Variedad de temas este 14 de febrero de 2016 en las columnas de opinión de la prensa de papel.
Desde las mamarrachadas expresadas por algunos concejales podemitas en el Ayuntamiento de Madrid al día de la marmota respecto de los pactos. Insisto, como en su momento apostó Carlos Herrera en la COPE y en sus tribunas de ABC, estamos abocados a unas nuevas elecciones. A Rajoy no le salían las cuentas y Pedro Sánchez quiere sumar para su proyecto peras con manzanas, zanahorias y berenjenas lo que al final tampoco sale a cuenta.
Comenzamos en La Razón y lo hacemos con Alfonso Rojo mandándole un recadito muy claro a Carmena, Zapata y compañía, el de ponerse en la piel de todos aquellos que han sufrido la brutalidad del terrorismo y ver como un ser querido era abatido en plena calle o, en el mejor de los casos, comprobar que tendría secuelas físicas y psíquicas para el resto de sus días:
Si cuando tenía 13 años, a la hija de Carmena que ahora triunfa como directora de casting de películas como «Ocho apellidos vascos», una bomba terrorista la hubiera segado las piernas, estoy seguro de que la alcaldesa de Madrid no tendría como concejal a un bellaco como Zapata. Ni calificaría de travesura juvenil ese mensaje que el dirigente de Podemos subió a Twitter, cumplidos los 32 años, anunciando que habían cerrado el cementerio de Alcasser para que Irene Villa no fuera a buscar repuestos.
Estoy de acuerdo con Ángela Vallvey en que el odio alimenta más que el pan, vota en masa y puede llevar a a aceptar conductas, caminos y argumentos tramposos e insensatos, pero tanto disparate no se explica sólo desde el rencor. Si al padre de Pablo Iglesias le hubieran descerrajado un balazo en la cabeza y él hubiera contemplado la escena, como lo ocurrió a uno de los hijos del socialista Fernando Múgica, no andaría el aspirante a vicepresidente paseándose por las herriko tabernas y alabando la «perspicacia» de ETA. Tampoco considerarían los ediles de Ahora Madrid y un montón de periodistas que era sátira útil y enriquecedora el cartel «Gora Alka ETA» que exhibieron los titiriteros, si a sus hermanos y a sus mujeres los hubieran asesinado de un tiro en la nuca cuando paseaban por la calle, como pasó en Sevilla con Jiménez Becerril.
Y añade:
O si a un compañero de fatigas, amigo y camarada, lo hubieran rematado en el suelo del garaje y encima bromearan con su miedo, porque intentó herido arrastrarse bajo un coche, como ocurrió con el exministro Ernest Lluch. Ni el líder de IU Alberto Garzón hubiera escrito en Twitter que se alegraba de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo derogando la Doctrina Parot, si su madre fuera una de las 21 personas despedazadas por Santi Potros en el Hipercor de Barcelona o su hermano, ahora enchufado en el ayuntamiento, hubiera sido uno de los 12 cadetes de la Guardia Civil asesinados en la plaza de la República Dominicana. ¿Hubiera comparado Mauricio-Valiente, tercer teniente de alcalde de la capital de España, la solicitud de dimisión de la sectaria Celia Mayer con la estrategia golpista de la derecha chilena antes del golpe de Pinochet si el motivo de risa carnavalesco hubiera sido la ejecución a sangre fría de los cinco abogados comunistas de Atocha? Para decir lo que algunos están diciendo o aplaudirlo o entenderlo, no basta atiborrarse de inquina y resentimiento; son imprescindibles copiosas dosis de idiotez.
Alfonso Ussía considera que Mariano Rajoy y Pedro Sánchez no pueden ofrecer una imagen tan patética porque representan a más de 12 millones de votantes:
Wodehouse acuñó para Jeeves, su formidable personaje, el mayordomo de Bertram Wooster, la frase que mejor explica el desencuentro amoroso.
