Colea este 23 de abril de 2016, día universal de la Literatura al conmemorar el fallecimiento de Miguel de Cervantes y William Shakespeare, el ataque de Pablo Iglesias y su tropa podemita a la labor que realiza la prensa. Lo que él llama invenciones no dejan de ser meras informaciones que, eso sí, le sacan sus trapos sucios y sus relaciones nada decorosas. Los columnistas, por supuesto, no van a callarse.
Arrancamos en ABC y lo hacemos con Ignacio Camacho que hace un alegato a favor de este oficio de informar y opinar y da la receta para que gente como Pablo Iglesias o jueces con poca afición a ser escrutados respeten a los periodistas. Tener, con perdón, dos pelotas más grandes que el caballo del Espartero:
El oficio de periodista nunca fue fácil; en esto no te metes para hacer amigos. Y menos entre políticos, cuyo grado de tolerancia a la crítica es inversamente proporcional a su narcisismo. Decía Jean Daniel, confidente de Mitterrand, que no se puede ser amigo de un hombre de poder si tienes que escribir de él a menudo: amicus Plato, sed plus amica veritas. La verdad, en periodismo y en la vida, parece un concepto demasiado ambicioso; conformémonos con el de veracidad, y en todo caso con los de honestidad e independencia. Sin demasiada alharaca ni la solemnidad heroica que tendemos a dar a este trabajo que sólo consiste, según el maestro Raúl del Pozo, en limpiar los cristales de la libertad. Poniéndote perdido de mierda, las más de las veces.
Resalta que:
Pero hay tiempos y tiempos, y estos no son los mejores. La crisis económica ha coincidido en la prensa con otra de modelo: las nuevas tecnologías, el rollo de la gratuidad en internet y todo eso. Llevamos años de ajustes masivos en los medios. De ingresos, de audiencias, de publicidad y, ay, de empleo. Para sobrevivir a este aprieto es preciso defender un intangible: el prestigio, que tiene que ver con el ejercicio de la conciencia. Por eso el menor de nuestros problemas es que los políticos presionen como siempre han hecho. Como ahora Pablo Iglesias, que a la menor ocasión deja ver su egolatría mesiánica, su jaez totalitario. Esa cosa suya de los señalamientos y los ciberescraches es algo incómodo pero llevadero; de toda la vida, los caciques nos han azuzado a sus jaurías, que ahora aúllan en las redes sociales. Más peligrosa era la ETA -esa ETA que, por cierto, solía elogiar Iglesias como clarividente debeladora del régimen del 78- y no logró intimidar aunque nos pusiese a mirar los bajos del coche. La historia de esta profesión es la historia de una resistencia. No he de callar por más que con el dedo, etcétera.
El auténtico problema consiste en que la sociedad democrática olvide la importancia de su sistema civil de contrapesos y sustituya la libre circulación de noticias e ideas por un falso debate de consignas teledirigidas y bulos aventados en la red. Que la Justicia se haga un lío -¿verdad, Pablo, verdad, Cruz?- con el derecho de la información y lo vuelva del revés. Que el propio periodismo confunda sus prioridades y se convierta en un espectáculo. Y que una opinión pública aturdida por la cháchara demagógica llegue a creer que la libertad de prensa es una extravagancia prescindible.
Y sentencia:
Lo demás, las amenazas, el matonismo y tal, son gajes del oficio. Lo sabemos. La independencia de un periodista -¿verdad, Álvaro, verdad, Javier?- y de paso la de sus editores depende, como sentenció Montanelli, de una sola cosa. De sus coglioni.
El director de ABC, Bieito Rubido, apunta en su billete que le preocupa la involución que parece producirse en España respecto a la libertad de expresión:
El periodismo parece estar en peligro en España. A Cruz Morcillo y Pablo Muñoz, dos sobresalientes periodistas de ABC, los amenazan con años de cárcel por el simple hecho de informar. Como casi siempre que se informa bien y se cuenta la verdad, sucede que a alguien incomoda. No deja de resultar preocupante que Cruz y Pablo, y por ende ABC, sean perseguidos y reprendidos por sacar a la luz actividades ilícitas. Para echarse a temblar.
Apunta que:
Al mismo tiempo, los iconos de la nueva política, Pablo Iglesias al frente, amenazan con las penas del infierno, de manera velada y en mal tono, a los medios de comunicación en general y, de forma directa, al colega Álvaro Carvajal, del diario «El Mundo».
