El 1 de marzo de 2016 es la fecha marcada en rojo en el calendario político. Ese día tendrá lugar el debate de investidura y en el que Pedro Sánchez, el líder socialista, tendrá la ocasión de lucirse el solito sin nadie que le replique hasta el 2 de marzo de 2016 gracias entre otros a Patxi López, presidente del Congreso de los Diputados, y a la aquiescencia de Ciudadanos, frito por pillar cacho y además ya sin ocultarlo ante la concurrencia.
Precisamente, ese pacto entre socialistas y la formación de Albert Rivera es lo que ocupa y preocupa a los columnistas de la prensa de papel de este 27 de febrero de 2016. Más de uno ve en este acuerdo algo más bien insulso, hueco, un mero humo para contentar a los parroquianos o votantes propios que un pacto con idea de perdurabilidad.
Arrancamos en ABC y lo hacemos con Juan Manuel de Prada que tacha de «mentira» este entendimiento entre PSOE y Ciudadanos:
No será nuestra pluma la que conceda un elogio a Rajoy, que siempre nos ha parecido el heredero más cabal, por indolente y pusilánime, de aquel Bartebly de Melville que todo aprieto lo despachaba con el mismo latiguillo: «Preferiría no hacerlo». Pero debemos reconocer que Rajoy adquiere cierta grandeza si lo comparamos con los figurines Rivera y Sánchez, que ahora andan haciendo postureo por los platós, enarbolando ese pacto de la señorita Pepis con el que pretenden dárselas de grandes estadistas. Rajoy, tal vez por pudor de señor mayor, nos exoneró de estos postureos, al declinar el ofrecimiento del Rey; Rivera y Sánchez, mucho más impúdicos, han encontrado en dicho ofrecimiento una ocasión para chupar cámara y aturdirnos con su charlatanería, en un ejercicio descarado de propaganda ante una cada vez menos hipotética repetición de las elecciones. «¡Hablando se entiende la gente!», nos dicen, después de firmar su pacto de la señorita Pepis.
Dice que:
Lo cual es una mentira como un castillo. «¡Bienaventurados los que no hablan, porque ellos se entienden!», afirmaba Larra. Las únicas palabras que dejan poso son aquellas que uno profiere y otro digiere (un sermón, un rapapolvo, una arenga); pero cuando dos se ponen a intercambiar palabras (como ocurre en los parlamentos y en las tertulietas televisivas) ya se sabe que no hay posibilidad de entendimiento… salvo que los habladores sean un par de demagogos. El demagogo sabe que las palabras son un instrumento que le permite encubrir sus pensamientos, si es que los tiene, o simular que los tiene, cuando carece de ellos. Y Rivera y Sánchez, que son una pareja de demagogos muy resultones, se han puesto a hablar por los codos, hasta firmar su pacto lleno de palabras mentirosas, o simplemente de palabras que se lleva el viento, que es la mercancía liviana y volandera que ellos producen con mayor entusiasmo.
Apunta que:
¡Es tan fácil para los demagogos aventar palabras! Sánchez, por ejemplo, firmó una tesis que escribió en menos tiempo del que Stendhal tardó en rematar «La cartuja de Parma». Hay quienes aseguran que la tesis de Sánchez tiene el inequívoco tufillo del refrito, pero si -como afirmaba Azaña- el mejor modo de guardar un secreto en España es publicar un libro, firmar una tesis debe de ser como encerrar ese secreto en el sepulcro del Cid, que tenía (según el cómputo de Joaquín Costa) siete llaves. Quien firma sin escrúpulo una tesis llena de palabras con tufillo a refrito, ¿qué escrúpulo va a tener en firmar un pacto de la señorita Pepis con Rivera, cuyo cumplimiento nadie va a exigir? En cuanto a Rivera, que ha firmado pactos con el irlandés Declan Ganley, ¿por qué no habría de firmarlos también con Pedro Sánchez? Cuando Rivera firmó su pacto con Ganley se comprometió a defender como un jabato la vida gestante y a combatir el matrimonio por vía rectal; y todo ello envuelto en una retórica antieuropeísta muy belicosa. Ahora Rivera expulsa de su partido a los que osan defender la vida gestante y aplaude con tanto ardor el matrimonio por vía rectal que se le ha quedado cara de supositorio; y todo ello envuelto, además, en un europeísmo muy beato.
Sentencia:
Y es que a Rivera, como a Sánchez, le da igual so que arre con tal de pillar cacho, que es lo único que anhela el demagogo; pues sabe que, si no pilla cacho, su charlatanería habrá de reconducirla al varadero de las tertulietas televisivas. Y por pillar cacho Sánchez y Rivera están dispuestos a firmar pactos de la señorita Pepis como quien firma tesis con olor a fritanga, o a defender una cosa y la contraria, en la certeza de que la pobre gente aturdida por el ruido no se enterará del cambiazo.
