LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Luis Ventoso explica con crudeza qué significa la democracia para Podemos: «Es una mierda que urge finiquitar»

"La barra libre de Podemos en las teles mercantiles al rojo vivo supone una grave amenaza para la felicidad de los españoles libres"

Luis Ventoso explica con crudeza qué significa la democracia para Podemos: "Es una mierda que urge finiquitar"
Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. EP

Un poco de todo, como en botica, podrán encontrar ustedes en las columnas de opinión de la prensa de papel este 29 de abril de 2016. Desde la crisis en el PSOE con varias bajas ilustres de cara a las elecciones del 26 de junio de 2016 a los ejemplos de nulo respeto a la democracia por parte de Podemos o como la repetición de los comicios generales parece beneficiar esencialmente al PP de Mariano Rajoy.

Arrancamos en ABC y lo hacemos con Luis Ventoso quien asegura que el populismo de Podemos en España nada tiene que ver con el que encarna en el Reino Unido Jeremy Corbyn, alguien que, pese a sus ideas, tiene claro que hay ciertos límites que no se pueden traspasar. Vamos, igualito que los podemitas por estos pagos:

Las comparaciones son odiosas, dicen. Pero ilustrativas. Ayer Jeremy Corbyn, el radical que ahora lidera el laborismo británico, se vio obligado a suspender de militancia a su compinche del alma, el veterano Ken Livingstone, en su día resolutivo alcalde de Londres. ¿Por qué lo echó? Pues porque a Livingstone, de 70 años, alias «Ken el Rojo», no se le ocurrió nada mejor que salir a defender a una diputada laborista expulsada el miércoles por comentarios antisemitas en Facebook. En una entrevista ayer por la mañana, Ken incurrió en una lamentable comparación entre Hitler y el sionismo. A la hora de comer ya lo habían fulminado, pese a todo su pedigrí en el partido. La diputada cayó porque en 2014, un año antes de llegar al Parlamento, había hecho una broma en Facebook proponiendo recolocar Israel en Estados Unidos y comparando el sionismo con Al Qaida. La diputada pidió disculpas tres veces y expresó su «profundo arrepentimiento». Corbyn sopesó perdonarla. Pero la presión interna y externa fue tal que la echó a las 24 horas. El bendito establishment inglés no tolera desbarres racistas.

Explica que:

Corbyn se ubica muy a la izquierda. Pero en cuanto fue invitado a una cena de gala en Buckingham se vistió acorde a la etiqueta, de impecable chaqué, no acudió a pavonearse en vaqueros. Pacifista militante, también asistió endomingado a una gala musical en el Royal Albert Hall por los caídos en las guerras mundiales. Con la Reina en el palco, el viejo Corbyn, librillo de himnos en mano, se infló a cantar tonadas patrióticas. Tiene sus ideas socialistas, deplora lo que llaman el «austericidio», aboga por más gasto social y lideró la plataforma contra la guerra de Irak. Pero respeta a su país, a sus gentes, tradiciones y democracia.

Enumera que:

El problema de Iglesias y su partido es que no respetan a España (dan alas al separatismo). Tampoco a sus gentes (los votantes del partido mayoritario son unos apestados; las promesas anticasta de limpieza y regeneración se las fuman cuando la posible prevaricadora es una juez de la pandi). No respetan nuestras tradiciones (mantienen una inquina anticatólica y les repugna toda la cultura tradicional, de ahí la aversión a los toros). No respetan nuestra democracia, que consideran una mierda que urge finiquitar. No respetan las libertades (ya han enseñado la patita de su asco por la libertad de prensa y son incapaces de condenar a un déspota tan zafio como Maduro). No respetan el dolor de España por los que eran baleados o reventados por ETA (flirtean con el repulsivo mundo etarra y se ponen de perfil ante el espanto yihadista). No respetan la economía de mercado (sus delirios quebrarían el país en un año).

Finaliza aseverando que:

Pese a las cursiladas, las cuchufletas, el teatro y la barra libre en las teles mercantiles al rojo vivo, suponen una grave amenaza para la felicidad de los españoles libres. No son Corbyn. Son Podemos: los desalmados que mantienen con un cargo a un energúmeno que hacía chistes antisemitas sobre el holocausto nazi y las víctimas de ETA.