«Son dos corazones que no laten al unísono». En algunos sectores de las sociedades adineradas de la América española -me refiero al idioma y no al poder político-, ella es «mi princesa» y él «darling». Fui testigo de este apasionante diálogo entre una «princesa» y su «darling». -Mi «princesa». Prepárame un whisky. Con mucho hielo, y el agua hasta el tope pero sin que se derrame una gota. Y que no esté ni fuerte ni flojo, en su punto, como sólo lo sabe preparar mi linda «princesita»-. Ella no se movió de su sillón, y habló con contudente amabilidad: -«Darling», mi amor, creo que ha llegado el momento de la sinceridad. Que te prepare el whisky la chingada de tu madre». De haber asistido Wodehouse a tan calamitosa escena no lo habría dudado. Se trataba de dos corazones que no latían al unísono.
El amor es caprichoso. Cuando la pasión forma parte del capricho, el odio siempre está al acecho para irrumpir en el escenario. Y existe otra invitada mucho más demoledora que el odio. La indiferencia. -¿Cuánto me quieres, mi amor?-; -absolutamente nada-. Una desagradable contingencia que han padecido millones de parejas en cada siglo superado.
Asegura que:
He llegado a la conclusión de que Mariano Rajoy y Pedro Sánchez son dos corazones que no laten al unísono. No han latido al unísono jamás, por lo cual ninguno es «darling» ni «princesa». Para ser «darling» o «princesa» ha tenido que temblar previamente, con o sin viento, la hoguera del amor. Cuando la «princesa» le comunica a su «darling, mi amor» que ha llegado el momento de que el whisky se lo prepare su puta madre, lo hace respetando las cenizas del amor amortizado, deshabitado por el uso. Pero entre Rajoy y Sánchez no hay cenizas muertas de un amor pasado que obliguen al respeto. Se tienen bastante manía, y la intensidad es mutua y compartida. No hay química, recelan de su piel, y cuanto más se reúnen, más se aborrecen.
El desamor puede alcanzar niveles de máxima crueldad. Se cuenta de un soltero de Jerez que reunía en su casa el día de Navidad a sus sobrinos. Fue un tío ejemplar hasta que se le cruzaron los cables. Jugaban, corrían y gorjeaban los pequeños a su alrededor, y al pasar junto a él uno de los niños, el tío le arreó una colleja. Lógicamente, el niño rompió en llanto, consecuencia del dolor y el susto. Y la madre del agredido protestó: -Tío ¿por qué le ha pegado a mi niño?-; y el tío respondió: -¡Porque es muy feo, joé, y me da mucho coraje!-. Veinte años más tarde, por esos regates que la vida procura, el feo heredó una buena parte de la fortuna de su tío. No lo enterró en el monumental panteón familiar de Jerez. Compró un nicho de saldo en el lejano cementerio de Rentería, y depositó a su tío entre Imanol Esturza Mendigorría y Nekane Aristizábal Belzuncegómezkorta. -Ahí te quedas, cabrón-, musitó durante el entierro. No eran dos corazones que latían al unísono.
Y concluye:
Pero se trató de un asunto familiar, no de un desencuentro de Estado. Sánchez aprovechó un debate para insultar a Rajoy, y Rajoy que no pudo reaccionar al insulto -por otra parte injusto-, le ha dejado a Sánchez con la mano tendida, que es un contratiempo tan ridículo como alzar la mano para detener un taxi, y que el taxi siga su camino haciendo caso omiso del desconcertado cliente. Para negar un saludo con la mano tendida hay que preparar con tiempo el agravio. Y Rajoy se ha vengado del insulto a destiempo. Lo malo es que detrás del insulto y de la falta de respuesta de Rajoy a la mano tendida de Sánchez está España, y entre uno y otro representan a doce millones de españoles que no tenemos la culpa de que sus corazones no latan al unísono. Cuando el desamor puede afectar a muchos, un beso de refilón es lo más conveniente, cuando no una palmadita en la espalda. Falsa, pero palmadita al fin y al cabo.