Salvador Sostres aprovecha la entrega de los premios a la libertad a los presos políticos del chavismo para recordarnos que, más allá de las andanadas de Podemos, lo que tenemos que tener claro es que quien sostiene a esos elementos podemitas no es otro que el PSOE:
El problema no es exactamente boicotear unos premios a la heroica resistencia venezolana, sino preferir el chavismo al PP, que es en lo que está hoy la izquierda española en su totalidad, y no solamente Podemos. También el PSOE prefiere Venezuela a Europa, y no se da cuenta de que su proyecto político no sirve a nuestro tiempo, ni del daño que podrían hacernos. No siempre fue así: Felipe González fue un gobernante extraordinario porque entendió su momento.
Cuando nos escandalizamos por Podemos -y está muy bien que critiquemos a Podemos- parecemos olvidar que el gran drama de España no es Pablo Iglesias, sino que los socialistas pretendan arrasarnos con su ofuscación sectaria por no aceptar que perdieron la Guerra. Sería un gravísimo error que nos dejáramos cegar por el folclore de Podemos y permitiéramos que Pedro Sánchez nos entrara hasta la cocina con su populismo y con su odio.
Añade que:
Nos acercamos al paradigma moral que hizo posible la destrucción de Venezuela cada vez que le negamos la legitimidad democrática al PP por sus casos de corrupción y somos condescendientes con el PSOE, que es el partido más corrupto de España; y también cada vez que repetimos la propaganda de que el presidente Rajoy es quien quiere forzar unas nuevas elecciones en lugar de constatar la evidencia de que un tal Sánchez quiere gobernar habiendo sido derrotado, y persiste en su grotesco ritual de hoguera y machete antes que favorecer esa gran coalición que es y será nuestra única solución política, con o sin repetición electoral.
Y finaliza:
Podemos es la representación improbable de la parodia en que podría convertirse España. Pero el PSOE, tal como hoy está concebido, encarna todas las pesadillas de una democracia, y nos aúlla con su espectral voz del fantasma para regresarnos a nuestra historia trágica.
Ramón Pérez-Maura entiende que al Gobierno de Rajoy le está pasando factura su política mediática y pone un ejemplo concreto, lo que sucede con laSexta, Antena 3, Onda Cero y La Razón:
Ocasiones hay en que uno llega a la conclusión de que el Gobierno de Mariano Rajoy se enfrenta a las dificultades que afronta en estos momentos por méritos propios. ¿La corrupción? Pues sí… pero no. La corrupción es un mal endémico de la sociedad española. La clase política no es más que una manifestación de la realidad de esa sociedad, pero todo lo que hacen a quienes encomendamos la tarea de dirigir el país es mucho más relevante que lo que acaece en el Ilustre Colegio de Abogados de Sabadell. Y para corrupción grave, la que acumula el partido con el que ha pactado Ciudadanos para formar Gobierno y ya lo forma gracias a ellos en Andalucía con una podredumbre que nunca podrá ser igualada en el resto de España.
¿Su incapacidad para pactar? Tampoco parece la causa principal achacable a Mariano Rajoy, porque es más exógena que endógena. Surgen por todas partes los que dicen que Rajoy debería renunciar a ser candidato para que Ciudadanos aceptara pactar con el PP. Pero yo todavía no he oído a Ciudadanos decir nunca que pactarían con el PP si no fuera Rajoy el candidato. Lo que piden es que se suicide y después ya verán si les parece suficiente. Esta patriótica generosidad me deslumbra.
Resalta que:
Así que confesaré que a mí me parece que el principal problema político de Mariano Rajoy es aquello en lo que más se parece a José María Aznar: su «despolítica» de medios. Todo lo que el primer gobierno del PP intentó hacer entre 1996 y 2004 en esa materia quedó en nada. Y lo mejor que podría ocurrir con las políticas del Gobierno Rajoy en ese terreno es que también quedasen en nada, pero eso es ya un sueño imposible. Durante el Gobierno Rajoy el PP no ha podido hacerse más daño del que ya se ha causado en materia de comunicación. Y encima, el Gobierno casi en pleno jalea al grupo mediático que ha engendrado a Podemos desde la televisión más sectaria que imaginar se pueda -con la excusa, siempre, de que tiene otra tele de distinto signo. Y es cierto. Mientras La Sexta emite programas políticos sectarios varias horas al día y siempre contra el PP, Antena 3 ofrece unos informativos con la sección de sucesos más completa de los medios de comunicación occidentales complementada con una destacada información meteorológica. Y qué decir de la emisora de radio hermana, sobre cuya línea editorial ya no hay duda posible una vez que les abandonó el único contrapeso relevante que tenían.
