El bochorno de Pedro Sánchez, líder socialista, buscando comprensión e intermediación en Alexis Tsipras, el presidente de Grecia, para que hablase con el podemita Pablo Iglesias y que le allanase el camino hacia la Moncloa sigue siendo tema recurrente en las tribunas de opinión de este 19 de marzo de 2016.
Me da la sensación, y de paso un inciso para felicitar a todos los Josés, Josefinas y papás en general en este 19 de marzo de 2016, que al líder socialista no le van a ‘regalar’ en este día tan especial la Presidencia de Gobierno. De hecho, tiene más números para que le toque la Lotería de Navidad de 2020 que el poder ser investido como jefe del Ejecutivo español.
Arrancamos en ABC y lo hacemos con el siempre genial Ignacio Camacho, que pone a Pedro Sánchez de vuelta y media por el espantoso ridículo hecho en esa cumbre de líderes de la izquiera europea den Bruselas el 17 de marzo de 2016:
El día en que Europa se jugaba gran parte de su futuro, Pedro Sánchez no tuvo mejor idea que presentarse en Bruselas a gestionar el suyo. Con deslumbrante sentido de la oportunidad y visión diplomática de largo alcance, el hombre que quiere gobernar España aprovechó la cumbre sobre los refugiados para buscar entre los líderes de la izquierda un celestino político. Agarró en un pasillo a Alexis Tsipras, otra esclarecida minerva, y le planteó a portagayola el gran problema de la UE: que cierto arrogante muchacho con coleta no le deja a él estar allí como presidente del Gobierno. Así que sin mayores preámbulos le colocó al griego sobre los hombros la urgente encomienda de allanarle el camino. He aquí un líder generoso, comprometido y solidario; lo que se dice un estadista.
Apunta que:
Tsipras, que tampoco es Adenauer, administra un país en bancarrota al que el éxodo sirio arrastra hacia una descomunal catástrofe humanitaria. Decenas de miles de personas duermen allí al raso y en la vergüenza del campamento de Idomeni halla la comunidad internacional el símbolo de una emergencia descontrolada. En Grecia no queda un euro, el Estado está en quiebra, sus playas son un cementerio de espuma y sobre sus arruinados ciudadanos recae la presión de un tránsito masivo de desesperados emigrantes. Un panorama social para poner de los nervios al gobernante más templado y capaz, cualidades que en todo caso no adornan al dirigente de Syriza.
Y fue a él, precisamente a él, a quien Sánchez eligió como alcahuete de sus menesterosas pretensiones. En el instante adecuado y en el sitio justo. Y para que el mundo se enterase de su pertinente cuita se hizo acompañar de una cámara y relató con solemne orgullo en Twitter este momento estelar de la Humanidad, la más alta y trascendente ocasión que ha visto el siglo: que le he dicho a Tsipras que a ver si habla con Pablo Iglesias de lo mío.
Y remacha:
No se sabe si es más triste el patético intento de un aspirante dispuesto a implorar en público la intercesión en los asuntos de su país de un mandatario extranjero, con la consiguiente ignorancia del más elemental modusoperandi político, o su sonrojante ausencia del sentido del ridículo. La combinación de ambos errores, expresada sin pudor como una muestra de brillante inteligencia estratégica, manifiesta una asombrosa falta de sensibilidad para distinguir las ideas de las ocurrencias, la seriedad del esperpento. Desnuda al mismo tiempo la obsesiva recurrencia de su empeño personal, a despecho de cualquier circunstancia, y un desconocimiento abismal de las reglas de decoro de su propio oficio. No se puede estar más fuera de lugar: una petición inadecuada, un interlocutor inapropiado y un momento improcedente. Inexperiencia, inoportunidad y despropósito. La demostración en un minuto de escasa gloria de que a la política conviene llegar siquiera someramente aprendido.