En ABC, Antonio Burgos fustiga a todo bicho viviente y es muy claro con Mariano Rajoy, al que le acusa de haber desaprovechado una legislatura íntegra en la que gozó de mayoría absoluta en la que se dedicó a ver la vida pasar:
Al lertulianés le pasa todo lo contrario que al Latín. El Latín es una lengua muerta que, excepción hecha del «Salve Regina» y del «Tantum ergo», ya casi no utiliza ni la Iglesia, institución que hasta el empacho e indigestión posterior al Concilio Vaticano II, donde los curas cogieron la salmonelosis de las lenguas vernáculas, fue el gran conservatorio del idioma de la Roma clásica. El Tertulianés es todo lo contrario al Latín: no una lengua muerta, sino vivísima. Tiene hasta sus propios arcaísmos. Palabras que estuvieron de moda y cayeron en desuso. Por ejemplo, «gobernanza». ¿Se acuerdan cuando a los tertulianos (que ahora saben del zika tanto como hace poco de la gripe A) no se les caía de la boca la palabra «gobernanza»? Bueno, pues ahora que es cuando de verdad nos hace falta, para que gobiernen los que han ganado y no tengamos un Gobierno de Perdedores, se han olvidado de la palabreja y aquí no es que no tengamos a la vista gobernanza lógica alguna de los que ganaron, sino que el Reino de España está a pique de un repique de caer en un Frente Popular de Perdedores y Separatistas como una catedral.
Dice que:
Hay otro arcaísmo del tertulianés que ha caído en desuso en mucho menor tiempo. ¿Se acuerdan cuando en los alrededores del 20-D, antes del sorteo de la lotería electoral donde le cayó el «gordo» a Pablo Iglesias, todos los tertulianos hablaban de «los partidos emergentes»? Pues contradictoriamente, ahora que han saltado al ruedo ibérico, pegando cornás, ya nadie habla de «los emergentes». La verdad es que los partidos emergentes, como los mandamientos de la Ley de Dios, se encierran en uno: en Podemos. Ciudadanos es también emergente. Pero muy poco. Lo menos que se despacha en emergente. La mitad del cuarto de emergente. Y hay otro emergente que no es un partido, sino un señor particular. Bastante particular. Ese Sánchez que no sé por qué no quiere que le mentemos su segundo apellido, Castejón, como a Rodríguez lo llamábamos por el segundo, Zapatero. Este emergente va por la senda onomástica de González, que parece que hasta se borró del DNI el Márquez de su señora madre.
Subraya que:
A lo que iba. Que no todos los emergentes han sido emergentes y que los que parecía que iban de sumergidos, glup, glup, como el PSOE de un Pedro del coche de Los Picapiedra al que todo el mundo le andaba buscando la rueda de repuesto con la piedra de molino de Susana Díaz… Que los dos emergentes, Ciudadanos y Podemos, se han quedado en uno. Y que el papel emergente de Ciudadanos se lo ha apropiado Sánchez. Yo creo que como los rateros les quitan el bolso a las turistas: por el procedimiento del tirón. ¿Del tirón electoral? En absoluto. Para tirón electoral, el de Rajoy, ya sumergido por los emergentes, glup, glup, que sacó 7 millones de votos, 7, y fue el partido más votado en el 20-D a pesar de Bárcenas, de la Gürtel y de la leche que mamó Arriola. Y a pesar de ser «de facto» la tercera legislatura de ZP: sin haber derogado ni una sola ley sociata de las de dividir la sociedad y resucitar las dos Españas, y dándole como vergüenza ejercer la mayoría absoluta. Rajoy pasará a la Historia como titular de la mayoría absoluta más desaprovechada e inédita.
Y remacha:
Los emergentes, que son Pedro y Pablo (qué apostólicos me han salido estos dos agnostiquetes en la España laica) serán los que después que Rajoy se haya limpiado en las cortinas de sus 7 millones de votantes, 7, echen al sumergido PP por la ventanilla de emergencia. Lo malo es que el propio Rajoy se ha encargado de romper el cristal de la ventanilla para llevarnos al Frente Popular que presagió hace muchos años mi admirado Mayor Oreja, sin que nadie le echara cuenta. ¿A que va a resultar que los emergentes eran la resurrección del Frente Popular por parte de Pedro y Pablo, con Mariano sumergido en las profundidades abisales de las que ya no se sale?
