LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Mayte Alcaraz se carcajea del paseo de Sánchez e Iglesias: «Eran el remedo de un vídeoclip de El Corte Inglés»

"Más allá de que haya llegado la primavera a la Carrera de San Jerónimo, no hay mucho más que contar"

Mayte Alcaraz se carcajea del paseo de Sánchez e Iglesias: "Eran el remedo de un vídeoclip de El Corte Inglés"
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. EP

El encuentro entre los líderes del PSOE y Podemos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias respectivamente, en la mañana del 30 de marzo de 2016 para intentar llegar a un acuerdo para la gobernabilidad de España es el tema principal que este 31 de marzo de 2016 podrán encontrar los lectores en las diferentes tribunas de opinión de la prensa de papel.

Evidentemente, dado que la reunión no dio sus frutos, algo previsible dado que ninguno de los dos secretarios generales quiere ceder en sus pretensiones (lo de que Iglesias diga que renuncia a ser lo que aún nadie le había ofrecido es poco menos que una ‘boutade’), los columnistas se recrean en el detalle del paseo bajando la Carrera de San Jerónimo.

Arrancamos en ABC y lo hacemos con Mayte Alcaraz quien directamente tacha de «remedo de un vídeoclip de El Corte Inglés» el posado callejero que efectuaron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias:

Hace unos años mi amigo y vecino de columna Luis Ventoso me regaló un libro, que devoré con la ansiedad que requiere el afecto, de una fuerza narrativa impresionante, un universo en sí mismo sobre las tramas corruptas del narco en México, la violencia llevada al límite, sus conexiones con el poder policial y político fuera y dentro de ese país, la feroz venganza infligida entre sus protagonistas y, por encima de todo, su desenlace final, una epopeya sobre la traición. Ayer descubrí, porque en la nueva política con ventanas a los telediarios las anécdotas venden más que las categorías, que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ocuparon las vísperas de su reunión en hablar del descomunal libro de Don Winslow, del que ambos dirigentes se declararon rendidos admiradores.

Dice que:

Quizá la lectura común, la curiosidad por conocer hasta dónde pueden llegar los más bajos instintos humanos, la guerra crudelísima entre quienes se dicen hermanos que refleja «El poder del perro», sea de lo poco sustantivo que a los admiradores de Winslow nos regaló la enésima puesta en escena con que deleita a su parroquia socialista el secretario general del PSOE, que ayer montó al alimón con quien quiere birlarle el puesto -no iba a ser Susana Díaz la única- de timonel de la izquierda en España. La soleada mañana en Madrid y la masiva presencia de medios convirtieron el encuentro en un remedo de los videoclips de moda con los que El Corte Inglés saluda la primavera en España. Emidio Tucci y Green Coast, las marcas blancas de moda masculina de estos grandes almacenes, hubieran firmado sin pestañear ese paseo bajo el sol radiante de Madrid; esas sonrisas de plástico; esos saludos «progres» con que arrumbar la «burguesa y facha» costumbre de estrecharse la mano. Hasta la intervención de Sánchez coincidió con el comienzo de los informativos de las tres de la tarde; un «generoso» gesto con las televisiones para que pudieran conectar en directo.

Subraya que:

Y tras todo eso, nada. Más allá de que haya llegado la primavera a la Carrera de San Jerónimo en Madrid y de que se lleven las parkas de color militar, los abrigos cortos de paño y el azul -quién lo iba a decir- en pantalones (Sánchez) y camisa (Iglesias), poco nuevo que contar. El desiderátum con el que el líder socialista tenía que acudir a la reunión del comité federal del sábado para que no se impacienten los barones y la dulcificación de la imagen estalinista que a Podemos le puede pasar factura electoral obligaban a esta producción de la factoría «Nueva Política». Porque la aritmética sigue sin sumar, la única renuncia (o chantaje) de Iglesias es a un cargo que él se había autoconcedido y a Rivera no se le va a ocurrir dilapidar su mejor activo de hombre responsable y centrado por apoyar una locura progrepopulista con la que no obtendría más que su decapitación electoral en los próximos comicios.

