LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Luis Ventoso deja a Sánchez a la altura del betún: «Abochorna el contraste entre su chulería irascible con el partido más votado por los españoles y su untuoso buenrollismo con los separatistas»

"Es lacerante que el líder del PSOE se niegue a ver al presidente del otro gran partido constitucionalista"

Luis Ventoso deja a Sánchez a la altura del betún: "Abochorna el contraste entre su chulería irascible con el partido más votado por los españoles y su untuoso buenrollismo con los separatistas"
Pedro Sánchez y Carles Puigdemont. EP

Pedro Sánchez reuniéndose con los separatistas y Rita Barberá aferrándose a su sillón en el Senado son algunos de los principales asuntos sobre los que versan este 16 de marzo de 2016 las columnas de opinión de la prensa de papel. Quedan apenas 45 días para llegar al famoso 2 de mayo de 2016 y aquí cada segundo que pasa sin haber acuerdo es un paso más hacia la repetición de las elecciones generales. ¿Harán penitencia nuestros políticos en Semana Santa?

Arrancamos en ABC y lo hacemos con Luis Ventoso, que pone hecho un Cristo a Pedro Sánchez por ir alegre y feliz a ver al separatista presidente catalán Carles Puigdemont y, en cambio, negarle la pan y la sal al líder del partido más votado en las elecciones del 20 de diciembre de 2016, Mariano Rajoy:

Aunque el eventual líder del PSOE ha dado ya varios pasos errados, el de ayer ha sido el más lacerante, porque traiciona los intereses generales de sus compatriotas por un poco de propaganda personal, por una foto con quien hoy es por voluntad propia un enemigo declarado de España. Por supuesto, el encuentro no se ha traducido en nada. Lo único que ha hecho Sánchez es abrir fisuras entre unos constitucionalistas que deberían estar unidos en la defensa de su país, con una lealtad mutua garantizada. Es imposible un punto de encuentro con quien exige burlar la ley como premisa irrenunciable. Antes de ver a Puigdemont, el líder del PSOE sabía, como todos los españoles, que no cabe margen de negociación con quien pretende proclamar la república catalana antes de dos años. Tras ver al presidente separatista, Sánchez dijo que su plan independentista «es ilegal, unilateral y contrario a la mayoritaria de los catalanes». Tiene razón. Entonces, ¿por qué fue a verlo? Pues porque con un planteamiento ruin, que entristece a cualquier español, buscaba un gesto efectista para marcar más distancia con Rajoy y tratar de impulsar su agónica carrera personal, aun a costa de vender a España anatemizando a uno de los partidos que la vertebran. Sus argumentos fallan.

Y apunta:

-Sánchez enfatizó que «hay que cerrar cuatro años de bloqueo institucional y ausencia de diálogo». Lo cuenta mal. El presidente y todos sus ministros han seguido viajando constantemente a Cataluña, pese a la hosquedad y desaires de algunas autoridades separatistas. El Estado ha auxiliado con puntualidad a una comunidad en bancarrota por la mala gestión propia. El proceso independentista fue una decisión unilateral de Mas. Él fue quien dilapidó el dinero público en una inmensa campaña de propaganda, quien convocó una consulta ilegal, quien declaró que el Estado autonómico y la legalidad constitucional ya no servían. Fue la Generalitat la que dio el portazo y dejó sin alternativa al Gobierno español, porque ningún presidente de España (a lo mejor Sánchez sí) puede otorgar la independencia a una región, o autorizar un referéndum prohibido por la Constitución democrática.

-Es lacerante que Sánchez, que a día de hoy se niega a ver al presidente del otro gran partido constitucionalista, se deshaga en sonrisas y apretones de manos con un líder separatista que auspicia la destrucción de España. Abochorna el contraste entre su chulería irascible con el partido más votado por los españoles y su untuoso buenrollismo con los separatistas. A lo mejor explica por qué el PSOE está en caída libre.

-Acudir a ver a Puigdemont con la oferta de la recuperación del Estatut y con el gaseoso federalismo es una pantomima estéril. Todo el mundo sabe, hasta Sánchez, que eso nada arregla frente a un nacionalismo fanatizado, obcecado en privar a los catalanes de su fecunda sociedad con España.

