El neocomunismo, así a pelo, sin vaselina y papel de celofán, no mola
El programa de Unidos Podemos o, dicho con mucha más retranca, Unidos Podemos ir a Ikea para calcar el catálogo y adaptarlo a nuestro libreto electoral de consumo para los votantes es la cuestión esencial que podrán leer este 9 de junio de 2016 en las tribunas de opinión de una prensa de papel que ya se prepara para la gran avalancha de dentro de unas horas, cuando arranque ya de manera oficial la campaña para los comicios del 26 de junio de 2016.
Arrancamos en ABC y lo hacemos con Jaime González que se carcajea de la última ocurrencia de los podemitas:
Por estas fechas, el catálogo de verano de España muestra una playa abarrotada de cuerpos en posición de descanso. No hay retrato más cabal de lo que somos que ese paisaje de sombrillas, toallas y sillas plegables: blancos, negros, pieles rojas, carnes prietas, flácidas, tritones de gimnasio, amas de casa, pensionistas y criaturas al tropel dando por saco. No hay olor más hermoso que el de la leche hidratante.
Apunta que:
Entre el catálogo de verano de España y el catálogo-programa de Podemos hay diferencias notables, entre ellas el precio. El primero es gratis; el segundo cuesta 1,80 euros. Será porque el folleto electoral del partido es una exquisitez para coleccionistas. Populismo de culto. Si comparamos lo que cuesta la silla plegable del pueblo (esa que se deja al borde de la orilla como reserva de dominio de un trozo de playa) con la silla de despacho que ocupa Pablo Iglesias en el catálogo-programa de Podemos, la diferencia tiene las mismas medidas que la brecha entre ricos y pobres. La silla playera del pueblo, palmo arriba, palmo abajo, cuesta 30 euros; la del líder populista, 2.221 euros (IVA incluido). El catálogo de verano de Podemos es publicidad engañosa. Sus dirigentes aparecen rodeados de mobiliario «low cost», pero en realidad la poltrona de Iglesias es un icono del diseño más exclusivo: la «Aluminium Chair» de Charles Eames, una pieza inaccesible para la inmensa mayoría de los bolsillos. (Si fuera de imitación, también tendría delito, por pretencioso)
El catálogo de verano de España muestra una playa abarrotada de cuerpos en posición de descanso. Un hermoso paisaje de gente corriente que huele a leche hidratante. Nada que ver con ese folleto de Podemos que le pone a uno de mala leche al comprobar que la España real y el catálogo-programa de los comunistas de siempre no se parecen en nada. Podemos presume de ser la expresión del pueblo, pero la silla desde la que su líder reclama el voto es el epítome del lujo, la quintaesencia del glamur, lo más alejado de esa silla plegable que se deja al borde de la orilla como reserva de dominio de un trozo de playa, mientras blancos, negros, pieles rojas, carnes prietas, flácidas, tritones de gimnasio, amas de casa, pensionistas y criaturas al tropel dando por saco se hacinan para salir en la foto.
¿Y la leche hidratante de Podemos? ¿Cuánto vale? Sesenta mil millones de euros en gasto público. Eso sí: envuelto en papel cuché.
Luis Ventoso cuenta con mucha gracia lo que realmente esconde el catálogo ikeizado de Podemos, una mentira por página:
Tiene razón Pablo. El neocomunismo, así a pelo, sin vaselina y papel de celofán, no mola. Imagínate que te plantas en tu podio de La Sexta y largas la verdad: «Camaradas, aquí los del PCE y yo tenemos un planazo. Vamos a inflar a impuestos a esas clases medias españolas que han logrado mejorar su nivel de vida merced a su esfuerzo. Vamos a freír fiscalmente a las empresas, porque son una tropa de explotadores que nos repugna. Vamos a quebrar el país en dos años con unas subvenciones sociales que no podemos pagar, pero que nos quiten lo bailao. Vamos a intentar cargarnos España con un referéndum independentista en Cataluña (y si luego vienen los vascos, y los gallegos, pues también). Y para mejorar el rendimiento educativo, suprimiremos los deberes».
Y comienza a detallar:
Los almibarados dirigentes de Podemos, paradigma de lo guay, han envuelto su programa electoral en la amabilidad de un catálogo a lo Ikea. La idea es chachi. Hasta dan ganas de continuarla:
-«Habitación de la quiebra»: 600.000 millones más de gasto social en un país que arrastra su mayor deuda pública en un siglo. Un sueldo de 600 euros para cada español, aunque no haga nada, y complementos salariales del Estado para las nóminas bajas. Jubilación a los 65 años, cuando hasta Alemania empieza a meditar llevarla a los 70, y semana laboral de 35 horas, la misma que ha trabado a Francia. Foto del catálogo: Errejón con una hucha pidiendo un rescate a la troika.
-«Habitación de «no curres, que es peor»». Si te deslomas para tratar de ir a más y que tu familia viva mejor, si crees en el esfuerzo personal, si consideras que la labor bien hecha debe tener su premio, que sepas que es justo al revés. Quienes ganen más de 60.000 euros anuales serán abrasados en el IRPF y los que ganen más de 300.000 trabajarán para el fisco (gravamen del 55%). Vuelven también los impuestos de sucesiones y donaciones. Foto del catálogo: Pablito en una hamaca viendo «Juego de Tronos» con una Mahou.