Y concluye:

Volvemos a la casilla de salida: ha comenzado la campaña electoral. Hasta entonces, un consejo: más Winslow y menos Tucci.

Luis Ventoso asegura que, viendo el espectáculo del paseo Sánchez-Iglesias, prefiere el regreso de la vieja política:

Si la nueva política consiste en decirse julandronadas y melindres por el Twitter, dar estudiados paseíllos para las cámaras con pintones guardapolvos de primavera, aburrir durante tres meses con ruedas de prensa diarias a la mayor gloria del propio ombligo y hacerse regalitos tontorrones de libros de baloncesto o series de la HBO, entonces prefiero la vieja política.

Si la nueva política va de suplantar el resultado electoral, si se trata de marginar con un cordón sanitario de intolerancia al partido que ha sumado más votos para imponer una coalición cogida con papel de fumar y con el vapuleado Sánchez como presidente, entonces prefiero la vieja política.

Si la nueva política elude las cifras y no trae nuevas ideas, si se reduce a un salchichón cansino de topicazos empalagosos que no aportan nada concreto («demos paso a la mayoría del cambio», «toca abrir un tiempo nuevo», «llegó la hora de un giro social»), entonces prefiero la vieja política.

Añade que:

Si la nueva política supone que va a cogobernar España un partido neocomunista de ramalazos antidemocráticos, incapaz de sumarse a un acuerdo elemental contra el nihilismo yihadista, que pastelea con los herederos de ETA, que está dispuesto a rifar la propia existencia de España para arañar votos y que todo lo que dice en economía es directamente un disparate, entonces prefiero la vieja política.

Si la gran esperanza de la nueva política es una bisagra multiusos, que una mañana es de centroderecha y constitucionalista y a la siguiente de centro-izquierda y socia entregada del PSOE de la empanada federalista y la irresponsabilidad contable, entonces prefiero la vieja política.

Si en la nueva política no hace falta cuadrar las cuentas, si se presentan programas que se ponen por montera las posibilidades económicas del país y la situación real de las arcas públicas, si se puede engañar a los españoles con la promesa de subsidios sin cuento disparando con pólvora del rey, si se cree que el dinero crece en los melocotoneros y las quiebras de las naciones no existen, entonces prefiero la vieja política.

Y remacha:

Si la nueva política tiene como única argamasa de unión un simplista e irritado «hay que echar a Rajoy», si la alternativa se construye solo sobre el desprecio absoluto al adversario, sin presentar propuestas viables para mejorar su gestión, prefiero la vieja política.

Si la nueva política va de pasarse la vida predicando y tertulieando en las teles de combate en lugar de preparar un edificio ideológico y programático consistente, prefiero la vieja política.

Si la nueva política se basa en demonizar a los millones de ciudadanos que no son de izquierda ni la votan, en reabrir heridas del siglo pasado, en avergonzarte de tu democracia y de tu país, en bajar la cabeza acomplejados ante un separatismo xenófobo que quiere hacer trizas el proyecto abierto y solidario que es España, entonces, por favor, que vuelva la vieja política.

Isabel San Sebastián considera que el espectáculo que están dando los partidos alcanza el tono de burla al ciudadano:

Los españoles esperamos desde el 21 de diciembre pasado a Godot, que ni llega ni adquiere una identidad definida, mientras nuestros representantes políticos se atrincheran en sus frentes, poniendo a prueba nuestra paciencia hasta más allá de lo razonable. Todos quieren ser decisivos; en eso coinciden. Pero cada cual persigue ese empeño a su manera, incompatible con la del vecino, en un espectáculo que por momentos adquiere tintes de burla.