Concluye:

Sánchez agradeció a Puigdemont su «predisposición al diálogo». Entonces, ay, no sé por qué, recordé lo que le dijo el viejo Churchill al pusilánime Chamberlain: «A nuestra patria se le ofreció la humillación o la guerra. Aceptamos la humillación y ahora tendremos la guerra».

Por su parte, Ignacio Camacho sigue sin entender por qué en el PP no se da ya un golpe definitivo de timón y se prescinde de gente como la exalcaldesa de Valencia, la inefable Rita Barberá:

A Rita Barberá le cuesta comprender, o aceptar, que el tiempo penal discurre a distinta velocidad que el tiempo político. Tampoco acaba de entenderlo Rajoy, experto en esperas, pese a que él mismo ha hecho una ley para acortar los plazos procesales de los casos de corrupción; y en general casi todo el PP tiene un problema con la percepción de la opinión pública por el que ha pagado y aún paga un alto precio. El marianismo se siente en dificultades ante la posmodernidad, incómodo con sus pautas vertiginosas y compulsivas. No alcanza a adaptarse a la necesidad de reacciones rápidas que impone el modelo apremiante de la nueva sociedad de la comunicación, acostumbrada a compases sincopados. Y sufre por ello un penoso desgaste.

Dice que:

Barberá tiene todo el derecho a defender su inocencia ante los tribunales. A lo que no lo tiene es a enredar en esa defensa al partido que representa a varios millones de españoles, cuya causa legítima perjudica al soslayar el concepto de responsabilidad política. Claro que si lo hace es porque el propio PP se lo permite al proporcionarle y mantenerle privilegios de aforamiento de un modo inexplicable. Ese enroque endogámico, respaldado por el presidente, prima la cohesión interna de la organización frente a los intereses de sus electores y simpatizantes que en su inmensa mayoría desean respaldar un proyecto limpio y transparente. Y al margen de la calificación penal que puedan merecer los hechos, las evidencias del escándalo valenciano, con sus cintas impúdicas, su pitufeo de dinero negro y sus manejos fangosos, revelan una atmósfera moral inaceptable.

Como mínimo, la exalcaldesa valenciana debería abandonar la escena pública por su incompetencia en la selección de personal -tiene imputada a toda su cúpula directiva- y por falta de sensibilidad política. Por haber presentado una candidatura cuya conducta constituye una ofensa a sus votantes. Por arrastrar a la vergüenza a toda la derecha sociológica valenciana al ofrecerle como representantes a un grupo de sospechosos habituales.

Sentencia que:

Por esas mismas razones, y a pesar del doble rasero de ejemplaridad que soporta ante la izquierda, el Partido Popular está obligado siquiera preventivamente a dejar de prestarle amparo. A abandonar los tics de autoprotección -la filosofía del «sé fuerte»- que tanto daño le han causado. A construir sus reacciones ante la corrupción como un mensaje a los ciudadanos, no a sus militantes. A interpretar la realidad, por incómoda que le resulte, con los ojos de la gente. A mostrarse sensible a los comportamientos, automatismos y reglas del «mercado» en que compite. A entender que, aunque a menudo las cosas no sean como parecen, en política siempre terminan pareciendo lo que uno permite que parezcan. Y a asumir de una vez, por todas que por mucha calma estoica que Rajoy pueda albergar, hace mucho que la sociedad española ha perdido la paciencia.

José María Carrascal también pone el acento en que el viaje del socialista a Sánchez para ver a Carles Puigdemont es prácticamente un suicidio en toda regla:

Si Pedro Sánchez no se ha entrevistado con Carles Puigdemont para negociar un referéndum catalán -entre otras cosas, porque aunque quisiera su partido no se lo permitiría-, si tampoco ha ido a proponerle la vieja salida del federalismo -que la Generalitat de Puigdemont, metida ya en la desconexión con España, ha descartado-, ¿a qué diablos ha ido? Nos dice que a «dialogar, a tender puentes, a buscar canales de entendimiento, tal como nos pide el pueblo español». Le creo. Pero en el sentido opuesto al que él le da.