Y remata:
Frente a eso, está el bote salvavidas, empleado como herramienta conseguidora -y no precisamente en materias propias de medios de comunicación. Rajoy y su equipo parecen ajenos a la evidencia de que, frente a cualquier cañonazo disparado desde un acorazado, en un bote salvavidas sólo puede aspirarse a pegar un tiro de fusil. Y en el caso del que nos ocupa, a emplear un tirachinas. Pues nada, ahí van todos, en tropel, agradecidísimos por lo bien que les tratan en la chalupa de fidelidad probadísima. Y, para que no haya lugar a equívocos -entre los sectarios, porque en el equipo de Rajoy está claro que no quieren enterarse de nada-, en el ejemplar cuya portada ilustra el Gobierno en pleno se elogia al ecuánime Antonio García Ferreras. Y mientras, desde lo que de verdad importa a la propiedad del diario, desde la televisión más sectaria de Europa, sólo les falta miccionar en la chaqueta de todos los miembros de ese mismo Gobierno. Enhorabuena. Así está España.
En La Razón, Alfonso Ussía habla sobre el hambre atroz que sacude a la Venezuela chavista, a la República Bolivariana de Maduro:
En la Venezuela bolivariana, chavista, madurona y podemita, el hambre tiene hambre. No hay pan. Las estanterías de los supermercados se ofrecen vacías. De nuevo, a la intemperie y con las víctimas en las colas interminables, el fracaso del comunismo. Empiezan a caldearse los ánimos en el Petare, un inmenso barrio de chabolas obedientes. Chávez les prometió todo a sus habitantes, que ya han entendido el valor de las promesas. En las panaderías, el cartel tremendo. «No hay pan». Con el pan no se juega ni se hacen bromas. Cuando hay bromas, hay pan. En los estertores de la Segunda República se originó una pugna entre los panaderos y el Gobierno. Los panaderos querían subir el precio del pan y el Gobierno amenazó con cerrar las panaderías díscolas. Al fin, los del gremio alcanzaron un acuerdo que fue versificado por un ingenio del Foro: «Los panaderos están/ unidos en firme empeño./ No van a subir el pan/ pero será más pequeño». Así el deprimido diálogo cervantino:
¿Es necedad amar?-; – no es gran prudencia-; -metafísico estáis-; -es que no como.
Recuerda que:
El Estado venezolano compra el grano de trigo. Venezuela no lo produce. Y el Estado no tiene con qué comprarlo. Fuera de Venezuela, se engordan de intereses las cuentas multimillonarias en Andorra y Suiza de los Maduro, las niñas de Chávez, los gerifaltes bolivarianos, los generales narcotraficantes y los colaboradores del poder omnímodo. Con una décima parte de lo que han robado los bolivarianos, Venezuela tendría pan para muchos años. En las panaderías se advierte que no hay pan, y a España vuelan los dólares americanos, las divisas inalcanzables para los venezolanos, que aterrizan en Madrid, después de efectuar diferentes escalas bancarias, con sus alas moradas. Y mientras Venezuela se muere de hambre, porque el hambre se está muriendo por sí sola, el pan no falta en los comedores de Miraflores, en las despensas de los generales y en los estómagos de los amigos del poder.
El dinero que falta en Venezuela para comprar el pan que no existe, hay que buscarlo en Andorra, en Ginebra, en Zurich, en Liechtenstein y en Mónaco. Una parte, también en Madrid, pero la Fiscalía es lenta y no desea entorpecer el sosiego en la administración de «Podemos». La estructura económica de Venezuela es de cartón. Los dirigentes bolivarianos se han llevado hasta las bolsas. Tampoco hay bolsas en los supermercados, y como ha dicho el propietario de uno de los centros más importantes de Caracas, ¿para qué necesitamos bolsas si no tenemos nada para llenarlas?
Y concluye:
Maduro no es un individuo cultivado. Probablemente ignora quién fue y cómo terminó Nicolae Ceaucescu, el anfitrión de Carrillo en sus estíos dorados. Ceaucescu y Elena, su mujer, eran mucho más temidos en Rumanía que Maduro y su «amorsito» en Venezuela. Y todo comenzó en una gran concentración frente al descomunal palacio que se había construido el dirigente y asesino comunista en Bucarest. Creía que era aclamado por la multitud hasta que oyó el significado de los vítores. «¡Drácula, Drácula!». Huyó en helicóptero, pilotado por los suyos. Pero los suyos lo depositaron en un punto lejano y entregaron al matrimonio. Un juicio sumarísimo, en el que el abogado defensor actuó como el más estricto fiscal. La grabación íntegra del juicio es un documento estremecedor. Los suyos condenaron a muerte a Ceaucescu y Elena. Y allí mismo, en un corral anexo a la cabaña donde fue juzgado, los soldados, sus soldados, fusilaron al criminal tirano y al bicho de su mujer. A Maduro le convendría que alguien le proporcionara el reportaje. Porque el hambre no se perdona. Porque los que eran suyos han dejado de serlo. Porque las Fuerzas Armadas de Venezuela ya no son en su totalidad bolivarianas. Y si no se marcha pronto, o llega a un pacto, Maduro, su mujer y los generales narcotraficantes pueden terminar como Ceaucescu, acribillados sobre la hierba descuidada del patio de un corral.