Aclara que:

Pedro Sánchez busca ser la cabeza de un Frente Popular «blando», integrado por socialistas, podemitas y alguna comparsa de Ciudadanos en calidad de elemento moderador del proyecto. En otras palabras; blanquear con alguna presencia naranja ese gobierno de izquierda y solo izquierda, incluida la que se sitúa en el extremo, que reconoce como su favorito. Empezó aceptando en gran medida las condiciones de Rivera porque necesitaba ganar tiempo para salvar el cuello en su propio partido, objetivo alcanzado, pero ahora busca el abrazo de Pablo Iglesias, único capaz de llevarle hasta La Moncloa. Dice ser un hombre de palabra y se compromete a honrar a cualquier precio el pacto suscrito con la formación de centro, lo que a día de hoy está por ver. Porque lo visto hasta ahora es que su apetito de poder supera con creces la firmeza de sus principios. Es decir; que si el precio a pagar por alcanzar la Presidencia es trocar ese «frente blando» por un Frente Popular a secas, como el que ansía Pablo Iglesias, es probable que acepte el cambio siguiendo el modelo marxista, en este caso de Groucho.

El líder de los morados está en el frentismo duro desde el minuto uno de esta interminable partida, si bien es incuestionable que ha ido bajando los humos. Empezó exigiendo un referéndum de autodeterminación en Cataluña, la Vicepresidencia, cuatro ministerios, los servicios de Inteligencia además de una policía especial y varios jueces afectos a su persona, a disposición del régimen, para terminar aviniéndose a sentarse a negociar con Rivera. Anuncia, magnánimo, que aceptaría la abstención de Ciudadanos e incluso quedarse en la sombra, eso sí, designando a un títere para ocupar su lugar a la derecha de Sánchez (o en este caso a la izquierda). Sabe, y así se lo ha transmitido al candidato del PSOE, que los separatistas catalanes y vascos estarían encantados de facilitar, por activa o por pasiva, la constitución de un Ejecutivo no solo débil, sino de convicciones patrióticas tan endebles como cambiantes. O sea, que no serían un obstáculo a las pretensiones de ambos. Todo su empeño ahora es torpedear el acuerdo que liga a Sánchez con Rivera o conseguir que este último se haga el harakiri anunciando su anuencia a cualquier fórmula que incluya la presencia de Podemos.

Explica que:

Y es que la apuesta del partido naranja ha sido, es y seguirá siendo, o eso dicen sus representantes, la de un frente común constituido por fuerzas constitucionalistas. A saber: PP, PSOE y Ciudadanos. Un frente común agrupado en torno a un programa de reformas destinadas a salvaguardar la unidad indisoluble de la Nación española, las libertades de que disfrutamos y la economía de mercado, base del verdadero progreso, limpiando de corrupción nuestros organismos públicos e instituciones. Un frente común del que no pueden formar parte ni los independentistas ni los populistas, por razones obvias en ambos casos.

Y sentencia:

En cuanto a Mariano Rajoy, su frente es consigo mismo y los pretorianos de su guardia, jugándose el destino de todos a la carta de las elecciones. Es más; Mariano Rajoy es Godot. Él ni está ni se le espera.

La historia del paseo no es un prurito deontológico. Es una manera de contribuir a evidenciar, en este caso, el obsceno ir y venir de un líder entre dos partidos radicalmente incompatibles; que argumenta impávido que un proyecto puede unirles, cuando el único sentido de su maniobra es su acérrima voluntad de poder. Basta ir al cabo de la calle para verlo.

En El Mundo, Antonio Lucas aconseja a los líderes políticos, principalmente a los de PSOE, Podemos y Ciudadanos, que se callen si no tienen nada nuevo y algo concreto que ofrecer a los ciudadanos:

En esta urgencia de esperar a que alguien decida algo se va acercando el verano con sus tardes lisas y su sed de terrazas. La mañana está vertiginosa, pero de un vértigo semejante al de los cien últimos días, sumando hacia atrás. Aunque ayer entró una palabra nueva en el registro de latiguillos verbales que han cogido los candidatos. La palabra «giro», que suena a peonza. Los demiurgos del «Gobierno del cambio» dicen giro para señalar lo mismo de siempre, más un par de detalles nuevos.