La primera apuesta de Sánchez tras el descalabro del 20-D y la advertencia que le hizo su Comité Federal fue acercarse a Ciudadanos. Pensaba que con ese movimiento transversal conseguía dos objetivos: tranquilizar a los suyos y acercarse al PP, muchas de cuyas propuestas había aceptado en el programa que acordó con Ciudadanos. Suponía que un PP también vapuleado aceptaría salvar su programa, aunque tuviera que sacrificar a Rajoy, absteniéndose en la segunda votación de investidura. Pero el PP se mantuvo firme y el revolcón que recibió Sánchez en la segunda votación fue tan espectacular como el de la primera. Esa vía quedaba cerrada.

Aclara que:

Había que elegir otra, y es en lo que está. Se trata de otra vía más lógica y sencilla, al menos de entrada, pues se trata de buscar la aproximación a las otras fuerzas de izquierda, mucho más afines. La marejada, más que mareas, que se aprecia en Podemos, con corrientes en Galicia, Cataluña y Valencia que reclaman grupo propio, le ayuda, al debilitar al Iglesias intransigente que exigía la vicepresidencia del Gobierno y un montón de carteras ministeriales. No es lo mismo sentarse a negociar con 70 escaños detrás que con 40.

Pero, incluso si le apoyaran esos 70, a Sánchez siguen faltándole votos para ser elegido en la primera votación. Son los que está buscando para la segunda en el caladero nacionalista. Le bastaría con que se abstuvieran PNV y Democracia y Libertad para ser elegido presidente. El gran argumento para convencer a Puigdemont es: «Yo o Rajoy». Y espera que le elijan a él.

El papelón en esta farsa le tocaría a Ciudadanos, que tras prestarse al juego de Sánchez y firmar solemnemente con él un acuerdo tan largo como farragoso se encuentra metido en la cama con sus dos enemigos irreconciliables: extrema izquierda y nacionalistas. Puede tragar saliva e integrarse en la nueva formación ya como socio menor. O puede aliarse con el PP. Pero no reunirían los votos necesarios para bloquearla, quedando en evidencia su bisoñez, su ambigüedad, su falta de verdaderos principios.

Finaliza:

Claro que también a Sánchez puede salirle mal la jugada. Acostarse con Podemos, dispuesto a engullir al PSOE, es peligrosísimo. Y liarse con unos nacionalistas decididos a independizarse, auque sea de tapadillo, es aún más arriesgado. Pero sabe que esta es su última oportunidad, lo que puede ser lo más peligroso de todo. Aunque lo más probable es que de aquí a mayo, o junio, pasen muchas cosas.

En El Mundo, Federico Jiménez Losantos critica el doble rasero dentro del PP con el caso Rodrigo Rato y con el ‘affaire’ de Rita Barberá:

Rajoy declarado que «se siente tranquilo» tras la rueda de prensa de Rita Barberá, que ha dicho que atenderá la amabilísima petición del juez para que acuda a declarar, si quiere, con su abogado, séquito, falla del barrio, bandera regional y briosa banda de música. Lo de la falla y la banda, aunque no sea de Manises, lo deduzco del tono de mi otrora admirada alcaldesa, que a este paso acabará su próxima rueda de prensa cantando en pie el Himne: «Per a ofrenar / noves glories a España…»

Señala:

Mariano está tranquilo, así que todos deben descansar. No entiendo por qué Maroto renunció ayer a vendernos la moto de la lucha implacable contra la corrupción que, naturalmente, encabeza el presidente. Esta frase, remitida por plasma a la agencia Efe, lo explica: «Creo que es un paso adelante muy importante que Barberá vaya y atienda la petición que le ha hecho el juez. A mí eso me deja tranquilo. Son los tribunales los que tienen que decidir». Faltaba, como siempre en Rajoy, un poco de calor humano, pero ahí estaba Pedro Sanz, ahora vicepresidente del Senado, que ha adelantado el cariñoso recibimiento de la Segunda Cámara, añadido al frío aforamiento legal: «Todos somos hombres buenos en la vida. En principio, no hay ningún motivo para rechazar a nadie, sino que hay motivos siempre para acoger a todo el mundo con cierto cariño y cierta humanidad».