Prosigue:
-«Habitación de «aquí no va a invertir ni Blas»». Eliminaremos los privilegios y deducciones para las empresas, y subiremos los impuestos de sociedades y sobre los beneficios. Hasta el chino más despistado de toda China sabrá que España no es un destino conveniente. Foto del catálogo: doña Manuela liquidando la operación Chamartín y eliminando miles de empleos.
-«Habitación «Abur, España»». Hemos cambiado nuestro lema electoral en Cataluña, para que no salga allí esa vergüenza de llamar a España «país». Referéndum independentista ya, porque tienen razón Puigdemont, Junqueras y la CUP, y la legalidad democrática importa un huevo. Foto del catálogo: Ada Colau disfrazada de agente aduanera en la nueva frontera xenófoba que se va a levantar entre Zaragoza y Tarragona.
Y sentencia:
-«Cuarto Trastero». Aquí guardaremos los asuntos que nos resbalan: el problema demográfico, la igualdad de derechos y deberes de todos los españoles, cómo evitar la quiebra del sistema de pensiones y aliviar la deuda, la mejoría de la justicia y la seguridad jurídica, cómo atraer más inversión… Foto del catálogo: estos asuntillos los llevará personalmente el bebé de Bescansa.
¡Y van a adelantar al PSOE! Ay, Sánchez, pero qué flojillo eres…
Ignacio Camacho aconseja al PSOE de Pedro Sánchez que la mejor manera de desenmascarar a los «farsantes» de Podemos, que diría César Luena, es comportarse como lo que verdaderamente es el PSOE, un partido socialdemócrata:
Los socialdemócratas son una especie en extinción como los linces; todo el mundo sabe que existen, pero nadie los ha visto. La frase corresponde a Íñigo Errejón, que demostró con ella ser un verdadero lince de la política, pues a los pocos días de pronunciarla hubo de ver cómo su jefe Pablo Iglesias reclamaba para su partido el membrete de la socialdemocracia. Y lo hizo además en nombre de Marx y Engels, autores como es bien sabido del célebre «Manifiesto socialdemócrata» publicado en Londres en 1848. Que una organización liderada por esta gente tan coherente y auténtica tenga cinco millones de votos y expectativas de otro millón más constituye un misterio de la sociología española que podrán estudiar en el futuro los alumnos de su querida Complutense. Tal vez la clave del éxito resida en que se trata, como ellos mismos reivindican, de políticos de Ikea: modulares, desmontables, con buena apariencia y fabricados a base de contrachapa barnizada en colores variados. Un producto de diseño liviano muy bien publicitado para consumidores de poca exigencia.
En cualquier caso, la impostura socialdemócrata ha soliviantado a los herederos de la patente, que entran al trapo de denunciar la falsificación y por tanto de encuadrar su campaña en el marco mental dibujado por sus adversarios. El problema del PSOE es que antes de la etiqueta de marca se había dejado arrebatar por Podemos la hegemonía de la propaganda, en la que siempre tuvo el liderazgo, y ahora va a remolque de unos tipos especializados en hacer política de catálogo. El populismo les ha birlado a los socialistas el sello de autenticidad con el mayor descaro y se ha fabricado con él un pasaporte ideológico falso. En la foto del documento desentonan un poco el bigote de Maduro, las proclamas revanchistas y otros rasgos mal ocultados del posleninismo original; en conjunto es una chapuza bastante burda, pero da el pego porque una significativa parte de la sociedad española está tan cabreada que parece dispuesta a dejarse engañar. Podemos no triunfa por lo que propone, sino por lo que rechaza.
Concluye que:
Para desenmascarar la superchería el PSOE, además de mostrarse irritado con más impotencia que cólera, podría hacer dos cosas que están a su alcance. La primera, cargar con todo contra los impostores, algo a lo que se no se atreve porque sabe que los puede acabar necesitando para pactar después de las elecciones… en el supuesto de que no quede triturado por los farsantes. Y la segunda es más sencilla: comportarse como un verdadero partido socialdemócrata, defensor del mercado, del equilibrio fiscal y de las reglas de juego del sistema. Con un programa que se parece al de Podemos sólo contribuye a incrementar la confusión y facilitar el remedo. No hay ninguna marca de prestigio que combata la imitación de sus productos tratando de parecerse a los de sus imitadores.