José María Carrascal apunta que las elecciones del 26 de junio de 2016 van a dar grandes réditos al PP de Mariano Rajoy visto el revoltijo que se ha formado en otros partidos:

De repente, el viento «ha rolado», como dicen en la mar. Los que venían dando a Rajoy por acabado y le aconsejaban retirarse para que pudiera formarse gobierno reconocen que ha ganado la primera parte de esta carrera y es favorito en la segunda, como la tortuga a la liebre de la fábula, a base de paciencia, calma y seriedad. O sea, que ha sido un fracaso de los políticos. Pero también del grueso de los informadores. Sería bueno que se excusasen, pues, de haberles hecho caso, estaríamos en manos de unos políticos tan sobrados de ambición como cortos de mollera. Pero excusarse de verdad, no como Pedro Sánchez reconociendo su error al llamar «indecente» a Rajoy y puntualizar a continuación que se equivocó «en la forma, no en el fondo».

Añade que:

Este hombre -¿o es un crío?- se equivoca incluso cuando acierta. Nada de extraño que su partido busque la forma de hacerle la cama sin el estropicio que causaría su sustitución con las elecciones a la vista y Carme Chacón se decida a mudarse a Madrid, visto que Susana -otra sin prisa- sigue en Sevilla.

No crean que el resto está mucho mejor. Ahí tienen a Iglesias con Errejón como «mi querido enemigo» -un enfrentamiento a escala diminuta del Stalin-Trotski-, más una candidata en Canarias investigada por el Tribunal Supremo por el peor delito que puede cometer un juez -prevaricación-, obligándole a violar el código ético de Podemos, que, a estas alturas, sabemos que es el partido más jerárquico y menos democrático del arco parlamentario. No le va mucho mejor a Albert Rivera, obligado a rehacer a toda prisa su plan de campaña y recomponer sus puentes con el PP, tras haberse ido de farra con el PSOE, lo que seguro pesará entre los procedentes de aquel que le votaron.

Y remacha:

Que Rajoy es el único que sale beneficiado de este revoltijo no lo digo yo. Lo dicen, repito, comentaristas que venían haciéndole la guerra y puede que continúen haciéndosela. Pues siguen equivocándose en algo fundamental: las elecciones del 26-J no serán la segunda vuelta de las del 20-D. Serán completamente distintas, al haber cambiado las circunstancias, la atmósfera, el ánimo del electorado, aunque los protagonistas sean, para su desgracia, los mismos. Como consecuencia, los resultados serán también distintos. En qué grado no lo sabemos, pero que serán distintos viene impuesto por lo ocurrido en estos cuatro meses. Y añado algo más: aunque muy posiblemente haya que hacer coaliciones de gobierno, mucho cuidado con ellas, no vayamos de nuevo a equivocarnos. Las únicas coaliciones que funcionan son dentro del mismo campo ideológico. Hay una masa de electores que fluctúa entre el PP y Ciudadanos, como hay una masa que fluctúa entre PSOE y Podemos. Lo que pierde uno lo gana su par ideológico. Intentar trasvases transversales no funciona, como acabamos de ver. Sólo un gran pacto PP- PSOE funcionaría. Pero España no está aún preparada para él.

Ignacio Camacho apela al sentido de responsabilidad que tenemos los ciudadanos y asegura que los mismos son los que tendrán que resolver el problema el próximo 26 de junio de 2016 que unos políticos no supieron encarar el 20 de diciembre de 2015:

La repetición de las elecciones no es tanto un fracaso de la política como de ciertos políticos que se empeñan en hacer una política equivocada. Que confunden sus intereses con los de la nación o que han creído que comunicar bien basta para desenvolverse en un oficio que aún no conocen del todo. También podría ser un fracaso de la pulsión rupturista o simplemente decepcionada de muchos ciudadanos encandilados por el canto de sirenas que prometía acabar de buenas a primeras con los defectos de un sistema colapsado, y que creyeron que romper el statu quo era una receta balsámica que recompondría de inmediato el destrozo de las instituciones. En este caso más que de un desengaño se trata de un error que demuestra que cuando fallan los profesionales quizá no sea buena idea fiarse de los aficionados. Al menos el bipartidismo ofrecía certezas y estabilidades; después de tirarlas a la basura no parece lógico echarlas de menos.

