LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Mensaje de Luis Ventoso a Albert Rivera: «Lo mejor que puede hacer es cerrar la tienda y darse de alta en el PP»

"¿En qué se diferencia exactamente el gran Albert de una política como Cristina Cifuentes, por ejemplo? Ni idea"

Mensaje de Luis Ventoso a Albert Rivera: "Lo mejor que puede hacer es cerrar la tienda y darse de alta en el PP"
Albert Rivera. PD

Seguimos a vueltas con los pactos y las negociaciones políticas, cada vez más intensas según nos acercamos a la fecha clave, el 2 de marzo de 2016, que es cuando tendrá lugar el debate de investidura en el Congreso de los Diputados para ver si Pedro Sánchez convence a los parlamentarios suficientes como para lograr en una segunda votación (que sería el 5 de marzo de 2016) ser investido presidente del Gobierno.

De estas cuestiones se ocupan este 18 de febrero de 2016 los articulistas de la prensa de papel. Unos con más fuerza y otros con menos empiezan a reclamar a sus señorías un acuerdo o, de lo contrario, que se disuelvan las Cortes, vayamos a elecciones y que sea lo que Dios quiera.

Arrancamos en ABC y lo hacemos con Luis Ventoso, que recomienda a Albert Rivera, líder de Ciudadanos, que cierre la tienda, es decir Ciudadanos, y se dé de alta en su casa natural, el Partido Popular:

Hace no mucho tiempo, en una galaxia no muy lejana, el más conspicuo de los periodistas españoles de entonces nos recomendaba a Rosa Díez como la gran esperanza blanca para regenerar España. Su partido se disolvió la semana pasada.

Siempre que veo a Rivera en su hábitat natural, una televisión o una radio, abro las orejas y escucho atento. Yo también soy riverista. De manera indefectible me agrada lo que escucho y contemplo. Un hombre de 36 años de atildado porte contemporáneo, que dice unas cosas de lo más razonables, expresadas además con la elocuencia de un orador superdotado, campeón de España de debate universitario defendiendo que la prostitución es un oficio como cualquier otro. Albert está a favor de la unidad de España y contra los independentistas (igual que Soraya, Feijóo, Cifuentes o Maroto). Albert aboga por acabar con la corrupción y tratar de regenerar la vida pública (como Cifuentes, Maroto, Feijóo o Soraya). Albert apoya el libre mercado y rechaza la brasa fiscal al contribuyente (como Feijóo, Soraya, Cifuentes y Maroto). Albert comulga con la izquierda en sus políticas de costumbres sociales y está de acuerdo con la regulación actual del aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo (exactamente igual que Rajoy, que en cuatro años ha dejado casi intacta toda la ingeniería social de Zapatero, porque la verdad es que suscita consenso mayoritario en la desvalorizada sociedad española).

Se pregunta que:

¿En qué se diferencia exactamente el gran Albert de una política como Cristina Cifuentes, por ejemplo? Ni idea. En realidad, creo que son perfectamente intercambiables. Tampoco veo mayores diferencias entre la manera de ver el mundo de Albert o la de Soraya y Feijóo, los dos aspirantes del PP que pelearán -ya lo hacen- por la inminente sucesión de Rajoy. ¿Para qué ha servido Rivera en la práctica? ¿Qué bien le ha traído a España más allá de su valiente postura de dignidad cívica en Cataluña (exactamente la misma del PP, por cierto)? Tampoco lo sé. La regeneración de la vida pública no la está haciendo Ciudadanos, un partido más bien unipersonal, con una alarmante carencia de estructura en la mayor parte de España. Quienes están limpiando el patio de Monipodio son la Policía, los jueces y la prensa. Lo que sí ha logrado Rivera es dinamitar el legado del fraguismo, la unión del centro-derecha bajo un único paraguas, abriendo una fisura que en la práctica facilita el triunfo de una coalición de izquierdas sectaria y revanchista, que postula una inquietante reedición del frentepopulismo.

Y remata:

El PP ha iniciado con Aguirre la imparable salida de la vieja guardia del aznarismo, que no supo o no quiso ver que chapoteaba en la corrupción. Una vez refundado el PP, carecerá de sentido Ciudadanos, porque lo que necesita España es volver a la sensatez del bipartidismo clásico: un gran partido liberal, conservador-compasivo y defensor de la economía abierta; y un gran partido socialdemócrata moderado, partidario de más acento en la protección social. Superaremos el sarampión. Entretanto, el mejor servicio que podría hacer Albert a España es sencillo: cerrar la tienda y darse de alta en su casa natural, el PP, donde todo lo que dice cabe perfectamente.