Y concluye:
Da la impresión de que, en la España que se hace llamar moderna, el periodismo vuelve a ser una profesión de riesgo. Podría disculparse como gajes del oficio, si no fuera porque los recientes episodios denotan cierta involución de la democracia en nuestro país. Sobre todo, cuando quienes atacan a la libertad de expresión son jueces y políticos.
Salvador Sostres afea a Pablo Iglesias y a Albert Rivera que hagan mutis por el foro en el acto solemne que presidirá el rey Felipe VI con motivo del 400 aniversario del fallecimiento de Miguel de Cervantes:
La grotesca declaración de Francisco Granados, aprovechando su momento mediático para degradar la Asamblea de Madrid con un espectáculo intolerable, fue el epílogo que merecía el despropósito del día anterior en el Congreso, con el que se consiguió la insólita doble figura de denigrar al Parlamento y la memoria de Miguel de Cervantes.
La nueva política, con su absurdo concepto de la proximidad y la siniestra consideración de que las formas son arcaizantes, asola la calidad del debate público y el prestigio de las instituciones.
Señala que:
Después de pintar la mona en sede parlamentaria con el caricato disfrazado, Albert Rivera no acudirá hoy a la entrega del premio Cervantes, en el acto solemne, presidido por el Rey Felipe VI, que se celebrará en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. Tampoco lo hará Pablo Iglesias. Tal absentismo constituye otro gran retrato de las prioridades de la nueva política, más pendiente del «happening» que de dotar de contenido lo que dicen y hacen. Si a don Miguel, que es un genio, se atreven a hacerle esto, no quiero ni pensar lo que llegarán a hacernos a nosotros, que no somos nadie, si algún día mandan.
Sin rigor formal somos barbarie. La Civilización es una manera de coger el tenedor. El día de mi Primera Comunión recibí la visita muy temprana, todavía en casa, de mi pediatra, el magnífico Juan Brotons Gimeno, que me regaló una muy cuidada edición de «El Quijote», y una carta que nunca he olvidado. «Querido Salvador, hoy es un día histórico, porque tendrás el encuentro, el diálogo con Cristo. Jesucristo es amigo de todos. Es el gran amigo de la Humanidad. Recuerda: jugar es rezar; estudiar es mejor. En recuerdo te dejo al señor don Quijote, el loco más cuerdo de la historia de España». La nueva política es un curandero que te regala panfletos de recetas veganas el día de tu primera clase de yoga, y te dice que no tienes la culpa de nada.
Ramón Pérez-Maura critica la última mamarrachada perpetrada en el precioso municipio cántaro de Camargo, cargarse de raíz una conmemoración histórica como la de haber derrotado a uno de los tradicionales enemigos de España porque a socialistas, comunistas y podemitas no les place recordar tal episodio:
El próximo sábado algunas localidades españolas celebrarán la fiesta del 2 de Mayo. Sólo en un país como España puede ocurrir que su última gran gesta contra un invasor extranjero no sea conmemorada con una fiesta nacional y se quede en una fiesta regional. Y eso gracias a que con el sistema autonómico hubo que proveer de un día de celebración a la Comunidad de Madrid. Que si no, tampoco.
Hay algunas otras localidades en España que mantienen la conmemoración de esa fecha por diferentes razones. Una de ellas es el Ayuntamiento de Camargo, en Cantabria, que tiene muy buenas razones para ello: el capitán don Pedro Velarde y Santillán, el héroe del 2 de mayo junto al sevillano Luis Daoiz y Torres, nació en Muriedas, la hogaño capital de Camargo. Así que, como cabe imaginar, en Camargo se ha celebrado siempre, con especial emoción, esta gran efeméride patria en la que destacó uno de sus hijos más preclaros y un patriota reconocido en casi toda España.
Subraya que:
Pero este año la cosa va a ser distinta en Camargo por decisión de su nueva alcaldesa, doña Esther Bolado Somavilla, del PSOE, y su tropa acompañante: el PRC de Miguel Ángel Revilla, ese que se dice más español que nadie, Izquierda Unida y Ganemos, que es como se llama allí Podemos (que ganaron tanto que sacaron un escaño de los 21 del municipio). Pero el PP sólo sacó 10 de los 21, así que los otros 11 se unieron para hacer cosas tan trascendentales como quitarle el «sesgo belicista» a la fiesta del 2 de Mayo. Porque esta tropa de desnortados cree que es malo recordar lo que de verdad fue aquel alzamiento glorioso de su paisano en el cuartel de Monteleón de Madrid. Así que este año van a celebrar el 2 de Mayo con el asado de una res de grandes dimensiones «según las costumbres de hace más de 200 años», lo que leo en «El Diario Montañés» -debe de ser que entonces el fuego ardía de otra forma… Panem et circenses.
