LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Luis Ventoso le canta las cuarenta a Pedro Sánchez: «La pírrica participación para refrendar el pacto con Ciudadanos es su última patochada»

"Por el bien de tu país: ¿por qué no lo dejas y ponéis en el PSOE a alguien que sepa?

Luis Ventoso le canta las cuarenta a Pedro Sánchez: "La pírrica participación para refrendar el pacto con Ciudadanos es su última patochada"
Pedro Sánchez. EP

Un cero a la izquierda. Así arranca este 28 de febrero de 2016 la prensa de papel y la digital. Cierto es que muchos columnistas habían enviado sus artículos horas antes de que se conociesen los resultados de la participación de la militancia socialista en la consulta para refrendar el acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos, pero alguna que otra tribuna hay y, desde luego, no para jalear a Pedro Sánchez.

Arrancamos en ABC y lo hacemos con Luis Ventoso que tacha de «patochada» este invento del referendo no vinculante para ver si los afiliados le daban el placet a encamarse con Albert Rivera. Lo único que ha logrado es que los militantes le den directamente la espalda y ni siquiera la mitad haya ejercido su derecho a voto:

Querido Pedro: El último paso del PSOE por el Gobierno fue una exhibición de incompetencia ante la crisis y un alarde de corrupción (los ERE), por eso obtuvo la mayoría absoluta Rajoy. Heredar el PSOE tras el paso de un político tal nocivo como Zapatero obligaba a una tarea ingente de reconstrucción. Y ahí llegaste tú. Como vivimos en un país algo frívolo, lo que más se ensalzó tras tu victoria en las primarias fue que eras joven y guapo. Llegaba un «tiempo nuevo», como te gusta repetir, con tu querencia por los eslóganes huecos.

Destaca que:

El problema es que apostura habrá mucha, pero ideas… En economía no lograste articular una alternativa consistente. Todo tu discurso se quedó en un mantra facilón (vamos a desmontar las leyes de Rajoy), que refleja bastante pereza intelectual. Ante el separatismo catalán, cometiste la felonía con España de situarte a medio camino entre los sediciosos y el presidente que defendía la observancia de nuestra Constitución. «Ni Mas ni Rajoy», proclamabas, igualando así al que quería violentar la ley con el que la defendía. Como alternativa, ofrecías «el federalismo», fórmula que nada arregla frente a quienes ya solo aceptan la independencia. Además, ni siquiera has sido capaz de explicar en qué consiste.

Prosigue:

Con tan endeble bagaje te presentaste a las elecciones y pasó lo esperable: batacazo, el peor resultado del PSOE. Los españoles no te vieron ni fondo ni formas (como sé que estás encantado de haberte conocido, sé que esto no te va a gustar, pero en la calle no caes precisamente bien). Con menos votos de los que hicieron dimitir a Almunia al instante, proclamaste que habías logrado un resultado «histórico» y te propusiste ser presidente, pues era la única manera de que no te desalojasen de Ferraz. Tu plan era evidente: asociarte con Podemos y gobernar, repetir la jugada que ya habías hecho en ayuntamientos y comunidades. Dado que a los barones más cuerdos de tu partido no les gustaba la coalición con Podemos, hasta te inventaste sobre la marcha un referéndum entre las bases para bendecir la alianza. Pero Pablito, ay, te salió rana. Más inteligente que tú, te ofreció un pacto que le otorgaba a él todo el poder. Un acuerdo imposible. Pero eso tampoco le preocupaba, porque, dada tu endeblez, sabe que puede merendarse al PSOE si se repiten las elecciones.

Apunta que:

Entonces giraste a Rivera, la bisagra multiusos, de vocación: sus lecciones magistrales. Con vuestras corbatas estrechas firmasteis muy solemnes un pacto que en la práctica no sirve para nada, porque los escaños no suman, y con unas medidas imposibles de aplicar (unas, porque obligan a cambiar la Constitución y haría falta el PP; y otras, porque son utópicas, como los más de 20.000 millones de gasto público extra a que obligarían algunos de los subsidios que prometéis, en un momento en que la UE ya nos exige más ajustes).

Y concluye:

Ayer completaste tu última patochada: calificar también de «histórica» una consulta a las bases del partido que ha tenido una participación pírrica.

Querido Pedro. Ya eres famoso. Economista. Apuesto. Hablas inglés. Seguro que puedes encontrar un buen curro. Por el bien de tu país: ¿por qué no lo dejas y ponéis a alguien que sepa?

