LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

La brutal comparación de Jabois sobre Besteiro: «Al Madrid le costó un siglo llegar a diez Champions, al candidato gallego de Sánchez sólo un año tener diez imputaciones»

"El anterior líder del PSOE en Galicia, Pachi Vázquez, también fue imputado"

La brutal comparación de Jabois sobre Besteiro: "Al Madrid le costó un siglo llegar a diez Champions, al candidato gallego de Sánchez sólo un año tener diez imputaciones"
Gómez Besteiro y Pedro Sánchez. EP

Las imputaciones propias de las que el PSOE prefiere no hablar, pero al mismo tiempo critica las ajenas, las del PP, o los malos modales de una desahogada como Ada Colau son algunos de los temas fundamentales que los lectores podrán hallar este 12 de marzo de 2016 en las tribunas de opinión de la prensa de papel.

Arrancamos en ABC y lo hacemos con Manuel Marín, que tiene claro que la crisis que ha surgido en Podemos se resume en algo tan sencillo como que no hay puestos o escaños para tanta gente:

Culpar de la crisis interna de Podemos al PSOE, como hacen sus dirigentes, es un absurdo sideral. Igualmente, reducir esa crisis a un mero desentendimiento entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón por aparentes diferencias ideológicas, discrepancias estratégicas o celos mediáticos es un vano ejercicio de simplismo. Dos años después de su fundación, Podemos se ha encontrado con sus propios fantasmas, que no son sino los que se han aparecido históricamente a todos los partidos. Luchas de egos, imposición de criterios, afán de protagonismo… Aquello de Konrad Adenauer de que en la vida «hay enemigos, enemigos mortales… y compañeros de partido».

Dice que:

Podemos se halla en su primera gran crisis de identidad porque en la efervescencia de la protesta, en la invasión de las calles y en el fulgor impune de las redes sociales todo resulta más sencillo que en el dogmatismo orgánico de las purgas que exige el día a día de una organización. La estructura de Podemos está viciada de origen y por eso acumula en seis comunidades autónomas profundas pugnas fratricidas de ambiciones no cumplidas y rencores acumulados. Allí, el «quítate tú, que me pongo yo» está a la orden del día ahora que los salarios públicos en las instituciones se han convertido en una sana costumbre mensual. A todo llega uno a adaptarse. Es agradable cobrar cada mes y ser concejal de lo que corresponda. Ahora de lo que se trata es de mantenerlo a salvo de esos otros «compañeros de partido» que reclaman lo suyo porque, como se dice, «aquí cabemos todos…, pero solo cobran unos cuantos». Las «discrepancias tácticas en la evolución del movimiento ciudadano» son sencillamente los clásicos «codazos» por hacerse hueco, con salario anexo y asegurado a ser posible.

Añade que:

De algún modo, Pablo Iglesias empieza a pagar el precio de su cesarismo. El culto al líder siempre tiene fecha de caducidad, y en este caso hay una parte emergente de Podemos a la que ha decepcionado el órdago de su líder contra el PSOE y Ciudadanos. Su objetivo de absorber a Izquierda Unida y su millón de votos presuntamente garantizado, para convertir los dos escaños de Alberto Garzón en una quincena para Iglesias, está en el aire. Iglesias ha concedido a Pedro Sánchez un papel protagonista de víctima, en lugar de conseguirle el de un secundario irrelevante. Error. Demasiado riesgo, que además no ha gustado a toda la militancia de Podemos. La vía posibilista y pragmática que se atribuye a Errejón ha creído realmente estar conformando una pinza para permitir que Mariano Rajoy recupere oxígeno.

Concluye que:

De momento, se mantiene vigente la tesis de Iglesias: ir a las urnas, superar al PSOE y provocar un terremoto en Ferraz que aboque a Sánchez a una renuncia fulminante. Pero no toda la dirección de Podemos parece compartir el objetivo porque asumen como un riesgo innecesario la provocación de frustración entre su electorado, y si se repiten los comicios surgirá una «abstención del hartazgo» inmanejable que termine por un repartir los escaños de modo beneficioso para PP y Ciudadanos. En ese caso, el extraño engendro de «los partidos del cambio» ya sería inviable.

Salvador Sostres se fija en el doble rasero del PSOE de Pedro Sánchez, eso de ver la paja corrupta en el ojo del PP, pero no ver la viga de sus imputados en el propio:

¿Es normal que Pedro Sánchez le prometiera al expresidente de la Diputación de Lugo la candidatura a la Xunta de Galicia estando ya imputado? No es normal, pero es corriente. La diferencia entre ambos conceptos la aprendí una madrugada, regresando a mi hotel en Madrid. Un chapero me gritó, desde un banco de la plaza de la Lealtad: «¡Calvo, me acuesto contigo por treinta euros!». Le conté la escena al conserje y, cuando le pregunté si lo encontraba normal, mítica fue su respuesta: «No es normal, pero es corriente».

Aclara que:

El PSOE es el partido más cínico y más corrupto de España, y forma parte por lo tanto de su naturaleza decir que no puede pactar con el PP por la corrupción, a la vez que prometen candidaturas a imputados por los más vergonzosos delitos, siendo ellos además el partido de los ERE y los cursos de formación en Andalucía, que son el mayor latrocinio desde la recuperación de la democracia.

