Variedad de temas este 11 de marzo de 2016, fecha de infausto recuerdo en España por los atentados de 2004 en Madrid y que se saldaron con la muerte de cerca de 200 personas y miles de heridos. Tampoco podemos olvidar que un 11-M, pero de 2011, Japón sufría las consecuencias de un terrible tsunami que arrasaba la central nuclear de Fukushima.
Pero, evidentemente, los columnistas tienen en mente en estos momentos la cosa política que está que arde. Entre los pactos, las crisis en los partidos o la alcaldesa de Barcelona, la peculiar Ada Colau, metiéndose en el lío de cada semana, lo cierto es que no hay lugar para el aburrimiento.
Arrancamos en el diario El Mundo y lo hacemos con Federico Jiménez Losantos, que se troncha de la crisis que afecta a Podemos. Dice que los dos líderes de los sectores enfrentados, ‘Pablenin’ y ‘Errejonenin’, están yendo a los medios afectos a declarar su amor. ¡Qué tierno! Por cierto, que ‘Pablenin’ fue una idea surgida en Periodista Digital, estimado Federico. Royalties ya.
Lo más divertido de la reyerta podemita entre Iglesias y Errejón es que los mismos que dimiten de sus cargos -casi la mitad de los delegados de Madrid- niegan que exista crisis alguna y, tras el nocturno acuerdo del miércoles, Pablenin y Errejonenin fueron a proclamarlo en las cadenas que el PP les brinda: la Cuatro y La Sexta. García Ferrerras se indignó contra los medios que hablan de división, el Chiko de la Bekaculpó al PSOE del infecto bulo y la infeliz pareja empleó ayer toda la infinita cursilería del gorilato venezolano para enviarse tuits de rendido amor y recia fidelidad, proclamando, de paso, la superioridad de Podemos sobre todos los partidos del mundo. Se echan más flores y mueren por inhalación de crisantemos.
Rememora que:
Proclamar la unanimidad incluso en la hoguera es una tradición de todas las sectas destructivas y, naturalmente, del bolchevismo: cuando Stalin mandó pegarle el ritual tiro en la nuca al jefe de la NKVD, Iézhov, en los sótanos de la Lubianka, el responsable del más salvaje de todos los genocidios que el ídolo de Pablo Iglesias perpetró en los años 30 en la URSS pidió a su verdugo: «Díganle a Stalin que muero con su nombre en los labios». No es muy distinto el caso del Che Guevara, el asesino de La Cabaña, al que mandó a morir a Bolivia Fidel Castro después de tenerlo dos años secuestrado en secreto en Cuba. Y así querían que murieran los que quemaban herejes en la hoguera: felicísimos de que sus verdugos les reconciliaran con la Fe. Ardiendo y cantando.
Y se pregunta:
Pero si no hay diferencias en Podemos, porque no puede haberlas en tan excelso partido y son invención del PSOE, ¿por qué dimitieron los nueve de Errejón, y contra Alegre, que es de Iglesias? Podrán dimitir con el nombre de la unidad en los labios, pero los políticos de Podemos son como todos: por el Poder se pelean y se matan. La diferencia es que Errejón cree que sólo un partido férreamente disciplinado (por él), que se abstuviera ahora ante el Gobierno PSOE-Ciudadanos, podría alcanzar mañana el poder. E Iglesias cree que su oportunidad, en forma de caótica marea, es ahora o nunca. Los dos tienen razón y quieren lo mismo, mandar, así que si el PP les quitara la televisión, se matarían. Pero Rajoy, empeñado en hundir a Rivera y cercar al Rey, sigue apostando por Podemos para destruir al PSOE. Por ahora, sobrevivirán.
Jorge Bustos resalta la evolución del populista Tsipras, presidente de Grecia, que ha pasado de ser un radical a negociar responsablemente con la Unión Europea:
Hay que ver lo que la realidad ha hecho con don Alexis Tsipras. Contemplad, podemitas, el prodigio obrado en él. Sólo ha transcurrido un año entre aquel amanecer nietzscheano en que levantó acta de defunción de la Troika y este crepúsculo realista en que defiende la necesidad de deportar refugiados a Turquía, pasando por sus ronroneos en la pernera del FMI cuando lo de Davos. Sería Tsipras un griego paradigmático en quien se suceden dos héroes opuestos: el pendenciero Aquiles de la ‘Ilíada’ que ganó las elecciones desafiando a los dioses y el flexible Ulises que retorna a la Ítaca del crédito negociando con inteligencia. El trecho metafórico que separa al rudo guerrero del astuto navegante cifra el paso del mito al logos, de la utopía a la praxis. De la adolescencia a la responsabilidad. Del populismo a las instituciones.