Ramón Pérez-Maura le mete una somanta de palos a Cristina Cifuentes por el patinazo de la propuesta de los vientres de alquiler en el pleno de la Asamblea de Madrid donde, incluso, diputados del propio PP dejaron a la presidenta madrileña con las vergüenzas al aire:
Ocurrió lo que tenía que pasar. A nadie puede sorprender la crisis en la que ha metido al PP de la Comunidad de Madrid la presidenta regional, Cristina Cifuentes. Cuando el portavoz del grupo parlamentario del PP en la Asamblea, Enrique Ossorio, considera «mojigaterías» lo que otros diputados entienden que son cuestiones de conciencia, algo va muy mal en el Partido Popular. El pasado jueves se votó en la Asamblea de Madrid una propuesta para promover la regulación de la gestación subrogada. Fascinante iniciativa, considerando que la Asamblea carece de competencias en la materia. Y así quieren regenerar la política Cifuentes y sus socios de Ciudadanos, que fueron quienes tuvieron la brillante iniciativa. En el grupo del PP hubo tres diputados que no apoyaron la iniciativa por razones de conciencia. Y parece que lo menos que se puede reconocer es que se puedan tener dudas sobre esta cuestión. Y lo digo como orgulloso tío de dos adolescentes gestados por una madre portadora y que son un orgullo para toda su familia. No se puede obligar a nadie a votar a favor de cuestiones que puedan significar un conflicto de conciencia. Y eso debería poder entenderlo incluso quien no tenga conciencia. En este PP en el que una cuestión como el matrimonio entre homosexuales es defendida por el ministro García-Margallo con la gracieta de «estoy a favor siempre que no sea obligatorio», podían empezar a aplicar exactamente el mismo principio a una cuestión como la de la gestación subrogada. Pues no.
Recuerda que:
Hace ahora un año, publiqué en esta página una «Carta a Cristina Cifuentes» (ABC, 14-03-2015) en la que le preguntaba cómo argumentaría ella que debería votarla quien creyese que el aborto no es un derecho y quien pensara que la Monarquía es el mejor modelo político para España, cuestiones ambas en las que ella ha sostenido la posición contraria. Admitía yo finalmente que esas materias rebasan el ámbito autonómico, por lo que se podría argumentar que no deberían ser óbice para recabar el apoyo de quienes tienen en ambos asuntos posiciones diferentes a la suya. Lo que no se me ocurrió entonces -admito que soy corto de miras- es que Cifuentes iba a exhibir su pátina progresista adentrándose en los asuntos que escapan a su competencia.
Señala que:
Si la progre Cristina y buena parte del PP se empeñan en negar la libertad de conciencia en materias como esta, si las cuestiones morales son consideradas simples «mojigaterías» como nos ha dicho el señor Ossorio, acabarán encontrándose con que el PP, además de perder votos por la izquierda, empezará a perderlos también por la derecha. No han aprendido con el surgimiento de Ciudadanos que el porcentaje de voto cautivo es cada vez menor y están sembrando minas en su propio jardín. Hasta ahora han tenido la suerte de que alternativas como Vox no han cuajado, principalmente por lo mal dirigido que ha estado ese partido y por la evidencia de que frente al auge del populismo era necesario un voto útil. Pero eso puede dejar de ser así si se forma un Gobierno alternativo al PP. Ya no podrán volver al discurso de valores que les dio fuerza en la oposición a Zapatero. Valores que, como han descubierto Jaime Mayor Oreja y Alberto Ruiz-Gallardón, hay que irse a defender a otra parte.
Y finaliza:
Cifuentes podría aprender de la sabiduría de la calle antes de meterse en un asunto que no es de su competencia. Porque, como bien sentencia el dicho popular, «si hay que ir, se va. Pero ir pana… ».
Salvador Sostres escribe sobre el penúltimo episodio que pone a Pedro Sánchez en el disparadero, su apoyo al ya por fin dimitido secretario general del PSOE en Galicia, José Ramón Gómez Besteiro:
Supongo que ahora el presidente Rajoy tendría que decirle a Pedro Sánchez que es un político indigno, o indecente, porque apoyó la candidatura de uno que ya estaba imputado por corrupción y las acusaciones se le han multiplicado hasta tal punto que ha tenido que dimitir.
