LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

David Gistau se carcajea de Íñigo Errejón tras el pacto PSOE-Ciudadanos: «Se le quedó cara de enfurruñado como si no le dejaran ver ‘Peppa Pig'»

"Nos complace el enfado de Podemos porque sugiere que existe una opción distinta del reduccionismo a lo años treinta que cultivó estas semanas"

David Gistau se carcajea de Íñigo Errejón tras el pacto PSOE-Ciudadanos: "Se le quedó cara de enfurruñado como si no le dejaran ver 'Peppa Pig'"
Íñigo Errejón EP

Recta final para llegar al ansiado 1 de marzo de 2016 cuando se produzca la sesión de investidura en la que tratará de ser elegido presidente el socialista Pedro Sánchez.

A los columnistas de la prensa de papel les llama poderosamente la atención este 26 de febrero de 2016 el nivel de cabreo supino de la tropa podemita cuando el PSOE, al que ya consideraban amarrado, se les ha ido con la ‘amante’, es decir con Ciudadanos. No obstante, nadie da un duro porque el líder socialista logre, al menos en estas dos primeras votaciones, alcanzar el sueño de entrar victorioso en la Moncloa.

Arrancamos en ABC y lo hacemos con David Gistau que hace una pequeña gracia hablando de Íñigo Errejón y su carita de cabreado como cuando a un niño no le dejas ver los dibujos animados:

Convengamos que ninguna cosa autodenominada «progresista-reformista» puede resultar excitante. De tratarse de un plato, llevaría acelgas. No evoca precisamente la d’annunziana «vita pericolosa». Un ahijado mío se ha hecho militante de Ciudadanos y me he quedado preocupado porque me parece que se va a dejar muchas gamberradas sin hacer si está ya en un estado existencial como para tomar semejante decisión que no lo caracteriza como chaval por el que te llaman desde comisaría. A los 20 años, donde hay que apuntarse es en la Legión Extranjera y firmar Beau Geste. O hacerse grumete, qué sé yo.

Apunta que:

Por otra parte, si algo necesita la España contemporánea es el predominio de formaciones antipiréticas. A este país hay que bajarle la temperatura mesiánico/revolucionaria, el acceso populista que sufre desde que la lucha de clases vuelve a ser el eufemismo redentor del rencor. La infinita abulia que sugiere una conversación «progresista-reformista» entre Albert Rivera y Pdr Schz trae asociado el alivio por dar a la socialdemocracia una salida distinta a la que propulsa el asalto del poder por parte del Partido Distópico. La cara de enfurruñados de los negociadores de Podemos -Errejón enfurruñado como si no le dejaran ver «Peppa Pig»- mientras posaban a lo «Reservoir Dogs» nos complace porque sugiere que existe una opción distinta del reduccionismo a lo años treinta que Podemos cultivó estas semanas a base de rescatar el eje izquierda-derecha ahora que el de arriba-abajo ya no le resulta útil. Por eso le será difícil al PP regañar con éxito a aquellos de sus votantes que migraron a C’s, pero no para que su voto sirviera a la socialdemocracia: la urgencia de frenar a Podemos lo hará justificable. Urgencia para la cual el PP no ha aportado otra solución que las deserciones de Rajoy y su abandono del escenario, así como sus otras regañinas, éstas al Rey, por no subordinarse a su estrategia de dejarlo todo paralizado en España hasta que no quedara más remedio que permitirle gobernar a él.

Y aclara:

Tenemos pues dos enfurruñados, Podemos y PP. Y otro eje -será por ejes-, el de los Constitucionalistas -otra vez acelgas-, que ha cursado a Rajoy una invitación de pertenencia que es venenosa y malintencionada, como todas las astucias políticas. De ser rechazada, lo que el PP estará transmitiendo es que todos sus augurios apocalípticos acerca de Podemos no le impiden negarse a parar el populismo pagando como único tributo la renuncia de Rajoy a la ambición personal de poder. El día que Schz termine yéndose con Podemos, podrá decir que intentó construir una alternativa, pero que ésta fue destruida por el PP. En realidad, según como se mire, y habida cuenta de que hasta los enfurruñamientos son teatrales, podría darse la paradoja de que el triste pacto «progresista-reformista» sólo haya sido concebido para trasladar al PP la culpa de cuando el CNI se convierta en la Stasi y decrete qué ciudadanos han de ser apartados para su reeducación por el Ministerio de la Verdad.

