A las víctimas se les exige que perdonen, que olviden, que se reconcilien; y a los que antes asesinaban se les saluda como hombres de paz
El escrache que las hordas fascistas de Otegi y Podemos montaron en la Universidad Autónoma de Madrid para repudiar la visitar de Felipe González y Juan Luis Cebrián explica perfectamente lo que sucedió en Alsasua: el ‘fuera de aquí’ de los batasunos no es sólo propiedad de un pequeño pueblo vasco sino que impone su ley en las aulas de la universidad madrileña.
«Solo se sienten cómodos agitando las aulas, imponiendo sus purgas internas, señalando con el dedo a quienes sí creen en la democracia y dividiendo. Nunca serán gestores de nada, salvo de su ambición destructiva a costa de las libertades públicas», resume el editorial de ABC.
Lo interesante del editorial del diario de Vocento es que acusa a España de «falta madurez para acallar a quienes se arrogan la lucha contra la «casta» con amenazas, despotismo, soberbia y contradicciones sin principio moral alguno». Que cada uno se haga cargo.
La incubación del huevo de la serpiente, eso era Alsasua. Muchos remueven este terrorífica metáfora. Luis Ventoso en ABC:
«Desde 2004, cuando arrancó la revisión zapaterista, el revanchismo fue comiendo terreno a la tolerancia, hasta que se llegó a una conclusión pasmosa: todas las ideas de centro-derecha pasaban a ser ilegítimas. Incubado el huevo de la serpiente, el odio como simulacro de diálogo fue institucionalizado por unas televisiones inéditas en Europa». «En la tele se ve más a Otegui que a Ortega Lara», recuerda Hughes.
Isabel San Sebastián va en la misma línea tras recordar como ETA asesinó por error a su primo Rafa: «Hoy, exactamente igual que ayer, los voceros de la serpiente tratan de enfangar el buen nombre de esas víctimas esparciendo la teoría de la «pelea de borrachos», al constatar la indignación que ha producido en la sociedad su alarde de cobardía. Y la mayoría allí se tragará esa patraña».
Alsasua fue una pelea de borrachos y el escrache de la UAM una provocación. Eso dicen los cómplices del terror sin que se les caiga la cara de vergüenza.
Hablemos de la paz. No hubiéramos llegado hasta aquí si no fuera por la pazzz zapateril a la que le cantaban Évole, Eguiguren y Aizpeolea. «Tras la violencia, expiadas las penas del que mató y asumido el muerto como mártir, llegaría una nueva etapa de superación del «conflicto». La paz armoniosa y equitativa concede sentido a la violencia, y es un relato que la sociedad española no cuestiona», escribe Hughes.
El Mundo se echa al cuello de Pablo Iglesias. «Las palabras de Iglesias son una legitimación de este tipo de ataques. Máxime si se tiene en cuenta el contexto de crispación que atraviesa la política española por la falta de acuerdos».
«Lo sucedido no es una protesta estudiantil, sino un linchamiento como el que el propio Iglesias protagonizó siendo profesor contra Rosa Díez en 2010. Lo cierto es que en los últimos años, la Universidad viene dando signos de un preocupante deterioro moral. Políticos como Josep Piqué, José Mª Aznar o Albert Rivera también fueron sometidos a escraches en ámbitos académicos»
¿Y cómo ve el diario El País el ataque a sus jefes Cebrián y González? El titular es por lo menos extraño: «Un grupo violento impide un debate en la Universidad».
El editorial es otra cosa: «Resulta muy doloroso que esta sinrazón tenga lugar en la misma facultad de Derecho en la que fue asesinado Francisco Tomás y Valiente, cuyo ejemplo como hombre de diálogo y adalid de los derechos humanos es unánimemente reconocido. Sus asesinos fueron precisamente miembros de ETA, una organización reivindicada en algunas de las pancartas vistas ayer».
Lo increíble es que el diario de PRISA ponga como ejemplo a la estalinista Dolóres Ibárruri:
«Pablo Iglesias y los suyos, en lugar de condenar los hechos con rotundidad y desvincularse de ellos, acusan a los perseguidos de habérselo buscado con sus provocaciones. Culpabilizar a las víctimas está en todos los manuales de los reventadores de la libertad. Pasionaria, la histórica líder comunista, supo combinar la resistencia al fascismo con la presidencia de la primera sesión de las Cortes democráticas de este régimen que estos líderes tanto desprecian. Su «no pasarán» es patrimonio de todos los demócratas. No pasaron los tricornios y no lo harán las capuchas».
El editorial de La Razón avisa de que tenemos un problema:
«Carolina Bescansa, la número tres de Podemos, justificó el ataque a González por la «crispación» que provoca no cumplir los programas… No es la primera vez que políticos e incluso profesores y escritores han sufrido el acoso de este tipo de grupos (el propio Iglesias lideró uno en la Facultad de Ciencias Políticas contra Rosa Díez) y se ha impuesto una permisibilidad basada en la supuesta libertad de expresión que tienen estos grupos totalitarios. Se aceptó el escrache -aportación de Ada Colau- como legítima forma de protesta, cuando era un acoso intolerable, e incluso se defiende, a violentos como los de Alsasua, o se guarda silencio. Si Podemos no cambia su discurso y reconduce su política guerracivilista, nuestra democracia tiene un problema».
Quiero acabar con estas palabras: «A las víctimas se les exige que perdonen, que olviden, que se reconcilien; y a los que antes asesinaban se les saluda como hombres de paz a los que ya no hay que pedir cuentas de nada. Es más, se les agradece que ya no maten. Es, cuanto menos, raro. O enfermo». Y ahí lo deja. Se llama Iñaki Arteta y ha filmado el dolor de las víctimas en la más absoluta soledad y miseria. ¿O creían que todo esto pasaba por casualidad?