José María Carrascal habla de que a Pedro Sánchez le deben estar retumbando en su cabeza las campanas de difunto tras el desastre de participación de la consulta del 27 de febrero de 2016 para refrendar ese pactito con Ciudadanos:

Desde que firmaron su pacto, Sánchez y Rivera vienen diciendo que «suma». En escaños, sí, 130, pero no en apoyo, ni siquiera de los suyos. Es incluso posible que en vez de sumar reste. Pedro Sánchez pudo haber cometido el mayor error de su carrera política al convocar un referéndum entre sus militantes sobre los pactos para ser elegido presidente de Gobierno. Claro que entonces pensaba en Podemos como fuerza más afín y numerosa. Con el respaldo de las bases del partido, creía poder hacer frente a los recelos del Comité Federal hacia Iglesias y hacia su persona. Pero los ha firmado con Rivera, en el otro campo del espectro ideológico.

Asegura que:

La política gasta estas bromas. Y la vida. A los embaucadores suele ocurrirles: que sus trampas terminan volviéndose contra ellos. La militancia socialista está todo menos entusiasmada con su pacto con el centro-derecha. Han acudido a votar muy poco más de la mitad y de ellos con un 79 por ciento inclinándose por el «sí» -no iban a votar «no» a su secretario general en vísperas de su investidura-, lo que significa que la abstención es vencedora del referéndum, mientras ese «sí» raquítico suena a campanas de difunto para un Pedro Sánchez que aborda el momento más crítico de su carrera sin el pleno respaldo de sus militantes. Y el de sus barones, menos, tras haber firmado la eliminación de las diputaciones, que muchos de ellos controlan.

Aclara que:

Tampoco crean que a Rivera le va mucho mejor. Contaba con que Rajoy se adhiriese entusiasmado al acuerdo que había firmado Sánchez, que contiene propuestas asumibles por el PP. Pero le han dado unas calabazas de Thanksgiving. ¿Qué se creía este chico? ¿Que tras haber sido insultado y desdeñado por su más directo rival Rajoy iba facilitar su acceso a la presidencia, teniendo muchos más votos que él? Eso es desconocer no ya la naturaleza humana, sino el juego político. Ningún dirigente que se precie puede aceptar tamaña humillación, aunque Sánchez aceptó una parecida cuando Iglesias se autoproclamó vicepresidente de su gobierno y nombró el gabinete, sin que él dijera ni pío. Pero es que estos chicos, que han llegado a las inmediaciones de la cumbre sin esfuerzo, se creen que todo el monte es orégano y terminan dándose el batacazo.

Y sentencia:

De haber convocado un referéndum entre sus seguidores, Rivera sabría que tampoco están entusiasmados en pactar con alguien que aún ayer quería cargarse el entero programa del PP y pasaba de puntillas sobre el independentismo catalán. Sin que nadie crea que de la noche a la mañana se haya hecho socialdemócrata. Ni siquiera Rivera, que, pensando ya en los votos que puede perder en otras elecciones cada vez más ineludibles, dice que no tiene decidido si su pacto con Sánchez se mantendrá, de no ser investido. Ese es el que iba a ser «un pacto histórico». Duración: una semana.

Antonio Burgos, con su fina ironía, se pregunta cómo pueden vivir las comunidades uniprovinciales sin esas diputaciones que tienen otras autonomías y que no sirven más que para trincar, trincar, trincar y volver a trincar:

He pasado tres deliciosos días en Oviedo, adonde fui en vuelo directo de una compañía con nombre de cigarrón: Volotea. Quien me conozca y sepa lo poco que me gusta meterme en carretera me preguntará: – ¿Y qué se le ha perdido a usted en Oviedo? Pues no se me ha perdido nada. Por el contrario, he hallado. He hallado la profesionalidad, seguridad y amabilidad del profesor don Luis Fernández-Vega, que en su Instituto, al que va media España y parte del extranjero, me operó de los clisos hace ya un Carnaval y debía revisarme. A don Luis le entregan esta semana el premio de Ovetense del Año, que se ha ganado a pulso y por el que públicamente le felicito en nombre de cuantos nos cuida los sacáis. ¿Cuántos vamos a Oviedo para que nos vea Fernández-Vega, inventor del «turismo oftalmológico asturiano» en beneficio del Principado? Llegas a su Instituto y te encuentras a media Sevilla. Unos amigos que están ahora allí para el segurísimo catarateo de rigor, me comentaban:

-Mira, llegamos a la clínica y había tanta gente conocida de Sevilla que aquello parecía la caseta del Aero…

Dice que:

¿No hablan de un «turismo sanitario»? Pues gracias al «turismo oftalmológico» del profesor Fernández-Vega muchos hemos descubierto la maravilla de Oviedo. Ciudad que tiene un atractivo en peligro de extinción y en alto riesgo: el encanto provinciano de «La Regenta». A mí Oviedo me recuerda mi Sevilla pre-Expo de hace treinta años. Quizá sea la capital española con menos franquicias por metro cuadrado y más comercios tradicionales, como esa monumental y artística confitería Rialto, la de las moscovitas y las princesitas, que tiene una decoración que la ves y te crees un indiano asturiano que ha llegado de vuelta a La Habana.