Supongo que ahora el PP tendría que decirle al PSOE que no tiene nada que hablar con ellos por lo de Besteiro, por lo de los ERE de Andalucía -que es el mayor caso de corrupción desde la recuperación de la democracia- y por la nefasta política económica de Zapatero, que nos hundió en la crisis y condenó a miles de familias españolas a un angustioso sufrimiento.
Se pregunta:
Pero ¿que ganaríamos con ello? ¿Qué ganaría el PP, qué ganaríamos nosotros? Absolutamente nada, porque las elecciones dieron el resultado que dieron y España ha de poder gobernarse desde el centro, sin personalismos estériles y sin burdas trampas de perdedores queriendo hacer ver que han ganado cuando ni siquiera disponen de la aritmética parlamentaria necesaria para darle la vuelta al resultado.
El PSOE ha sido y es el partido más corrupto de España, pero todos los partidos han tenido financiaciones irregulares y nadie puede dar demasiadas lecciones en este sentido.
Y subraya que:
Pedro Sánchez no puede privarnos de Gobierno con su odio tribal al PP y a su presidente. Tenemos asuntos mucho más importantes y mucho más graves de los que ocuparnos que la vanidad mal llevada de un candidato derrotado.
La excusa de la corrupción fue siempre cínica en boca de un socialista. Con la salida de Besteiro cae la última máscara tras la que como unos cobardes los socialistas se ocultaban. Si a partir de ahora quieren continuar bloqueándonos la democracia, tendrán que hacerlo mirándonos a la cara.
En El País, Manuel Jabois critica la tradición de que el Gobierno en funciones no rinda ya cuentas en el Parlamento:
Todos los años, por estas fechas, la Iglesia entra dentro del Estado, interrumpe su funcionamiento y reclama del Gobierno varios indultos. Lo hace en conmemoración de la muerte de Jesucristo. Y a través de unas organizaciones, las cofradías, que se dirigen a las prisiones para pedirles que les pasen una lista. «Católicos. No vamos a pedir un musulmán, eso que lo pidan los musulmanes», como dijo un secretario del Cristo de la Columna. Y todos los años el portavoz del Gobierno anuncia los indultos y los justifica apelando a una tradición de muchos siglos, que es lo que se suele decir cuando algo no se sostiene con la razón: «Es que esto es así».
Cuenta la siguiente anécdota:
Acaba de contarlo Fernando Savater en Tudela: iban él y una monja solos en autobús a Teruel y Los 40 Principales estaban puestos al máximo. Savater le preguntó a la monja si a ella le molestaba tanto como a él y ella le dijo que estaba rezando, directamente. Por tanto, el filósofo se acercó al conductor y le dijo: «¿Podría bajar un poco la música?». El chófer respondió: «Es que esto es así». ¿Funcionaba el autobús con música en lugar de gasolina? ¿Era una tradición de muchos siglos entrar en Teruel con Los 40 a todo volumen? En España si te contestan «esto es así» ya puedes ser el primer intelectual del país: te vuelves a tu sitio y callas.
Por tanto, el Consejo de Ministros anunció ayer nuevamente la reunión de dos largas tradiciones, una de componente supersticioso, la religión, y otra basada en un delirio, para poner a andar el Gobierno. El delirio procede del siglo XVIII, cuando una epidemia de la peste en Málaga obligó a suspender las procesiones de Semana Santa. Con la ciudad herida y sublevada, un grupo de presos se amotinó y consiguió salir a la calle con una imagen de Cristo para hacer su particular procesión. La pasearon por la ciudad, regresaron a la prisión y, en cosa de días, la peste se acabó milagrosamente. El rey Carlos III le concedió un privilegio a una cofradía: cada año sacaría a un preso de la cárcel y saldría en procesión con ellos.