Que una cosa es la falta de libertad, las mentiras, las promesas incumplidas y la apropiación del dinero público y otra muy diferente que no haya pan. «No hay pan». Que se ate los machos.
En El Mundo, Pedro Cuartango alaba el acuerdo entre PSOE y Ciudadanos e incluso cree que al mismo podría incorporarse perfectamente el PP. Eso sí, ya sobre quién debería mandar hace mutis por el foro:
Jamás en España desde la Restauración, que podemos considerar la primera experiencia de una democracia parlamentaria, se había producido un pacto para gobernar entre un partido de centro derecha y otro de la izquierda.
El ensayo más parecido fue la alianza de republicanos y socialistas en la Segunda República, pero Azaña, Casares Quiroga o Alcalá Zamora eran políticos identificados con un laicismo progresista que asustaba a la derecha y creían que la monarquía alfonsina había sido nefasta para España.
Desde la Transición, la derecha y la izquierda se han ido alternando en el poder, pero nunca se han puesto de acuerdo para gobernar juntas. Ni siquiera Adolfo Suárez logró una cierta clemencia del PSOE, que, aunque firmó los Pactos de La Moncloa, fue un opositor implacable hasta que el fundador de UCD dimitió.
Por tanto, el compromiso entre Pedro Sánchez y Albert Rivera supone algo inédito en nuestra historia contemporánea. Si Largo Caballero levantara la cabeza, pensaría que Sánchez es un traidor y se volvería horrorizado a su tumba.
Recalca que:
Pero la realidad es que PSOE y Ciudadanos se han puesto de acuerdo en un programa reformista, que, pese a sus lagunas y sus defectos, contiene las bases para una regeneración de la política y para acabar con la nefasta dialéctica de enfrentamiento que ha caracterizado nuestra imperfecta democracia.
Si hay algo que me parece notable en el documento de ambos partidos es la ausencia de revanchismo y la voluntad de acabar con esa dinámica de buenos y malos que tanto le gusta a Podemos, un partido obsesionado por reescribir el pasado.
No faltará quien apunte que Rivera había jurado en la campaña que jamás apoyaría a Sánchez y que los socialistas se habían cansado de descalificar el proyecto de Ciudadanos. Esto no hace más que realzar la importancia de este pacto, que implica que los adversarios políticos pueden sentarse en una mesa y llegar a acuerdos.
Ello es una novedad en un país tan cainita como España que, desde la muerte de Carlos IV, ha sufrido guerras civiles, golpes de Estado, asonadas, dictaduras y otras catástrofes porque -y esto es lo fundamental- la mitad de la población nunca ha querido convivir con la otra mitad.
Destaca que:
Que tanto Sánchez como Rivera anunciaran su acuerdo detrás de ‘El abrazo’, el gran cuadro de Juan Genovés, es toda una declaración de intenciones. Por tanto, sea cual sea el resultado de la votación de investidura, ya es un éxito que estos dos partidos demuestren que se puede pactar con el adversario. Yo diría que esto es revolucionario en un país donde se vota por filias y fobias y jamás se reconoce la posibilidad de que el otro tenga razón.
Ahí están las conductas sectarias y chauvinistas del nacionalismo catalán, simétricas al discurso españolista. ‘Mutatis mutandis’, la política lingüística de la Generalitat es la misma que la de Franco: borrar la identidad cultural del que no encaja en el estereotipo nacional.
Y señala que:
El acuerdo entre Sánchez y Rivera no va contra nadie y podría incorporar en el futuro a un PP que quiera renovarse. No entro en quien debería ser el jefe de Gobierno porque eso es secundario en relación a lo que podría suponer este pacto para devolver la confianza a los ciudadanos y hacer un país más prospero y más justo.
Quien olvida la historia, está condenado a repetirla, decía Santayana. Aquí lo que hay es un gran desconocimiento del pasado. Este insólito experimento rompe con una larga tradición de confrontación que -salvo en el paréntesis de la Transición- ha anclado a nuestro país en esas dos Españas eternamente carcomidas por el rencor.