José María Carrascal detalla la situación que vive Cataluña tras rechazarse los presupuestos generales de la comunidad de cara a 2016:
Cataluña es el laboratorio de España, el banco de pruebas de todos los experimentos, la puerta de entrada de las últimas ideas europeas, con todo el riesgo que ello conlleva, pues lo último no siempre significa un avance, sino, de tanto en tanto, un retroceso. Estamos en una de esas fases, como acabamos de ver en el fracaso de la coalición de gobierno entre Junts pel Sí (Convergència más Esquerra Republicana) y la CUP (un grupo de extrema izquierda tan pequeño como agresivo), que se niega a aprobar los presupuestos de la Generalitat para el próximo ejercicio, al considerarlos demasiado próximos a la línea de Madrid y Bruselas. No es la primera vez que tumba un proyecto de su (teórico) socio, pero sí la más grave, por lo que Puigdemont y Junqueras han dicho «basta», rompiendo el bipartito, como se rompieron el tripartito y anteriores coaliciones gubernamentales. Esta fue dada a luz con fórceps, y lo extraño es que haya durado tantos meses, pues desde el comienzo se vio que era una alianza contra natura. Las fuerzas que constituyen el sistema (como son Convergència y ERC) no pueden colaborar con las antisistema (la CUP) que quieren destruirlo. Es verdad que les une el afán independentista. Pero luego, en la política diaria, difieren en todo, empezando por la idea de la sociedad catalana. E incluso en los planes, plazos y forma de separarse de España divergen.
Añade que:
Hay quien ve en este divorcio el primer síntoma de la quiebra del movimiento secesionista catalán. Es mucho ver en eso, ya que treinta años de propaganda pro independencia y odio hacia España no se disipan de la noche a la mañana, ni en un año, ni en dos. Pero que las mentiras, los errores y los falsos cálculos están llevando al nacionalismo catalán a una posición cada vez más complicada e inestable se ve a simple vista. Cataluña camina hacia el caos, con una seguridad ciudadana cada vez más precaria, una política cada vez más dividida, una economía cada vez más menesterosa y un liderato cada vez más en entredicho. Choca, sobre todo, que teniendo los catalanes fama de bien organizados, la gestión que están haciendo de sus asuntos sea tercermundista. Y de eso no tiene la culpa España, sino ellos solos.
Haber elegido dirigentes que «no están dispuestos a cumplir las leyes que consideran injustas» (Ada Colau) convierte a la Barcelona de principios del siglo XXI en la Dodge City de mediados del XIX: una ciudad sin ley. Prueba: el ataque callejero en pleno día a las dos mujeres que anunciaban la retransmisión de los partidos de nuestra selección en la próxima Copa europea. Sin que nadie saliera a defenderlas. Esta no es la «Barcelona, archivo de cortesía» de Cervantes. Es lo que ocurre cuando el nacionalismo se convierte en el único programa de gobierno de las autoridades y la razón moral se ha subordinado a la razón política. Sinrazón más bien.
En El Mundo, Victoria Prego habla sobre la cuestión catalana y como Puigdemont y los de su coalición se ha dado una torta de realidad:
«No tenemos presupuesto, no tenemos mayoría, no tenemos confianza en la CUP», dijo ayer el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, ante un Parlamento que acababa de constatar cómo los presupuestos para 2016 -y ya estamos en junio- eran tumbados por los diputados de la CUP. Con ello, su proyecto independentista está a punto de caer, derribado por la fuerza de los hechos y de las apuestas equivocadas.
Pero Puigdemont debería haber empezado su enumeración de carencias en otro orden, y así se explicaría mejor lo que les sucede. Tendría que haber dicho primero: no tenemos mayoría. Y haber continuado después: y, como no tenemos mayoría y nunca la tuvimos porque el 27 de septiembre los independentistas no llegaron ni al 50%, los de Juntos por el Sí decidimos lanzarnos a la piscina y abrazarnos a los 10 diputados de un partido antisistema al que le hemos estado bailando el agua hasta hoy mismo, para aparentar que teníamos lo que no fuimos capaces de conseguir en las urnas. Ésa es la historia real de una apuesta insensata que llevan cuatro años empeñados en sacar adelante, mientras se hunden cada vez más en las arenas movedizas en las que están atrapados desde entonces.
Y ahora, después de haberse humillado y aceptado aprobar en enero de este año la hoja de ruta impuesta por la CUP, que incluía la inmediata secesión de Cataluña, se encuentran con que nada es suficiente para aplacar el hambre del tigre. «Lo que las urnas no nos dieron lo hemos tenido que corregir en la negociación con la CUP», dijo entonces un iluso Artur Mas recién derrotado en su pretensión de seguir presidiendo la Generalitat, pero con un papelito en el bolsillo que, según él, garantizaba que la coalición Juntos por el Sí disfrutaría de una cómoda mayoría absoluta durante toda la legislatura.
Detalla que:
Seis meses después no tienen presupuesto ni para contentar a sus tiránicos socios con la subida del gasto social, ni tampoco para empezar a poner en pie algunas de esas llamadas «estructuras de Estado» con las que aparentar que el proceso hacia la independencia se había puesto en marcha.
Y subraya que:
Que se desengañe Puigdemont: su rimbombante órdago de la cuestión de confianza no le va a servir para nada porque la CUP le va a votar a favor y podrá -tendrá- que continuar en el Gobierno. Eso sí, llevado del ronzal por esos 10 diputados que impondrán siempre sus exigencias porque se saben dueños de las llaves de la mazmorra. Esto les pasa por haberse hecho tantas trampas en el solitario. Si hubieran sido un poco honestos políticamente, no habrían iniciado un camino que les ha llevado al fracaso y a la esterilidad.