Sobre tales encantos aquí someramente descritos, Oviedo me ha inquietado, empero, por otra cuestión. Como autonomía uniprovincial, ¡no tiene Diputación! Mecachindiez… ¡Con lo bien que le vendría una Diputación a Asturias! En los pactos de Sánchez el Guapo con Rivera el Vanidoso hablan de suprimir las diputaciones. Son unos insensatos. Yo no sólo no las suprimiría, sino que impondría diputaciones obligatorias en las autonomías uniprovinciales que no las tienen. No hay derecho. A ver: Murcia, Navarra, La Rioja, Madrid y esa Montaña de Castilla a la que apodan Cantabria, ¿por qué han de padecer este agravio comparativo de no gozar de las excelencias de las diputaciones? Eso es asimétrico e inconstitucional: que unas autonomías tengan la mamandurria de las diputaciones y otras no. Vamos a ver: en esas autonomías sin diputaciones, ¿dónde colocan a los alcaldes del partido dominante en la provincia cuando pierden las elecciones y se quedan con una mano detrás y otra delante, ya que desde que estaban en Nuevas Generaciones o en las Juventudes Socialistas no han hecho más que vivir de la política y no la han doblado en su vida en empresa alguna, ni han estado dados de alta en la Seguridad Social como trabajadores por cuenta ajena y no de la Teta del Estado?

Y remata:

En las autonomías sin diputaciones, ¿quién larga a la Junta de turno el mochuelo de los viejos hospitales provinciales, de las carreteras vecinales, de la asistencia psiquiátrica, de la Sanidad del antiguo Padrón Benéfico? ¿Quién monta chiringuitos culturales para colocar amiguetes con carné del partido? ¿Pero cómo pueden subsistir estas autonomías uniprovinciales sin los cementerios de elefantes de las diputaciones? ¿Qué hacen con los elefantes políticos cuando la palman en las urnas? ¿Los incineran? Nada, nada: igual que los que viven de ellas piden que no las supriman, yo, como encantadísimo turista oftalmológico de Oviedo, pido una Diputación para el Principado de Asturias. O mejor dos: una para Oviedo y otra para Gijón. Y como los huevos duros del camarote de los Hermanos Marx: ¡y dos carbayones! Pero de grandes como el legendario y centenario que estaba en la calle Uría.

Alfonso Rojo, en La Razón, recuerda con quién quería pactar no hace mucho Pedro Sánchez y hace un compendio de las últimas mamarrachadas y salidas de pata de banco de los podemitas. Imperdible:

Entusiasmo no, pero si cierto alivio. Mentiría si dijera que el anuncio de que Pedro Sánchez y Albert Rivera habían cerrado un pacto, no atenuó la angustia que me generaba imaginar a Pablo Iglesias de vicepresidente, Iñigo Errejón en Interior, Vicky Rosell en Justicia y Xavier Domènech mangoneando un flamante Ministerio de Plurinacionalidad. En pura lógica, que el PSOE firmara solemnemente con Ciudadanos un acuerdo tan etéreo que hasta el PP podría con esfuerzo suscribir, hacía imposible que Sánchez, si fracasaba como fracasará en su investidura, pudiera retornar a las andadas. Con qué cara podía el ambicioso líder socialista echarse otra vez en manos de Coleta Morado y compañía. Pues con la suya, porque entre las virtudes de la «nueva política» no están la sinceridad o la coherencia.

Asegura que:

Todo ser humano tiene derecho a cambiar de opinión, pero lo de algunos roza la acrobacia. Basta echar un vistazo a la hemeroteca, al archivo de Youtube o al Twitter de Iglesias, Rivera o Sánchez. El que jamás entraría en un Gobierno que no presidiría, acepta incorporarse hasta de conserje y quien proclamaba que el otro era la ruina, nos lo vende ahora como el salvador. Y lo asombroso no es el desparpajo, sino la impunidad con la que perpetran estas piruetas. Aquí no se votan programas, sino prejuicios. No hace ni dos semanas que el líder socialista al alimón con el podemita nos colaban en su «pack progresista» a los carlistones del PNV, los burguesotes de DiL, los antisistema de la CUP y hasta proetarras y volverán a meterlos antes de las elecciones del 26-J. Que ellos lo hagan para colarse en Moncloa, lo entiendo.