Hermann Tertsch insiste en recordar en su columna toda la caterva de alcaldes que pululan y campas a sus anchas ejerciendo un populismo despótico:

Desde las pasadas elecciones municipales, a los alcaldes de media España se les conoce públicamente por su mote o alias. Hubo gente y medios a los que hizo mucha gracia. Nos anunciaban que por fin el poder se adecuaba a la calle. Y que era el pueblo el que había tomado posesión de los salones. En realidad ni era la calle ni era el pueblo, sino lugares y personajes más marginales y sórdidos los que de repente irrumpían, gracias a mayorías favorecidas por el revanchismo socialista redivivo, en la vida de todos los españoles. Y lo hacían con mando. Hoy ya saben muchos españoles lo que es disfrutar de unas autoridades civiles que parecen todas surgidas del submundo y muchas lo son. Recordarán algunos en Ferrol a los dos almirantes, británico y alemán, en sus impecables uniformes de gala presentando respeto inmerecido a un alcalde andrajoso que parecía no ducharse desde su última fiesta adolescente en la playa.

Recuerda que:

Tan condescendientes han sido tantos con las formas, que ya no hay fondo que valga. Sobre todo en tantísimas cosas en las que formas y fondo son inseparables, cuando no lo mismo. Estos hechos deberían hacer reflexionar a los españoles. Por supuesto, sobre la forma en la que han educado a sus cachorros de humano. Pero también sobre su forma de reaccionar a la crisis, a la corrupción y a problemas propios del siglo XXI. Para mejorar una sociedad, para hacerla más eficaz, más competitiva, más lúcida e inteligente y así más compasiva y justa, no parece en principio lo más razonable dar los mandos a los elementos más dopados, resentidos, fanáticos y atrabiliarios de la misma.

«Lo peor al poder» ha sido un lema de moda muchas veces en la historia. La selección negativa del socialismo, que tan bien describe Friedrich Hayek en «Camino de servidumbre», nos dio gloriosos ejemplos en la URSS y los regímenes comunistas. Esa selección negativa alcanzó nuevas cotas de colorido, desparpajo y delirio en los regímenes fuera de Europa en que mezclan izquierdismo con colorismo y exotismos políticos locales, véanse el peronismo o suhartismo, el castrismo o el chavismo y bolivarianismo en general. En España en el siglo XXI vamos más allá y superaremos todas las marcas en arbitrariedad y colorido. Tenemos a los más sucios, que son los más cursis y por supuesto los más amorales. Y no son los más corruptos aún porque no han tenido ocasión. Pero nadie dude de que, como buenos hijos pagados de la revolución cleptócrata y narcopetrolera bolivariana, acabarán en el permanente abuso de poder.

Concluye que:

Alegarán algunos que en España esa selección negativa está hoy tan presente en la derecha como en la izquierda. Muy cierto. Porque en España la derecha siempre hace tarde y mal lo que antes ha combatido en la izquierda. De ahí que haya dejado de existir más allá de algunos cenáculos escasos y cabezas pensantes aisladas. La selección negativa afecta, por supuesto, a todo lo que debe dignificar a un gobernante, desde las formas externas y conductas más triviales hasta lo más íntimo de las convicciones morales. Hay que reconocerles a nuestros queridos revolucionarios españoles que por fuera se han descuidado menos que por dentro. Porque es ahí donde los andrajos morales y la mugre del cinismo los revelan como cómplices de criminales totalitarios de ayer y de hoy con quienes mantienen íntimos lazos. Se ha visto ahora con el Kichi y su defensa de los carceleros del régimen criminal de Caracas. Que la milenaria ciudad de Cádiz, símbolo de nuestras libertades, heroísmo y cultura, esté en esas manos expone de manera tan esperpéntica como dolorosa lo que son estos tiempos oscuros de vergüenza y temor en España.

José María Carrascal cree que la situación política actual puede acabar animando a los españoles a votar en favor de alguien en vez de ir en contra de…que es muy típico en las elecciones en España:

A mis lectores no les habrá cogido de sorpresa. Desde hace días vengo anunciando la maniobra envolvente de Albert Rivera: convencer a Sánchez de que se deje de extremismos izquierdistas y acepte un programa de centro-derecha que el PP no pueda rechazar. El pacto a tres pero encubierto. Un Sánchez estrujado por sus pocos escaños y por su Comité Federal, que ve a Podemos como mayor enemigo del PSOE, no ha tenido más remedio que aceptarlo para salvar no su investidura, sino su puesto. Así ha salido ese plan kilométrico en el que ya no figura la derogación de la reforma laboral, sino su corrección, no se menciona el federalismo, se rechaza un referéndum independentista, se aboga por la colaboración con Europa y se hace toda suerte de ajustes pendientes. Lo llaman Segunda Transición, pero no busca la ruptura con la Primera, sino su reforma. Aunque la mayor diferencia es que no están todas las fuerzas políticas como en aquella. Sólo PSOE y Ciudadanos, aunque abierto a las demás. El PP ha dicho que puede trabajar sobre ello, pero tras completar Sánchez su apuesta, ya que hay muchos puntos por negociar. El primero, quién será el próximo presidente. Pues Rajoy no ha renunciado y es difícil que Sánchez renuncie aunque no sea investido, como todo apunta.