Isabel San Sebastián pide unidad de los líderes del PP, PSOE y Ciudadanos para que se den cuenta de una vez del verdadero peligro que supone darle una brizna de aire a Podemos:

Al margen de las lecturas interesadas que cada formación haya querido hacer de las elecciones celebradas hace ya dos meses, lo cierto es que el mensaje de los españoles fue inequívoco: «Señores políticos, pónganse ustedes de acuerdo». La ciudadanía emitió un veredicto de rechazo claro al poder de un solo partido al negarles a todos la mayoría absoluta por un amplio margen de escaños. A partir de ahí, el PP invoca su victoria relativa para justificar el derecho innegociable de Rajoy a presidir el Gobierno, el PSOE se aferra a esa invención suya del «voto del cambio» para hacer lo propio con Sánchez, Podemos suma sus papeletas a las del puño y la rosa en el empeño de convertir a Iglesias en el verdadero factótum del Frente Popular que persigue, y únicamente Ciudadanos tiende puentes a ambos lados con el saludable propósito de armar una gran coalición capaz de proteger a España del separatismo y la extrema izquierda. A juzgar por las encuestas, el electorado premia esa actitud constructiva con un incremento en la intención de voto proporcional al descenso de populares y socialistas.

Afea al PP, más en concreto a Rajoy, que no quisiera aceptar el encargo de Felipe VI para conformar Gobierno:

El PP ganó holgadamente, es verdad, lo que convierte en incomprensible la negativa de su candidato a dialogar con Rivera cuando el Rey le propuso intentar la investidura. De haberlo hecho, probablemente habría podido presentar junto al líder de Ciudadanos un programa reformista respaldado por 163 diputados, que habría obligado a los socialistas a retratarse votando «no» junto a podemitas e independentistas. Ahora los papeles se han invertido y es Sánchez quien parece a punto de lograr un acuerdo con los «naranjitos» que colocará a los populares en la tesitura de abstenerse o escorarse hacia un extremo votando lo mismo que el extremo opuesto. El candidato socialista sabe que esa alianza no le bastará para alcanzar La Moncloa y negocia bajo cuerda con la formación morada, pero ya ha dejado en fuera de juego al PP, solo y aislado. Ha demostrado ser mejor estratega, aunque su posición siga siendo extremadamente débil al depender de un Iglesias crecido, que aumenta sus exigencias hasta cotas insultantes con el fin de rebajarlas en el momento y cuantía que considere oportunos. Él juega con ventaja. Los sondeos le dan margen para volver a las urnas. A Sánchez, en cambio, lo matan. De ahí esa condescendencia equivalente a un salivazo en la cara, ese desprecio altivo, esa humillación constante.

Y dice que:

Lo malo de esta partida, en lo que a nosotros respecta, es que la apuesta es España. Una España empobrecida, amputada territorialmente, reducida a escombros en términos de libertades y garantías democráticas, si se impone total o parcialmente la propuesta totalitaria de Podemos e Iglesias alcanza esa vicepresidencia todopoderosa a la que aspira, o una España fortalecida, si PP, PSOE y Ciudadanos superan sus diferencias y pactan por el bien de todos. El peligro es demasiado real como para ignorarlo, demasiado grave como para supeditarlo a las ambiciones personales de unos u otros, demasiado irreparable como para que quienes pueden conjurarlo, que son Sánchez y Rajoy, eviten dirigirse la palabra.

Los españoles dijimos alto y claro a nuestros representantes políticos el pasado 20 de diciembre: «¡Pónganse ustedes de acuerdo!». Es su obligación acatar ese mandato aun a costa de sacrificar sus cabezas, si no encuentran otra fórmula. Váyanse a casa Rajoy y Sánchez, Sánchez y Rajoy, incapaces de entenderse, y encuentren sus respectivos partidos personas más adecuadas para hacer frente a este reto. España no merece menos.

Gabriel Albiac critica el egoísmo y la falta de cortesía que están demostrando tanto Mariano Rajoy como Pedro Sánchez:

Uno empieza -dice De Quincey- por un pequeño asesinato de nada y acaba por no ceder el paso en la calle a las ancianitas. La cortesía lo es todo en el animal humano. Más allá de sus liturgias, sólo hay bestias.

Hubo un tiempo en que tal era la regla en política. No es que yo lo haya vivido, desde luego. Sólo es que tengo una decente biblioteca. Está en ella, forzoso es, Francesco Guicciardini, quien, antes de ser el más grande de los diplomáticos florentinos del siglo XVI, fue uno de aquellos jóvenes patricios que maquinaron y ejecutaron la liquidación de un fraile utópico que había conducido a Florencia -bajo el presunto gobierno directo de Dios, cuya portavocía ejercía él solo- hasta el borde mismo del abismo. Savonarola, al fin, arde en la hoguera, el 24 de mayo de 1498. En 1509, Francesco Guicciardini -que además de político fue el padre de la historiografía moderna- escribe: «Así fue deshonrosamente muerto fray Girolamo Savonarola, de cuyas cualidades no estará de más hablar con mayor extensión; porque, ni en nuestra edad ni en la de nuestros padres y abuelos, se vio jamás a un religioso tan bien instruido, con tantas virtudes ni tanto crédito y autoridad cuantos en él se dieron». Matar es acto político; ser descortés, bribonería. Los caballeros a quienes enfrentaba un duelo a muerte, en tiempos menos bellacos que los nuestros, cumplían una estricta liturgia de cortesía mutua, sin la cual nada los hubiera diferenciado de sicarios y carniceros.