Obviemos lo de que «todos somos hombres, buenos y en la vida». Es una forma de hablar. Lo importante es el calor de caldo riojano del mensaje de Sanz. De no estar más cerca de Semana Santa que de Navidad, se habría arrancado con ese villancico jotero que retrata la delicada situación laboral del PP, tan visible en el Senado: «A tu puerta hemos venido / cuatrocientos en cuadrilla. / Si quieres que nos sentemos / saca cuatrocientas sillas».

Concluye:

Tan pocas sillas hay que a nadie le guardan la suya. ¿Quién recuerda a Rato, detenido por agentes de Montoro en pleno centro de Madrid y al que se acogotó y humilló ante las televisiones, advertidas por el Gobierno? ¡Qué diferencia de trato, fiscal y judicial, entre Rita y Rato! Al uno, todo hieles; a la otra, todo mieles. Y a Podemos, trato de Infanta de España. Es cierta la doble vara mediática al tratar la corrupción sociata o pepera. Pero la de Rajoy con Rato y Rita sí que es una doble vara de medir… costillas.

Finalmente, Raúl del Pozo también le da sopa con ondas a Rita Barberá:

Rita Barberá, sin soltar la cuerda, apareció ante los periodistas. Implicada en el blanqueo para la financiación ilegal del PP de Valencia, uno de los iconos o caretas más fuertes de la derecha, con sus bolsos de Bulgari y sus broches de Hermès, ha negado las acusaciones. Las achaca a la condena mediática a su partido. Rita, carnet número tres, dijo que no sabe nada de todo lo que se cuenta. Con su collar de perlas, pañuelo de seda, riéndose a carcajadas, apuntando con el dedo índice al infinito, en un tono descarado y provocador, declaró que no sabe nada de los contratos amañados, del dinero negro o la caja B. Según ella, financiar con 1.000 euros a un partido es ridículo -«pitufeo»-, y los regalos que recibía eran por su santo o por Navidad.

Recalca que:

La senadora ha declarado que las confesiones de María José Alcón forman parte de un montaje periodístico. Podría haber dicho de un folletín en la que una madre reconoce ante su hijo que en Valencia se castigaba a los inocentes para tapar el culo a los culpables, y que en el PP corría el dinero negro de mordidas y comisiones. Según la ex concejala, convertían a los militantes en pequeños narcotraficantes que blanqueaban de 1.000 en 1.000 euros. De ese trajín surgió una frases que pasará a la historia: «Como tú dijiste, hijo mío, una vez, y tienes mas razón que un santo, en este país lo único que funciona es la corrupción».

Advierte de que:

El peligro es que la frase de la madre de Valencia, la corrupción como sistema, ensucie aún más la democracia y alcance a los partidos nuevos. Los de Podemos temen que o bien haya en sus filas «un lobo» infiltrado o bien sus comunicaciones estén controladas por la poli. «Quieren que todos parezcamos pringados, pero nada es comparable al PP, esa verdadera organización para delinquir». Suenan las sirenas de Madrid, Valencia, Andalucía y Galicia. Hasta Ciudadanos, látigo del chupeteo, tiene a Eva Borox como cuota en los telediarios, con mordidas y viajes pagados de Marjaliza en la trama Púnica.

Y sugiere que:

Quizás esperen que creamos que la corrupción sólo puede ser conjurada con azufre y fuego, como en la Biblia, porque ya no hay inocentes. Pero hay pocos inocentes, pocos políticos en chirona y sí muchos boqueras y caninos. A la misma hora en la que Rita hablaba, una jueza aplazaba la entrada en prisión de Adrián Manuel Moreno, un joven rehabilitado condenado a seis meses de talego por robar una bicicleta. Esta historia recuerda a aquellas sátiras que granizaba Madrid con libelos infamatorios, contra los que se aprovechaban de sus puestos. Diego de Torres Villarroel, -cura y torero, mago, redactor de almanaques, poeta, matemático, profesor en Salamanca-, cuenta los entresijos de la Corte, con monas de golilla, ratones con capa, renacuajos con bigote. En el famoso poema Los ladrones más famosos no están en los caminos se queja de esta manera: «¡Válgame Dios y azotan a los gitanos!, que pillan una capa, un borrico: seis cuartos segovianos». La parábola del borrico resucita hoy en forma de bicicleta.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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