LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Contundente recado de Antonio Burgos a los políticos: «Hemos perdido cuatro meses por su ego»

"¿No se han parado a pensar estos señores que han dejado al sistema constitucional a la altura de un pepino, con tal de imponerse ellos sobre las ideologías?"

Contundente recado de Antonio Burgos a los políticos: "Hemos perdido cuatro meses por su ego"
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. EP

Y colorín colorado, este teatrillo se ha acabado. Sí, efectivamente, lo que ya se anunciaba tras el fracaso de Pedro Sánchez con su sesión de investidura en la que vio pasar de largo su oportunidad de encaramarse a la poltrona de La Moncloa, el 26 de abril de 2016 quedó confirmado. Dentro de dos meses, el 26 de junio de 2016 los españoles volveremos a votar y, como no podía ser de otra manera, este es el tema esencial de los columnistas de la prensa de papel de este 27 de abril de 2016.

Arrancamos en ABC y lo hacemos con Antonio Burgos, que atiza sin piedad a la clase política por habernos llevado a este callejón sin salida. Además deje en el aire una reflexión implacable: si no han sabido ejecutar su tarea, ¿a qué esperan para devolver lo cobrado por un trabajo no realizado?:

Ahora, terminadas las 3 rondas de consultas, 3, en las que S.M. El Rey ha perdido soberanamente el tiempo, sé por qué ampliaron el edificio del Congreso de los Diputados: porque el ego de muchos políticos, especialmente el de los dirigentes de los partidos, no cabía en el histórico hemiciclo donde Tejero y su tropa pegaron los disparos del 23-F. A los que habría que cantarles, cambiado, el estribillo de la chirigota gaditana del Love en 1998: «No me pegues tiritos en el techo,/tíratelos tú en el culo,/que tiene el boquete hecho». El ego de los dirigentes políticos no sólo no cabía en el hemiciclo, que es como media plaza de toros (hasta con reloj, callejón, presidencia y todo), sino que incluso Las Ventas les habrían venido chicas, y pequeño el campo de fútbol del Barcelona. Como a la puerta de los cuarteles el «Todo por la Patria», en la entrada del Congreso de los Diputados habría que colocar otro rótulo que dijera bien a las claras lo que se ventila allí dentro: «Todo por el Ego».

Señala que:

A la hora en que escribo, que es al alba, con suave viento de Levante, como cuando lo de Perejil, pero sin Federico Trillo, no sé si Su Majestad el Rey, harto de coles en el mareo de la perdiz de los líderes recibidos, ha firmado o no la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones. Da igual. El mal del desprestigio de la clase política e incluso de la confianza en el sistema democrático ya está hecho. La llamada «clase política» ha demostrado, del 20 de diciembre acá, tener muy poca clase. El «Deutschland über alles» de los paisanos de la Merkel no funciona aquí absolutamente nada. Para proclamar el «Por España, todo por España», hay que tener el patriotismo y la grandeza de espíritu de Don Juan de Borbón. Que ninguna barca tiene en este muelle de la política. Aquí, con los hechos, han venido todos a decir: «¡Por mi Ego, todo por mi Ego! Y al que se ponga en mi camino hacia La Moncloa, de momento le parto la cara y después, ya veremos».

Se plantea que:

¿No se han parado a pensar estos señores que han dejado al sistema constitucional a la altura de un pepino, con tal de imponerse ellos sobre las ideologías, sobre los problemas reales de los españoles, sobre las fatiguitas que sigue pasando «la gente» (la traída y llevada «gente» de la gentuza) para llegar a fin de mes? Advierto ahora bastante menos confianza en el sistema que en diciembre. Han sido meses perdidos, mientras las grandes empresas anuncian los grandes despidos disfrazados de jubilaciones anticipadas. Mientras el dinero cada vez vale menos. Mientras el paro cada vez va a más. Cuatro meses perdidos. Ah, pero ellos no han dejado de cobrar su sueldo y de trincar sus mamelas ni un solo mes. Como en un romance patriótico sobre el Dos de Mayo que ahora se acerca, oigo un clamor nacional: «¡Que devuelvan los sueldos! Y que si no han sido capaces de ponerse acuerdo en una coalición, porque nadie quería dar a torcer su ego, que paguen ellos de sus bolsillos los gastos de las nuevas elecciones!». Y lo que nadie dice, pero lo añado: que los partidos devuelvan hasta el último euro de lo cobrado por los grupos parlamentarios según el número de diputados que sacaron el 20-D. Si los diputados que sacaron no la han doblado ni han servido de nada, ¿otra vez vais a cobrar por escaño, carnes mías? Es de coña esto del escaño.