Y remacha:

Lo que no digiero es que la ciudadanía, incluyendo un sector del periodismo nacional, se trague semejantes sapos. ¿Es de recibo que Kichi de Cádiz se ausente de un homenaje a los presos políticos venezolanos? ¿Tiene un pase la indecorosa zapatiesta que montó Miss Aeropuertos Rosell para que le abrieran la sala de autoridades porque le irritaba hacer cola con la plebe? No, pero ni el respaldo de sus dirigentes a los verdugos chavistas ni las prepotencias de sus ministrables afecta a los votantes de Podemos. Ellos, con mucha más intensidad que los de otros partidos, están en la «fase religiosa», en esa en la que todo es un acto de fe y en la que al de arriba le basta cambiar el nombre de las cosas, para que el de abajo acepte manso que ha cambiado su naturaleza.

En El Mundo, su director, David Jiménez, le mete un palo a Mariano Rajoy por el continuo desprecio mostrado hacia su periódico y que le recuerda a Felipe González:

A Felipe González le costó volver a nombrar a este periódico después de la publicación de los escándalos de los fondos reservados, los GAL o la financiación ilegal del PSOE. Para el líder socialista éramos «El Inmundo», como si lo indecente fueran nuestras informaciones y no el reparto de fajos de billetes de dinero público entre sus colaboradores. Dice algo de lo poco que cambian algunas cosas en este país el que hayan pasado dos décadas, la corrupción vuelva a poner contra las cuerdas al partido gobernante y el actual inquilino de La Moncloa también tenga dificultades para referirse a EL MUNDO por su nombre. «Ese periódico que usted cita…», respondía Mariano Rajoy al ser preguntado en Espejo Público por noticias que no eran de su agrado.

Resalta que:

El presidente no está contento con el trabajo que hacemos. Normal. Lo contrario, que dirigentes políticos llenaran de felicitaciones el buzón de la redacción, diría poco de nuestra independencia y nos acercaría a lugares donde la prensa no ejerce su función. Siempre me acuerdo del periodista de Corea del Norte que me contó que allí el riesgo no estaba tanto en criticar al líder supremo, algo impensable, como en quedarse corto en la exaltación de su inconmensurable infalibilidad. El periodismo estaba en crisis, había escrito el tirano Kim Jong-Il en el Gran Maestro de los Periodistas, su manual sobre el oficio que ordenó enviar a todas las redacciones, porque no había suficiente «ardor revolucionario» a la hora de diseminar sus pensamientos.

Entiendo que Mariano Rajoy no pretende que lleguemos a ese grado de exaltación de sus logros, que los tiene, pero al presidente le ocurre como a tantos políticos españoles que no terminan de entender la relación entre el poder y la prensa. Cada vez que ésta desvela un caso de corrupción, no importa la contundencia de las pruebas, el Partido Popular atribuye la información a alguna extraña conspiración judicial o periodística. Después vienen las sugerencias de que el rival recibe mejor trato, aunque la hemeroteca demuestre que no es así. Y, cuando todo falla, se organiza una ofensiva para ensuciar el prestigio del medio denunciante, en lugar de gastar esas energías en limpiar su casa.

Apunta que:

Sólo en un lugar donde se confunde el papel de la prensa es necesario recordar que no fue «ese periódico» que el presidente elude citar el que envió mensajes de apoyo a Bárcenas tras saberse que tenía cuentas en Suiza. Nos limitamos a publicarlos. No ha sido nuestro diario el que ha imputado al equipo municipal del Ayuntamiento de Valencia de Rita Barberá, aunque nuestras investigaciones ayudaran a destapar el escándalo. Y no fue en nuestra redacción donde se organizaron las tramas Gürtel, Nóos, Palma Arena, Púnica…

La diferencia entre España y países con mayor tradición democrática como EEUU es que allí se publica una investigación y cae hasta el cardenal, como nos recuerda la historia del Boston Globe llevada al cine en Spotlight, mientras que aquí tienes que aguantar una campaña como la que organizó el ex presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, cuando revelamos las irregularidades en la compra de su ático de la Costa del Sol. Lo nuestro, decía airado, era «periodismo basura». Cuatro años después, el fiscal ha pedido su imputación por cohecho y blanqueo de capitales.

Sentencia que:

Todo este paseíllo diario de corruptos por los juzgados sería más soportable si no fuera acompañado de la tomadura de pelo de quienes pretenden hacernos creer que el problema consiste en unas pocas manzanas podridas, un periódico innombrable y algunos jueces resentidos. Y, sin embargo, ése es el discurso que se ha puesto en marcha y que tuvo su momento de mayor indignidad cuando el ministro Jorge Fernández Díaz, que tiene entre sus responsabilidades dirigir las Fuerzas de Seguridad que luchan contra la corrupción, sugirió públicamente que detrás de las redadas que afectan a su partido hay una conspiración.

Steinbeck tenía razón: no es el poder lo que más corrompe, sino el miedo a perderlo.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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