Y sentencia:

No sé si serán suficientes los seis nuevos delitos que se le imputan a José Ramón Gómez Besteiro para que Pedro Sánchez tenga la mínima decencia de practicar en su partido lo que tanto exige a los demás. Sería noticia que los socialistas rectificaran cuando es obvio que se han equivocado, en lugar de su tan pernicioso «sostenerla» que no sólo nos hundió en la crisis, sino que ahora pretenden derogar las medidas con que el presidente Rajoy favoreció la recuperación. En cualquier caso, es evidente que el PSOE se siente cómodo con la corrupción: y mientras con una mano recoge las ganancias, con la otra señala al Partido Popular para tratar de sustituir con patrañas el veredicto de las urnas.

Luis Ventoso se despacha a gusto contra la intolerante de Ada Colau y su manía persecutoria contra el Ejército:

Cuando vas viviendo un poco acabas descubriendo algo bastante desagradable, con lo que no contabas en los pajaritos de tu infancia y primera adolescencia: en general, los seres humanos no somos ángeles. De hecho, en la práctica, la mayoría de la peña acaba resultando bastante revirada. Por fortuna existen personas capaces de conmovedores gestos de altruismo. Hasta hay quien llega a entregar literalmente su vida por los demás. Pero, siendo el hombre un ser falible, no creo que haya respirado nadie que haya sido sublime e impecable todo el tiempo. En una misma vida puedes ser un día un héroe y al siguiente un puro canalla. Tal es la paradójica y terrible pasta dual de la que estamos compuestos.

El principal fallo del marxismo y la izquierda socializante se halla en su concepción angélica del hombre. A diferencia de los liberales, no lo asumen como realmente es. Prefieren un cuento de hadas (o de Adas). Prometen que cuando nos liberemos de la abusiva casta, cuando el proletariado tome las riendas, arribaremos al paraíso terrenal, con un reparto justo de los bienes de producción basado en la solidaridad espontánea entre bondadosos trabajadores.

Apunta que:

Mucho me temo que el viejo Hobbes, allá en su siglo XVII, caló mejor a la tropa que Ada Colau, filósofa a la que le faltan unas pocas asignaturas para acabar la carrera (ánimo, alcaldesa, que solo tienes 42 tacos). Hobbes creía que la situación natural del hombre antes de que se crease el Leviatán (el Estado) era «la guerra permanente de todos contra todos», porque «el hombre es un lobo para el hombre». A diferencia de Ada, que piensa que todos llevamos dentro un beatífico okupa-flautista presto a repartir su bocata y catre con los demás, Hobbes señaló que «las pasiones que inclinan a los hombres hacia la paz son el temor a la muerte, el deseo de aquellas cosas que son necesarias para una vida confortable y la esperanza de obtenerlas por su industria». Es decir: el miedo y el interés. ¿Desolador? No es tan bonito como la égloga pastoril de Ada, desde luego. ¿Realista? Pues desgraciadamente sí (aunque yo añadiría un tercer motor: el amor).

Y prosigue:

En España existe la acomplejada costumbre de justificar la razón de ser del Ejército pintándolo como una suerte de oenegé que ayuda solidariamente a víctimas de calamidades variopintas. Y es cierto que lo hace. Pero la misión medular del Ejército democrático es otra, y la señala muy bien la Constitución: «Garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional». Por eso, y no por otro motivo, no le gusta el Ejército a Ada, autora de una frase emponzoñada (si una ley no te gusta tienes derecho a incumplirla), que de aplicarse a gran escala nos devolvería presto a la guerra de todos contra todos de Hobbes. No, el Ejército no es una organización de ayuda humanitaria. Existe para salvaguardar nuestras libertades y nuestra soberanía nacional frente a personas que piensan y actúan… pues sí: como la entrañable Ada. Su sueño de imponer a la brava una igualación a la baja de la riqueza de las personas no es nada nuevo. Se llama comunismo.

Por cierto, acaba siempre igual: magro condumio y menos libertad.

Manuel Jabois, en El País, le suelta una buena andanada al candidato de Pedro Sánchez en Galicia, Gómez Besteiro, al que le han caído diez imputaciones y ahí sigue tan fresco:

Pedro Sánchez dio el mitin más famoso de su campaña en A Coruña, un lugar en el que los candidatos suelen perder el oremus. Allí, Mariano Rajoy, en 2011, al ver que no estaban causando efecto sus promesas, se puso serio y entró en materia: si aquella gente le votaba, él les devolvería «la felicidad». También Anxo Quintana, exlíder nacionalista, dijo una vez golpeado por el jet lag del cambio de provincia: «Hoxe si que fomos lonxe, até A Coruña». Fuera de la política asistí a una escena bellísima en la avenida de la Marina. Un domingo por la mañana, una pareja muy guapa paseaba con su hijo, que iba encima del triciclo más bonito de la comarca, y saludaban sin detenerse y sonriendo mientras decían: «Jodeos, jodeos».