Jon Juaristi indaga en un movimiento cultural con mucha inquina política oculta en él. Se trata del dadaísmo, algo que ha llegado hasta nuestros tiempos y si no, que se lo digan a los ‘titirietarras’ de Tetuán:
Hace cien años, el 5 de febrero de 1916, se inauguró en el número 1 de la Spiegelgasse de Zúrich el Cabaret Voltaire, fruto de la asociación de un desertor bávaro vinculado a los expresionistas del DerBlaueReiter, Hugo Ball, con un tabernero suizo. Nacía así, al calor de la Gran Guerra pero lejos de los frentes de batalla, el movimiento dadaísta, la más radical de las vanguardias artísticas europeas. Varios de los integrantes del grupo fundacional, además de Ball, se disputaron la paternidad del movimiento, que acaudillaría -tras la vuelta de aquel al seno de la Iglesia católica en 1920- el rumano Tristan Tzara.
Recuerda que:
El origen de Dadá (del movimiento y del nombre) es lo de menos. Como afirmaría una de sus últimos supervivientes, Claire Studer (Claire Goll, por su matrimonio con Yvan Goll), no se decidirían a autodenominarse dadaístas hasta su encuentro y alianza con los surrealistas franceses, ya después de la contienda. La propia Studer los describe, incluyéndose ella misma, como un puñado de pusilánimes cantamañanas que se acogieron a la neutralidad suiza. Ninguno de ellos brilló más allá de la Segunda Guerra Mundial, al contrario de lo que sucedió con los surrealistas. Tzara se afilió al PCF y terminó sus días vendiendo L’Humanité por Montmartre. Una poetisa dadaísta de mayor calado (aunque no mucho, se mire por donde se mire), Else Lasker-Schüler, que sobrevivió al Holocausto, emigró a Israel, donde nadie le haría el menor caso (para colmo, escribía sólo en alemán). Pero en los años finales de la Gran Guerra y durante su resaca revolucionaria metieron algún ruido. Su lenguaje deliberadamente repulsivo, su coprolalia y atroz exaltación retórica de la violencia y del crimen contagiaron a los surrealistas (de ellos tomó Dalí su afición a lo excrementicio). Con todo, un aspecto fundamental de la historia del dadaísmo pasó desapercibido hasta que un historiador de las vanguardias, Dominique Noguez, lo sacó a la luz en un ensayo de 2008: la relación entre Dadá y el bolchevismo.
Explica que:
En su Lenin-Dadá (edición española en Península, 2009), Noguez muestra, de modo bastante más que conjetural, cómo los contactos de Lenin con los dadaístas del Cabaret Voltaire no se limitaron a inocentes partidas de ajedrez jugadas con Tzara o con Hans Arp entre febrero de 1916 y febrero de 1917, o sea, entre la inauguración del Cabaret Voltaire y la revolución de los mencheviques, todo un año en el que Lenin, su mujer (Nadia Krupskaia) y su secretaria y amante (Inés Armand) residieron en Zúrich, en el número 14 de la Spiegelgasse. Noguez sostiene que Lenin formó parte del grupo fundacional del dadaísmo y que no es en absoluto casual la coincidencia de la exhortación de Tzara al exterminio de la humanidad y a la destrucción de todo orden en el manifiesto de 1918 con las grandes matanzas bolcheviques del período 1918-1920 (un millón y medio de asesinados, calculando por lo bajo), que se inauguraron con el exterminio típicamente dadaísta de la familia real rusa en Ekaterimburgo.
Y finaliza:
En clave divertida (pues «la dialéctica es una máquina divertida», según Dadá, tan divertida o más que la guillotina), los manifiestos dadaístas de 1916 a 1919 constituyeron una suerte de programa oculto del bolchevismo, el MeinKampf de un Lenin cachondo y lúdico, que amaba los disfraces, el terror y el humor nihilista. Vladimir Illich Ulianov, alias Lenin: ese sí que firmó a destajo sentencias de muerte, y además partiéndose de risa, no como otros. ¿A que no adivinan de dónde tomaron los chekistas españoles su afición titiritera a las violaciones y asesinatos de monjitas, esas actividades tan culturales y vanguardistas.