Y sentencia:

Y nada, otra vez los mismos, tan desprestigiados, tan incapaces, con las mismas: las mismas siglas. Yo que el Rey, al firmar el decreto de convocatoria de elecciones, le ponía de puño y letra una coletilla, que es la que desean muchísimos españoles: «Habrá nuevas elecciones, sí, pero que no se presente a ellas ni uno solo de esta partida de mantas que en cuatro meses no han sido capaces de formar gobierno. Prohibido terminantemente que vuelvan a presentarse Rajoy, Sánchez, Rivera, Iglesias, el otro y el de la moto. ¡Todos a su casa! ¡Y que devuelvan el sueldo!».

Ignacio Camacho habla sobre el fracaso de los partidos a la hora de pactar un Gobierno y como algún candidato en concreto se lanzó a la desesperada en los minutos finales:

El relato y el marco mental son dos conceptos esenciales en la política moderna, entendida sobre todo como un proceso de comunicación a menudo derivado en espectáculo. Se trata de construir una explicación ventajosa en torno a una situación, un proyecto o una idea. De acertar con los argumentos capaces de instalar en el electorado un estado favorable de opinión o incluso de ánimo. De forjar un consenso social mayoritario a partir de una narrativa hegemónica en la que lo que se cuenta importa menos que la manera de contarlo.

La burbujeante expectativa de las últimas horas, los balbuceos de pactos y contrapactos muñidos en la «zona Cesarini» de esta legislatura fallida, responden a una batalla por el relato dominante que explique el fracaso y atribuya las culpas. Por establecer quién queda como el autor de la ruptura. De otro modo no se explican las abundantes lagunas de verosimilitud de la secuencia escenográfica de ayer. Puede aceptarse con buena voluntad que la dirección del PSOE no estuviese al tanto de la iniciativa de Compromís, pero es difícil de tragar que Pablo Iglesias no conociese -después de una reunión a plena luz entre Errejón y Mónica Oltra- la propuesta de sus socios valencianos.

No. La cuestión era de reparto de papeles, de títulos de crédito en la función malograda: quién queda cómo. Resignados a la evidencia de la repetición electoral desencadenada por sus vetos cruzados, los partidos se han entregado a una porfía por cargar sobre los adversarios la responsabilidad del bloqueo. Y la intentona para aglutinar un «frente popular exprés», un demencial acuerdo multipartito fraguado contra reloj, no era más que el mecanismo para atornillar los argumentarios centrales de la inminente campaña e imputar a los otros -que en política son siempre los malos porque es la otredad lo que define la identidad propia- como culpables del fiasco. Una traca final de fuegos artificiales con cuya humareda se disuelven cuatro meses de postureo táctico.

Y concluye:

Ese empeño por centrar las próximas elecciones en la narrativa del fracaso favorece, sin embargo, al principal beneficiario de este tiempo baldío. Rajoy sale ganador provisional del trance; ha evitado que le birlaran su magra victoria y forzado otra oportunidad. Pero además sus votantes son los únicos a los que no les importa quién ha impedido la investidura de Sánchez; los reproches sobre la bola negra les traen sin cuidado. Ésa es munición para el pulso por el voto útil de la izquierda, que es donde se va a librar la guerra del sorpasso. El candidato socialista, que ha logrado sacar petróleo de un pésimo resultado, se equivocará si acude a las urnas con un discurso lastimero y victimista; nadie tenía obligación de ayudarle a revertir su propio descalabro. Y ni siquiera en su propio partido ha encontrado suficiente respaldo. Aun así y con todo, hasta el lunes no expira el plazo…

David Gistau, sin nombrar directamente el vomitivo discurso de Otegi en Bruselas, por cortesía de Pablo Iglesias y Alberto Garzón, asegura que en España se ha permitido a ETA entrar directamente a sentarse en los escaños:

Francesco Forgione es un político italiano que durante dos años presidió la Comisión Antimafia del Parlamento. Heredó la misma lucha que en los ámbitos policial y judicial empezaron Dalla Chiesa, Falcone y Borsellino, todos ellos asesinados. Los jueces, durante la guerra de la Mafia contra el Estado declarada por Totó Riina, el capo con el que se besó Andreotti y que en los maxiprocesos obligó a los testigos a declarar de espaldas porque si lo veían los paralizaba el miedo. Durante una visita a España, Forgione dedicó un rato a explicar su escándalo por el hecho de que aquí existiera una cadena de restaurantes llamada «La Mafia se sienta a la mesa». Su impacto, dijo, fue tan brutal como el que sufriría una víctima de ETA si, durante un viaje a Roma, comprobara que nuestro terrorismo fue banalizado por una cadena de asadores vascos llamada «La ETA se sienta a la mesa».