Y concluye:
Esto, sin embargo, no lo suelen contar los portavoces del Gobierno. Apelan a «la tradición», pero no explican en qué consiste. No les debe parecer serio o muy razonado. Igual miran de reojo a la prensa extranjera y piensan: «Me corto un pie antes de soltar esto por la boca». Así que liberan a los presos que les indican las cofradías con un «esto es así» que nos recuerda la dichosa y ejemplar separación de Iglesia y Estado. Ayer, precisamente. Este Gobierno en funciones no rinde cuentas al Congreso porque ya sólo responde ante Dios.
Finalmente, Patxo Unzueta observa más riesgos que beneficios para el PSOE un pacto con Podemos:
¿Es prudente la oferta de Sánchez a Iglesias de reanudar las negociaciones para un acuerdo de gobierno, rotas en el debate de investidura? Para la dirección de Podemos lo primero es el poder: gobernar España. Por eso consideraba, en un informe interno de la primavera pasada, que las elecciones autonómicas y municipales eran «un obstáculo en nuestra estrategia de ir directamente al asalto en las elecciones generales». Esa ilusión se ha desgastado bastante, pero su propuesta de gobierno de coalición con una poderosa vicepresidencia autoasignada al líder demuestra que la urgencia se mantiene: llegar al poder cuanto antes, por vía electoral y, una vez alcanzado, utilizarlo desde un fuerte liderazgo personal para crear las condiciones de su perpetuación.
Recuerda que:
Estrategia que recuerda a los populismos latinoamericanos. En una entrevista citada por F. Peregil, Ernesto Laclau, teórico de esa corriente, justificaba así su defensa de la supresión de la limitación de mandatos: «Una vez que se construyó toda posibilidad de proceso de cambio en torno a un cierto nombre, si ese nombre desaparece el sistema se vuelve vulnerable».
Las rectificaciones programáticas que ha venido haciendo Podemos revelan un acusado pragmatismo. Pero que entre las rectificaciones figuren propuestas como la exigencia de «compromiso con el proyecto de cambio» de los cargos institucionales, incluyendo jueces y fiscales, revela la persistencia de una mentalidad fuertemente autoritaria e intervencionista; a la venezolana.
Añade que:
En otro informe interno que resumía EL PAÍS el pasado día 10, se reconocía que la gestión mediática de la relación con Venezuela había sido «difícil» y «pésima». Tienen dificultades para explicar su afinidad con el chavismo, una doctrina que considera legítimo encarcelar a la oposición, controlar los medios y eliminar cautelas como la limitación de mandatos. Pero han acertado los socialistas en no reducir su respuesta a denunciar ese sustrato, intentando refutar sus propuestas concretas.
Es probable que el PSOE comparta más ideas y objetivos con Podemos que con el PP. Pero también más divergencias de fondo, lo que implica riesgos que Sánchez no debería subestimar. El fracaso de un acuerdo con el PP podría, en el peor caso, corregirse en la siguiente elección; mientras que el paso de Podemos por el Gobierno dejaría probablemente estructuras de poder y hábitos de actuación difíciles de desmontar.
Y remata:
Una divergencia esencial es el referéndum sobre la independencia de Cataluña. Un sondeo reciente ha cuantificado el escaso apoyo (27%) y alto rechazo (68%) que ese referéndum tiene en el conjunto de España. También indica que solo el 15% de los votantes del PSOE piensa que este partido debería «aceptar un referéndum sobre la independencia para facilitar un acuerdo con Podemos». Datos que un partido no nacionalista y de ámbito nacional como el de Pablo Iglesias no puede dejar de tener en cuenta.
Lo que no excluye explorar la posibilidad de una consulta, pero no sobre la independencia sino sobre un nuevo Estatut, posibilidad planteada por Sánchez a Puigdemont («no hay que votar para romper, hay que acordar para votar») en su encuentro del martes, y que para ser coherente seguiría a una reforma constitucional refrendada por los españoles que estableciera el marco de la estatutaria. Esa sí sería una base sólida para un acuerdo.