Asevera que:

Lo único seguro es que el 6 de marzo habrá que volver a empezar desde el principio. Pero ya con un Rajoy dispuesto a presentar su candidatura con un programa parecido al que Rivera y Sánchez han acordado. ¿Continuará Sánchez negándose a cualquier tipo de acuerdo con el PP? Seguramente, pero lastrado ya por su fracaso. Es también muy posible que tampoco lo consiga Rajoy, pero al menos ha logrado romper la alianza de todos contra él. En adelante, el más furioso con Sánchez será Iglesias. La guerra que va a declararle va a dejar en pelea infantil la que tiene con el PP. Con cierta razón. Se veía como vicepresidente con plenos poderes y se encuentra como líder de los antisistema y de los independentistas. Ninguna ganga.

Y sentencia:

Pero tampoco va a ser fácil que cuaje ese pacto a tres de tapadillo que Rivera ha urdido, así que lo más probable es que el 26 de junio tengamos nuevas elecciones. ¿Qué saldrá de ellas? Van a salir todo tipo de encuestas y predicciones. No les hagan caso. Quedan cuatro meses y, si las cosas cambian tanto como en los dos últimos, puede ocurrir todo, desde que se premie el celestineo de Rivera a que se castigue. Que el PP avance o retroceda. Que el PSOE emerja o se hunda. Que Podemos suba o baje. O que todo siga igual. Se nota hartazgo entre los españoles ante tanta arrogancia, aventurerismo, vanidad, ignorancia, y puede que finalmente nos decidamos a votar por algo en vez de contra alguien, como acostumbramos. Pero puede también que decidamos irnos a gozar del primer domingo de verano en vez de a votar. Demostrando que tenemos los políticos que nos merecemos.

En El Mundo, Raúl del Pozo habla sobre las famosas pinzas postelectorales, recordando la muy mítica de Aznar y Anguita en contra del PSOE de Felipe González:

Madrid sigue siendo la capital de los mentideros, tal como la describieron los dos cojos más célebres que renquearon por el Foro: Quevedo y Romanones. Siempre se pensó que el diablo era cojo. El poeta republicano José Antonio Balbotín arremetió en un poema satírico contra el conde por su ansia de dinero y su maldad para fabricar intrigas: «’Cojo de mala cojera/ cojo de cuerpo y alma/ España no estará en paz/ hasta que estires la pata’». Don Francisco de Quevedo, putero, también cojitranco, y cazalloso -Góngora le llama Francisco de Quebebo- desde que se vio en Madrid, nos contó lo que vio. Se inventó mil aguafuertes; contó que la sarna se estaba muriendo de hambre, mientras la corte ardía con las supercherías del gobierno de los demonios para pasar las mentiras por verdades.

Hace unos años descubrimos cómo los vicios de la corte y las acciones de pasar por mentiras las verdades seguían sucediendo. Y así surgió el mito de la ‘pinza’. La ficción consistió en inventarse una conjura contra el Rey y contra Felipe González. A un grupo de periodistas y escritores nos acusaron de pertenecer al Sindicato del Crimen. Pero toda mi participación en la conjura consistió en ir a un cóctel y posar para una fotografía; por eso, desde entonces, y por otras cosas parecidas, ya sé que la Historia es la relación de los hechos imaginarios y la política, el arte de revestir las serpientes.

Rememora que:

‘La pinza’ o los extremos de una herramienta que se juntan para sujetar algo, fue el nombre del pacto de José María Aznar con Julio Anguita para echar a Felipe González. Julio Anguita declaró muchos años más tarde que aquella fue una invención de Goebbels para hundir a IU. Pero lo más asombroso es que ‘la pinza’ se sacó del baúl por los mismos hace unas semanas para describir la supuesta alianza entre el PP y Podemos. Esta vez la herramienta de propaganda saltó por los aires cuando se firmó el pacto entre PSOE y Ciudadanos. Los de Podemos se sienten engañados por el PSOE; les acusan de tramposos y les dicen que ellos sí que quieren hacer ‘la pinza’ con el PP, como cuando sostienen la Monarquía o firman el Artículo 135.