Resalta que:
Toda fuerza populista experimenta crisis de crecimiento en las que la voz no termina de modularse y la barba no acaba de salir. Paradójicamente, es el sector liderado por el lampiño Errejón el que más rápido madura, superando la retórica calimochera de fiesta del PCE y aceptando con todas sus consecuencias la efigie de diputado que el espejo -y la nómina pública- les recuerda. Mientras que Iglesias regresa con demasiada frecuencia al narcisismo estudiantil de Guerra Fría y megáfono caliente. Hay un alma parda en Podemos con el reloj parado en los 70 que si mira a Grecia se avergüenza de Tsipras y se excita con Varoufakis, ese Peter Pan de moto y chupa que sale a 53.000 napos por conferencia. Ya se sabe que la ficción vende más que el ensayo.
El podemismo no se anima del todo a combatir el acné entre sus filas porque con el grano podría llevarse también la piel: la sustancia misma de su epitelial ideología. Podemos, ya desde su nombre, es un voluntarismo, un estado de ánimo, un emoticono cruzado de líder a líder en red social, un liderazgo sin estructura (el bipartidismo es una estructura sin liderazgo), una confusión entre poesía y derecho, una banalidad del bien. La categoría -10 dimisiones, cinco gestoras- disfrazada de anécdota y la anécdota -un beso en el hemiciclo- pretendida como categoría. Un errado sentido de pertenencia que el propio Errejón formula mediante esta jaculatoria: «Porque fueron, somos», cuando la gratitud y el progreso dictarían más bien que fueron para que no tengamos que ser. En el siglo XX la mayor cursilería aparejó la mayor brutalidad; en el XXI, ya sólo vehicula postureo: ‘kursilería’.
Y sentencia:
La miseria roba la infancia de los niños. Pero la pacífica prosperidad que, con altibajos, ha dominado Occidente durante siete décadas quizá haya contribuido a lo contrario: a cronificar la niñez. A blindar la intolerancia a la frustración. A atizar la expectativa de lo perfecto. A reponer la salud de las utopías colectivistas como artículos de consumo, Bob Marley y Lenin conviviendo bajo forma de chapa en una misma sudadera. Eso pienso cuando veo que la democracia más cuajada del planeta produce dos polos de idéntico irracionalismo como Sanders y Trump. Siempre hubo frikis, pero que hoy puedan alzarse con la nominación certifica un salto que sólo el emotivismo acrítico de nueva generación explica satisfactoriamente. Siempre hubo votantes ineptos, pero se abstenían, o se tapaban. Quizá esta ola global de antipolítica no sea más que una cuestión de pudor perdido.
Hay un tercer poema atribuido a Homero, la ‘Batracomiomaquia’. Es una farsa épica en donde las ranas luchan contra los ratones y acaban ganando los cangrejos.
En ABC, Carlos Herrera sacude de lo lindo a toda la tropa política que está llevando a la ruina a Cataluña, desde Carles Puigdemont, su presidente, a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau:
Cataluña ha sido muchas cosas. En el imaginario pujolista de los noventa era Lituania. Fue Puerto Rico algo más tarde, como el País Vasco, que también pasó por fases igualmente ridículas. Ni que decir tiene que fue Quebec, ese ejemplo inexplicado según el cual la voluntad irredenta de sus ciudadanos les llevó una y otra vez… a quedarse en Canadá. También ha sido Escocia recientemente: el contratiempo del voto negativo a la independencia -de alguien que en su día sí lo fue- supuso un pequeño revés a las pretensiones de sus líderes, convencidos de que para una vez que se les pregunta podrían decir que sí y ayudar a los demás. Pero ahora, a la vuelta de estos años malditos, Cataluña se ha emparejado a Angola. Y a Albania. Tanto sufrir para llegar aquí. El caso es que Angola y Albania y Camboya gozan de la misma consideración crediticia que el exquisito Principado del noreste peninsular. Ya es triste, pero si la Administración catalana quiere endeudarse, quiere pedir dinero a los inversores para hacer frente a sus planes, va a tener la misma consideración que los tres enclaves anteriormente citados, paraísos del progreso como bien se sabe.