Señala que:

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se han visto para decirse lo de siempre en idiomas distintos. Y a la vez le pasan de nuevo el globo a Albert Rivera, mientras buena parte de la afición explota de aburrimiento. Salen con sonrisa de dinastía a rendir cuentas al respetable. Pero entre el menudeo de escaños, la baraja de cifras y las frases de doble filo nadie se fía de nadie. Al final podría pasar como con aquel cacareado libro de poemas de Federico Muelas. El hombre pasó meses intensivos anunciando en el Café Gijón la salida inmediata de su obra magna, algo extraordinario, un prodigio antológico, y cuando por fin apareció la cosa tan sólo tenía un puñadito de poemas dentro bajo el título de ‘Apenas esto’. Tuvo que ser un contertulio sagaz y maledicente el que le dijese la verdad: «Querido, ya desde el título exageras».

Podríamos estar en un ‘Apenas esto’ de la política. El único poder que tienen los candidatos en este momento es el de abusar un poco más fingiendo tener cosas que decir como para ser todos los días la noticia. La audiencia es el mejor colegio electoral y parece que las tertulias cansan más que hace un mes, pero menos que mañana.

Y asegura que:

Los tres hombres convocados a esta perdurable ceremonia han tirado tanto de pronósticos y de proyectos, de amenazas y de disculpas, que tienen el saldo ideológico color fin de mes. Nadie se puede permitir el lujo de hablar tanto para no concretar nunca nada. Como dice el poeta Guille Galván, letrista de Vetusta Morla, «y si después de todo resulta que las pistas eran el tesoro». Pudiera ser. ‘Apenas esto’.

Arcadi Espada le da un pellizco monjil a la prensa por dejarse entusiasmar en exceso por un paseo perfectamente preparado y arreglado entre Sánchez e Iglesias:

La llegada de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias al lugar de su encuentro es una de las más pintorescas escenas de unos meses pintorescos. El encuentro se ha anunciado a las 10:30 de la mañana y una hora antes ya hay levantado un imponente muro de cámaras. Todas apuntan calle arriba, por donde les han dicho a los periodistas que los dos políticos aparecerán. De pronto, tras la tensa espera, el mundo en vilo, aparecen. Caminan charlando, casuales de forma y fondo, durante unos pocos metros. La imagen gotea buen rollo. El paseo ha sido obviamente planeado y pactado al gusto de los dos interlocutores, y a los dos favorece.

Pone el foco sobre los medios de comunicación:

Tengo mis dudas de que favorezca al periodismo. Es evidente que cualquier acontecimiento, aunque sea del género de una banal reunión entre Iglesias y Sánchez, necesita de un orden. Ahora bien. ¿Debe el periodismo participar en la organización de una ficción como la de ese paseo mudo, esperanzado y primaveral? ¿Es que el docudrama, la dramatización de la realidad, tiene ya que instalarse en el núcleo de la información más convencional y, aparentemente, menos concesiva? Viéndoles bajar por la carrera de San Jerónimo eché enseguida de menos que algún audaz corresponsal de guerra no se hubiera colocado en lo alto de la calle, y aunque solo provisto de talento y la cámara de un teléfono hubiera narrado la preparación de la escena, el encuentro entre los dos, la orden de marcha, etc. Yo querría que el periodismo me hubiese mostrado a esos dos de espaldas. La obligación del periodismo es narrar la verdad y pocas verdades más espectaculares y necesarias que la construcción de una ficción. El plató televisivo es inevitable e incluso necesario. Pero el periodismo debe exigirle que se filme a sí mismo hasta llegar al último telón de ‘El show de Truman’, gran película. Es ya inconcebible y hasta inmoral un periodismo que mientras ofrece las noticias al ciudadano le birle el proceso por el que las noticias se obtienen y se exhiben. Ayer un notable líder político aludía a la gran cantidad de personas que está dejando la política. Yo lo escuchaba pensando en cuáles serían los números del desistimiento periodístico.

Y remata:

La historia del paseo no es un prurito deontológico. Es una manera de contribuir a evidenciar, en este caso, el obsceno ir y venir de un líder entre dos partidos radicalmente incompatibles; que argumenta impávido que un proyecto puede unirles, cuando el único sentido de su maniobra es su acérrima voluntad de poder. Basta ir al cabo de la calle para verlo.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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