recuerda el pollo que le montó López a Rajoy en la capilla ardiente de Isaías Carrasco, de donde lo expulsó con cajas destempladas. Al año siguiente, López fue lehendakari tras unas elecciones en las que había quedado segundo. El PNV obtuvo cinco escaños más, pero López se invistió con sus 25, más los 13 del PP que le completaron la mayoría.

Rememora que:

Jamás tuvo una palabra de agradecimiento, ni siquiera de consideración. Durante su legislatura, el portavoz de los socialistas en el Parlamento vasco descalificó con un regüeldo a sus socios del PP en un mitin para las municipales de 2011: «A la derecha, en cuanto abre la boca se le ven las caries del franquismo». Alguna vez tengo dicho que los socialistas van a los pactos con el PP como los menestrales de provincias de putas: de noche y por el callejón. Ya lo dice la sentencia popular: «Amor de puta y vino de frasco, a la noche gusta y a la mañana da asco». Luego no entendían que las encuestas valorasen tan poco a un Gobierno que se desprestigiaba a sí mismo.

Y dice que:

Quizá el joven Sánchez ha pensado que nadie mejor que Patxi López para presidir el Congreso, para que se entienda que este no es el primer paso para que deponga sus ambiciones, cuente sus posibilidades reales de construir una mayoría y acepte como mal menor la investidura de Rajoy. No es el caso, ni siquiera quiso hablar con él, pero los socialistas son un poco raros para estas cosas. Mientras López gobernaba Euskadi con el apoyo del PP, el presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, negociaba las transferencias pendientes, no de Gobierno a Gobierno, como mandan la tradición y las leyes, sino con el primer partido de la oposición en la Cámara vasca, el PNV.

López mejoró las expectativas que despertaba al llegar a Ajuria Enea. A ver si se repite la sorpresa.

Raúl del Pozo detalla como el nuevo presidente catalán, Carles Puigdemont, pretende separarse del resto de España al precio que sea:

Carles Puigdemont continúa la política del resentimiento de los Pujol y de Mas, que saquearon y dividieron Cataluña. El nuevo president pretende romper con España, que es un Estado democrático, y convertir a Cataluña en una ciudad sin ley. Esto no puede terminar bien.

Puigdemont confirma el proverbio según el cual el alcohol barato del nacionalismo primero emborracha, luego ciega y, por fin, mata. Lo importante sería que no nos cegáramos todos. Lo que está ocurriendo angustia a los ciudadanos porque no ven repuestas solventes ante el desafío. Los amotinados carecen de legitimidad democrática para la insumisión; ni en las elecciones falsamente plebiscitarias ni en las generales consiguieron más del 50% de los votos. En plena incertidumbre, el Partido Socialista quiere formar una mayoría de gobierno con los propios separatistas y Podemos, el partido de Pablo Iglesias, que insiste en el derecho a decidir. Esto puede ser el inicio de una pesadilla que acabe como en Yugoslavia, donde se proclamaron seis repúblicas independientes. Esperemos que esta vez se prescinda de la costumbre de la sangre.

Señala que:

Los nacionalistas catalanes han abierto la cesta de las serpientes desde una historia ficticia. Hubo un tiempo en que tenían razón para alzarse contra la política absolutista basada en Multa regna, sed una Lex [Muchos reinos, pero una Ley]. Se sintieron pisoteados y vejados, con un conde de Barcelona que no era dignidad, «sino vocablo, voz desnuda» (Quevedo). Después de derrotas y represiones, en el pasado siglo el nacionalismo renació con aquella gauche divine que, según Manuel Vázquez Montalbán, estaba formada por unos chorras, unos gilís, unos pijos con sus cuellos de cisne.

Los del PSUC y aquella izquierda teatral y señorita se pasaron al nacionalismo de los salteadores del presupuesto. Llegó la democracia y la descentralización del 1978, una de las más avanzadas del mundo. Ellos siguieron encerrados en su utopía sin aceptar la de los otros. Lo extraño, ahora, es que es que los nuevos políticos descubran el plurinacionalismo. Íñigo Errejón (secretario político de Podemos) reconoce que la plurinacionalidad está en el ADN de su partido desde la asamblea de Vistalegre de 2014. Denuncian que con lo de «España se rompe» se azuza el miedo y se limita la democracia. «Como en la naturaleza, sólo se conserva lo que cambia. Treinta y ocho años después de la Constitución, sólo aguantará la obra si se reforma», me dice un dirigente de Podemos.

Y sentencia:

Los diputados de En Comú Podem -de Pablo Iglesias y Ada Colau-, que ganaron las elecciones el 20 de diciembre, presionan al PSOE para que proponga una alternativa al referéndum. Le dicen que hay que elegir entre el búnker del PP y el diálogo. O sea, llaman búnker a un Gobierno que quiere que se cumpla la ley. Ante el big bang catalán nadie está a la altura. Unos quieren doblar la rodilla de los otros. Pero el Estado no está colgado del cielo y debe reaccionar para espantar a ese buitre insaciable que vuela sobre Barcelona.

Ángela Vallvey, en La Razón, explica cómo se forma un populista y cómo se destruye, aunque cuando éste es derrocado, en tiempos actuales, se va a su casa con una suculenta pensión:

El populismo no requiere de una ideología que lo sostenga. Se puede ser populista de izquierda, de derecha o centrocampista. Ernesto Laclau, teórico posmarxista argentino, reclamó la necesidad de reivindicar y practicar el populismo en la era contemporánea, especialmente en el espacio político de Latinoamérica, tan a menudo sometido a los ensayos (y errores) de ideólogos con vocación de ingenieros sociales.

El populista busca crear un efecto demoledor en el votante. Antaño, así lo hacían los sofistas -populistas «premodernos»- en las asambleas o en mitad de un corro en un arrabal. Hogaño, el populista «remoderno» emite sus consignas -arropadas con el manto del «interés del pueblo»- desde cualquier televisión. Decirle a la gente lo que quiere oír, por disparatado que esto sea, resulta siempre eficaz, despierta el aplauso, la atención y la simpatía del auditorio, lo que se traduce en votos contantes y sonantes.

Destaca que:

Gracias al éxito fulminante del populismo, el propio Lenin pudo sacar adelante una revolución que cambió la faz de la Tierra. Hoy día, el populismo no solo se practica en algunos países de Latinoamérica, en el nuestro también es una de las fórmulas políticas más de moda. La indolencia con que el ciudadano analítico asume los acontecimientos políticos cotidianos, deja un espacio libre, como un lienzo en blanco, para que los discursos populistas tomen la iniciativa y movilicen masas con una perorata clásica que logra hacer una bandera -siempre falsa- de la ayuda a los más desdichados, para entonces llamar a dicha masa conmovida a movilizarse para solucionar el problema. Luego resulta, casualmente, que es el líder populista quien parece el único capaz de resolver la acuciante cuestión de la falta de justicia social. De este modo, cuando la masa pone el poder en manos del populista, legitima así su tendencia al posible despotismo y abusos posteriores.

Y finaliza:

Menos mal que, como decía el padre Mariana en su «Discurso de las cosas», en realidad el poder no es como el dinero, que cuanto más tiene uno más rico es, sino como la comida: que tanto la escasez como la demasía pueden hacer enflaquecer al que come, pues si la gente se irrita con la demasía, con los excesos del poder, el que gobierna -incluso en los tiempos del padre Mariana- «no puede resistir la voluntad de tantos», de la masa, que acaba derrocándole, enfurecida…

Eso sí: ahora todos esos engañosos gobernantes se van con el consuelo de una suculenta pensión vitalicia.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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