En El Mundo, su director, David Jiménez, critica a Pablo Iglesias y a su corte de mariachis ser máquinas de prometer hasta meter y después de metido, nada de lo prometido:
En el paraíso que nos viene anunciando Pablo Iglesias, y que según sus previsiones está cada vez más cerca, la virtud política sustituirá a los pecados de la casta y seremos iluminados por la verdadera democracia. La prensa será respetada, las responsabilidades políticas asumidas, la democracia interna del partido gobernante ejemplar y el nepotismo cosa del pasado. Adiós a los cuñados con despacho. Tendremos un Gobierno capaz de decirle cuatro cosas a Angela Merkel -no como ese pusilánime de Tsipras-, y se plantará cara a los mercados. Nuestros dirigentes irán al trabajo en bicicleta y subvencionarán una a quienes queramos seguir su ejemplo. El país será, al fin, purificado.
Ya decía Quevedo que nadie ofrece tanto como el que no va cumplir, porque la parte fácil siempre es la primera. Prometer. Podemos y sus partidos afines ya tienen el poder en algunas plazas importantes y se puede empezar a medir cuánto se ha avanzado allí en la búsqueda de Shangri-La e incluso si hay alguna intención de alcanzarlo. Los periodistas de EL MUNDO han ido a comprobarlo en una serie de reportajes que esta semana hace parada en el Madrid de Carmena, después de nuestra visita a Cádiz, donde (casi) estuvimos con Kichi, el alcalde de Podemos.
Asegura que:
No lo conseguimos del todo porque la idea que el regidor gaditano tiene del trato con la prensa no le permitió encontrar tiempo para hablar de su gestión, pero sí conceder entrevistas a quienes quisieran preguntarle por el Carnaval. Si hubiéramos podido, le habríamos preguntado si el fin del nepotismo es compatible con contratar a las parejas de los miembros de su equipo como asesores; si considera que luchar contra la pobreza es fotografiarse en un palco con familias sin hogar, mientras sigue sin solucionar su promesa de dar una vivienda a quienes viven sin luz ni agua corriente; o si tiene previsto dedicar más tiempo a gestionar la ciudad y menos a la farándula propagandística, como piden los empresarios, comerciantes y asociaciones de vecinos que han perdido la paciencia con la política de plató y disfraz.
La pregunta que todo el mundo se hace -¿cómo sería un Gobierno de España con Podemos?- es difícil de responder, y unos pocos alcaldes no tienen por qué ser representativos de todo lo que haría el partido, pero empezamos a tener suficientes pistas como para que resulte innecesario que los ministros de Mariano Rajoy compitan entre ellos por lanzar la advertencia más apocalíptica. Cada vez que nos anuncian el fin del mundo tal como lo conocemos, en cuanto Pablo Iglesias llegue al poder, sólo consiguen sumar votos para el partido morado en las próximas elecciones, sobre todo, porque el discurso del miedo viene de un grupo carcomido por la corrupción que ha perdido toda legitimidad para dar lecciones hasta que no se regenere.
Y destaca que:
El problema no es que Podemos sea un partido amigo de ETA, sino que carece de un proyecto integrador común para España; el problema no es que quiera acabar con el modelo económico vigente -Iglesias le duraría a Angela menos que Tsipras-, sino que sus propuestas son irrealizables y el mero hecho de formularlas en una posición de responsabilidad agravarían nuestra crisis; el problema tampoco es que algunos de sus miembros se vayan de excursión anarquista a Venezuela, sino que sus líderes hayan mostrado en un pasado reciente su admiración por un régimen que ha empobrecido una nación inmensamente rica y mantiene a disidentes encarcelados. La pregunta es legítima: ¿ven en ese modelo un ejemplo a seguir y en qué?
Podemos y sus partidos hermanos están demostrando sin ayuda su incapacidad para la gestión y la prueba no está ni siquiera en los errores cometidos en los ayuntamientos de Cádiz o Madrid, sino en la determinación de gobernar sólo para quienes les votaron y piensan como ellos. La prioridad no parece el servicio público, sino ganar tontas batallas ideológicas. No es limpiar las calles, sino redefinir la imagen que los niños tienen de los Reyes Magos. No es arreglar el tráfico, sino utilizar la cultura para avanzar su agenda política. No es hacer que la ciudad funcione mejor, sino retirar placas franquistas -y algunas que no lo son- y cambiar el nombre de las calles. Al final va a resultar que la nueva política no era más que eso: mantener a su manera los vicios de la vieja y prometer que, una vez alcanzado el Shangri-La, el líder hará que el Sol se ponga sólo cuando convenga al pueblo.