Recuerda que:

Lo que el nombre del restaurante demuestra es cuán perjudicial resulta la fotogenia que el cine prestó a la Mafia y cómo dificulta la pedagogía con la que se intenta extirpar ese horror de una desviación cultural. Al repasar la obra de Leonardo Sciascia, se aprecia cuán heroico y solitario fue su esfuerzo por voltear la percepción mafiosa que en Sicilia penetraba todo el tejido social hasta el punto de que quienes la combatían eran considerados «invasores septentrionales». Como Mussolini cuando se propuso machacarla y provocó una gran migración mafiosa a NY. El surgimiento argumental de la Camorra contribuyó mucho gracias a Saviano porque su relato fue crudo y despojado de gatitos acariciados desde el principio. De hecho, es posible hacer un pequeño experimento. Si se mete la palabra Mafia en el buscador del Google, abundan las entradas que sugieren cine y elegancia, flores en el ojal, gángsters caritativos y católicos que constituyen una forma de Estado allí donde el Estado no alcanza. Si se mete la palabra Camorra, casi todo lo que sale es brutal, verídico y repugnante.

A Forgione le daba rabia que, en España, la Mafia tuviera una coartada cinematográfica de la que carecía la ETA. Me gustaría poder responderle, después del trato de estadista dispensado a Otegui en las instituciones europeas, después de la empatía del Entrevistador, después de que Iglesias lo haya elevado a hombre de paz y socio necesario en la refundación nacional, que, en España, nuestra mafia local aún tiene la protección que le depara una coartada mucho más eficaz que la cinematográfica: la coartada política. La que le confiere un relato rehabilitador del asesinato. La que permitió a Pablo Iglesias, en referencia a los años que aún eran de plomo, consagrar a la ETA como un actor de la izquierda con lucidez y coraje para declarar la guerra al franquismo camuflado posterior a la Transición. Es verdad que, en España, la ETA no se sienta a la mesa. Es mucho peor: se sienta directamente en los escaños de los parlamentos y en los habitáculos morales donde la extrema izquierda diseña su porvenir distópico.

En El Mundo, Raúl del Pozo es claro y directo sobre lo que estamos viviendo los españoles: sin Gobierno y con la corrupción aflorando incluso en quienes estaban encargados de señalar la misma. De traca:

España sigue corrompida, entrampada y sin Gobierno. Es necesario un ajuste urgente de 4.000 millones de euros porque las cuentas públicas son insostenibles y el Gobierno en funciones tiene que irse de mítines para que no lo aplasten en las elecciones reiteradas o lo sienten en la rilera.

Centenares de políticos, alcaldes, mangones, conseguidores, pillos, rateros, padres de la patria, ex presidentes, ‘púnicos’, ‘señores black’, princesas y cantaoras estaban en el trullo, o a punto de entrar, cuando les ha caído del cielo una amnistía inesperada. El líder de Manos Limpias -en la trena por mangue y extorsión- va a cerrar el sindicato y a retirar las denuncias que supondrían la suspensión de los grandes juicios del Reino de España. Puede haber carpetazo del ‘caso Gürtel’, los ERE, etc., y aquí no ha pasado nada. Otra ronda de gambas.

Dice que:

En los ‘papeles’ de Suiza y de Panamá, de las Seychelles y Andorra están los sumarios no activados, las prácticas de los botineros de cuello blanco, avisados e indultados por Hacienda. Los tragones que dirigieron España, su Gobierno, sus periódicos, sus bancos, sus partidos y sus burdeles se van a ir, como siempre, de rositas. Pero esto no es el ocaso. A pesar de todo, apenas nos enfrentemos a un nuevo ajuste, a una repetición del desgobierno que, eso sí, envalentonará a los que quieren desguazar el país. El Rey aconseja una campaña austera, los partidos harán lo de siempre.

Según algunos escritores, en la Península Ibérica estaba el fin de la Tierra, adonde llegaron los argonautas y Odiseo, famoso por su astucia. Borges, en su famoso poema, describe la España incesante y fatal, la del inútil coraje que descifró los mares. «España, donde Ulises descendió a la Casa del Hades». Ese destino siniestro no ha sido constante en nuestras aventuras, genialidades y aciertos.