Votar no consiste sólo en darle a un botón como el que enciende la luz; implica una cierta responsabilidad que no cabe depositar sólo en los representantes. En diciembre les quitamos poder a los partidos dinásticos, elegimos a mucha gente nueva, falta de rodaje, y la sentamos en un Parlamento fraccionado, sin mayorías ideológicas reconocibles y sin un mandato de gobierno claro. Es evidente que ha faltado voluntad de componer consensos, pero algo tendremos todos que ver en ese fiasco. El dogma de que el electorado jamás se equivoca es falso, entre otras cosas porque el cuerpo electoral es sólo la suma de millones de voluntades individuales que votan por separado. Los españoles dimos lugar, cada uno por nuestra cuenta, a un resultado confuso y ahora tenemos que aceptar que los agentes escogidos no estaban en condiciones de interpretarlo.

Concluye que:

No pasa nada porque nos pidan que se lo aclaremos, salvo que quizá nosotros tampoco vayamos a ser capaces de lograrlo. La crisis ha dejado una sociedad pesimista y frustrada, en un estado de ánimo que oscila entre la rabia y el desencanto, presa fácil de la demagogia, el oportunismo emocional, el aventurerismo y la charlatanería nihilista. Está dividida por brechas generaciones y culturales, que proyectan una dialéctica política entre el idealismo arbitrista y el pragmatismo resignado. Su veredicto conjunto es en cualquier caso sagrado, pero eso no quiere decir que sea perfecto; el del 20-D era, de hecho, un rompecabezas endiablado, fruto de la confusión sembrada por el colapso institucional de los últimos años. Para cuadrar ese puzzle se necesita una clase dirigente generosa, lúcida y versada que aún no hemos sido capaces de producir y que desde luego no nace por concepción espontánea. La que hay nos ha devuelto el problema que le dimos para resolver y a nadie debería molestar que en caso de duda se apele a ese mecanismo que llamamos democracia.

En El Mundo, Santiago González habla del carajal montado en el PSOE con la marcha de Chacón o la renuncia obligada de Irene Lozano:

Apenas bajado el telón del bululú, el joven Sánchez se ha revelado en su absoluta soledad. Carme Chacón, aquella cabeza de lista que se alzó en 2008 con 16 de los 31 diputados de Barcelona, bajó a 10 en 2011 y a cinco en 2015, no va a repetir. Cualquiera podría entenderlo si se pone en su lugar. También se va Irene Lozano, que había obtenido el cuarto escaño por Madrid.

Chacón renuncia. Ya lo hizo en 2012. Fue muy notable que ella se fuera al sol de Florida mientras en Cataluña se producía el más grave desafío que ha sufrido la España constitucional. No era la actitud que se esperaba de una mujer que había aspirado al mando en su partido y fue ministra de Defensa. Oh, ella nombró Jemad a José Julio.

Explica que:

Dice que se va por razones políticas, aunque no las explicó: «Son irrelevantes y las guardo para mí». No es cierto. Hace ya un mes se las contó a Zapatero, que tampoco se las ha contado al secretario general. Pedro, incapaz de reconocer la realidad, ignoró la insuficiente explicación de Carme y atribuyó la fuga por dos veces a razones personales. Siempre le pasa lo mismo. En su entrevista con Herrera, le echó la culpa a Pablo de que él no haya podido ser califa en lugar del califa, se agarró al clavo ardiendo de un Errejónmoderado y a la oferta de Compromís en el último minuto: «Baldoví no dice no, no cierra la puerta», mientras el tal Baldoví se manifestaba atónito por una contrapropuesta que calificó de «absolutamente inaceptable». En la misma entrevista ironizaba sobre lo que Pablo Iglesias decía de Alberto Garzón, con quien ahora quiere concurrir el 26-J. Ya no se acuerda de cuando él calificaba a C’s de «las Nuevas Generaciones del PP» (2 de noviembre y 2 de diciembre de 2015). Rizando el rizo, advirtió a Pablo de que podría quedar el cuarto en las próximas elecciones. Se lo dice un hombre que sabe de qué habla: su lista fue la cuarta en Madrid el 20-D.