Y finaliza:

Los socialistas se volvían muy de izquierdas en las campañas electorales y luego pactaban con los nacionalistas conservadores. Los dirigentes del PSOE en esta democracia no fueron ni Attlee ni Olof Palme, ni siquiera Mitterrand. Churchill, enfurecido porque Attlee le ganó las elecciones a pesar de haber ganado él la guerra, dijo: «Llega un taxi vacío al número 10 de Downing Street, se abre la pera y sale míster Attlee». Pero aquel ‘premier’ hizo cambios revolucionarios como los hizo después Olof Palme. Por eso lo mataron. Aquí los socialistas sobreactúan en su asco a los del PP y luego se reparten el Estado con ellos. Por fin, Pedro Sánchez habló de reformismo. Y ya advirtió Lenin a los dos Pablos, dos Iglesias, que la experiencia de todos los países muestra que los trabajadores han sido burlados siempre por los reformistas. «El reformismo y la regeneración son cuentos para engañar y corromper».

Jorge Bustos le recuerda a la diputada podemita Amparo Bella, de las Cortes de Aragón, que terrorismo es lo que hace ETA, que la muerte de una mujer a manos de su pareja o expareja es un crimen machista, pero nunca puede calificarse de acto terrorista:

Una diputada de Podemos se ha disculpado así por mezclar el asesinato de Miguel Ángel Blanco con el último crimen machista acaecido en Zaragoza: «A pesar de relacionarse emocionalmente por su efecto en mí, la comparación es desafortunada».

Sí, su comparación resulta tan desafortunada como su sintaxis, pero siendo deleznable la expresión lingüística de la diputada no lo es tanto como la operación psicológica que la precedió, y que ella misma define como una «relación emocional». Estas cosas suceden por creer que el sintagma inteligencia emocional es algo más que un oxímoron. En la mente de la diputada de Podemos bulliría el voluntarioso concepto terrorismo machista segundos antes de formular su infame analogía, pero al obrar así solo reflejaba la penetración social que tal concepto absurdo está logrando, a despecho de la inteligencia de loros y cacatúas.

Apunta que:

El terrorismo machista no existe. Existe el terrorismo, y existen los crímenes machistas. Pero no hay algo como una organización de criminales que van matando mujeres para reivindicar la causa del patriarcado. El terrorista elige a víctimas anónimas o simbólicas para extender con fines propagandísticos el pánico que enorgullezca a su facción, mientras que el machista mata a alguien a quien conoce íntimamente, y hasta consumar su crimen huye celosamente de toda publicidad. Si se suicida lo hace por desesperación culpable, no porque esté convencido de que le aguardan las 72 gratificantes huríes del paraíso coránico. Una víctima de ETA nunca amó a su verdugo; una víctima de su ex marido sí. No hay comandos de ex maridos organizados para asesinar, y no se alojan en pisos francos sino en una casa que fue hogar antes de romperse. Constatemos en fin que el maltrato se antoja el único problema no político en España: ningún otro suscita tanto consenso y ninguno se resiste tan tercamente a la unidad de acción en su contra, con una tasa de víctimas que no amaina año a año.

Yo entiendo que una aproximación televisiva a la violencia doméstica gana efecto si recurre al sonoro marbete de terrorismo. Pero que el padecimiento de la víctima de maltrato resulte tan terrorífico como la amenaza que pendía sobre la rutina del concejal amenazado por las ideas que eligió (y no por su involuntaria condición sexual) no legitima el confusionismo: si idénticos son los efectos, las causas y los métodos no pueden ser más distintos, y distintos han de ser los tratamientos. Un pacto de Estado contra el maltrato puede marcar un hito de la retórica buenista, pero no surte el mismo efecto que uno contra ETA porque sus escenarios y sus actores son inmanejables. Un funeral de Estado por cada víctima de macho, como propuso aquel Sánchez tan adán, no pasa de obscena demagogia a la caza del voto cándido. Y el empeño por asimilar el patriarcado a ideología política, en el más inocente de los casos, es gana de revolver la biología con la cultura, la moral con el derecho y lo privado con lo público.

Y acaba pidiendo un poco de coherencia y de tranquilidad:

Nuestra época positivista fomenta la colonización política de ámbitos más bien morales. Las campañas de concienciación son muy necesarias. Pero llamar terrorismo a fenómenos que no lo son entorpece la eficacia de las soluciones, aunque calme nuestras conciencias de indignados profesionales. Decía Pla que el socialismo es un lujo pagado por el capitalismo; quizá el exhibicionismo moral que anega tantas pantallas sea el nuevo fetichismo de la conciencia burguesa, interconectada y pasiva, que hasta el terror convierte en bien de consumo.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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