Dice que:
Cataluña debe hasta callarse, cosa que no hace. La culpa de la putrefacción de las cuentas públicas catalanas no está, como intuyen, en la desgraciada actuación de sus sucesivos gobiernos y en el latrocinio de su establishment. La culpa está en España, como anteayer escupió, sin mayor complejo, el peludo Puigdemont. La España del FLA es, por lo visto, la causante de que la Administración catalana deba cerca de setenta mil millones de euros y de que nadie, repito, nadie, le deje dinero. De no ser por los fondos de liquidez autonómica que sufragan todos los españoles -los catalanes también- los funcionarios de Gerona o de Lérida no cobrarían su nómina este mes y todos aquellos proveedores de la Generalitat a los que esta debe dinero no verían ni un solo euro de lo que se les adeuda. Es evidente que esa ayuda del Estado a un territorio como el catalán resulta imprescindible si se quiere guardar equilibrios mayores: un descenso de Cataluña en el ranking afecta a la credibilidad de toda España y perjudica a las cuentas generales, no solo a las catalanas. Lo cual quiere decir que hay que hacerlo, y ya. Pero sorprende que con la misma mano que recogen el dinero de todos los españoles para poder pagar nóminas y pensiones se dispongan a hacer sucesivos cortes de mangas. La abominable España de la que unos cuantos se quieren independizar es la misma a la que acuden desesperados para poder amanecer mañana sin que la soga les apriete el cuello de forma mortal; lo cual, por demás, no va a servir para que haya una cierta consideración en el lenguaje o en los aprecios elementales. España es culpable y no hay más que hablar.
Y concluye:
Esa desafección de la que tanto se habla, esa desconexión efectiva que algunos constatan en el quehacer diario catalán, también se produce en sentido contrario, desgraciadamente. En Cataluña vive mucha gente que merece el aprecio y la solidaridad del resto de los españoles, pero a efectos sociales parecen no importar. Cuando una perfecta idiota en forma de alcaldesa (Colau) desprecia al Ejército en función de la ignorancia y el odio sectario que le corre por su cuerpo, muchos creen que todo lo que les pase a los barceloneses les está bien merecido. Como cuando las agencias de rating les equiparan a países de tercera. Y no es eso. O al menos no del todo. No se puede caer en la tentación de considerar Cataluña como un todo encarnado en despreciables tipos como Colau, Mas, Junqueras o Puigdemont. Difícil, pero no hay más remedio.
Hermann Tertsch pone el dedo en la llaga sobre la situación que vivimos en España y con unos líderes políticos que no parecen tener soluciones para los problemas en vigor:
Algunos sospechamos lo que harían con sus enemigos políticos las fuerzas integradas en Podemos si lograran hacerse con el poder. Ahí tenemos los ejemplos del trato a la disidencia y oposición de sus mentores, patronos y aliados en Caracas y La Habana para hacernos una idea. Lo que está claro es que lo primero que necesitarían sería una fase de criminalización generalizada que pusiera bajo sospecha a todos aquellos opuestos o ya solo ajenos a su Frente Popular. A todos los que defienden el sistema que quieren destruir. Hay quienes piensan que esa fase ya está en marcha. Y bastante avanzada. Todo entra, cabe, se mezcla, multiplica y lanza con el ventilador inmenso que han puesto en marcha los medios, graciosamente entregados por el Gobierno del PP a unos empresarios sin escrúpulos que los han puesto al servicio de la extrema izquierda. Ese ventilador ha hecho cuajar literalmente una putrefacta atmósfera en la que se juntan y revuelven las acusaciones ciertas con las falsas, las insinuaciones y los rumores, los hechos probados y las maledicencias puras, los indicios, los datos incontestables y las leyendas urbanas.
Añade que:
Ya estamos ahí y los únicos que se salvan de momento son esas fuerzas de la extrema izquierda y sus aliados, gracias a su control de los medios y a su perfecta técnica de ignorar el principio de contradicción. Sea con los dineros llegados de Venezuela e Irán, en la inhabilitación de Íñigo Errejón por estafar a la universidad, en los cambalaches de Tania Sánchez en Rivas o la orgía de nepotismo neocomunista en Madrid y Barcelona, lo más eficaz es ignorar la pregunta o contestar otra cosa. Y esperar a que ayuden los periodistas «podemistas», que son una gran mayoría y están escribiendo páginas grotescas del más ridículo y lacayo periodismo que se haya practicado jamás en España. Y miren que hay larga experiencia en la sumisión más obscena en el gremio.