Con esos antecedentes se presentó Sánchez y dio un mitin que incluyó un in crescendo emotivo cuando se puso a enumerar los logros de la última década con tono de ocasión de gol («la ley de violencia de género, la de memoria histórica, la lucha contra el terrorismo de ETA o la aprobación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo») hasta acabar gritando «¡ni una lección al PSOE!». El audio fue aprovechado para acoplarlo a la jugada de Sudáfrica que terminó con el gol de Iniesta.

Subraya que:

En primera fila escuchaba el candidato del PSOE a la Xunta, Gómez Besteiro, imputado por cuatro delitos. Pedro Sánchez volvió a A Coruña el jueves. Se paseó acompañado por Besteiro por el mercado de abastos, que es la zona cero de una campaña electoral, y dijo: «Besteiro es no solo un extraordinario político sino también un amigo al que conozco desde hace mucho tiempo y yo confío en su inocencia. Apoyaré siempre lo que diga Besteiro: si quiere presentarse tendrá mi apoyo». En cuanto terminó de hablar a Besteiro le cayó una imputación con seis delitos más encima, alcanzando de esa forma una cifra de doble dígito. Lo que al Madrid le costó un siglo el candidato gallego del PSOE lo logró en un año.

Remata que:

El anterior líder del PSOE en Galicia, Pachi Vázquez, también fue imputado. Entonces dimitió y dejó paso a Besteiro. El jueves Vázquez dijo que en su partido si estabas imputado y eras amigo de Sánchez no pasaba nada. Con la imputación de cuatro delitos, Sánchez se mostró seguro de la inocencia de Besteiro. Con 10 todavía no se ha pronunciado. Es probable que Besteiro sea inocente: se necesita un juicio para saberlo. Tantos como necesitan los imputados del PP que Sánchez exhibe para no sentarse con su líder. Pero ni una lección al PSOE, como dijo en el feudo de Besteiro.

Finalmente, Antonio Elorza se coge un cabreo del 15 porque utilicen al abuelo de Pablo Iglesias para embarrar la imagen del actual líder de Podemos. ¡Ay, Elorza, qué poca memoria tenéis algunos progres! ¿Acaso no habéis indagado en el árbol genealógico del PP para sacarles padres, abuelos y tatarabuelos franquistas?

El historiador José Antonio Maravall me hizo notar una vez que era mal síntoma que la historia fuese utilizada como un ladrillo arrojable a la cabeza del adversario. En el agrio debate político en que aún estamos, han abundado tanto ese tipo de malos usos -«la cal viva», Sánchez igual a Zapatero- como las muestras espectaculares de ignorancia -Garzón y sus «masas populares que trajeron la democracia»- o las expresiones torpemente denigrantes: «La naranja mecánica» por Ciudadanos. Síntomas de degradación del discurso político.

Expone que:

Pero tal vez la muestra más espectacular, y sin duda la más censurable, la constituye el intento de embarrar la figura del líder de Podemos, Pablo Manuel Iglesias, a costa de su abuelo Manuel, presentado en un diario conservador como un «chequista» en la Guerra Civil, luego enchufado en el régimen con un «espléndido» empleo tras salvarse de la pena de muerte. Al hacerse izquierdistas, sus descendientes serían así unos desagradecidos, e implícitamente, al reivindicarle, unos impostores.
Como algo sé del tema, algo debo decir. Conocí al «señor Iglesias» en 1969 cuando mi amigo José María entró muy contento en mi despachito de sociólogo: «¡He visto un socialista!». Me llevó a la última covachuela del Ministerio de Trabajo donde un señor bajito y amable hacía a tijera dosieres de prensa en un rincón. Era Manuel Iglesias.

Insiste en que:

Nada puedo decir del tiempo de guerra, salvo que las acusaciones en los consejos de guerra franquistas no fueron modelos de ecuanimidad a la hora de llevar al paredón a los vencidos, sobre todo si habían actuado en el cuerpo jurídico-militar. Conozco alguna trastada que hizo don Manuel durante la Junta de Casado, pero desde luego no un crimen. También tengo delante el ejemplo de La caja de música, de Costa Gavras, que aconseja cautela. Me comprometo a revisar los documentos. En cualquier caso, resulta condenable utilizar eso contra alguien ahora. En cuanto a la posguerra, conviene recordar que si vencedores y vencidos configuraron una realidad dual, mirando a las conductas individuales hubo notables excepciones. Mi carrera académica, como la de otros, no hubiera superado los obstáculos de la represión interna sin la intervención del catedrático falangista Juan Velarde. A diferencia de mi decano, luego eurodiputado socialista, que me dejó caer.

Y sentencia:

La protección que permitió sobrevivir a mi entrañable amigo Manuel Iglesias nada tiene así de excepcional. Y él siguió siendo socialista y bien estimado por la dirección del PSOE en Toulouse. Podías visitar de su parte y recabar documentación de Rodolfo Llopis en el viejo caserón tolosano de Rue du Taur, de Andrés Saborit en Ginebra. Y eran gente desconfiada. Luego ya tuvo discrepancias con el PSOE en el poder. Pero antes, de paniaguado del régimen, nada. No todo vale.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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