Explica que:

Un político que llama a otro en público indecente en vez de conducirlo a los juzgados debería saberse inhabilitado ante los ciudadanos que votan o no; si es que estos son de verdad ciudadanos. Un político que rechaza en público la mano tendida de un adversario en vez de explicarle, con la mayor cortesía, que su programa es una amenaza grave contra la nación, debería saberse muerto ante el ciudadano que vota o no; si es de veras ciudadano.

Al cabo ya de casi dos meses de paralizar el Estado en pleno estallido de una secesión de Cataluña que es el acontecimiento más grave de la historia moderna de España, Sánchez y Rajoy consuman la peor de nuestras sospechas: que no hay un átomo de grandeza aquí; que a nuestros políticos sólo los mueve el interés personal más mezquino: no volver a la cola del paro uno, no ser el primer presidente electo no reelegido el otro. Y que salvar o perder a la nación y a quienes en ella viven, no los mueve ya ni a risa. Se empieza por un pequeño asesinato de nada. Se acaba por no ceder el paso en la calle a las ancianitas.

Y detalla que:

Una incompatibilidad personal no justifica precipitar el colapso de un Estado. Nunca. O no debería, ni moral ni cínicamente, justificarlo. Se entiende a la perfección que Rajoy quiera matar a Sánchez. Y que Sánchez quiera matar a Rajoy. Son minucias que forman parte de las reglas del juego político. Pueden incluso revestir nobleza, siempre y cuando lo que se juegue en ese duelo a muerte sea la pervivencia de nación y Estado. Que se entretengan en groseros navajeos de callejón mientras la nación se deshace es el síntoma poco equívoco de que España se muere.

«Todas las ciudades, todos los Estados y reinos son mortales; no hay cosa que, por naturaleza o por accidente, no lo sea»: la fórmula es también de Guicciardini. Lo malo, sigue escribiendo el florentino, es tener la desdicha de estar debajo en el instante en el que el edificio se desmorone. Debajo. Como Rajoy y Sánchez: allá ellos. Debajo. Como todos los ciudadanos: allá nosotros.

En El Mundo, Raúl del Pozo es de los que aboga porque se está urdiendo la gran coalición a la que el PP se uniría ya con la legislatura en marcha tras el acuerdo entre PSOE y Ciudadanos:

Podemos se mostró ayer muy desengañado por la actitud del PSOE y ve muy difícil la investidura. Esto cambia cada hora pero, en el momento en el que escribo, acusan al PSOE de practicar el juego de sillas, la arrogancia. Dicen que Pedro Sánchez juega con seis barajas. «Sánchez -escribe Juan Carlos Monedero- es uno de los 12 del patíbulo, anda en su misión suicida no sabiendo si tiene más miedo al PP, a Podemos o a los matarifes de su partido».

Dirigentes de Podemos sospechan que se puede estar urdiendo la gran coalición, aunque el PP coja después el convoy en marcha. Eso es lo que quieren el Ibex, los barones y los alemanes. Insisten en que tendieron la mano para un Gobierno del cambio y de la gente y se les está rechazando. «Pero que sepan que, o hay Gobierno de coalición, o no habrá nada. Los polis malos, César Luena y Antonio Hernando, desacreditan a Pablo Iglesias siguiendo su costumbre de desprestigiar a su izquierda como hacían con Gerardo Iglesias y Julio Anguita. Mientras, Sánchez, el poli bueno, se entiende con Albert Rivera». También me cuentan que «los Hernando -Antonio, el del PSOE; Rafael, el del PP- hacen manitas por la M-30». ¿Qué están tramando?

Subraya que:

El Palacio de San Jerónimo tiene cierto aire de Duma, con emboscadas y romances. Mientras, los círculos y aparatos reafirman su culto al líder. Pablo Iglesias ha presentado las tesis de febrero, como Lenin la de abril, con los pulgares metidos en los sobacos. La oratoria de Lenin era más gris, no pronunciaba las erres. Iglesias se enrolla bien y está convencido de haber presentado un proyecto solvente, sensato y razonable.