Después basta con lanzar a los profesionales de la cloaca a enturbiarlo todo para que al final nadie parezca ya estar fuera del censo infinito de corruptos, serviles y definitivamente enfangados. En una sociedad en la que, por desgracia, se demuestra que la corrupción se da, como en todos los países más pobres y más atrasados que el nuestro, siempre que hay ocasión. Y la diferencia fundamental entre los muchos corruptos del Partido Popular y los muchos de la UGT o el PSOE es que los primeros empiezan a pagar con cárcel y oprobio. Mientras que los segundos siguen siendo jubilados con honores en congresos televisados con la presencia de altos cargos institucionales y la ministra de Trabajo aplaudiendo sus muy cuestionables logros. Hay actitudes de corrección política y muestras de educación o consideración que son una ofensa para la decencia.
Sentencia:
Lo cierto es que mientras en el continente pasan cosas terribles que amenazan con hacer zozobrar todo el proyecto europeo, nosotros estamos todos atascados -por la aritmética electoral, el odio personal, los robos, la Policía y el Código Penal, la inquina nacionalista, años de mentiras, mezquindades, y fracasos, consignas revanchistas y ánimo destructor- en un barranco de niebla tóxica y pestilente, en el que no hay esperanza de que nos llegue una brisa fresca en meses, no se sabe cuántos. Arrastrados por la ceguera y soberbia de Mariano Rajoy, la necia e insegura prepotencia de Pedro Sánchez, el equilibrismo de Albert Rivera y el matonismo del savonarola de barrio de Pablo Iglesias. No todos son igual de culpables ni todos igual de peligrosos. Pero ninguno tiene la solución en una España en la que todo es ya incertidumbre, crece el miedo a un gran desgarro y cada vez más españoles vuelven a lamentar no tener a sus hijos lejos, pero a salvo.
Y en El País, Xavier Vidal-Foch habla sobre los nuevos casos de pederastia en los colegios barceloneses de los Maristas y anima a hacer algo más que quedarse cruzados de brazos esperando que el problema se resuelva por sí solo:
Las denuncias por pederastia en colegios barceloneses de los Maristas empiezan a apuntar proporciones muy alarmantes. Ya son una treintena y afectan al menos a siete profesores de siete colegios distintos. Sean todas ciertas o no, exageradas o suaves, y relativas a delitos prescritos o vivos, la respuesta oficial es homeopática.
El superior de los Maristas acaba de reprochar el silencio del primer centro afectado en 2011, en torno al primer caso conocido. El Departamento de Enseñanza no se enteró. Fiscalía y Mossos suspendieron las pesquisas cuando la familia retiró las acusaciones para evitar la presión al muchacho abusado. El pleno del Parlament lanzó el 3 de marzo una enfática y unánime resolución condenatoria y admonitoria -sugirió «consecuencias», sin siquiera concretar «sanciones»-, instó a los centros a cumplir los protocolos y parloteó sobre la formación de los docentes.
Celebra que:
Por suerte el asunto ha llegado por correo al Papa. Un padre le pide que investigue, que la orden se disculpe, que los que ocultaron sean destituidos y que todas las víctimas obtengan reparación. Escribo «por suerte» aposta, no hace falta ser muy creyente para creer en la eficacia de Bergoglio más que en la de Forcadell.
El Parlament, que tan amigo es de decidir artificios, podía haber decidido instar al Congreso a alargar los periodos de prescripción de los delitos de abusos sexuales (entre 5 y 15 años), como preconizó la diputada Gemma Lienas, pues ahí está la madre del cordero: como los abusos se envuelven en mantos de silencio, comprensiones cómplices y exceso de garantías para el abusador, cuando el delito sale a la luz, hace años que ya no se puede castigar.
Y aconseja que:
Más allá de endurecer en este aspecto la legislación penal, urge dureza administrativa. Hasta que no se retire el concierto económico al menos a los colegios donde la delincuencia fue -o es- sistémica; hasta que no se cierre alguno de esos centros de terror infantil -¿acaso no se clausuran estadios?-, los ciudadanos estaremos subvencionando pederastas. ¿Les complace? La sanción penal debe recaer sobre el criminal; el coste económico-administrativo, en la institución que lo alberga o ampara. Algunos miserables solo reaccionan cuando sus actuaciones, o silencios, les acarrean perjuicios contantes y sonantes. A por ellos.