Ahora mismo baraja la posibilidad de enviar a su segunda, Meritxell Batet (qué gran apellido para Barcelona), a cubrir la baja de Chacón, con lo que la lista madrileña del PSOE habrá perdido a sus números dos y cuatro. Ha de tenerse en cuenta, además, que Pedro quiere meter a Gabilondo de tercero, lo que relegaría a su portavoz Hernando hasta el quinto puesto por lo menos, desplazando a Simancas hasta el séptimo, donde ya no fue elegido Madina la vez anterior. Por si este carajal estuviera claro, Susana añade una condición: «Los socialistas no pueden prescindir del talento humano y la capacidad de Madina».

Y aconseja que:

No sé cómo lo van a resolver. Yo adelantaría a Zaida Cantera al número dos y detrás, seguidos, los valores imprescindibles: Gabilondo de tercero, Hernando de cuarto, Madina de quinto y Simancas el sexto. Se acabó lo que se daba. Es una crisis. La debacle llegará si pierde un solo escaño de los 90. Mientras, los socialistas deberán mimar a Meritxell, no sea que deban recurrir a la gran coalición y su ayuda sea inestimable a partir de su experiencia conyugal.

Federico Jiménez Losantos habla sobre el nuevo ‘timo’ que pretende cobrar el separatismo catalán con la anuencia de Mariano Rajoy:

Uno de los timos más antiguos es el del tocomocho: un tío con muchísima prisa para coger el tren o el barco decía tener un décimo de lotería premiado y pedía a un timable que lo cobrara dándole menos dinero del que le tocaba porque su madre se moría, su hermana se casaba o su hija había sufrido un accidente y no podía cobrarlo. El gancho o cómplice del timador aparecía entonces con la lista de la Lotería, fingía comprobar el premio y antes de irse -también tenía muchísima prisa- le guiñaba el ojo al timable para que aprovechase la ocasión. El avaricioso picaba, le daba al apresurado lo que llevaba encima, iba a cobrar y zasca. Gemelo del timo del tocomocho es el de la estampita: un presunto discapacitado con un sobre lleno de billetes -«papelitos», decía él, gangoseando- que ofrecía al timable y, con ayuda del gancho, convencía para ir a por más a su casa, a cambio de una cantidad que, por alguna razón, le hacía falta de inmediato. Picaba el bobo y al rato era la irrisión de la comisaría más próxima.

Resalta que:

Pero ayer, el timador Mariano y su ganchita Soraya nos ofrecieron una nueva variante del timo del tocomocho, el catamocho: un billete de lotería premiado, por el que vamos a pagar mucho menos de lo que vamos a ganar y que es el Premio Gordo de Navidad del separatismo catalán, que representó Oriol Junqueras. Naturalmente, no hay tal billete de lotería premiado, sino un timo como una casa al contribuyente. El Gobierno finge que los separatistas no se separan y los separatistas dicen que se separan pero que, en vez de ir a la cárcel, les paguemos. Y Rajoy, que decía que los jueces pondrían en su sitio a los autores del «golpe de Estado a cámara lenta» (García Albiol dixit, exhibiendo banderas españolas tras la proclamación parlamentaria de la República Catalana) hace como si timara a los separatistas, aunque sabe que lo timan a él.

El timo del catamocho es creer que el Gobierno hace algo contra El Mocho-mote real de Puigdemont en Democracia y Panamá- aunque lo que pagamos es otro año de separatismo, represión y persecución de todo lo español, pero sin romper la costumbre de cobrar. Y va Junqueras, al que la última vez que sumó 2 y 2 le salió 5 más el 3% TAE, con 50.000 millones de deuda y dice que el Estado español debe evitar el endeudamiento. No vaya a faltar para la paga de Navidad.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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