En realidad, siempre se vio a España como el primer El Dorado. Llevamos en lo alto la fatídica leyenda del desgobierno, la intolerancia y la picaresca, pero no es cierto que nuestra historia siempre termine mal. Ésta es una crisis leve. La segunda transición ha muerto en el parto. No hubo Gobierno ni a la portuguesa ni a la valenciana ni a la alemana. Habrá nuevas elecciones y lo que tendría que hacer la gente, si le sale del pijo, es no dejarse engañar por sus propias manías y sectarismos. Habrá en las listas toda clase de reaccionarios, populistas, rojos, corruptos, liberales, socialdemócratas. Tápense las narices, blasfemen, olvídense de sus propias terquedades políticas y voten al que les parezca mejor.

Remata que:

Está claro que de la corrupción no nos libramos desde Cánovas, sin ir más lejos. Cánovas -según Ortega- era el hombre de más talento político de su siglo y un gran corruptor; lo ahogó la corrupción; «fue el profesor de la corrupción»; «corrompió hasta lo incorruptible». Nos conformaremos con ver a los que tanto mandaron y tanto evadieron avergonzados cuando saluden al portero. Subieron como astros -dice Brecht-, y como astros están cayendo.

En La Razón, Julián Cabrera habla sobre el posible pacto entre Podemos e Izquierda Unida de cara a las elecciones del 26 de junio de 2016:

Si los distintos sondeos que vamos conociendo a propósito de una repetición electoral coinciden en arrojar una abstención que podría ser histórica -en torno al 35 por ciento- esa abstención podría darse en un porcentaje mucho mayor entre el electorado de Podemos. De ahí que la formación de Pablo Iglesias ande de los nervios y a pesar de la «línea Errejón», suspicaz ante los posibles efectos nocivos de engullir la camada comunista contemple más que nunca ir de la mano de una IU que, cosas de la política ya no está ni tan moribunda ni tan castigada por la demoscopia como hace meses .Podemos e IU inician los primeros escarceos de apareamiento, aunque ya han puesto en negro sobre blanco un primer gesto de confluencia apadrinando al condenado por terrorismo Arnaldo Otegui ante el Parlamento europeo. No pierdan aquí de vista el horizonte de los comicios en el País Vasco a la vuelta de la esquina.

Aclara que:

La batalla que se libra por la supremacía en el espectro electoral desde el centro hasta la extrema izquierda está indicativamente relacionada con gran parte de los movimientos políticos y de «postureo» que se nos han mostrado en estos últimos cuatro meses. Podemos, que alcanzaba casi los mismos votos que el PSOE el pasado 20 de diciembre se debate codazo a codazo entre seguir golpeando el hígado socialista cortándole el aire en el flanco de la socialdemocracia, ahí donde sí se crece en términos reales en un país como España en el que la izquierda lleva décadas encarnando un concepto mucho más amplio alejado del comunismo, o echar las cuentas con el permiso del señor D’Hont, de la hipotética suma con el millón largo de votos de IU para dar ese definitivo «sorprasso» al partido socialista. Entiéndase la vía Errejón frente a la vía Iglesias.

El baile prenupcial que en este sentido nos brindan las direcciones de Podemos y de Izquierda Unida tiene mucho que ver con esto. Dando por sentado que el comunismo en España desde la transición no ha pasado de los 21 escaños de Anguita en su etapa de mayor liderazgo y que ni siquiera eso vino mínimamente a amenazar a un PSOE consciente en su momento de que sólo podía crecer a partir del abandono del marxismo -antes que marxistas somos socialistas decía Felipe- parece lógico y fundado pensar que Iñigo Errejón no es que haya enloquecido precisamente en su diagnóstico y estrategia.

Finaliza planteando que:

La disyuntiva no es sencilla. Iglesias busca engullir al partido de Sánchez despreocupándose de una IU a la que previamente pretende haber fagocitado por absorción disfrazada de fusión. Garzón por su parte y ahora con más peso específico para negociar, se debate entre su supervivencia y la de otros relevantes de IU engrosando apetecibles puestos en las listas de Podemos o diluir dentro del morado el verdirrojo de las siglas nacidas al albur del «No a la OTAN». Baile de vampiros antes del amanecer por un nicho seguro ante el probable sol abrasador del 26 de junio.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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