¿Por qué hay que avergonzarse de nuestra historia? Al final, lo que Camargo está haciendo es renegar de su hijo, el capitán Velarde. Porque nadie recuerda a aquel héroe patrio por sus habilidades culinarias, y sí por las bélicas. Pero si es políticamente incorrecto conmemorar esa hazaña, mejor es que se olviden de que Velarde holló nunca esa tierra.
Se pregunta que:
¿Se imaginan ustedes que en Grecia se conmemorara la gesta del caballo de Troya que nos relató Virgilio en la «Eneida» y que del equino de madera, en lugar de los guerreros que mataron a los centinelas, saliesen los lindos y pacíficos corderitos de «Norit»? Pues esto es parecido. Claro que ocurre en una España que cada día se deja borrar su identidad a base de prohibiciones entre la aparente indiferencia de muchos. Caso emblemático es el de la fiesta nacional, que se va prohibiendo localidad a localidad y región a región. Y se prohíbe, precisamente, porque tiene un gran apoyo. Porque si no lo tuviera no sería necesario impedir su celebración. Simplemente, no tendría lugar porque los empresarios taurinos estarían arruinados y los ayuntamientos no tendrían demanda para su celebración.
Y sentencia:
Es cierto que Camargo es un municipio de sólo 30.000 habitantes. Pero es muy revelador. Entre otras cosas de adónde nos han llevado décadas de disparatadas leyes educativas de la izquierda y de por qué tantos quieren impedir la aplicación de la Lomce, única ley de educación que ha hecho la derecha española. No vaya a ser que los chicos se enteren de que ganamos una guerra al invasor.
En La Razón, Juan Ramón Rallo detalla la situación por la que atraviesa esa Venezuela chavista de cuyo modelo está prendado ‘Coleta Morada’:
Nicolás Maduro acaba de decretar cuatro horas diarias de cortes en el suministro eléctrico para las familias venezolanas. Así pues, al racionamiento de alimentos como la carne o el arroz o al de productos básicos como el papel higiénico o medicinas contra el cáncer, se le suma ahora el racionamiento del consumo eléctrico. La medida llega después de que el gobierno bolivariano impusiera restricciones similares a los centros comerciales o de que declarara festivos los viernes dentro de la administración pública con el propósito de «ahorrar» energía. A nadie se le escapará que Venezuela padece una gravísima crisis energética que en absoluto es novedosa: entre 2009 y 2013, el gobierno de Chávez ya se enfrentó a problemas similares que trató de capear con análogas restricciones (los venezolanos que residen fuera de Caracas ya han venido experimentando desde 2010 cortes eléctricos de 20 horas semanales).
Explica que:
La razón aparente de este desastre es la sequía: el 65% de la capacidad eléctrica instalada en Venezuela procede de centrales hidroeléctricas (en especial, del embalse El Guri), de modo que, cuando las lluvias son insuficientes, la generación eléctrica se desploma. Como sucedió con el racionamiento eléctrico decretado durante los primeros años del franquismo, la responsabilidad de los apagones sólo cabe atribuirla a causas externas como la «pertinaz sequía»: nunca a la pertinaz torpeza del régimen. Pero la realidad es que el apagón se debe a un desequilibrio estructural entre demanda y oferta que sí ha sido alimentado, promovido y consolidado por el socialismo bolivariano.
Por un lado, la demanda eléctrica se halla sobreestimulada por las tarifas artificialmente bajas que establece el gobierno (en términos reales, la electricidad se ha abaratado más de un 50% en la última década): electricidad barata pero indisponible. Por otro, la oferta eléctrica procedente de fuentes alternativas a la hidroeléctrica se halla devastada: más de la mitad de la capacidad instalada en centrales térmicas se ha vuelto inutilizable debido al nulo mantenimiento al que han sido sometidas tras la nacionalización chavista de la totalidad del sistema eléctrico en 2007.
Concluye que:
Tan es así que, si las centrales térmicas no se hubieran deteriorado hasta ese extremo, hoy Venezuela dispondría de un amplísimo excedente de oferta eléctrica sobre la demanda (incluso a los subsidiados precios actuales). El intervencionismo estatal no es la solución a la «pobreza energética»: al contrario, es su principal causante. No lo olvidemos cuando se pretendan trasladar tales recetarios bolivarianos a España.