En las últimas horas, Podemos se vuelca en el apoyo a Rita Maestre, portavoz del ayuntamiento bolchevique. La van a convertir en bandera humana, una ‘Pasionaria’ posmoderna: «Dolores, madre del sol de la mañana», cantó Rafael Alberti. La Ibárruri fue en su juventud piadosa católica; Rita no tiene nada contra los católicos, participó en la movida en la capilla de la Complutense para protestar contra la intromisión de la Iglesia en la universidad. «Son las mujeres valientes como Rita Maestre las que permiten avanzar y ganar el inmovilismo», tuitea Íñigo Errejón.

Lo de Rita más que un delito es un pecado, que ya le perdonó el arzobispo de Madrid. A la tensión del juicio de Rita, se une el estrés de la incomunicación entre Pedro y Pablo, que podría cantar lo que Elorrio cantó a Muñoz cerca de Tarancón en la novela inédita de Baroja recién publicada ‘Los caprichos de la suerte’: «Lagarto verde y feroz/ que me miras con escama,/ no pienses que mi programa/ es comerte con arroz».

Y recuerda:

Vuelven los españoles genéticamente dogmáticos, devotos de secta, de voluntaria esclavitud; la eterna lucha entre moderados y exaltados, entre ‘veinteañistas’ y doceañistas, que estalló durante el Trienio Liberal y sigue. Lo decía Larra: «Basta dar una patada en el suelo y a un volver la cabeza nace un faccioso». Aquí los fanáticos se siguen criando sin cultivo.

Luis María Anson es de los que no tiene tan claro que Pedro Sánchez vaya a renunciar al chollo de ser presidente del Gobierno con el apoyo de Podemos a pesar de que existen obstáculos bárbaros que impedirían moralmente ese acuerdo:

¿Podrá Pablo Iglesias aprovecharse de la extrema debilidad de Pedro Sánchez para satisfacer su inteligente voracidad de poder? El líder podemita piensa que el socialista, si no consigue encaramarse en la poltrona de Moncloa, no tiene otra alternativa que el sofá de su casa. Y está apretando las tuercas hasta el límite, seguramente para terminar cediendo… pero lo menos posible.

Pretende Iglesias que varios de los instrumentos claves del Gobierno dependan de su vicepresidencia, facilitando la manipulación al modo chavista: RTVE, Centro Nacional de Inteligencia, Centro de Investigaciones Sociológicas, BOE, comisión de subsecretarios y relación del Gobierno con las Cortes. Y, además, una secretaría de Estado que articulará una policía política al estilo de Cuba o Venezuela, en la mejor tradición leninista. Los servicios de inteligencia estadounidenses, que mantienen una relación profunda y constructiva con el CNI, habrán levantado las orejas de la primera potencia del mundo que mantiene en España dos bases militares fundamentales para la estrategia del Pentágono, cuestionadas ahora por Iglesias.

Detalla que:

El resto de las medidas de Podemos son las propias del comunismo del siglo XXI y producirían en poco tiempo la miseria en España y el caos económico, paliado solo en parte por la oposición de Europa, que hará lógicamente con Iglesias lo que ha hecho con Tsipras en Grecia. Lo más significativo del Frente Popular, que llama a la puerta, no es el alarmante programa anunciado por Podemos. Sánchez es un político menor, de cortos alcances y larga ambición. Iglesias ha demostrado una extraordinaria inteligencia y una simpatía personal que arrolla a cuantos le conocen. Se comerá crudo al líder socialista. Lo escabechará a las finas hierbas en cada Consejo de Ministros. La vicepresidencia de Iglesias, tal y como está concebida, desplazará de hecho a la presidencia del Gobierno. En muy poco tiempo quedará claro que el verdadero poder ejecutivo radica en el líder de Podemos, el cual proyecta una intervención periódica en TVE al estilo de Chávez en Venezuela.

Barones socialistas muy cualificados consideran, no sin razón, que la eventual alianza de Sánchez con Iglesias significará la fagocitación del PSOE por Podemos y la jibarización del centenario partido que engrandeció Felipe González. Pedro Sánchez sabe que los barones socialistas tienen razón, pero antes de emprender el camino hacia su casa hará todas las concesiones posibles para que Podemos le abra los portones del palacio de la Moncloa, salvo que en el PSOE le den una salida digna como candidato a las nuevas elecciones, lo que, por cierto, se está estudiando. Ante la ínsula Barataria, Sancho le dijo a Don Quijote: «Yo imagino que es bueno mandar, aunque sea a un hato de ganado».

Y concluye que:

Que Sánchez pueda aliarse con Iglesias no parece fácil porque a los límites internos del PSOE, a la presión de poderosas instancias internacionales, a las denuncias del PP y Ciudadanos, puede añadirse la jugada subterránea del líder podemita, que tal vez lo que pretende es forzar unas nuevas elecciones en las que la alianza Podemos-IU desplazaría al PSOE a un tercer lugar de la vida política española. Como más vale ministerio en mano que ciento volando, son muchos los podemitas que harán lo posible para que el partido no renuncie al pesebre actual.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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